—¡Retirada! —gritó Luca hacia su manada. Kayden, herido y sin fuerzas para seguir luchando, se tambaleaba. Manada Rogue había ganado, pero a un alto precio: Selene había caído. A pesar de sus propias heridas, Luca levantó a Selene y a Aron y los llevó a un lugar seguro. Llamó a los médicos rápidamente. —Hagan todo lo que puedan para salvarla —ordenó, con la voz temblorosa. Los médicos limpiaron y vendaron las heridas de Selene, pero se veía grave. Había perdido mucha sangre, y no sabían si despertaría del coma. Luca miró al médico, desesperado. —¿Y Aron? —preguntó—. ¿No puede hacer algo por su madre? El médico suspiró, dándole una mirada de tristeza. —El poder de Aron está ligado al de Selene. Cuando ella está débil, su fuerza también se ve afectada. Luca cayó de rodillas junto a la cama de Selene, en silencio. Sus compañeros intentaron acercarse para consolarlo, pero él no reaccionó. Incluso Ginebra se mantuvo a distancia, pues Luca, lleno de rabia, lanzó un gruñido amenazado
Luca, jadeando de dolor, avanzaba con pasos pesados hacia la cabaña oscura, sintiendo cómo cada movimiento le arrancaba una punzada en el costado. Al llegar, observó el lugar sombrío, iluminado apenas por la tenue luz de algunas velas, y un escalofrío le recorrió el cuerpo. Las estanterías estaban cubiertas de frascos oscuros y pociones de aspecto siniestro, emitiendo olores intensos y desconocidos. Frente a él, la bruja, de ojos maliciosos y sonrisa enigmática, lo miraba con un interés que ponía a cualquiera en alerta. Su risa suave y misteriosa resonó en la penumbra. —Gran Alfa, ¿a qué debo el honor de su visita a mi humilde morada? —le preguntó la bruja, su tono sarcástico, mientras sus dedos tamborileaban en la mesa con expectación. Luca, luchando por mantener la compostura, habló con urgencia, sin poder ocultar el dolor en su voz y en su mirada desesperada. —Quiero salvar a alguien. Ella está gravemente herida, y necesito la poción más efectiva —dijo, respirando con dificul
Selene lo miró con frialdad, y sus ojos parecían vacíos de cualquier rastro de ternura. Su voz era firme y decidida, como si cada palabra pesara en su corazón pero la liberara de un dolor antiguo. —Recuerdo todo —le dijo, en un tono que parecía cargar tanto con su historia como con su resentimiento—. Recuerdo nuestro pasado feliz juntos, pero también cómo di todo por ti y solo recibí tu trato cruel a cambio. —Pausó, suspirando con desdén mientras su mirada se endurecía aún más—. Honestamente, no entiendo por qué alguna vez tomé esas decisiones tan tontas. Pero ahora, Luca... ahora es un nuevo comienzo. Voy a dejar atrás todo lo que hubo entre nosotros y centrarme únicamente en Aron. Dado que te salvé la vida en la guerra, la Manada Rouge debería proporcionarnos un refugio. Luca sintió cómo cada palabra de Selene se clavaba en él como una daga. La miró con una mezcla de arrepentimiento y desesperación. Se pasó una mano por el cabello, tratando de encontrar las palabras adecuadas, per
Durante las semanas siguientes, Luca lideró a una parte de la manada con un furia imparable. Su agresividad se desbordaba, presionando sin cesar al grupo de Kayden, obligándolos a ceder más territorio. Los aliados de Kayden, testigos de la violencia de Luca y de su estilo de combate veloz y brutal, comenzaron a cuestionar si seguirían apoyando a Kayden. La atmósfera se tornó tensa, cargada de incertidumbre, como si todo estuviera al borde de un colapso. Un día, después de una exitosa batalla, Luca regresó a la manada con una victoria clara. Su presencia era imponente, llena de una frialdad arrogante que se reflejaba en su postura. Ignoró a Ginebra, quien había intentado acercarse a él con una sonrisa para celebrarlo, y se dirigió directamente hacia la habitación de Selene. La mirada de Ginebra, al ver el desprecio con el que Luca la trataba, se transformó en una expresión de ira profunda. Sus ojos brillaban con desprecio, y la tensión en el aire se volvía palpable, tanto que el Beta
Ginebra entró en el despacho de Luca con pasos lentos, su caminar tan seductor que parecía una danza calculada, destinada a atraer la mirada de Luca. Cada movimiento suyo estaba diseñado para cautivar, como si supiera que sus acciones despertarían algo dentro de él. Cuando se acercó a él, sus caderas se movían con una suavidad provocativa, y no pudo evitar robarle una mirada furtiva, sonriendo de forma calculada. —Impresionante, Luca —comentó, su voz suave y cargada de admiración falsa—. La batalla de hoy, realmente, tu habilidad es admirable. Su tono parecía sincero, pero sus ojos brillaban con un dejo de desdén apenas perceptible. Sin esperar respuesta, rozó intencionalmente su cuerpo contra el de Luca. La proximidad de ella lo incomodó, y una oleada de recuerdos se abalanzó sobre él. No hacía tanto tiempo que había usado a esta mujer, haciéndola parte de su juego para herir a Selene. Aquellas memorias lo hicieron tensarse. Aunque Ginebra había sido una aliada en el pasado, su p
Selene no podía quedarse quieta. Cada segundo sin Aron era como un cuchillo girando en su pecho. Cada rincón de su mente estaba invadido por imágenes de su hijo, vulnerable, en manos de un hombre al que apenas podía soportar imaginar. La ansiedad no la dejaba respirar, y el instinto de proteger a Aron superaba cualquier rastro de lógica. Intentó cruzar la frontera del territorio de Kayden una y otra vez, pero Luca siempre estaba allí, como un muro impenetrable. —¡Déjame pasar! —gritó, con la voz desgarrada por la desesperación. Sus ojos, inundados de lágrimas, se clavaron en los de Luca con una intensidad que lo hizo tambalearse internamente—. No me importa lo que tengas que decir, ¡voy a recuperar a Aron! Luca permaneció firme, su rostro endurecido como una máscara para ocultar el conflicto interno que lo carcomía. —Si cruzas esa frontera, estás firmando tu sentencia de muerte, Selene. No puedo permitirlo —dijo, con un tono bajo pero cargado de autoridad. Selene explotó. Su
Esa noche, mientras Luca regresaba al refugio con Aron en brazos, su alma estaba hecha trizas. El peso de la culpa lo aplastaba, y cada paso hacia Selene lo acercaba más a la realidad de lo que había hecho. Cuando la vio correr hacia él, el dolor en su pecho se intensificó. Selene, siempre tan fuerte y tan decidida, ahora estaba desbordada en un mar de lágrimas. Las gotas caían de sus ojos, y Luca se sintió como un espectador impotente ante el sufrimiento que él mismo había causado. —Aron… mi bebé… —susurró Selene entre sollozos, mientras apretaba al niño contra su pecho con una desesperación que lo desarmó. Cada caricia que le daba a su rostro, cada movimiento frenético, era un recordatorio del sacrificio que ella había hecho por él, por su hijo. Y él, el hombre que había prometido protegerla, ahora la estaba destrozando. El nudo en su garganta se hizo más fuerte, pero no pudo apartar la mirada. Selene había perdido tantas veces por él, por su familia, y lo había hecho todo sin ped
La llegada de Ginebra a la manada fue como una chispa arrojada a un campo seco. El descontento, que antes apenas era un murmullo, ahora crecía como un incendio incontrolable. Las miradas de los lobos, cargadas de resentimiento, seguían cada paso de Ginebra, recordando las traiciones que había cometido. Para ellos, su presencia al lado de Luca no solo era una humillación, sino una amenaza al equilibrio de la manada. Selene intentaba adaptarse a esta nueva realidad, pero su corazón estaba en guerra. Cada vez que veía a Ginebra caminando al lado de Luca, algo oscuro y feroz se agitaba en su interior. Era más que celos. Era una ira primitiva, casi animal, que la hacía temblar de pies a cabeza. Una tarde, mientras Selene regresaba de una larga caminata para despejar su mente, el crujir de hojas la alertó. Se giró y encontró a Ginebra, quien se acercaba con esa sonrisa venenosa que parecía diseñada para herir. —¿Te duele, verdad? —dijo Ginebra, con un tono burlón y venenoso—. Verme con