-Bría-Apreté mis piernas contra mis muslos un tanto nerviosa. No entendía mucho de lo que ellos estaban hablando al frente de mí. Tan solo me dediqué a picar la ensalada de pollo, sintiendo un poco de repulsión. Comía muy poca carne, no me gustaba consumirla. En mi manía por perder mis pensamientos, el señor De Andes me lanzó una mirada amenazante señalando en un reflejo rápido, el plato casi lleno de mi comida. Enderece la espalda, picando un pepino con mi tenedor y llevándolo sin ganas a mi boca.Ni siquiera sé porqué me cuesta tanto comer, es como si me diese asco, como si lo único que antes causaba una sensación de placer en mí, trabajara en contra de cualquier cosa.— ¿Entonces tendrán el viaje en enero? — Preguntó el hombre de cabellos rubios.—Espero salir en cuanto termine la primer semana. Después, el proyecto empezará.—Están arriesgando más que la vida en esto De Andes. Todo un imperio te respalda. ¿Sabes qué pasará si fallas no es así?— Asintió con la cabeza.— Claro que
Capítulo 84.—Bría— Murmuré entre dientes. Su cuerpo cayó laxo hacia atrás.—Maldita sea.—¿Qué dirección tomo señor?— A la mansión. Si no despierta en menos de cinco horas. La llevaré a emergencias.La abracé hacia mi pecho. Habíamos perdido nuestros abrigos en el accidente.Me preocupaba, me preocupaba el hecho de que su cabeza estuviese en un estado de caos. Yo más que nadie, conocía el peso de la mentalidad, de lo que tus miedos podían llegar a hacerte. De cómo inclusive, destrozaban tu estabilidad emocional.Curé sus heridas físicas. Aún no se encontraba en un estado completamente saludable. La anemia de su cuerpo era un problema, estaba bajo control, las transfusiones de sangre hicieron su trabajo. No obstante algo estaba pasando, el hecho de que no deseara tener ningún tipo de conexión con Ángelo, delataba la poca fama de buen padre que creí, poseía. Bría tenía una mirada tranquila, ojos tristes, labios finos, y unas enormes pestañas acompañándo su mirada inocente. Estaba segu
«Los deseos queman desde dentro. Y para apagarlos hace falta la humedad desu pasión » Alessandro De Andes La miré removerse sobre la cama. Respiró profundo, le costaba un poco abrir los ojos, despertar de su sueño. De su calma. Era la primer vez en mucho que le notaba dormir tranquila. Aunque al inicio haya estado inconsciente. Apenas despertó unos segundos para saberse en su lugar, sus ojos desorbitados temían las cuatro paredes blancas del hospital. Pero en cambio, se encontraba aquí. En mi habitación. En mi guarida. Sobre mi cama. Y aunque en mis más oscuros, profundos pensamientos la idea de que descansará allí de otra manera. Estaba adherida. A mis sentimientos prohibidos. Después de segundos que parecieron eternos. Logró enfocar la vista haciendo una mueca. — Tranquila. Apenas pasaron tres horas. Estás en mi habitación. No falta mucho para que empiece a amanecer. ¿Te duele algo?— Intentó incorporarse señalando su cabeza. —Entiendo. Te daré una pastilla— Me causó una pizca
¿Podía aceptarlo? ¿Hacerla mia y dejar atrás todo lo que estaba bien entre la moral y no moral? —¿Esto es lo que realmente deseas pequeño cuervo? — Asintió con sus pequeños labios entre abiertos. —Entonces te lo daré. Pero será a mi manera— me separé de ella. Desabrochando los botones de mi camisa. Una vez la retiré, quité la sábana cobertora de su cuerpo. Me gustaba su vestido. Pero estaba ansioso por romperlo en pedazos. La jalé de un solo tirón. «A mi manera» Su cuerpo tembló con mi toque, mientras yo me estaba quemando por dentro. La tomé de la cintura, besé su cuello para seguir con sus labios. Hizo el intento de envolver sus brazos delgados sobre mi cuello, reaccioné dejándolos sobre su cabeza. Si tan solo pudiese... ¿Pero por qué no? ¿Por qué no? Ella lo había aceptado, ser mía. Sonreí de lado. —Aguarda aquí— Susurré. Entré a la pequeña bodega secreta que tenía en mi habitación. Un gemido de asombro salió de sus labios. Recuerdo la primera vez que la construí. Perso
Capítulo 86. Recuerdos... Solo poseía eso. Recuerdos que enviaban corrientes de placer y pena por todo mi cuerpo. ¿Pero? El placer no debía causarme pena o vergüenza. Me colocó unas esposas. Temía que el material fuese a lastimarme pero, sucedió lo contrario, eran suaves, fuertes como sus brazos. Rompió mi vestido en dos trozos largos, Jadeé sorprendida cuando repitió la acción en mi ropa interior. Él ya me había visto desnuda antes, él ya me había tocado antes. Pero jamás estuve consciencia del cambio en su mirada, en su manera de observarme con pasión y deseo. Besó mi cuerpo, succionando entre mis muslos hasta crear pequeños cardenales que dolieran al tacto. No me di cuenta de todo lo que sucedió durante ese tiempo. Hasta hoy por la mañana, cuando se había despedido de mí por asuntos importantes, y dejado a dos sirvientes a mí disposición. Me sentía sumamente cansada, las piernas me dolían, como si el fugaz recuerdo de ellas abiertas abrazando sus caderas me fuese, doloroso. Te
Suspiré tomando el expediente en mis manos. Sabía que algo no andaba bien con Bría desde el momento en qué la rescaté de Anthony. Su terror hacia los hospitales. Había estado internada en un hospital psiquiátrico hace dos años. En estos momentos me estaba dirigiendo al lugar. — Señor. El informante ya dió con uno de los trabajadores. Esta en una bodega. A unos metros del jardín trasero— Asentí con la cabeza. — Asegúrate de que no haya testigos. Llegó en cinco minutos— derrapé sobre el pavimento estacionandome metros atrás. Dónde ninguna cámara de seguridad podía alcanzarme. Solo tuve que hacer un par de llamadas y tenía una breve idea de lo que estaba por descubrir. Después de nuestra noche, se quedó dormida, pero incluso conmigo a su lado. No dejó de temblar. Murmuraba un nombre, una persona que le hizo daño.La revisé, no había sangrado, ella no era virgen. «Si alguien se atrevió a tocaría sin su consentimiento. No vivirá para celebrar el año nuevo» Bajé del auto deportivo colo
— Habla. No quieres saber lo que le hago a los tipos que no me dan, lo que quiero— Amenacé. Sabía perfectamente donde causar dolor. Un dolor inimaginable. — Yo no hice nada. Jeremías nos obligaba a todos. ¡Yo nunca quise tocarla! La defendía cuando podía. Incluso le daba de comer— Apreté los dientes. — Empieza a hablar antes de que te meta plomo por la cabeza. ¡Ahora! — Ella llegó hace dos años. La metieron con exámenes falsos. En realidad no tenía ningún trastorno psicológico. No había nada. — ¿Por qué? ¿Para qué?— Pregunté con enojo. — La herencia. Por lo que sé su abuelo le había dejado una enorme cantidad de dinero y propiedades a su nombre. No lo hizo a sus demás hermanos o padre. Fue a ella. La menor. — ¿Estás diciendo que su padre la olvidó en este estup*ido hospital psiquiátrico? — Sí. Le pagó mucho al director por tenerla aquí. Al mostrarla fuera de sus facultades él... — Se quedó con la herencia— gruñí. El tipo asintió. —Es todo lo que sé. No me mate, no me mate por
Llevaba horas tratando de calmarme. Desde que desperté no había hecho más que temblar y sentir los nervios caminar libremente por todo mi sistema.— ¿Señorita todo bien?— Hoy la casa parecía todo un juego navideño.Giovanny le dio permiso a sus empleados para traer a un invitado para pasar las fiestas. Varias de las chicas del personal, invitaron a sus hijos o seres más cercanos. La mansión contaba con casas muy cercanas en el mismo terreno, pequeños departamentos para su estadía.El menú caía libremente para todos. Platos fuertes, entradas sencillas. Deliciosos postres. Amanda estaba ansiosa por traer sus famosos Cupcakes de frambuesa y vainilla. Por mi parte, hornearía a lado de Daniel una serie de Paes de limón y queso. Eran uno de mis postres favoritos. Ansiaba la llegada de la noche.— Ese corte si que se te ve bien.— Bueno tu también. ¿Y será hoy?— Asentí con la cabeza.—¿Lo pondrás en el regalo?— No te diré. Es una sorpresa. Así que anda. Empieza a sacar las cosas. Tenemos mu