LENI No puedo creer lo que ha sucedido. Caminar de un lado a otro en esta pequeña habitación se ha convertido en una especie de ritual, un intento desesperado de hacer que todo lo que ocurrió se sienta menos real. La puñalada que Reinhold me dio en el vientre, y que milagrosamente no me atravesó, es un recordatorio constante de que la vida puede cambiar en un instante. La oscuridad que emana de mí, una oscuridad que se asemeja a la de Ardian, es otro recordatorio de que lo sobrenatural no es solo una historia que se cuenta al caer la noche. Es real, y ahora me pertenece. —Leni —escucho la voz de Ardian, firme pero llena de un temor que no puedo ignorar—. Necesito que me digas por qué no me dijiste que estabas embarazada antes de escapar. Su mirada está fija en mí, ignorando las miradas curiosas que nos rodean. El peso de su atención es abrumador. ¿Cómo puedo explicarle lo que sucedió? La confusión me invade, y en lugar de responder, lo miro con desprecio. —¿Y tú tienes el derecho
DAX La noche había caído sobre el castillo, cubriendo sus muros de piedra con una sombra profunda y ominosa. Desde una de las torres, donde el viento aullaba como un lamento ancestral, contemplaba el paisaje oscuro que se extendía más allá de las murallas. Mi mente estaba tan agitada como el cielo estrellado, y la única certeza que tenía era que amaba a Leni con una intensidad que me consumía. La idea de dejarla en manos de Ardian, un ser que había demostrado ser tan manipulador como peligroso, era una incertidumbre insoportable. —Dax —la voz de Nadav rompió el silencio, trayendo mis pensamientos de vuelta a la realidad—. ¿Estás seguro de lo que piensas hacer? Volteé hacia él y en sus ojos leí preocupación. Nadav siempre había sido un amigo leal, pero esa noche, la lealtad parecía una carga pesada. —Sí —respondí con firmeza, aunque mi interior se retorcía—. No puedo permitir que Leni sufra más. Ardian la controlará de cualquier manera que le plazca. No puedo quedarme de brazos c
LENI Despertar nunca había sido fácil para mí, pero esa mañana lo fue aún menos. La luz se filtraba a través de las cortinas, dibujando sombras que danzaban en las paredes. Abrí los ojos y allí estaba él, mi hermano Viktor, vigilando mi sueño como un guardián silencioso. Su mirada era intensa, casi como si pudiera leer mis pensamientos más profundos. —¿Piensas seguir viéndome dormir? —le pregunté, aún adormilada, mientras intentaba estirarme. Viktor sonrió, pero era una sonrisa cargada de melancolía. —Siempre, Leni. Siempre lo haré. Un escalofrío recorrió mi espalda. Sabía que su devoción era sincera, pero me preocupaba que esa obsesión por mí lo llevara a su propia perdición. —Deberías dormir también —insistí, consciente de que los vampiros, como él, no necesitaban el descanso que los humanos requerían. —Los vampiros no duermen, hermana —respondió con un tono que bordeaba la resignación. Fue en ese instante cuando el timbre de la puerta resonó en la casa, un sonido que rompió
LENI —Leni, debes quedarte a salvo. No puedo arriesgarme a perderte —La voz de mi padre resonaba con una mezcla de preocupación y determinación que me hizo estremecer. Era un tono que no admitía discusión, uno que había escuchado muchas veces a lo largo de mi vida, pero que en ese momento parecía más grave que nunca. —Papá, soy lo suficientemente grande para cuidar de mí misma. No necesito que me cuiden como si fuera una niña —Repliqué, aunque sabía que mis palabras eran más un intento de reafirmar mi independencia que una realidad. La preocupación de mi padre era palpable, y en el fondo, me sentía pequeña y vulnerable. —No se trata de eso, Leni. La situación es crítica. Necesito que Ardian se quede contigo. Él te protegerá. —Su mirada se posó en Ardian, quien asintió con la cabeza, aunque su expresión era incierta. —¿Y qué pasa con Viktor? —intervino Ardian, su voz firme pero con un trasfondo de desafío. No podía evitar sentir que había más en juego que solo mi seguridad. —Vikt
ARDIANDespertar fue como salir de un profundo sueño del que no estaba seguro de querer escapar. La oscuridad me envolvía como una manta pesada, y mi mente estaba aturdida por los ecos de lo que había ocurrido. Recordaba el momento en que vi a Dax besando a Leni. La rabia había estallado en mí, y la imagen se repetía una y otra vez como una película en bucle. Una vez que estábamos de vuelta en el mismo sitio, no pude evitar estallar. —¡Eres un traidor! —le grité, sin pensar en las consecuencias.El sonido de mi propio grito reverberó en la cueva antes de que mi puño encontrara el rostro de Dax. Un golpe que sentí más en mi corazón que en mi mano. La expresión de sorpresa en su rostro fue la última imagen que vi antes de que todo se volviera negro.Cuando finalmente abrí los ojos, me encontraba en un lugar que no reconocía. La humedad del aire y el sonido del agua cayendo me indicaron que estaba en la cueva detrás de la cascada. Me incorporé, aturdido, y vi a lo lejos a Leni y Dax. La
VIKTORNo puedo evitar sentir que el mundo se desmorona a mi alrededor. Desde que escapamos de las garras de los Stardark, cada día ha sido una lucha constante por la supervivencia. Leni, mi hermana, es como una sombra que me sigue, y no puedo soportar la idea de perderla de nuevo. La furia hierve en mí, un fuego que quema con cada pensamiento que la separa de mí. La última vez que la vi, su rostro estaba marcado por el miedo, pero también por una chispa de esperanza. Ahora, esa esperanza se siente distante, como un eco que se desvanece en la oscuridad.—Gracias por salvarme —me dice Leysa, su voz temblorosa, pero con una sinceridad que me conmueve.La miro a los ojos, y en ese instante, el caos del mundo exterior se silencia. En su mirada, veo la fragilidad de nuestras vidas, la lucha por encontrar un propósito en medio de la desesperación. Leysa ha sido un faro de luz en esta tormenta, y aunque me preocupa que su gratitud sea solo una forma de aferrarse a la vida, no puedo evitar se
LENINo puedo creer que todos quisieron matarme. Esa simple frase retumba en mi mente como un eco interminable, un recordatorio de la traición que se cierne sobre mí. Las sombras de la guerra han dejado cicatrices no solo en la tierra, sino también en los corazones de aquellos que aún permanecen en pie. Mientras los ecos de la batalla se desvanecen, el verdadero desafío parece haber comenzado. —Leni —me llama Ardian, acercándose con esa mezcla inquietante de determinación y vulnerabilidad en sus ojos—. Necesitamos hablar.El aire entre nosotros se siente pesado. Las palabras que no se han dicho flotan como fantasmas, y la tensión se corta con un cuchillo. Aún recuerdo el momento en que todo cambió, cuando el caos de la guerra nos convirtió en enemigos y, de alguna manera, en cómplices. —¿Qué hay que hablar? —respondo, tratando de mantener la voz firme, aunque mi corazón late con fuerza en mi pecho—. ¿Acaso quieres discutir sobre lo que acaba de suceder? La traición, la violencia… to
LENI Los ecos del agua aún resonaban en mi mente cuando sentí que el frío me envolvía, abrazándome como un manto oscuro y pesado. Cerré los ojos, sintiendo que caía al abismo, una caída sin fin, un vacío que me arrastraba hacia lo desconocido. Pero, en un instante fugaz, la presión se desvaneció y una mano fuerte me sacó de las profundidades. Abrí los ojos con dificultad, y vi a mi hermano Viktor, sus ojos llenos de determinación mientras me llevaba a cuestas, alejándome de la orilla. —¡Viktor! —grité, tratando de procesar lo que sucedía, pero su respuesta fue un silencio tenso, solo roto por los gritos de Ardian y Dax que resonaban detrás de nosotros. —¡Viktor, déjala! —gritó Ardian, su voz cargada de desesperación—. ¡No es seguro todavía! —¡Cállate! —respondió Viktor, sin detenerse—. ¡No puedo dejarla aquí! La adrenalina corría por mis venas, pero el mundo giraba a mi alrededor. Las sombras del bosque se alargaban, y el eco de sus voces se desdibujaba en mis pensamientos. Dax,