LENI El frío penetrante de la mañana londinense se colaba sigilosamente a través de las rendijas de las ventanas del pequeño departamento que habíamos alquilado. La decoración era escasa y austera, con paredes que necesitaban una mano de pintura y muebles viejos y desgastados que parecían contar historias de tiempos mejores, épocas que parecían pertenecer a otra vida, a un mundo que ya no existía. Me encontraba sentada en el borde de la cama, con la mirada perdida en la neblina que cubría la ciudad, sintiendo cómo la tristeza y la nostalgia se entrelazaban en mi pecho. Cada día que pasaba, la sensación de ser un fugitivo se hacía más pesada, como una losa que oprimía mis hombros. Había transcurrido tanto tiempo desde que tuvimos que dejarlo todo atrás, desde que la vida que conocíamos se desvaneció en un abrir y cerrar de ojos. Ahora, aquí estaba, con un enorme vientre que se movía suavemente, recordándome que, a pesar de todo, la vida aún podía florecer en medio del caos. Acari
NARRADOR OMNISCIENTE Rihannon se encontraba en la sala del consejo lunar, un espacio tan antiguo como el tiempo mismo, donde las paredes estaban adornadas con frescos que narraban historias de civilizaciones pasadas y de héroes olvidados. La atmósfera era densa, llena de murmullos reverberantes que se mezclaban con el sonido del viento que susurraba por las rendijas. Los ancianos milenarios del consejo, con sus largas túnicas plateadas que brillaban bajo la tenue luz de las antorchas, discutían acaloradamente sobre las propuestas de alianzas con otras facciones. Sin embargo, Rihannon no podía concentrarse. —La unión con los clanes del norte podría reforzar nuestra posición —decía uno de los ancianos, su voz resonando con una autoridad que hacía eco en las paredes de piedra. Pero Rihannon, sentada en la parte central de la mesa, sentía que el tiempo se desvanecía a su alrededor. Un mal presentimiento comenzó a formarse en su pecho, como si un oscuro presagio se estuviera gestando e
DAX El cielo estaba cubierto de nubes grises, y aunque era de día, la luz parecía escabullirse entre las sombras. Me encontraba de pie, en un claro del bosque, mirando el paisaje que había sido testigo de tantos momentos importantes de mi vida. Pero hoy, su belleza era opacada por la angustia que me consumía. Desde que Leni había desaparecido, cada día se había convertido en una lucha constante entre la esperanza y la desesperación. Sentía que un vacío se había instalado en mi pecho, un eco del amor que una vez compartimos. Recordaba claramente la última vez que la vi. Su mirada llena de determinación me había dejado sin aliento, y el recuerdo de su voz resonaba en mi mente como un canto lejano. Pero después de su partida, la herida que me infligió se había convertido en una cicatriz. Pasé mis dedos sobre ella, recorriendo la línea que había dejado el cuchillo. Era un recordatorio de la valentía de Leni, de su lucha y de su espíritu indomable. A pesar de la rabia que sentía hacia el
ARDIAN El día comenzaba con una luz tenue que se filtraba a través de las cortinas de la habitación. El aire olía a hospital, a desinfectante y a algo indefinido que nunca lograba identificar. Mientras sostenía a mi hijo en brazos, observaba su rostro pequeño y perfecto, con esas mejillas sonrojadas que invitaban a ser acariciadas. —Eres hermoso —murmuré, sintiendo cómo la calidez de su cuerpo se transfería al mío. Cada pequeño movimiento suyo, cada respiración, era un recordatorio de lo frágil que era la vida. En ese instante, no podía comprender cómo un ser tan indefenso podría convertirse en una amenaza. —Leni siempre decía que los bebés son nuestra esperanza —dijo Viktor, interrumpiendo mis pensamientos. Su voz era grave, pero había una dulzura en ella que contrastaba con la dureza de su mirada. Miraba al pequeño Argos con una mezcla de amor y tristeza, como si el simple hecho de verlo lo recordara constantemente lo que había perdido. —¿Qué pasó aquel día? —pregunté, sintiend
TATIA El bosque de las montañas lejanas se extendía ante mí como un laberinto de sombras y susurros, un lugar donde los árboles se alzaban como viejos centinelas, y el aire estaba impregnado de un aroma a tierra húmeda y hojas marchitas. Caminaba con cuidado, cada paso resonando en el silencio que predominaba, como un eco de mis propios pensamientos. Sabía que este era un territorio peligroso, uno del que la mayoría de la gente huía, y no sin razón. Decenas de leyendas advertían sobre las criaturas que acechaban en la oscuridad, sobre las trampas que se ocultaban en la maleza. Sin embargo, en mi corazón había algo más aterrador que las historias del bosque: el peso de mi propia traición. Habían pasado meses desde que dejé atrás a Ardian y Reinhold, desde que tomé la decisión, aunque forzada, de escapar. Mi deber como miembro del Grial Lunar había sido proteger a Leni y a su hijo, Argos. Pero no lo hice, y cada día que pasaba, el remordimiento se hacía más pesado en mi pecho. Sabía q
RIHANNON El silencio en la habitación era abrumador, un eco de mis propios pensamientos que retumbaban en las paredes. La luz del atardecer se deslizaba a través de las cortinas, proyectando sombras alargadas que parecían burlarse de mi dolor. Me encontraba sentada en el borde de la cama, con las manos entrelazadas, tratando de encontrar consuelo en un mundo que había perdido toda lógica. La ausencia de mi hija, la joven y valiente Iris, se sentía como un vacío en mi pecho, un abismo oscuro que devoraba cualquier destello de esperanza. —¿Dónde estás, Leni? —susurré, mis ojos se llenaron de lágrimas que amenazaban con desbordarse. La imagen de su sonrisa, su risa contagiosa, se desvanecía en mi mente, reemplazada por la cruel realidad de que podría haberla perdido para siempre. La idea de que su vida se había extinguido al dar a luz a un niño maldito, un niño que llevaba consigo la sombra del diablo, me consumía de rabia y desesperación. Entonces, un golpe en la puerta interrumpió
TREY El eco de mis pasos resonaba en los fríos corredores del castillo, un sonido solitario que parecía reflejar el vacío que había invadido mi corazón. Las paredes, antes adornadas con tapices que contaban historias de amor y valentía, ahora estaban cubiertas de sombras, como si el propio castillo estuviera atrapado en la penumbra de la desesperación. Mientras caminaba, no podía evitar pensar en Rihannon, en la mujer que una vez había sido mi compañera, mi confidente. Pero esa mujer ya no existía. La reina que había tomado su lugar era fría, implacable y, a menudo, aterradora. —¿Qué ha pasado con ella? —me pregunté en voz baja, como si las paredes pudieran ofrecerme respuestas. La Rihannon que conocía había sido apasionada, llena de vida y amor. Ahora, su mirada parecía estar llena de resentimiento, su corazón se había endurecido por el dolor y la pérdida. Era un cambio que no podía comprender del todo. La tiranía que había comenzado a apoderarse de su ser me llenaba de miedo. S
TREY Todo en el bosque estaba demasiado quieto. Mis pasos resonaban en la quietud nocturna mientras me alejaba del claro. La luna reflejaba un brillo extraño sobre las hojas caídas, algo que me inquietaba sin razón aparente. De repente, algo cambió en el aire, un cosquilleo incómodo en mi piel. No estaba solo. Al principio solo escuché el crujir de las ramas, pero algo dentro de mí ya sabía que la presencia no era humana. Era ella. —¿Qué haces aquí, Arcadia? —pregunté, girándome sin prisa. Mi voz salió más grave de lo que pretendía. Ella emergió de entre los árboles con la misma calma con la que siempre lo hacía, como si el mundo entero estuviera a sus pies. Arcadia, la única persona que había sido capaz de trastocar mi mente sin ni siquiera intentarlo. Su mirada intensa y serena, su figura alta y atlética, todo en ella emanaba poder. Y aunque siempre había mantenido las distancias, ahora había algo en su actitud que me hizo sentir una tensión extraña. —Yo... —su voz sonó firme,