Sus ojos adquieren un brillo lleno de esperanza, de cerca era aún más guapo, se remoja los labios y la intensidad de su mirada es la que me hace rodear su cuello con mis brazos, atrayéndolo más hacia mí.
—¿Aceptas ser mía? ¿De verdad? Solo mía y de nadie más…
Su voz es ronca y demasiado varonil, tanto que me hace temblar las piernas, no tenía idea de qué terreno estaba pisando, pero quería intentarlo, Zed era no solo un medio de escapatoria para mantenerme lo más lejos posible de Abel, sino, una luz.
—Quiero intentarlo, si tú quieres todavía, claro —sonrío y esta vez es en serio.
Zed me estrec
Todo a mí alrededor es silencio, luego de la amenaza que me soltó Abel, no pude contener las ganas de querer arrancarle la cabeza, yo era una chica tranquila ¿en qué momento me convertí en la abre piernas de Abel solo por culpa del pasado? Pero peor aún, al salir de la habitación escoltada por el hombre que no hace otra cosa sino follarme con la mirada, Zed intentó acercarse a mí, pero su padre se interpuso y le dijo algo al oído, se veía más que molesto, sus ojos adquirieron un color sombrío en cuanto se dio cuenta que Abel intentó tomarme la mano, lo cual impedí al ver que se acercaba Karola. —Recuerda —Abel se acerca a mí, rodea mi cintura con disimulo y su respiración en mi pido hace que las piernas se me debiliten—. No le digas nada a Zed so
Me sabe mal, pero oculto mi reacción de desazón.—Ya veo —me muerdo el labio inferior.—Karola Hamilthon solo te tiene envidia y…Las luces se encienden y mis ojos observan a detalle el escenario que se presenta frente a mí era como una cabina giratoria en la que en medio estaba una tarima de cristal con luces rosa neón alrededor de la circunferencia, la puerta se abre y sale una de las chicas, que gustosa se pone en medio de todos y comienza a posar como si fuera una súper modelo.—Ya va a empezar —me susurra Eva.Intento no ponerme demasiado cómoda y pongo atención.
Abro los ojos y lo primero que siento es pesadez en todo mi cuerpo, como si no hubiera dormido en miles de años y por fin despertaba de un sueño eterno, es como si cada uno de mis músculos se abrieran en mil pedazos, lo segundo que diviso es un techo blanco con una lámpara que destella con luz blanca chillante, intento mover primero una mano y luego la otra, sigo con las piernas y todo parece ir en orden, intento incorporarme pero me cuesta trabajo.Las imágenes de lo sucedido vienen a mí como vendaval y repaso cada momento, cada palabra en mi mente, no encuentro nada que me sirva de utilidad, pero al escuchar como llaman por alguna bocina a un doctor, confirmo que me encuentro en el hospital. Hago un nuevo intento por incorporarme y la punzada de dolor al lado de mi costado izquierdo no tarda en devolverme a mi primer estado de reposo.
Sentía que me estaban acorralando hacia un campo minado de dudas, porque ¿es que estaba arrestada o algo parecido?—Abel, quiero irme a casa y ver a mi tía Nora, a diferencia de ti, no me puedo dar el lujo de hacer todo lo que dices ¿diseñadores? Por favor, apenas y puedo pagar un maldito café por mi cuenta, ¿compras? Las únicas que hago son las del súper para la despensa semanal y la mayoría es dinero de mi tía —me incorporo más y lo encaro—. Tampoco puedo darme el lujo de descansar tanto tiempo, tengo empleo e inicio el lunes, hay cuentas que pagar, tengo que hacerme responsable, por lo que en cuanto salga de este maldito lugar, me pondré a trabajar.Mi respuesta parece no encantarle nada.
Abel no se presentó al día siguiente, ya estaba lista, me había vestido con una muda de ropa que apareció de la noche a la mañana sobre mi cama, una enfermera vino hace dos horas a hacerme curación y a verificar que la herida estuviera bien, cuando vio que todo estaba en orden me dijo que alguien vendría por mí pero no especificó quién.Me pongo la falta de pliegues estilo escoces color verde oscuro, las bucaneras negras con un par de botas con calentadores, el suéter estilo blusa oscuro, y el cual me protegía del frío, un gorro y me maquillo con las pinturas que venían incluidas en el paquete junto con otros artículos de higiene personal.Me quedo esperando a que alguien entre y venga por mí con una buena explicación,
ZEDLa cabeza me da vueltas para cuando llego al maldito centro de recuperación en el que mi padre me engatusó junto con ayuda de Abel, siento rabia, ira incontrolable hacia ambos, una sed de venganza que no se detendrá, no en especial cuando me quieren arrebatar lo único que me ha importado en la vida; Nat.Ella es luz en mi oscuridad, es el sol de mi universo, porque si algo era cierto, es que llevaba la misma cantidad de años enamorado de ella que Abel, siempre la miré de lejos, tuve que ser un maldito espectador porque ese imbécil siempre la protegía y la acaparaba. Solo fue hasta su regreso que pude salir a la luz y llamar su atención, pero como siempre, Abel Pemberton tuvo que arruinarlo todo.La noch
Las horas pasan y siento que me volveré loco, solo espero a que Abel venga y me exija que le firme el divorcio a Nat, pero no lo haré, las cosas esta vez no serán como él las decida, solo por esta vez seré yo quien sujete la soga a su cuello. En poco tiempo cierro los ojos y me quedo dormido, al menos hasta que me despiertan y me hacen salir de la habitación, soy escoltado por una enfermera casi anciana, a la que no trato mal solo por el hecho de que las personas mayores me hacían respetarlas.—Esta es el salón de recreación, aquí pasarás las tardes libres, en una hora se servirá el almuerzo en el comedor —me indica la mujer y se marcha.El salón era una enorme área que contaba con algunas mesas con sillas en las que los pacient
Golpeo, grito, maldigo y bramo todo lo que se me ocurre, llevaba más de cinco horas desde que Abel me encerró, se fue sin decir nada, solo me besó, pasó su mano por mi coño, deslizó sus dedos y argumentó que eso era solo de él, que arreglaría las cosas referente al dichoso papel en el que aparezco como esposa de Zed, y desapareció de mi vista, luego intenté salir y no pude, me encerraron como a una jodida prisionera.—¡Déjenme salir! —exclamo en vano porque obtengo silencio como respuesta.Joder.Camino por la habitación en la que me dejó Abel, con la esperanza de encontrar una salida pero desisto al ver que es imposible. La casa de Abel era más bien una jodida man