―¡Oh, querida!, todo estará bien, tu mamá mejorará pronto y estarán juntas de nuevo, te buscaré un buen hogar para que te cuiden, verás que el tiempo pasa volando ―exclamó la señora enternecida por la hermosa niña.
Gema se acercó y la abrazó. La trabajadora social le dio unas palmaditas de consuelo en la espalda. La niña se separó y le dedicó una sonrisa tierna
―Gracias, señora Brown, es usted una persona muy buena y amable ―dijo Gema con adulación ―Queda un poco de jugo de naranja en el refrigerador y tengo sed, ¿puedo tomar un poco? Por favor. No sé si en el hogar al que voy habrá jugo del que me gusta.
La mirada triste de la niña le rompió el corazón.
―Sí, claro, querida, yo esperaré ―. Así le daría tiempo de calmarse un poco, sí, «podría perder un poco de tiempo», pensó la trabajadora social.
―Gracias, señora Brown, ¿desea que le sirva un poco? así no se perderá, a mi mamá y a mí no nos gusta desperdiciar la comida, hay tanta hambre en el mundo que es un pecado botarla.
―Eres una niña con una gran conciencia social. Está bien, tomaré un poco, déjame ayudarte.
―Siéntese, usted debe estar cansada con tanto trabajo, yo se lo traeré. Así lo hago con mi mamá cuando llega de trabajar.
«Qué niña tan encantadora y bien educada» pensó la señora Brown mientras se sentaba en el sofá a mirar los mensajes en su móvil
Gema se dirigió con tranquilidad a la cocina, sacó dos vasos y distribuyó el jugo en ambos. Miró furtivamente a la sala para asegurarse que la señora Brown estaba entretenida, abrió la gaveta de las medicinas y sacó un laxante que su mamá usaba a veces para la señora Petrov, vació medio frasco y lo devolvió a la gaveta con la misma rapidez con la que lo tomó. Buscó una pajilla y lo revolvió, para hacerlo más atractivo agregó hielo y se lo llevó a la señora Brown, mientras sorbía el suyo lentamente, dándole tiempo a que esta se tomase todo el vaso.
―Gracias, querida, eres un encanto, tu mamá te ha educado muy bien ―La señora la halagó mientras sorbía su jugo hasta acabarlo.
―Solo somos nosotras dos y la señora Petrov, mi mamá trabaja mucho, no quiero darle más problemas ―indicó poniendo cara de inocente.
Una vez acabado el jugo, Gema llevó los vasos a la cocina y los lavó para borrar la evidencia, escondió las pajillas y se apresuró a tomar sus cosas para marcharse, la medicina debía hacer efecto en el hospital no antes.
Salieron de la casa con todo el equipaje, Gema cerró bien la puerta y colocó de nuevo la llave en su cuello. La señora Brown tenía un pequeño Volvo, cargaron todo y partieron rumbo al hospital para ver a su madre.
En el camino Gema empezó a preocuparse por las cosas prácticas como: ¿Qué pasaría con la escuela?, ¿y con el apartamento?, ¿si su mamá no trabajaba alcanzaría el dinero de emergencias y lo que ella tenía para pagar las facturas?, ¿quién cuidaría a la señora Petrov y a Sasha? todas esas inquietudes reforzaron la necesidad de ejecutar el plan que ya había puesto en marcha.
Al llegar al hospital se bajaron del vehículo, la señora Brown tomó la maleta de la mamá de Gema, la niña cargó con su mochila.
―Querida, ¿por qué no dejas la mochila aquí?
―¡Oh, señora Brown!, aquí tengo mis tesoros, no me gusta perderlos de vista.
―Está bien, como gustes ―aceptó la trabajadora social pensando que era la típica nena de once años que no quería desprenderse de sus cosas, así que se encogió de hombros mentalmente y la dejó hacer su voluntad, «ya bastante angustia debía manejar la niña con esta situación» pensó compasiva.
Entraron al hospital, preguntaron por la habitación de la señora Smirnov y se dirigieron a ella, al llegar tuvieron que esperar un poco porque en ese momento la estaban preparando para operarla de la cadera. Gema estaba nerviosa, solo pudo ver a su mamá por poco tiempo, se veía que estaba adolorida, un yeso cubría su brazo, esta vez las lágrimas que acudieron a sus ojos eran verdaderas.
―¡Mami! ―exclamó llorando desconsoladamente en su hombro bueno.
―Hola, bebé, no llores, todo saldrá bien, pronto mejoraré y estaremos juntas, se una niña buena y pórtate bien ―expresó Ivanna tratando de consolarla a su pequeña.
Sus ojos estaban llenos de miedo, sabía que debía enviar a la trabajadora social a buscar a Gael, pero tantos años y tantas decepciones la volvieron cautelosa, y si él rechazaba a su hija ¿Cómo afectaría eso a Gema?
―Está bien, mami, seré una buena chica, pero no me dejes.
―Nunca, bebé. Te amo.
Trató de volverse buscando a la trabajadora social para darle los datos del padre de Gema, fue una tonta cuando más temprano esta le preguntó por el padre y ella le dijo que Gema no tenía padre. Ahora se arrepentía de haberlo dicho, fue su orgullo hablando.
Su hija era más importante que sus tontos sentimientos. La inyección que le había colocado para empezarla a dormir estaba haciendo efecto y casi no podía tener los ojos abiertos, tuvo un momento de pánico cuando pensó que no despertaría de la operación y Gema se quedaría sola, sin embargo, no pudo abrir la boca se sentía pesada y casi dormida.
―Y yo a ti, mamá ―escuchó a su hija decir antes de que cayera rendida.
Cuando se llevaron a Ivanna al quirófano para operarla de la cadera, la señora Brown estaba hablando con la enfermera Smith, le estaba entregando la maleta de Ivanna y dejando sus datos para que le informara del resultado de la operación
―Señora Brown, ¿podemos esperar que mi mamá salga de la operación antes de llevarme al hogar de acogida? ―preguntó Gema.
―Señorita Smith, ¿cuánto tardará la operación? ―Pregunto la señora.
―Unas cuatro horas, pero si lo desea puede dejar a la niña aquí hasta que termine la operación, entre nosotras la cuidaremos.
La esperanza asomó a los ojos de Gema.
―No, tengo cosas que hacer y me es imposible regresar, además debería atravesar de nuevo la ciudad en horas picos para venir a recogerla. No, es imposible
La enfermera pensó que era muy desconsiderada al no dejar a la niña quedarse a esperar por el resultado de la operación de su mamá, con lo angustiada que se veía, pero no podía hacer nada más, lo había intentado.
Gema soltó un gemido.
―Querida, pídele a tus padres de acogida que te traigan ―dijo la señora Brown
De pronto palideció y se llevó una mano al estómago.
―Está bien, señora Brown ―aceptó Gema en apariencia resignada, cuando en realidad estaba pendiente del evidente malestar de la trabajadora social.
―Debo ir al baño, espérame en esa salita ―ordenó la mujer señalando una sala de espera.
―Seguro ―respondió la niña a la espalda de la señora que corría hasta el baño más cercano.
Cuarenta minutos después, cuando la señora Brown pudo salir del baño para buscar a Gema, se encontró una nota de la chica que decía:
Me fui a casa, por favor, deje la maleta con mi madre
Gema
Gema salió del hospital, programó el GPS de su móvil para llegar a la estación del tren más cercana. Caminó unas tres manzanas, pendiente de que la señora Brown no la estuviese siguiendo, no sabía el efecto que tendría en ella el laxante y cuanto tiempo tardaría en el baño.Al llegar a la estación se acercó a un mapa y buscó el tren que se dirigía a Whitehall en el distrito financiero de Londres. Una hora después, tras prácticamente haber atravesado la ciudad salía de la estación a escasas cuadras del edificio del consorcio empresarial que era propiedad de su padre.Su GPS la guio por las calles desconocidas hasta la dirección que estaba escrita en las cartas, caminó mirando los edificios y vitrinas, nunca había estado en esa parte de la ciudad pensó mientras entraba en el lujoso edificio. Esperaba que su pap&a
Gema sentía que su corazón retumbaba, estaba muy nerviosa, no sabía que sentía en ese momento ahora que tenía a su padre enfrente, no sabía qué haría si la rechazaba o no quería ayudarla, su plan solo llegaba hasta allí, así que decidió que atacaría directamente.―Hola, Gema ―respondió su padre.Gael la miraba con intensidad. «Es una niña increíblemente bella», pensó, sus rasgos eran muy parecidos a los que recordaba de su madre, pero a diferencia de Ivanna, esta niña tenía los ojos azules típicos de los Evans. No dudaba de su paternidad, Ivanna era virgen cuando se acostó con él, las fechas coincidían, pero al verla a los ojos se reafirmó su certeza de que esta niña era suya.El amor lo inundó, quería abrazarla, pero por su actitud creía que ella no aceptar
Gael se sumió en sus recuerdos, su mente regresó al momento que vio a Ivanna por primera vez, doce años atrás.Había conocido al señor Smirnov por medio de su padre. El ruso tenía negocios en Ucrania y buscaba un socio que aportara un poco de capital, su padre estaba muy interesado porque era una muy buena oferta. El negocio era un gran hotel con centro comercial en Kiev la capital de ese país. Fueron invitados a una cena en Brighton, donde el señor Smirnov tenía una mansión, pasarían la noche y regresarían a Londres después del desayuno.Durante la cena estuvieron presentes, el señor Smirnov, su padre y él. El hombre era un negociador nato y la sobremesa se prolongó por horas hasta que llegaron a unas condiciones que ambos empresarios consideraron adecuadas.Celebraron el cierre del negocio con vodka ruso, él bebió más de l
Cuando llegaron al hospital, Gema condujo a su padre hasta la sala de espera donde le había indicado la trabajadora social que debía esperarla. Gael se acercó al estar de enfermeras donde una rubia guapa vestida de uniforme de enfermería revisaba unas historias.―La habitación de la señora Ivanna Smirnov ―preguntó a la chicaLa enfermera levantó la vista de lo que estaba leyendo, lo miró a los ojos para después descender hasta donde le llegaba la vista, satisfecha con lo que vio, levantó su mirada y le sonrió coqueta.―¿Es familiar de la señora Smirnov? ―preguntó solicita.Gema volteó los ojos provocando en su padre una sonrisa.―Soy el padre de la hija de la señora Smirnov ―respondió señalando a la niña, aún con la sonrisa en los labios.La enfermera Smith entró en ese momento al cub&iacut
Cuando regresaron al hospital los estaba esperando la trabajadora social junto a un policía. La señora Brown era una mujer de unos cuarenta años, pelo castaño, cara de cansancio y, delgada como una espiga. Estaba hablando con la enfermera Smith, parecía bastante molesta.Gael previendo que esto podía ocurrir, le pidió a Ian que se acercara al hospital con el certificado de nacimiento y las cartas que había dejado encima de su escritorio, para solventar cualquier problema legal que pudiera presentarse con la trabajadora social.Imaginaba que la mujer estaría lo bastante enfadada con Gema como para ponerse pesada y había tenido razón, «mira que darle medio frasco de laxante, irá al baño hasta el día del juicio final», pensó Gael divertido.―¡Aquí estás!, pequeña estafadora, no podrás volver a escaparte de mí,
Salieron del hospital media hora más tarde, después de que una enfermera les pidiera abandonar la habitación. Ivanna debería dormir toda la noche por los efectos residuales de la anestesia. Gael le pidió al chofer que los llevara a su ático, Gema protestó, ella debía volver a su casa con la señora Petrov, si no lo hacía ¿quién cuidaría de la abuela y de Sasha?Con mucha paciencia Gael le explicó que la señora Thompson, su secretaria, le informó que había contratado a una chica para que atendiera a la anciana y al gato desde esa misma tarde. Le prometió que a la mañana siguiente la llevaría a visitarla. La niña no se quedó tranquila hasta haber hablado con la señora Petrov por teléfono durante todo el camino hasta el ático, una sonrisa asomó a sus labios cuando la escuchó preguntar mil
A Gael le costó dos horas y cientos de explicaciones calmar a sus padres.Un furioso William caminaba de aquí para allá. Los ojos de Miranda refulgían de rabia―¿Cómo pudo el señor Smirnov atentar contra la vida de su hija?―Yo tampoco lo concibo papá, sé que esas prácticas son comunes en la Bratvá, pero Iván Smirnov no pertenecía a ninguna organización criminal. ¿Recuerdas que lo mandamos a investigar en aquel entonces?―Sí, lo recuerdo ―respondió Williams con el ceño fruncido.―En ese momento no supe el nombre del prometido de Ivanna, el investigador que contraté para buscarla me hizo creer que ella se había casado seis meses después con Vladimir Kuznetsov, y la información que manejo de sus negocios es que su fortuna proviene de tratos corruptos con el gobierno, pero no hay indicios de que pert
Ivanna abrió los ojos con pesadez, le dolía todo el cuerpo, miró a su alrededor buscando a Gema. No estaba, ¿dónde estaría su hija?, se preguntó con preocupación. Frunció el ceño al darse cuenta de que estaba en una habitación privada lo que incrementó su ansiedad porque estaba segura de que su seguro médico no cubría ese gasto adicional. Hablaría con la enfermera tan pronto entrara por esa puerta para que la trasladaran a una sala común. Como en una avalancha, su cabeza se llenó de imágenes de Gael, su mente se empañaba en gritarle que él estuvo allí al lado de su hija. Que le prometió cuidarla, pero pensó que eso era imposible y que era probable que su alucinación fuese producto de la anestesia, porque nunca le había operado antes y por consiguiente jamás la habían anestesiado por completo. Mientras estaba sumida en sus pensamientos, su mejor amiga, Olivia, entró en la habitación, se conocían desde que ambas empezaron a trabajar en la recepción del hotel diez