Capítulo 0218
Una vez que Miguel lo soltara, sería mucho más fácil que lo mataran con tantos secuaces.

Al escuchar las palabras de Leopardo, a Ana se le escapó un gran suspiro de alivio.

—Miguel, ¿acaso no has escuchado las palabras del señor Leopardo? Ahora, suéltale inmediatamente y el brazo.

—¿Quién eres? ¿Por
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