―Katerina, tengo grandes noticias para ti ―anunció Alexandra ―Vladimir aprobó que seas tú la que crie a Ignati.La noticia arrancó una gran sonrisa a Katerina, que corrió hacia Alexandra para abrazarla.―Gracias, gracias, gracias, Alexandra no sabes lo feliz que me haces.La soltó para tomar al bebé de los brazos de la niñera que entró detrás de su cuñada. Eufórica lo cubrió de besos. ―Por favor, déjanos sola ―pidió Katerina a la niñera.La mujer salió cerrando la puerta al salir.―Ahora dime cuales fueron las condiciones de Vladimir para acceder.―Conoces bien a mi hermano ―dijo su cuñada ―En primer lugar, tienes carta blanca para tomar las decisiones que consideres pertinentes para el cuidado de Ignati siempre y cuando Alexander no se oponga.―¿Eso incluye cambiar de niñera?―Sí, ya le comenté que seguramente solo se confiarías a Olga, debido a la buena experiencia que tuvimos con ella como niñera de Alexa.―Bien.―La segunda condición fue que deberás dejarlo conmigo o con la niñer
La primera fiebre importante de Ignati, sorprendió a Katerina en la madrugada. Olga la llamó preocupada porque el niño estaba muy inquieto y caliente, al tomarlo en brazos se alarmó. Con la mayor rapidez buscó el termómetro de oído y se lo colocó, la temperatura marcaba los cuarenta grados centígrados. Asustada le pidió a Olga que llenara la bañera del bebé con agua tibia, y envió a Fedora a buscar a Alexander, pidiéndole que trajera su maletín. Cuando Alexander llegó a la habitación de su hijo, Katerina estaba con el cabello suelto y en bata bañando al bebé, mojaba su cabecita con agua tibia y pasaba una esponja por todo el cuerpo para refrescarlo. Alexander tomó su temperatura treinta y nueve coma cinco grados, siguieron bañándolo por veinte minutos más, hasta llevar la temperatura a treinta y ocho grados. Alexander le dio un antipirético y procedió a examinarlo, tenía la garganta enrojecida. Llamaron al pediatra de la familia, quien diagnóstico que tenía una amigdalitis, le recetó
Vladimir estuvo dos semanas hospitalizado antes de que le dieran el alta en el hospital.Durante los primeros días de los que pasó internado Katerina lo visitó lo menos posible. Molesto, Vladimir le ordenó que debía acudir al hospital todos los días un par de horas para cuidarlo.Como siempre, ella obedeció.Cada día al llegar al hospital se sentaba en una silla a su lado sumida en sus pensamientos. Vladimir se ocupaba de pedirle mil cosas para que su esposa le prestara atención, trataba de hablar con ella obteniendo monosílabos o frases cortas a sus preguntas. Katerina no entendía que quería lograr él con mantenerla a su lado. ¿De que podrían hablar? La joven agradecía que las visitas no fueran muy largas. Por otra parte, estaba tan feliz al saber que no tendría que recibir las visitas nocturnas de su esposo que poco le importaba tener que ir todos los días a atenderlo, era un precio muy bajo a pagar por no tener que recibirlo en su cama.Cuando Vladimir salió del hospital, Alexandra
La impresión causó un mareo en Katerina, sintió que el piso se movía y se apoyó en la ventana para sostenerse, no podía creerlo, era libre, al fin era libre, las lágrimas corrían por su rostro. Alexandra y Tatiana abrazadas a sus sobrinos mayores gritaban de dolor atrayendo a todos al despacho. Kira seguía sentada, su expresión era de asombro. Gunila tenía el rostro oculto entre las manos, sollozaba en silencio.Katerina pensó que sus piernas ya no la sostendrían, empezó a caer. Mikail, quien siempre estaba pendiente de ella, la atajó antes de llegar al piso, provocándole un inmenso dolor en la espalda. Katerina gritó y se revolvió en sus brazos, el joven pensando que sus gritos eran de dolor por la muerte de su padre, trató de sujetarla de nuevo.―Mi espalda, me duele, suéltame, por favor ―suplicó KaterinaSorprendido el joven, quitó su mano de la espalda y la tomó de las manos para ayudarla a sostenerse en equilibrio.―Katerina, ¿por qué estas adolorida?, ¿qué tienes en la espalda?
Había pasado un mes desde la muerte del Vladimir cuando Alexander le dio la noticia de que su madre la esperaba en uno de los salones del primer piso. Katerina se tensó, no quería verla, ¿Cómo podía su madre pensar que ella quisiera verla después de tantos años de abandono? Acostumbrada como estaba, a no expresar sus emociones, su rostro no reflejó el dolor que sentía al pensar en su mamá, permaneció sin expresión alguna, obedientemente siguió a Alexander, hasta donde estaba su inesperada visitante. Antes de entrar al salón, Alexander se volvió, escrutándola con la mirada―¿Estás bien?―Sí, solo un poco desconcertada de que mi madre quiera verme después de tantos años.―Todo tiene una razón de ser, pero deberá ser ella quien te lo explique, ya lo hizo conmigo, no pienses que la dejaría verte sin estar seguro de que será beneficioso para ti.Alexander levantó una mano con la intención de tomar la suya en un apretón reconfortante, al percatarse de sus intenciones Katerina se echó para a
Iván Smirnov se paseaba impaciente por el salón ante la mirada curiosa de Jelena, su hija menor. En el otro extremo del lujoso salón la nana de Karlen trataba inútilmente de mantener tranquilo a su hijo. El niño era un terremoto andante, pero por ser su único hijo varón Iván disculpaba y justificaba su comportamiento.―Papá, ¿por qué nunca vinimos a conocer a mi hermana, Katerina? ―preguntó Jelena―Porque su esposo era un hombre muy importante y casi no pasaba el tiempo aquí, sino viajando por Europa. ―Mintió el señor Smirnov.―Ahora que su esposo murió, ¿vendrá a vivir con nosotros? ―preguntó la niña.―No, el lugar de una mujer está en casa de su marido.―Sí, papá, me lo has dicho muchas veces, pero pensé que podía ayudarnos con la crianza de Karlen. Es muy travieso y a veces pienso que es porque le hace falta mamá.―Yo creo lo mismo, Jelena. Sin embargo, no necesitamos a tu hermana para criar a Karlen, contigo es suficiente, lo atiendes muy bien, hija, sé que aún eres una niña, pero
Katerina sintió que iba a explotar, se acercó a su padre con los ojos echando chispas, quería gritarle todo lo que le había costado esa posición acomodada. Su vida, sus ilusiones y sus sueños rotos, debajo de la bota del esposo que su padre escogió para ella.En ese momento, Alexander entró en el salón, seguido de Dimitri. Los ojos furiosos y llenos de dolor de la joven viuda se anclaron en los del hermano mayor. ―¿Estás bien, Katerina?Katerina cerró los ojos y respiró con profundidad antes de asentir, agradeció la llegada de los hombres, evitaron que ella le demostrara a su padre todo el dolor que le había causado, él no merecía saber nada de su vida.Alexander estaba furioso, al llegar al palacio, un sirviente les había informado de la visita del señor Smirnov, el muy cretino creía que podía desobedecer sus órdenes, con mucha claridad le había advertido que se mantuviera alejado de Katerina.―Iván ¿Qué hace usted aquí? ―preguntó en voz baja y amenazadora.―Vine a darle consuelo
Katerina terminó su relato con lo acontecido la noche en que llegaron a Londres.Varios días le tomó contar su vida desde que se separaron hasta ese momento. Durante esos días Ivanna había llorado en silencio en la mayor parte de su historia, al punto de que en un momento Katerina tomó la decisión de contar nada más. Ivanna se opuso, pensó que ella necesitaba saberlo y su hermana necesitaba contarlo porque llevaba eso encerrado dentro de sí misma y para poder sanar tenía que sacarlo.El llanto de Ivanna era un llanto cargado de culpa y dolor, las lágrimas rodaron por sus mejillas sin emitir ningún sollozo que pudiera interrumpir el viaje de su hermana al pasado. No sabía cómo era posible que su hermana no la odiara, sentía que por su culpa la vida de Katerina había sido un infierno.En los momentos más difíciles de contra, donde la voz de Katerina se había quebrado de dolor, Ivanna la había tomado de la mano tratando de consolarla, de transmitirle fuerza con esa simple acción. Quería