—¡No eres bienvenida a esta casa! —exclamó John lleno de odio. —¡Cuñado! Hablas como si esta casa fuera tuya, cuando, gracias a mi hija, pasó de una pocilga a una mansión… — protestó con arrogancia. —¿Hija? —preguntó Lorena desconcertada y retrocedió. —Ella es tu madre, Lorena… —dijo Gwen preo
El señor Phai y Natalie se veían cada noche en secreto debajo de un gran roble, lejos de los ojos curiosos de los pueblerinos y siendo víctimas de la pasión que los torturaba en cuanto caía el sol. Después de un mes, el señor Phai tuvo que regresar a la ciudad, dejando a una mujer embarazada. Los
—¿Qué haces aquí, Natalie? —preguntó Alfonso con recelo. —Seré breve… Quiero que admitas que Lorena es tu hija… Así de sencillo. No me importa si a tu esposa no le parece. Lo que quiero es que nuestra hija no se quede desamparada cuando yo no esté… —¿A qué te refieres? —De pronto Alfonso se mostró
Apretó sus manos en los descansabrazos de la silla y se levantó con ese nudo en la garganta asfixiándola. No tenía sentido seguir hablando del tema. Dio media vuelta y abandonó el despacho, queriendo buscar un lugar donde esconderse y no sentir dolor. Natalie la vio salir apresurada y decidió no det
Lorena tomó un vestido floral del clóset, así como una mascada con la que recogió su cabello y caminó por los pasillos dispuesta a salir de la hacienda e ir al mercado. —¿Saldrás? —preguntó Natalie que descansaba en una cómoda silla de mimbre en el jardín. —Iré al mercado por algunos ingrediente
—¡Ayúdame, por favor! ¡Recuerda los buenos tiempos! ¡No dejes que esta loca me mate! ¡¿Olvidaste lo felices que éramos juntos?! Sus palabras congelaron a Lorena, otro golpe a sus sentimientos. ¿Cuántas cosas desconocía de Johan? Donna, quien era muy perspicaz, notó ese cambio en la actitud de su
Lorena veía su celular, el número de Román esperaba pacientemente a ser marcado, pero si algo caracterizaba a Lorena, aparte de su bondad y nobleza, era la indecisión. Su ansiedad la hacía pensar que tal vez no era el momento. «Está demasiado ocupado salvándome el trasero como para alertarlo porque
El pequeño Peter estaba ansioso sobre la cama. Había escuchado el forcejeo y aunque desconocía el motivo del ruido, se asustó. Lorena se acercó llena de instinto maternal y lo estrechó con dulzura, llenándolo de besos y consuelo. —Mi bebé, todo está bien. No te asustes, yo te protejo. —Por un momen