LENILa vida en la manada había cambiado drásticamente desde que Ardian asumió su nuevo papel como alfa rey. Cada día me sentía más distante de la persona que había sido, como si una sombra oscura se hubiera instalado en su interior. Era un rey temido, y esa transformación no me agradaba en absoluto. Observaba cómo los miembros de la manada lo miraban con una mezcla de respeto y miedo, y eso me provocaba un vacío en el corazón.—Hoy iré al pueblo para reunirme con un funcionario lunar —anunció Ardian, su voz resonaba en el aire como un trueno.—¿Puedo acompañarte? —pregunté, intentando recuperar un poco de la cercanía que solíamos compartir.—No es necesario, Leni. Esto es un asunto serio —respondió, evitando mi mirada. Su tono era firme, pero había un matiz de inseguridad que apenas podía discernir.—Por favor… Ardian se me quedó viendo hasta que al final pareció aceptarlo. El camino al pueblo estaba lleno de murmullos y miradas curiosas, pero Ardian parecía ajeno a todo. Cuando fi
LENIEl eco de mis pasos resonaba en el sendero que conducía de regreso al castillo, un camino que solía ser un refugio, pero ahora se sentía como una trampa. La oscuridad se cernía sobre mí, y con cada paso que daba, el peso de la incertidumbre se hacía más pesado en mi pecho. La noche estaba tan silenciosa que podía escuchar el latido de mi corazón, el cual parecía gritar en mi mente: ¿Qué estás haciendo aquí, Leni?De repente, sentí una mano fuerte que me detuvo, tirando de mi brazo con fuerza. Me giré y me encontré cara a cara con Ardian, vestido para la ocasión, pero su semblante era todo menos tranquilizador. —¿Por qué me seguiste? —preguntó, su voz llena de tensión y enfado.—Porque has estado actuando extraño —respondí, sintiendo cómo las palabras brotaban de mi boca sin poder contenerlas—. Distante. Por ratos, casi como si estuvieras en otro lugar. Y ahora sé por qué.Ardian frunció el ceño, sus ojos chispeantes de ira.—Todo lo que hago es para que estés a salvo —gritó, su
ARDIAN —No puedo creer que estés utilizando a Melisa para obtener información sobre Dax —dijo Reinhold, cruzando los brazos sobre su pecho, su mirada fija en mí como si fuera un niño travieso al que acaban de atrapar en el acto. —No es eso, Rein. Es solo… es complicado —respondí, sintiendo que cada palabra que pronunciaba se enredaba en mi garganta. La verdad era que la situación era más que complicada; era peligrosa. Pero, a pesar de ello, era lo que necesitaba hacer para proteger a la manada. —Te estás metiendo en problemas, Ardian. Estás jugando con fuego —me advirtió, y su tono grave me hizo sentir la presión de la situación. Justo en ese momento, la puerta se abrió de golpe y Leysa entró en el despacho, su mirada furiosa iluminando el ambiente. —¿Por qué no llevas a Leni al baile? —dijo, con su voz temblando de indignación, al tiempo que sus ojos eran dos llamas. Reinhold, visiblemente molesto por la interrupción, se giró hacia Leysa con una expresión de desdén, pero antes
NARRADOR OMNISCIENTE En la vasta extensión de las montañas Moregrip, la nieve caía en suaves copos, cubriendo todo a su paso con un manto blanco que reflejaba la fría luz del sol. El aire era helado, y el viento silbaba entre las rocas, creando una melodía inquietante. Rihannon y Trey avanzaban con firmeza, sus pasos resonando en el silencio absoluto del lugar. Ambos sabían que la decisión que estaban a punto de tomar podría cambiar el destino de todos. —¿Estás segura de lo que piensas hacer? —preguntó Trey, su voz grave, mirando el suelo helado. Rihannon se detuvo, girándose hacia él con una mirada decidida. —Sí, Trey. Es la única forma en que puedo recuperarme por completo —respondió, sus ojos destilando una mezcla de determinación y temor. Continuaron su camino y pronto llegaron a una cueva cubierta de hielo. La entrada era estrecha, y el frío se intensificaba al acercarse. El ambiente era sombrío, pero Rihannon no titubeó. Una vez dentro, se volvió hacia Trey, con su expr
LENIHan pasado cuatro días desde que Ardian y yo comenzamos este intenso e incesante juego de poder y deseo. Cuatro días en los que su cuerpo ha estado casi permanentemente en contacto con el mío, donde he sentido su aliento cálido en mi cuello mientras sus susurros me prometen un futuro que no sé si deseo. Cada momento a su lado es un torbellino de emociones: la cercanía que me agrada y, a la vez, me inquieta. Siento que hay algo oscuro acechando bajo la superficie, un secreto que podría cambiarlo todo.—Leni, ¿sientes lo que siento? —susurra Ardian, empujando su miembro en mi interior, con fuerza en la regadera, mientras el agua caliente corre por nuestros cuerpos entrelazados. —Sí… pero —intento hablar, mis palabras se ahogan en la vorágine de placer y confusión—, no puedes seguir así. No puedes ser cruel con tu manada, Ardian. Su mirada se oscurece y puedo ver cómo la rabia burbujea en su interior. —¿Cruel? —su voz se convierte en un rugido—. ¡Eres mía, Leni! ¡No me hables de
LENI Estaba sentada en mi habitación, sumida en mis pensamientos, cuando el eco de mis últimas palabras resonaba en mi mente: "Saca a Melisa de nuestras vidas, Ardian, o no sé qué haré". La decisión me había dejado un nudo en el estómago. Sabía que había cruzado una línea, un ultimátum que podría desencadenar un caos en nuestra delicada existencia. El silencio de la habitación era aplastante, y me encontraba sola, enfrentando las consecuencias de mis acciones. De repente, un suave golpe a la puerta me sacó de mi ensimismamiento. —Puedes pasar —dije, con un tono que pretendía sonar indiferente, pero que no lograba ocultar la inquietud que me invadía. Una Omega sirvienta entró, cargando una charola repleta de comida. Me miró con una mezcla de respeto y temor mientras colocaba la bandeja sobre la mesilla de noche. —Greta preparó personalmente esto para ti —anunció, con una voz temblorosa, como si su vida dependiera de mi reacción. —¿Qué es eso? —pregunté, sin poder evitar un le
LENI —¿Qué estás haciendo, Leni? —la voz de Ardian resonó en la habitación; su tono era una mezcla de sorpresa y enojo. Estaba de pie en medio de la habitación, con las maletas abiertas a mis pies, llenas de ropa que había seleccionado con cuidado. Me giré lentamente, sintiendo cómo la tensión se acumulaba en el aire. —Voy a pasar una temporada con mis padres —respondí, tratando de mantener la calma en mi voz. —¡No! —su protesta fue inmediata, como si hubiera apretado un botón que activaba su descontento—. No puedes irte así, sin más. —¿Por qué no? —le contesté, cruzando los brazos en un gesto defensivo—. No sentirás mi ausencia, Ardian. Nunca me prestas atención. En ese momento, la puerta se abrió de golpe y Melisa apareció, su rostro iluminado por una sonrisa despreocupada. —¿Estás listo para entrenar, Ardian? —preguntó con un aire de jovialidad que contrastaba con la tensión que me envolvía. —No, Melisa, hoy no quiero entrenar —respondió él, con la mirada fija en mí—. Est
LENI La tensión en el aire era palpable. En el momento en que Ardian, con una expresión furiosa, me arrancó la carta de las manos, sentí cómo el terror se apoderaba de mí. La misiva, escrita por Dax, contenía información que no solo concernía a nosotros, sino a todo el reino de Tafaryen. A pesar de que Leysa intentaba calmar a su hermano, la atmósfera seguía cargada de electricidad. —¡Dax no puede estar hablando en serio! —gritó Ardian, su voz resonando por las paredes del salón. Leysa frunció el ceño, pero no se atrevió a interrumpir. —Ardian, escúchame —dije, intentando intervenir. Mi voz temblaba, pero sabía que tenía que hablar—. La situación es grave. Dax menciona cadáveres que aparecen sin una gota de sangre. Necesitamos saber la verdad. Ardian, en lugar de atender mis palabras, se enfocó en desmenuzar la carta. Leía en voz alta, cada palabra golpeando mi pecho. “Leni, pregunta a Ardian si sabe algo al respecto…” Mi corazón se hundió. La confianza de Dax en nosotros era un