—¿Raúl, quién te ha roto el brazo? —preguntó el Maestro con gran preocupación.—Hermano, ¡fue Miguel! A pesar de haberle regalado el loto, en lugar de agradecerme, me rompió el brazo —se quejó Raúl indignado.Para hacer la historia más creíble, Raúl continuó con las lágrimas en los ojos:—Nos pidió
—Si logramos atraparla para usarla como amenaza contra Miguel, confío en obtener el elixir dorado.Raúl escuchó atentamente las palabras de Leopardo y entrecerró los ojos. El plan propuesto por Leopardo parecía ser una estrategia muy sólida.—¿Cómo puedes estar seguro de que Miguel vendrá a rescatar
Alicia no se atrevió a perder ni un solo minuto y llegó corriendo al bar El Despechado. Sin embargo, al entrar, fue detenida por dos guardaespaldas corpulentos, que imposibilitaron su movimiento.—¿Qué están haciendo? ¡Suéltenme! —forcejeó Alicia en el suelo con el ceño fruncido.En ese momento, Leo
—Si vuelve a ofenderlo a usted, le romperé la pierna personalmente.Ambos trataban de persuadir a Miguel sucesivamente. De hecho, Miguel conocía muy bien sus intenciones: venían a interceder por Raúl. Considerando la relación entre Pedro, el maestro y Ríomar, Miguel decidió ayudarles.—Han venido en
Miguel bajó del coche y examinó con una mirada asesina a todos los secuaces que estaban su alrededor. Aunque rodeaban a Miguel, nadie se atrevía a dar el primer paso. Pero eso era algo normal para él. La última vez, Miguel había matado a varios de ellos. La mirada de Miguel era tan seria que Leopar
Miguel entrecerró los ojos y pateó a Leopardo. Con un “pum”, Leopardo voló de inmediato por los aires, incluso la mitad de su cuerpo se incrustó en la pared. Escupió una bocanada de sangre sin saber si estaba vivo o muerto. Los secuaces se quedaron blancos, aunque querían avanzar, no se atrevieron e
Alicia se escondía en silencio detrás de Miguel, y en ese momento, nunca se había sentido tan tranquila y segura. Esta sensación de seguridad ni siquiera su madre ni Francisco se la podrían proporcionar. Ante este giro total, Raúl entró en pánico y temblaba mientras señalaba a Miguel con el dedo.—A
El maestro notó la determinación de Miguel y supo en ese momento que su hermano tendría que morir ese día. Se volvió hacia él y dijo:—Todo depende de ti, no deseo presenciar tu muerte.Raúl, muy sorprendido, sintió su corazón hecho añicos. No quería aceptar que su hermano ya había decidido no inter