Después de intentar convencer a mi Roomie de que no sabía nada sobre Kendrick. Intenté regresar a mi búsqueda, para mí mala suerte la batería de mi computadora murió y perdí el historial de búsqueda. Aunque pensándolo bien, no me gustaría que acosaran mi pasado, mucho menos un empleado.Se me hacía tarde para la universidad así que decidí ponerme lo mismo que usaría en mi trabajo. Me coloqué una blusa tipo camisa de cuello cuadrado bastante ajustada. No era que quisiera ocultar mis atributos, si no que buscara una forma de que se mirase más formal y no tan...vulgar.¿Aunque desde cuándo los senos grandes son vulgares? Negué quitando la idea contraria de mi cabeza.Fundí mis piernas dentro de unos pantalones negros ajustados pero comidos. Botas negras y dejé mi cabello suelto. Cómo era costumbre, labios rojos.—Recuerda dejarle comida a Caramelo—. Comenté a Beth quien ya se había levantado y estaba desayunando cereal.— Aquí te dejo cincuenta dólares. Si puedes ahorrar hazlo. Y compra
-Sera-Cada vez me costaba más ocultarle el embarazo a Giovanny. Principalmente por mi comportamiento tan extraño entorno a las náuseas. Salidas misteriosas al ginecólogo, y antojos extraños. Por otro lado, lo había sentido un poco más alejado que antes. Solía preguntarme constantemente si, todo lo que estaba pasando a mi alrededor, había afectado en nuestra relación.Me seguía haciendo la misma pregunta una y otra vez.¿Querrá a este bebé?¿Amará a este bebé tanto como he aprendido poco a poco a hacerlo?Quería dejar de pensar en los problemas. En los obstáculos que vendrían el día de mañana. Quería, pensar simplemente en el hogar cálido donde estaba viviendo.Él estaba dormido. Descansando sobre la cama. Yo, no podía hacerlo. Me paré con cuidado de no moverme demasiado. Amarré la bata de mi pijama a la cintura. Tomé una libreta de la mesita de noche, al igual que un bolígrafo y salí de la habitación. En ocasiones una casa tan grande como está, me colocaba un poco triste —Seguramente
-Bría-Respiro profundo tratando de calmar el temblor que hay en mis manos.¡Vamos! Solo es una cena con personas malas. No hay de qué preocuparse. Las cosas han cambiado tanto desde que estoy viviendo en la lujosa casa del señor De Andes. En ocasiones, no puedo calmar a los demonios que entran en mis sueños para convertirlos en pesadillas.Me veo al espejo con el trabajo de maquillaje que empiezo a realizar. Mi piel anímica parece tomar un poco de color luego de pasar la brocha con chispas rosadas. He ganado peso desde que desperté en esta casa, aún me he negado a hablar. Él no me obliga, no se desespera porque no emita ni una sola palabra, al contrario, cuando lo único que llega a sus oídos son mis gritos y sollozos por la noche, tiende a entrar, abrazarme, no habla, igual que yo, queda en silencio hasta que vuelvo a dormir.Al inicio pensé que era un hombre cruel, como el socio de mi padre imaginé lo despiadado que podría llegar a ser. Escuché sobre el pelirrojo en más de una ocasi
-Bría-Apreté mis piernas contra mis muslos un tanto nerviosa. No entendía mucho de lo que ellos estaban hablando al frente de mí. Tan solo me dediqué a picar la ensalada de pollo, sintiendo un poco de repulsión. Comía muy poca carne, no me gustaba consumirla. En mi manía por perder mis pensamientos, el señor De Andes me lanzó una mirada amenazante señalando en un reflejo rápido, el plato casi lleno de mi comida. Enderece la espalda, picando un pepino con mi tenedor y llevándolo sin ganas a mi boca.Ni siquiera sé porqué me cuesta tanto comer, es como si me diese asco, como si lo único que antes causaba una sensación de placer en mí, trabajara en contra de cualquier cosa.— ¿Entonces tendrán el viaje en enero? — Preguntó el hombre de cabellos rubios.—Espero salir en cuanto termine la primer semana. Después, el proyecto empezará.—Están arriesgando más que la vida en esto De Andes. Todo un imperio te respalda. ¿Sabes qué pasará si fallas no es así?— Asintió con la cabeza.— Claro que
Capítulo 84.—Bría— Murmuré entre dientes. Su cuerpo cayó laxo hacia atrás.—Maldita sea.—¿Qué dirección tomo señor?— A la mansión. Si no despierta en menos de cinco horas. La llevaré a emergencias.La abracé hacia mi pecho. Habíamos perdido nuestros abrigos en el accidente.Me preocupaba, me preocupaba el hecho de que su cabeza estuviese en un estado de caos. Yo más que nadie, conocía el peso de la mentalidad, de lo que tus miedos podían llegar a hacerte. De cómo inclusive, destrozaban tu estabilidad emocional.Curé sus heridas físicas. Aún no se encontraba en un estado completamente saludable. La anemia de su cuerpo era un problema, estaba bajo control, las transfusiones de sangre hicieron su trabajo. No obstante algo estaba pasando, el hecho de que no deseara tener ningún tipo de conexión con Ángelo, delataba la poca fama de buen padre que creí, poseía. Bría tenía una mirada tranquila, ojos tristes, labios finos, y unas enormes pestañas acompañándo su mirada inocente. Estaba segu
«Los deseos queman desde dentro. Y para apagarlos hace falta la humedad desu pasión » Alessandro De Andes La miré removerse sobre la cama. Respiró profundo, le costaba un poco abrir los ojos, despertar de su sueño. De su calma. Era la primer vez en mucho que le notaba dormir tranquila. Aunque al inicio haya estado inconsciente. Apenas despertó unos segundos para saberse en su lugar, sus ojos desorbitados temían las cuatro paredes blancas del hospital. Pero en cambio, se encontraba aquí. En mi habitación. En mi guarida. Sobre mi cama. Y aunque en mis más oscuros, profundos pensamientos la idea de que descansará allí de otra manera. Estaba adherida. A mis sentimientos prohibidos. Después de segundos que parecieron eternos. Logró enfocar la vista haciendo una mueca. — Tranquila. Apenas pasaron tres horas. Estás en mi habitación. No falta mucho para que empiece a amanecer. ¿Te duele algo?— Intentó incorporarse señalando su cabeza. —Entiendo. Te daré una pastilla— Me causó una pizca
¿Podía aceptarlo? ¿Hacerla mia y dejar atrás todo lo que estaba bien entre la moral y no moral? —¿Esto es lo que realmente deseas pequeño cuervo? — Asintió con sus pequeños labios entre abiertos. —Entonces te lo daré. Pero será a mi manera— me separé de ella. Desabrochando los botones de mi camisa. Una vez la retiré, quité la sábana cobertora de su cuerpo. Me gustaba su vestido. Pero estaba ansioso por romperlo en pedazos. La jalé de un solo tirón. «A mi manera» Su cuerpo tembló con mi toque, mientras yo me estaba quemando por dentro. La tomé de la cintura, besé su cuello para seguir con sus labios. Hizo el intento de envolver sus brazos delgados sobre mi cuello, reaccioné dejándolos sobre su cabeza. Si tan solo pudiese... ¿Pero por qué no? ¿Por qué no? Ella lo había aceptado, ser mía. Sonreí de lado. —Aguarda aquí— Susurré. Entré a la pequeña bodega secreta que tenía en mi habitación. Un gemido de asombro salió de sus labios. Recuerdo la primera vez que la construí. Perso
Capítulo 86. Recuerdos... Solo poseía eso. Recuerdos que enviaban corrientes de placer y pena por todo mi cuerpo. ¿Pero? El placer no debía causarme pena o vergüenza. Me colocó unas esposas. Temía que el material fuese a lastimarme pero, sucedió lo contrario, eran suaves, fuertes como sus brazos. Rompió mi vestido en dos trozos largos, Jadeé sorprendida cuando repitió la acción en mi ropa interior. Él ya me había visto desnuda antes, él ya me había tocado antes. Pero jamás estuve consciencia del cambio en su mirada, en su manera de observarme con pasión y deseo. Besó mi cuerpo, succionando entre mis muslos hasta crear pequeños cardenales que dolieran al tacto. No me di cuenta de todo lo que sucedió durante ese tiempo. Hasta hoy por la mañana, cuando se había despedido de mí por asuntos importantes, y dejado a dos sirvientes a mí disposición. Me sentía sumamente cansada, las piernas me dolían, como si el fugaz recuerdo de ellas abiertas abrazando sus caderas me fuese, doloroso. Te