La llegada de Ginebra a la manada fue como una chispa arrojada a un campo seco. El descontento, que antes apenas era un murmullo, ahora crecía como un incendio incontrolable. Las miradas de los lobos, cargadas de resentimiento, seguían cada paso de Ginebra, recordando las traiciones que había cometido. Para ellos, su presencia al lado de Luca no solo era una humillación, sino una amenaza al equilibrio de la manada. Selene intentaba adaptarse a esta nueva realidad, pero su corazón estaba en guerra. Cada vez que veía a Ginebra caminando al lado de Luca, algo oscuro y feroz se agitaba en su interior. Era más que celos. Era una ira primitiva, casi animal, que la hacía temblar de pies a cabeza. Una tarde, mientras Selene regresaba de una larga caminata para despejar su mente, el crujir de hojas la alertó. Se giró y encontró a Ginebra, quien se acercaba con esa sonrisa venenosa que parecía diseñada para herir. —¿Te duele, verdad? —dijo Ginebra, con un tono burlón y venenoso—. Verme con
El peso de su vientre de cinco meses no era lo único que mantenía a Selene despierta aquella noche. Su cabello era largo y oscuro, caía en suaves ondas sobre sus hombros, y sus ojos verdes brillaban. Se sentó en su escritorio, revisando una vez más los libros financieros de la manada Luna Creciente. Sin embargo, las cifras no cuadraban. No importaba cuántas veces repasara los números, algo no estaba bien. Faltaba dinero. Y no era una pequeña cantidad. —¿Cómo es posible? —murmuró para sí misma, pasando una mano sobre su frente, sintiendo la presión acumulándose. Los gastos habían aumentado sin explicación. Había facturas pendientes, reparaciones que no se habían hecho, y aun así, los fondos de la manada parecían desaparecer sin dejar rastro. Selene suspiró, sintiendo que el estrés hacía eco en su vientre, donde su bebé se movía suavemente. No solo era Luna de la manada, sino que también debía velar por el bienestar de su familia. Kayden, su compañero y Alfa, era un hombre imp
El frío de la noche mordía la piel de Selene mientras se alejaba de los terrenos de la manada, cada paso más doloroso y pesado. El viento susurraba entre los árboles, pero no podía oír nada más allá del eco de las palabras de Kayden. "Ese bastardo no es mi hijo." Esas palabras habían perforado su corazón como dagas envenenadas. Acarició su vientre hinchado con ternura, sintiendo los débiles movimientos de su bebé, el único ser que ahora le quedaba en el mundo.. —Lo siento, mi pequeño —susurró, intentando contener las lágrimas—. Esto no es justo... no para ti. Sus pies avanzaban automáticamente, pero su mente estaba atrapada en los recuerdos, en las promesas rotas. Ella dejó su manada por una promesa. Aunque fue forzada a estar con Kayden, se esforzó por cumplir con sus responsabilidades como Luna, cuidando de la manada y asegurando la continuación de la línea de Kayden. Como esposa, le dio todo su amor con cada fibra de su ser. Y ahora, el hombre por el que había renunciado a todo
Selene parpadeó varias veces, sintiendo la suavidad de las sábanas que la envolvían. Con un movimiento lento, giró la cabeza y se encontró con una visión que la dejó sin aliento.Kayden, el Alfa de la manada, estaba durmiendo a su lado. Su rostro, enmarcado por el cabello oscuro y despeinado, lucía sereno, casi inocente. Selene sintió una punzada de confusión. ¿Cómo podía estar aquí con él después de todo lo que había sucedido?Con un esfuerzo, se sentó en la cama, notando que su vientre, de cinco meses, se movía suavemente. Un escalofrío de sorpresa la recorrió al darse cuenta de que no había señales de las heridas que había sufrido. Su cuerpo estaba intacto, como si nada hubiera pasado. El dolor, la humillación, el desprecio… todo había desaparecido, como si hubiera sido un mal sueño.El bebé se movía con energía, como si estuviera celebrando su regreso a la vida. Selene se sintió reconfortada, pero el desconcierto la dominaba. Se levantó de la cama con cuidado, intentando no desper
Lila siempre había amado a Kayden, aunque él nunca la vio de la misma manera. Para Kayden, Lila era como una hermana, alguien a quien proteger. Su devoción hacia ella no era más que una extensión de la deuda que sentía hacia su hermano, un guerrero Beta que había dado la vida por la familia del Alfa. Desde la muerte de su hermano, Kayden siempre había cuidado de Lila, pero nunca cruzó la línea de la fraternidad. Sin embargo, la realidad era más complicada. Lila había alimentado en silencio un deseo por él que se volvía más intenso cada día. Lila apareció en el despacho de Kayden con una carta en la mano. Su expresión era grave. —Alfa —dijo con voz baja pero segura—, necesito mostrarte algo importante. Kayden la observó, notando la carta que extendía hacia él. La tomó con una mezcla de curiosidad y sospecha, desplegándola lentamente. —¿Qué es esto, Lila? —preguntó, leyendo las palabras impresas en el papel. —Es una carta que demuestra que Selene ha estado en contacto con Alfa
Selene fingía llorar mientras caminaba hacia el despacho con Armand, el anciano del consejo. Kayden, ya vestido, llegó a los pocos minutos. La rabia se apoderaba de él, y sin pensarlo, jaló el brazo de Selene con fuerza. —Tú lo planeaste todo, ¿verdad? —gruñó, con los ojos encendidos de furia. Selene lo miró con desafío. —¡Suéltame! —exigió, intentando zafarse de su agarre. Kayden apretó los dientes, su cuerpo temblando de ira.Armand, con su voz grave y llena de autoridad, intervino al ver la escena. —¡Suéltala ahora mismo, Kayden! —exigió, su mirada dura—. Eres una vergüenza para tu apellido, para la manada. No puedo creer lo que has hecho. Kayden soltó el brazo de Selene bruscamente y se volvió hacia Armand, con una sonrisa arrogante en el rostro. —¿Vergüenza? —respondió Kayden con desdén—. Yo soy el Alfa, y hago lo que debo. No me darás lecciones, viejo. —Eres una vergüenza para tu manada —dijo Armand con voz firme, señalando a Kayden con un dedo tembloroso de ira—.
A penas consciente sobre el suelo, mientras Alfa Luca la observaba con intensidad. Su belleza era innegable, aunque no quiere aceptar, cada rasgo suyo lo fascinaba, pero más allá de eso, lo que lo consumía era la certeza de que ella era su pareja destinada. No podía evitar acercarse a ella, mientras dentro de él ardía un deseo de humillarla y atormentarla, como un castigo por su rechazo y traición. Se acercó lentamente y la tomo en brazos, sus ojos recorriendo cada línea de su rostro. Suya, pensó con posesividad. Lo sería para siempre. Pero justo en ese momento, apareció Kayden, su mirada llena de furia a su lado estaba Lila, su amante.. —¿Qué crees que estás haciendo con mi esposa? —rugió Kayden, con la ira evidente en cada palabra. Las tensiones se podían cortar con un cuchillo. Las cuatro personas se enfrentaban en una batalla silenciosa de miradas y poder. Selene, aún pálida y debilitada, observaba desde un rincón mientras Kayden, su antiguo esposo, reclamaba con furia. —¿Q
Selene había estado prisionera durante meses, aislada y rechazada por todos. Su vientre, que no paraba de crecer, era un recordatorio constante de la situación en la que se encontraba. Los días se volvían cada vez más largos, mientras reflexionaba sobre todo lo que había sucedido. Había llegado a una conclusión dolorosa: Kayden la había rechazado después de que él y Lila están juntos. En ese momento, él había roto el vínculo que los unía, lo que sin duda había desencadenado que se convirtiera en la pareja destinada de Alfa Luca. Selene se debatía entre la confusión y el dolor, intentando entender cómo y cuándo todo había cambiado. Aún recordaba como Alfa Luca y la manada Rogue la había repudiado cuando se marchó con Kayden. Los últimos meses habían sido un infierno. Nadie la visitaba, nadie se preocupaba por ella. La soledad era su única compañía, excepto en las ocasiones en que Lila aparecía, no para ofrecer consuelo, sino para burlarse cruelmente de su situación. Y Kayden… cada