Capítulo 93.Bría.Desperté con un poco de calor. Fruncí el ceño. ¿Cómo no sentir calor si tenía un enorme cuerpo a mis espaldas abrazándome? Sonreí de lado. Las manos grandes de Alessandro se envolvían en mi pequeña cintura. Una de ellas descansaba sobre mi pecho.— Tengo que ir al baño— Susurré tratando de salir de sus garras. En respuesta él me apretó más hacia su cuerpo.— Aless. Hablo en serio.— Oh está bien. Pero vuelve a la cama— Me dejó liberada. Con cuidado me levanté corriendo a su baño. Suspiré al llegar. Me dolía un poco la entre pierna, más que nada mi zona sensible. La noche anterior habíamos hecho el amor más del tiempo que creí podría soportar.Después de despertar en el hospital, tuve un ataque de pánico que casi termina provocando que mi corazón se detuviera. Por suerte los médicos de ese lugar eran de los mejores de la ciudad. Lograron estabilizarme. Estuve inconsciente dos días. Aún me estaba recuperando. Me habían retirado los puntos apenas hace un par de noches.
«Recordeis que es el libro que está leyendo para Bría»Sonrió al ver una mariposa parada sobre un árbol, sus alas eran hermosas y singulares. El invierno había terminado hace meses. En la primavera tomó las últimas clases de fotografía que su curso estipulaba. Cogió la cámara de su regazo dispuesta a sacarle una foto a tan majestuoso animal, pero una mueca se formó en su rostro al ver que había empezado a volar, para la buena suerte de Loren está se posó sobre un naranjo un tanto grande al frente de ella, caminó unos pasos y levantó su cámara, la primera fotografía tomada en su nuevo material, le gustó pero quería buscar un diferente ángulo, así que sin pensarlo demasiado y sin espantar al animal, se subió a la primera rama, no estaba tan alto y le daba bastante acceso para una nueva foto ya que antes había quitado el flash pues éste podría hacer volar a su modelo, se inclinó un poco hacía la derecha y pulsó el botón para la última captura, sin embargo al tratar de volver a su postura
Despertó por los quejidos que salían de la garganta de su abuela, sabía que sus articulaciones le dolían por las mañanas. Su nieta tiempo atrás le comentó la idea de ir con un médico, quizá esté podría darle medicamentos para su dolor, no obstante Stela desistió en ese pensamiento, pues no tenían el dinero necesario para pagar la consulta y por ello cualquier receta médica. Pasó una semana desde que cayó encima de ese hombre y no ha dejado de pensar en él, en sus mirada, en su rostro crispado por el enojo, en su postura y voz.—Entonces ¿qué dices Loren?, ¿me acompañarás?— preguntó Maite mientras terminaba de comer la rica pasta hecha por la joven.—Sabes que si, necesito el dinero, mi abuela se queja cada vez más por su dolor matutino, tengo que llevarla con un médico— susurró para que Stela, quién se encontraba en otra habitación no pudiese oírla.—Yo podría prestarte el dinero, aunque no tengo mucho, ustedes son como mi segunda familia— y así fue, desde el accidente no las dejó sol
Decir que las coincidencias de la vida no existen, quizá es una idea equivocada, Loren nunca se imaginó volver a cruzar caminos con el sujeto el cual evitó que se estrellara en el piso. Cuándo Santiago Ackler compartió miradas con la castaña, sintió de nuevo esa corriente eléctrica recorrer su cuerpo, sabía que era ella, pues jamás olvidaría esos ojos color miel he inocente mirada, su rostro carecía de mucho maquillaje y también de imperfecciones, era natural y hermoso sin necesidad de usar capas y capas de cosméticos, esa despistada niña—porque así es como él la miraba—resaltaba de todas las demás, su sencillez y naturalidad captó de inmediato su atención, no fue hasta que vio como tomaba fotografías de todo el evento, con esa pequeña y barata cámara, que incluso le pareció ridícula, que sonrió, lo hizo porque ante los verdaderos fotógrafos y la prensa, ella parecía una pequeña hormiga, de hecho, descaradamente se atrevió ha acercarse, en ocasiones mientras duraba el discurso el cuál
Decir que las coincidencias de la vida no existen, quizá es una idea equivocada, Loren nunca se imaginó volver a cruzar caminos con el sujeto el cual evitó que se estrellara en el piso. Cuándo Santiago Ackler compartió miradas con la castaña, sintió de nuevo esa corriente eléctrica recorrer su cuerpo, sabía que era ella, pues jamás olvidaría esos ojos color miel he inocente mirada, su rostro carecía de mucho maquillaje y también de imperfecciones, era natural y hermoso sin necesidad de usar capas y capas de cosméticos, esa despistada niña—porque así es como él la miraba—resaltaba de todas las demás, su sencillez y naturalidad captó de inmediato su atención, no fue hasta que vio como tomaba fotografías de todo el evento, con esa pequeña y barata cámara, que incluso le pareció ridícula, que sonrió, lo hizo porque ante los verdaderos fotógrafos y la prensa, ella parecía una pequeña hormiga, de hecho, descaradamente se atrevió ha acercarse, en ocasiones mientras duraba el discurso el cuál
Dicen que las cosas pasan por algo, para Loren así funcionaba su vida, luego de aquel momento en dónde pasó una gran vergüenza, y de varias lágrimas derramadas esa misma noche, ganó un buen dinero con la entrega de las fotografías, las personas le pagaron bien, algunas de ellas en el momento de ir y entregarlas se burlaron por la posición en la que había estado anteriormente.En ese momento tomó un taxi hacía su casa, apenas tuvo dinero suficiente para pagarle al taxista, su abuela ya estaba dormida y no planeaba despertarla, se dio un baño y cambió de ropa, al día siguiente actuó como si nada hubiese pasado, contándole a Stela lo bella que estuvo la noche, omitiendo la acción que ese hombre provocó con malas intenciones.Esa mañana era calurosa, y el sol brillaba en todo su esplendor, la anciana Stela, regó sus flores antes de emprender camino al hospital más cercano, no obstante el dolor de sus piernas se hizo presente obligando a su nieta detenerse y pedir un taxi, pues con el dine
Santiago se sentía extasiado después de haber tenido sexo con una mujerzuela, durante todos esos días no pudo dejar de pensar en la chica de la ceremonia, en ocasiones se preguntaba si lo que había hecho era lo correcto, y ¡Joder que no!, la construcción del hotel duplicó su dinero, ese proyecto era fruto de años de trabajo y planeación, junto con su amigo Richard lo hizo real.Suspiró cansado de la misma rutina, se había dado unas semanas de vacaciones antes de volver al trabajo, no tenía familia propia, más que sus padres los cuales vivían en Inglaterra. Se dio una ducha rápida y vistió informal, usó una camisa azul mediterráneo, unos pantalones de vestir negros al igual que sus zapatos, tomó las llaves de su auto y salió de su casa, él vivía en una residencia lujosa y muy grande, había adquirido esa mansión por parte de su padre, un regalo cuando decidió irse a Estados Unidos y formar su vida.Era un hombre alto y con un cuerpo que muchos hombres envidiaban, pensaba en ir a uno de
Su cabeza dolía horrores, sentía los párpados demasiados pesados como para abrirlos, sin embargo tenía que hacerlo, poco a poco abrió sus ojos dándose cuenta de que no se encontraba en su pequeña habitación, su corazón latió a un ritmo alucinante, al tratar de moverse sintió una presión en su cintura, bajó la vista y el miedo creció, traía puesta una camisa mucho más grande que la de su uniforme y un brazo la tenía sujeta, se dio la vuelta encontrándose con ese hombre.«¿Qué acaso el destino está aferrado a ponerlo en mi camino?» Pensó.—¿Qué hago aquí ¿— preguntó con el tono elevado, esperando que así, él despertara.— Te traje a mi casa porque no sabía dónde vivías— argumentó aún con los ojos cerrados, suspiró y pensó en la noche pasada, esos hombres y los golpes, pero un pensamiento mayor a los demás predominio en su mente.—¡Mi abuela, debe estar asustada porque no llegué a dormir!— a cómo pudo se quitó el brazo de Santiago, se puso de pie rápidamente pero se sentó de golpe al sen