Apretó sus manos en los descansabrazos de la silla y se levantó con ese nudo en la garganta asfixiándola. No tenía sentido seguir hablando del tema. Dio media vuelta y abandonó el despacho, queriendo buscar un lugar donde esconderse y no sentir dolor. Natalie la vio salir apresurada y decidió no det
Lorena tomó un vestido floral del clóset, así como una mascada con la que recogió su cabello y caminó por los pasillos dispuesta a salir de la hacienda e ir al mercado. —¿Saldrás? —preguntó Natalie que descansaba en una cómoda silla de mimbre en el jardín. —Iré al mercado por algunos ingrediente
—¡Ayúdame, por favor! ¡Recuerda los buenos tiempos! ¡No dejes que esta loca me mate! ¡¿Olvidaste lo felices que éramos juntos?! Sus palabras congelaron a Lorena, otro golpe a sus sentimientos. ¿Cuántas cosas desconocía de Johan? Donna, quien era muy perspicaz, notó ese cambio en la actitud de su
Lorena veía su celular, el número de Román esperaba pacientemente a ser marcado, pero si algo caracterizaba a Lorena, aparte de su bondad y nobleza, era la indecisión. Su ansiedad la hacía pensar que tal vez no era el momento. «Está demasiado ocupado salvándome el trasero como para alertarlo porque
El pequeño Peter estaba ansioso sobre la cama. Había escuchado el forcejeo y aunque desconocía el motivo del ruido, se asustó. Lorena se acercó llena de instinto maternal y lo estrechó con dulzura, llenándolo de besos y consuelo. —Mi bebé, todo está bien. No te asustes, yo te protejo. —Por un momen
Esa tarde Johan se encargó de los dos hombres que Lorena había atado, así como preparó todo para regresar a la ciudad. Antes de que pudieran irse del pueblo, le hizo una visita a Alfonso, y como esperaba, la residencia estaba bien custodiada, pero no fue problema para él escabullirse. Con una bala
No pudo evitar levantar la mano, tentado a acariciar su mejilla. Entre más tiempo pasaba con ella, más se embriagaba de su calor. —No lo hagas… —dijo Lorena entre dientes—. Soy solo un trabajo, ¿recuerdas? Por un momento se vieron a los ojos, ambos moribundos y heridos. Los dedos de Johan delinea
—¡Lorena! —¡Señor Román! —Explotó en felicidad Lorena y corrió con todas sus fuerzas hasta llegar a él, que de inmediato la recibió entre sus brazos y la cargó como lo haría con una hija. La estrechó tan fuerte que Lorena sentía que no podía respirar, pero no importaba, podría romperle cada hueso