LENI Me encontraba sentada en el borde de mi cama, sintiendo la suavidad de las sábanas contra mi piel, pero sin poder concentrarme en nada más que en el vientre que comenzaría a abultar levemente en unas semanas. Era un milagro y, al mismo tiempo, una condena. No podía creer que estaba embarazada de Ardian. La noticia se había desbordado como un torrente en mi mente, aplastando cualquier rayo de esperanza que pudiera haber tenido de libertad. La imagen de mi padre resonaba en mi cabeza, su advertencia clara y directa: “Piensa bien si vas a tener al bebé. Tu madre no lo va a permitir.” Las palabras retumbaban en mi mente como un eco que no podía silenciar. —¿Qué voy a hacer? —susurré, sintiendo una mezcla de temor y determinación que me invadía. Todo el mundo parecía estar en mi contra, y la idea de que mi madre se enterara de mi estado era aterradora. Sabía que habría enemigos acechando en las sombras, dispuestos a arrebatarme la vida a mí y a mi hijo antes de que siquiera naci
NARRADOR OMNISCIENTE El aire frío del castillo se sentía más pesado que de costumbre, como si las paredes absorbieran la angustia que se avecinaba. Rihannon, con su porte majestuoso y su mirada decidida, había llegado acompañada de Dax, de intenciones nobles cuya voluntad aún estaba por forjarse. La madre de Leni, con un leve gesto de confianza, había decidido que era hora de que su hija diera un paso más hacia el amor. —Este es el momento —declaró Rihannon, mientras recorría el gran vestíbulo. Sus ojos brillaban con una mezcla de esperanza y determinación—. Leni debe enamorarse de ti, Dax. Es la única forma de asegurar nuestra línea. Dax, nervioso pero entusiasta, asintió. —Lo entiendo, Rihannon. Haré lo que sea necesario. No quiero fallarle. —Esa es la actitud —respondió ella, con una sonrisa que apenas ocultaba un destello de preocupación—. Pero, ¿estás seguro de que sabes cómo hacerlo? Las mujeres son complicadas, y Leni... bueno, Leni es especial. Sin embargo, en medio de
VIKTOR La noche había caído, envolviendo la casa en una penumbra tranquila. Me senté en la silla al lado de la cama de Leni, observando su pequeño rostro sereno mientras dormía. Nunca pensé que sería tan fácil imprimarme de ella. Desde que llegó, mi vida había tomado un giro inesperado. La semana que pasó desde que mi padre apareció con ella había sido un torbellino de emociones. Siempre había querido conocerla, pero una parte de mí temía que no podría quererla, que mi corazón no tuviera suficiente espacio para aceptar a alguien que, en teoría, era mi hermana. Sin embargo, todo lo que sentí al verla por primera vez fue un amor inmediato, casi primitivo. Solo bastó un vistazo a su dulce rostro para que mi instinto protector se activara. —¿Por qué no me dijiste antes que vendría? —murmuré para mí, sintiendo un nudo en la garganta. Entonces, como si el destino hubiera decidido interrumpir mis pensamientos, la puerta se abrió de golpe. Era mi padre. Tenía el rostro cansado, pero sus oj
LENI La tarde se desvanecía lentamente, y mientras los últimos rayos del sol se filtraban a través de las ventanas de nuestra cabaña familiar, no podía evitar observar a mi padre. Allí estaba, afanándose en preparar el té, y sus manos temblorosas traicionaban la preocupación que flotaba en el aire. La tensión que nos envolvía era palpable, como una cuerda a punto de romperse, y sabía que debía romper el silencio que nos separaba. Después de que Viktor le dijera sobre los lobos de Ardian, estaba actuando más preocupado de lo normal. —Papá, necesito contarte algo —me atreví a decir, mi voz titubeante resonando en la habitación vacía. Él dejó a un lado la tetera y me miró. Su mirada era un océano de inquietudes. —¿Qué sucede, hija? —preguntó, su tono grave me decía que sabía que no sería fácil escuchar lo que tenía que revelar. Respiré hondo, preparándome para lo que estaba a punto de decir. —Fui al bosque hoy —comencé, buscando las palabras adecuadas—. Los lobos de Ardian estaba
LENI El aire era denso, cargado de un silencio que, a medida que pasaban los segundos, se tornaba cada vez más insoportable. Me encontraba en el umbral de la casa, observando cómo la tensión crecía entre los dos hombres que, en un momento, habían sido parte de mi vida de maneras muy distintas: Ardian, el padre de mi hijo, y Viktor, mi hermano. La luna se ocultaba lentamente, y con él se desvanecía la calidez de la noche, dejando solo un frío que calaba hasta los huesos. —Ardian —espeté, intentando romper la atmósfera tensa con mi voz, aunque sabía que era inútil. No había vuelta atrás. Ardian se giró hacia mí; sus ojos centelleaban con una mezcla de sorpresa y furia. Era un hombre de pocas palabras, pero su mirada podía hablar por él. Viktor, al ver la reacción de Ardian, se colocó en una posición defensiva, como un perro que protege su territorio. —Leni, aléjate de él —dijo Viktor. Su voz grave resonaba en el aire como un eco de advertencia. Pero yo no podía moverme. Mis pies es
LENI —No puedo creer que te atreviste a apuñalar a Ardian, Leni —dijo Tatia, con una mezcla de incredulidad y reproche en su mirada. Su voz resonaba en la sala, llena de tensión, mientras yo me esforzaba por encajar las piezas de este rompecabezas desquiciado. —No fue algo premeditado —respondí, sintiéndome atrapada entre el peso de mis acciones y la reacción de quienes me rodeaban—. Además, se lo merecía. Reinhold, que había permanecido en silencio, decidió intervenir. Su voz era grave y cargada de un conocimiento que me hizo sentir aún más pequeña. —Todos saben en el reino que Ardian es la sombra del diablo. Por eso ya no es el Alfa. Las palabras de Reinhold se deslizaron como un cuchillo afilado en mi corazón. La idea de que Ardian, el hombre que había conocido en los días más felices de mi vida, se había convertido en un emblema de oscuridad y traición era devastadora. —¿Y qué hay de Rihannon? Mi madre —pregunté, mi voz apenas un susurro—. ¿Qué ha pasado con ella? —Ella ha
LENI No puedo creer lo que ha sucedido. Caminar de un lado a otro en esta pequeña habitación se ha convertido en una especie de ritual, un intento desesperado de hacer que todo lo que ocurrió se sienta menos real. La puñalada que Reinhold me dio en el vientre, y que milagrosamente no me atravesó, es un recordatorio constante de que la vida puede cambiar en un instante. La oscuridad que emana de mí, una oscuridad que se asemeja a la de Ardian, es otro recordatorio de que lo sobrenatural no es solo una historia que se cuenta al caer la noche. Es real, y ahora me pertenece. —Leni —escucho la voz de Ardian, firme pero llena de un temor que no puedo ignorar—. Necesito que me digas por qué no me dijiste que estabas embarazada antes de escapar. Su mirada está fija en mí, ignorando las miradas curiosas que nos rodean. El peso de su atención es abrumador. ¿Cómo puedo explicarle lo que sucedió? La confusión me invade, y en lugar de responder, lo miro con desprecio. —¿Y tú tienes el derecho
DAX La noche había caído sobre el castillo, cubriendo sus muros de piedra con una sombra profunda y ominosa. Desde una de las torres, donde el viento aullaba como un lamento ancestral, contemplaba el paisaje oscuro que se extendía más allá de las murallas. Mi mente estaba tan agitada como el cielo estrellado, y la única certeza que tenía era que amaba a Leni con una intensidad que me consumía. La idea de dejarla en manos de Ardian, un ser que había demostrado ser tan manipulador como peligroso, era una incertidumbre insoportable. —Dax —la voz de Nadav rompió el silencio, trayendo mis pensamientos de vuelta a la realidad—. ¿Estás seguro de lo que piensas hacer? Volteé hacia él y en sus ojos leí preocupación. Nadav siempre había sido un amigo leal, pero esa noche, la lealtad parecía una carga pesada. —Sí —respondí con firmeza, aunque mi interior se retorcía—. No puedo permitir que Leni sufra más. Ardian la controlará de cualquier manera que le plazca. No puedo quedarme de brazos c