-Sera-El olor a café recién hecho impregnó mis fosas nasales. Respiré un poco más profundo, siendo presa de su delirante aroma. Inconscientemente relamí mis labios resecos y poco a poco, mis extremidades fueron participe del ambiente que me rodeaba. Una presión se instaló en mi garganta, la misma que suele pasar cuando enfermas en vísperas de navidad. Poco a poco logré ser la dueña de mis movimientos, sentía las piernas entumidas al igual que, una considerable molestia en mi pómulo derecho. Abrí los ojos con lentitud, acostumbrándome a la luz del lugar donde me encontraba. Palpeé con lentitud la superficie acolchada y suave de la cama. Estaba rodeada de almohadas casi de mi tamaño. Y a un costado me encontraba con una aguja conectada a mi mi muñeca. La bolsa de medicamento casi estaba vacía. Suspiré retirando la aguja, me quejé un poco,. Observé la habitación con rapidez, enorme, casi como el colchón, sin descartar lo lujosa que aparentaba.—¿En dónde estoy?— Pregunté a mí misma, arr
Pasada la media noche volví a despertar. Esta vez no había rastro de fiebre o una mayor molestia. El dolor en mis extremidades había bajado, incluso sentía la garganta más tranquila. La habitación se encontraba en penumbras, solo una lámpara a lado de un escritorio iluminaba la estancia. Entonces me pregunté ¿Está era su habitación? Rodé los ojos para mí misma. Era más que obvio. Me puse de pie con intenciones de buscar el cuarto de baño. Me encontraba sudorosa y con un mal sabor de boca. Necesitaba limpiarme. Antes, caminé de puntitas hacia la puerta. Abrí y saqué la cabeza, nada, ningún ruido. Volví a cerrar levemente y entré al baño. La luz me molestó un poco al encenderla. Solté un jadeo. Había un maldito retrete tan brillante como el oro. No, no podía ser de oro. ¿Por qué Alessandro de Andes tendría un retrete de oro en su baño? Mierda, entonces pensé que no le gustaría que alguien más lo usará. Podía fácilmente salir y buscar otra habitación.Y eso haría. Ya había pasado suficie
Hospital Central - Manhattan (Servicios Privados)6:00pmUna presión enorme se instaló en mi pecho. Percibí olas de punzadas en mi cabeza. Poco a poco sentí mi cuerpo entumecido. Había cables por todos lados. Miré la luz brillante tratando de acostumbrarme. El olor a productos para limpieza llegó a mis cosas nasales dándome náuseas. Me sentía mareada, jodida en todos los puntos.«Estoy en un hospital »—Hola— Susurré. Mi voz salió rasposa. Mi saliva espesa resecaba mis cuerdas bocales.Observé con delicadeza el botón blanco cerca de mi dedo índice. Lo oprimí.Respiré profundo. El temblor de mis manos comenzó en el momento en que lo recordé todo. En qué até los hilos rotos y desenredé las cadenas que habían estado sosteniendo mi consciencia todo este tiempo. Tenía que pensar en algo. Tenía que ser inteligente. Sera corría peligro, yo corría peligro.« Jamás debimos confiar» limpié una lágrima que corría por mis ojos en cuanto una enfermera entró a la habitación.—Buenas tardes. Despert
La miré mientras dormía. Era sumamente hermosa, aún con esa pálida piel y bolsas bajo sus ojos. Después de tomar un poco del líquido dulce y caliente, la convencí para que se relajará viendo el televisor de mi sala.Sera poseía una pureza envidiable, me recordaba tanto a la mujer que rompió mi corazón, al morir en mis brazos.Pasan de las tres de la mañana. Y estaba empezando a colocarse fría. Quité la pequeña manta que cubría sus piernas desnudas. Y la cargué con cuidado. No había cosa que odiase de ella. Su cuerpo, sus gestos, su rostro, sus regordetas piernas. Era todo una muñeca. Incluso su actitud infantil y madura a la vez, la hacían parecer única.La coloqué sobre la cama, se removió un poco abrazando una de las tantas almohadas que solía tener en mi cama, todo con la idea de dejar de sentirme solo. Odette no conocía está propiedad, jamás invitaría a un ser tan despreciable a dormir en la misma cama que compartí con la qué un día, fue mi prometida.Mi teléfono se iluminó. Desli
El corazón me latía con fuerza. Al despertar, Alessandro había colocado una gran variedad de artículos sobre la cama, para mí. Llevaba puesto un abrigo hermoso, seguramente con un costo bastante elevado. Pero había decidido dejar de pensar en ello, dejar de preocuparme por el precio de las cosas. Probablemente no era nada comparado con el verdadero capital del Alemán. Con un poco de maquillaje logré ocultar los últimos rastros de la enfermedad debajo de ello. Estaba ansiosa, necesitaba saber cómo se encontraba Giovanny, necesitaba tocarlo, acariciarlo, escuchar su voz, saber que era real. «Estoy locamente enamorada de él» Y quizás aún no comprende lo importante que es en realidad. Nunca había estado enamorada de alguien de esta manera. En mi vida solo habían existido dos personas. Dos chicos, uno de ellos lo conocí en un campamento de la universidad, su nombre es Patrick. Fue el primero en mi vida. Lo quise mucho sí, pero, no estábamos listos para comprender lo que era una relación
Centro de Berlín- Alemania.Alessandro De Andes.—Señor, tenemos una dificultad ahora mismo— Dejé salir el humo del cigarrillo dentro de mi boca. Problemas y más problemas. ¿Cuándo podría tener un poco de descanso?—¿De qué Mierda hablas?— Es sobre Anthony. En su ausencia quebrantó varias de sus reglas, dobló un par de negocios en el occidente y se deshizo de dos socios chinos— Aprieto mi puño con fuerza. Sabía que tomaría parte de su poder como socio del corporativo y dinastía, para hacerme cabrear.— Arreglen su desastre. Ya me encargaré de él—. Le tenía un final bastante satisfactorio a mi querido medio hermano. Era un dolor constante, del cual, ya no estaba dispuesto a soportar.— Además de ello— Roan, mi jefe de seguridad hace una mueca. Me está ocultando algo.—Habla ya.— Al parecer, tiene secuestrada a una joven en las casas del sur. Es la hija de Ángelo— Me puse de pie separando la silla giratoria de mi escritorio. Esto debía ser una jodida broma.— ¿Por qué no se me infor
-Giovanny- —¿Qué? No puedo creerlo. ¡No puedo creerlo! ¿Cuándo despertó? ¿Ella está bien? Por los cielos— Cubrió su boca con ambas manos. —Tranquila. No poseo muchos detalles tan solo lo que acabo de decir. En cuanto aterrizamos se me informara. — ¿Pero qué dices? Tengo que ir a verla de inmediato— en ese instante un pequeño ataque de tos hizo que la rubia regresará la cabeza hacia atrás y se cubriera. — Lo siento. Fue la emoción — se excusó. Pero no, no era así. Estuvo a poco de padecer hipotermia, Sera estuvo a poco de morir por mi culpa. Fruncí el ceño. Sintiéndome culpable nuevamente. Cerré mis ojos con enojo reprimido. Después de verle caer al lago, la idea de perderla carcomía mis entrañas. No fue hasta que los hombres de Alessandro intervinieron que, supe, todo era parte de un plan. Firmé los documentos, acepté cualquier trato con los socios con tal de mantener a mi hijo a salvo. A Sera, a salvo. — Sigues enferma— Comenté sin sentimiento. La atención de Llilvian se fijó e
“Cuida los pasos de tu vida, puede que en un futuro estos definan tu final" -Sera-Regresar a mi país de origen, a mi ciudad, pero no a mi casa, me parecía hasta cierto punto, desconocido. No había forma alguna en que intentaste olvidar lo que pasó en Alemania. Incluso ahora, que me encontraba a pocos segundos de pisar la mansión. Durante el vuelo de regreso, después de que el “Señor Arcuri” se hubiese cansado de tocarme el cuerpo—algo que ciertamente no me molestaba en absoluto— divagó entre llamadas y mensajes a personas que no conocía. Nombró en más de una ocasión el nombre de Leandro.— Simón — Saludé al mayordomo de la casa. Lo miraba como un amigo. Y esperaba un día él, pudiese decir lo mismo.—Señor, Señorita Llilvian. Bienvenidos, se les extrañó — Observé el interior de la mansión esperando a ver a la comadreja correr por las escaleras.—¿Y Daniel?— Pregunté—El señorito está con Laura, su nana. Lo llevó a la iglesia — Una pequeña y leve risa salió de mi garganta. Intenté dis