LENI La tarde se desvanecía lentamente, y mientras los últimos rayos del sol se filtraban a través de las ventanas de nuestra cabaña familiar, no podía evitar observar a mi padre. Allí estaba, afanándose en preparar el té, y sus manos temblorosas traicionaban la preocupación que flotaba en el aire. La tensión que nos envolvía era palpable, como una cuerda a punto de romperse, y sabía que debía romper el silencio que nos separaba. Después de que Viktor le dijera sobre los lobos de Ardian, estaba actuando más preocupado de lo normal. —Papá, necesito contarte algo —me atreví a decir, mi voz titubeante resonando en la habitación vacía. Él dejó a un lado la tetera y me miró. Su mirada era un océano de inquietudes. —¿Qué sucede, hija? —preguntó, su tono grave me decía que sabía que no sería fácil escuchar lo que tenía que revelar. Respiré hondo, preparándome para lo que estaba a punto de decir. —Fui al bosque hoy —comencé, buscando las palabras adecuadas—. Los lobos de Ardian estaba
LENI El aire era denso, cargado de un silencio que, a medida que pasaban los segundos, se tornaba cada vez más insoportable. Me encontraba en el umbral de la casa, observando cómo la tensión crecía entre los dos hombres que, en un momento, habían sido parte de mi vida de maneras muy distintas: Ardian, el padre de mi hijo, y Viktor, mi hermano. La luna se ocultaba lentamente, y con él se desvanecía la calidez de la noche, dejando solo un frío que calaba hasta los huesos. —Ardian —espeté, intentando romper la atmósfera tensa con mi voz, aunque sabía que era inútil. No había vuelta atrás. Ardian se giró hacia mí; sus ojos centelleaban con una mezcla de sorpresa y furia. Era un hombre de pocas palabras, pero su mirada podía hablar por él. Viktor, al ver la reacción de Ardian, se colocó en una posición defensiva, como un perro que protege su territorio. —Leni, aléjate de él —dijo Viktor. Su voz grave resonaba en el aire como un eco de advertencia. Pero yo no podía moverme. Mis pies es
LENI —No puedo creer que te atreviste a apuñalar a Ardian, Leni —dijo Tatia, con una mezcla de incredulidad y reproche en su mirada. Su voz resonaba en la sala, llena de tensión, mientras yo me esforzaba por encajar las piezas de este rompecabezas desquiciado. —No fue algo premeditado —respondí, sintiéndome atrapada entre el peso de mis acciones y la reacción de quienes me rodeaban—. Además, se lo merecía. Reinhold, que había permanecido en silencio, decidió intervenir. Su voz era grave y cargada de un conocimiento que me hizo sentir aún más pequeña. —Todos saben en el reino que Ardian es la sombra del diablo. Por eso ya no es el Alfa. Las palabras de Reinhold se deslizaron como un cuchillo afilado en mi corazón. La idea de que Ardian, el hombre que había conocido en los días más felices de mi vida, se había convertido en un emblema de oscuridad y traición era devastadora. —¿Y qué hay de Rihannon? Mi madre —pregunté, mi voz apenas un susurro—. ¿Qué ha pasado con ella? —Ella ha
LENI No puedo creer lo que ha sucedido. Caminar de un lado a otro en esta pequeña habitación se ha convertido en una especie de ritual, un intento desesperado de hacer que todo lo que ocurrió se sienta menos real. La puñalada que Reinhold me dio en el vientre, y que milagrosamente no me atravesó, es un recordatorio constante de que la vida puede cambiar en un instante. La oscuridad que emana de mí, una oscuridad que se asemeja a la de Ardian, es otro recordatorio de que lo sobrenatural no es solo una historia que se cuenta al caer la noche. Es real, y ahora me pertenece. —Leni —escucho la voz de Ardian, firme pero llena de un temor que no puedo ignorar—. Necesito que me digas por qué no me dijiste que estabas embarazada antes de escapar. Su mirada está fija en mí, ignorando las miradas curiosas que nos rodean. El peso de su atención es abrumador. ¿Cómo puedo explicarle lo que sucedió? La confusión me invade, y en lugar de responder, lo miro con desprecio. —¿Y tú tienes el derecho
DAX La noche había caído sobre el castillo, cubriendo sus muros de piedra con una sombra profunda y ominosa. Desde una de las torres, donde el viento aullaba como un lamento ancestral, contemplaba el paisaje oscuro que se extendía más allá de las murallas. Mi mente estaba tan agitada como el cielo estrellado, y la única certeza que tenía era que amaba a Leni con una intensidad que me consumía. La idea de dejarla en manos de Ardian, un ser que había demostrado ser tan manipulador como peligroso, era una incertidumbre insoportable. —Dax —la voz de Nadav rompió el silencio, trayendo mis pensamientos de vuelta a la realidad—. ¿Estás seguro de lo que piensas hacer? Volteé hacia él y en sus ojos leí preocupación. Nadav siempre había sido un amigo leal, pero esa noche, la lealtad parecía una carga pesada. —Sí —respondí con firmeza, aunque mi interior se retorcía—. No puedo permitir que Leni sufra más. Ardian la controlará de cualquier manera que le plazca. No puedo quedarme de brazos c
LENI Despertar nunca había sido fácil para mí, pero esa mañana lo fue aún menos. La luz se filtraba a través de las cortinas, dibujando sombras que danzaban en las paredes. Abrí los ojos y allí estaba él, mi hermano Viktor, vigilando mi sueño como un guardián silencioso. Su mirada era intensa, casi como si pudiera leer mis pensamientos más profundos. —¿Piensas seguir viéndome dormir? —le pregunté, aún adormilada, mientras intentaba estirarme. Viktor sonrió, pero era una sonrisa cargada de melancolía. —Siempre, Leni. Siempre lo haré. Un escalofrío recorrió mi espalda. Sabía que su devoción era sincera, pero me preocupaba que esa obsesión por mí lo llevara a su propia perdición. —Deberías dormir también —insistí, consciente de que los vampiros, como él, no necesitaban el descanso que los humanos requerían. —Los vampiros no duermen, hermana —respondió con un tono que bordeaba la resignación. Fue en ese instante cuando el timbre de la puerta resonó en la casa, un sonido que rompió
LENI —Leni, debes quedarte a salvo. No puedo arriesgarme a perderte —La voz de mi padre resonaba con una mezcla de preocupación y determinación que me hizo estremecer. Era un tono que no admitía discusión, uno que había escuchado muchas veces a lo largo de mi vida, pero que en ese momento parecía más grave que nunca. —Papá, soy lo suficientemente grande para cuidar de mí misma. No necesito que me cuiden como si fuera una niña —Repliqué, aunque sabía que mis palabras eran más un intento de reafirmar mi independencia que una realidad. La preocupación de mi padre era palpable, y en el fondo, me sentía pequeña y vulnerable. —No se trata de eso, Leni. La situación es crítica. Necesito que Ardian se quede contigo. Él te protegerá. —Su mirada se posó en Ardian, quien asintió con la cabeza, aunque su expresión era incierta. —¿Y qué pasa con Viktor? —intervino Ardian, su voz firme pero con un trasfondo de desafío. No podía evitar sentir que había más en juego que solo mi seguridad. —Vikt
ARDIANDespertar fue como salir de un profundo sueño del que no estaba seguro de querer escapar. La oscuridad me envolvía como una manta pesada, y mi mente estaba aturdida por los ecos de lo que había ocurrido. Recordaba el momento en que vi a Dax besando a Leni. La rabia había estallado en mí, y la imagen se repetía una y otra vez como una película en bucle. Una vez que estábamos de vuelta en el mismo sitio, no pude evitar estallar. —¡Eres un traidor! —le grité, sin pensar en las consecuencias.El sonido de mi propio grito reverberó en la cueva antes de que mi puño encontrara el rostro de Dax. Un golpe que sentí más en mi corazón que en mi mano. La expresión de sorpresa en su rostro fue la última imagen que vi antes de que todo se volviera negro.Cuando finalmente abrí los ojos, me encontraba en un lugar que no reconocía. La humedad del aire y el sonido del agua cayendo me indicaron que estaba en la cueva detrás de la cascada. Me incorporé, aturdido, y vi a lo lejos a Leni y Dax. La