Cuento 3

El viento sopló con fuerza. El atardecer llegó rápidamente, y con ello la noche. Benjamín no se separó de la muchacha recostada. En poco tiempo recibió noticias de sus sirvientes, Devora había arrasado con alimentos de las pequeñas tiendas del pueblo más cercano. Dejando una minúscula fortuna, confusión y emoción a sus dueños, quienes estaban extrañados, pero fascinados a su vez, de que un par de mujeres comprarán tantos víveres. Ferhial adquirió las prendas más relucientes, ostentosas y caras que encontró en el mismo pueblo.

Un par de ojos curiosos les miraban extrañados, pues la forma de andar de ese par de mujeres, con gran belleza, no parecía pertenecer al pueblo. Subieron sus compras al par de autos que habían llevado por su recorrido, mismos que le pertenecían a su rey, y solo eran unos de los muchos que estaban a su disposición.

Ben ni siquiera giró su cabeza para prestar atención a las sirvientas que se encontraban acomodado prenda por prenda en su enorme armario. Sabía que ha
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