Marianne POV
—Helena y yo nos sentimos como si ya formases parte de la familia. Debo decir, que Helena se a encariñado contigo.—Yo también le he cogido cariño a Helena.—Recordé nuestra visita al spa, sonriendo para mí.—Bueno, eso está bien. Muy bien. Quería preguntarte, si me lo permites ¿Estás bien? Antes parecías disgustada.—Una expresión paternal cruzó las perfectas características de su rostro.—Sí, señor. Solo un malentendido…—Me sonrojé mordiéndome el labio mientras volvía la cara.—Ya veo. Bueno, espero que no haya más malentendidos. Odio ver a una mujer hermosa en apuros.—Su sonrisa torcida era muy similar a la de Edgard.Solté una risita tonta y me sonrojé furiosamente.—Ya veo de donde salió el encanto de Edgard.—Bueno, tenía que heredar algo bueno de mi.—Contestó.—Papá, deja de ligar con mi novia.—Rió Edgard.—Ahora, si no te importa, me debes un baile.—Me alejó de los brazos de su padre y me acercóEdgard POV—Esta noche no se trata de mí, sino de ti. Quiero sentirte.—Le dije simplemente. Ella presionó sus caderas contra mi cuerpo, con movimientos lentos. Seguramente podía ver el efecto que me estaba provocando. Dejó caer la cabeza contra mi hombro cuando yo comencé a acariciarla más fuerte. —Edgard…—Gimió mientras terminaba. Se desplomó contra mí sin poder seguir aguantando el equilibrio.La cogí en brazos con facilidad y la llevé a mi cama. La primera cosa que hizo cuando se sentó fue quitarme las gafas. Ella sabía que me las quitaría luego cuando me librase de la ropa. Solo para ella.Me quité toda la ropa, a excepción de los bóxers. Me metí con Marianne en la cama, que se acurrucó contra mí. Aun llevaba puesto su asombroso corsé y deseaba liberarla de él, pero me di cuenta de que respiraba profundamente, con lentitud. Estaba dormida.Sonreí y nos cubrí con las sabanas. Marianne se dio la vuelta de manera que su cabeza descansó
Marianne POV—Ve yendo, quiero coger algo antes.—Dije dándole un beso en la mejilla. Él asintió y me dejó a solas con mis pensamientos.Saqué el sobre y el regalo de Edgard de mi mochila. Me senté un momento, mirándolos, con la esperanza de que fuese suficiente. Los sostuve contra mi pecho mientras pasaba por el vestíbulo hacia la sala de estar.La casa había vuelto a la normalidad excepto por el hermoso árbol de la esquina de la sala que estaba rodeado de montones de regalos. Si no hubiese asistido nunca me abría imaginado que la noche anterior se había celebrado una fiesta. Edgard permanecía sentado en el sofá frente a sus padres que también estaban en pijama.—¡Buenos días, querida!—Dijo Helena alegremente.—Te traje algo de café, justo como a ti te gusta.—Me dijo Edgard dulcemente. Me incliné sobre el sofá y le acaricié suavemente la mejilla. Coloqué mis dos regalos y me senté junto a Edgard. Me dio la taza y con su brazo rodeó mis ho
Marianne POV Me reí suavemente y me incorporé. Aun no había abierto su regalo. Era el de uno de sus padres. Se trataba de una gran caja que descansaba junto a sus pies. Me enderecé y bebí un trago de mi café. Miré a Helena y Carl, estaban sonriéndonos a Edgard y a mí. Me sonrojé y me mordí el labio. —¡Oh, guay! ¡Una guitarra!—Gritó Edgard como si fuese un niño pequeño en una tienda de caramelos cuando abrió la caja. —Y además, ya hemos contratado a alguien para que te de clases en Crossport. Si estás de acuerdo.—Dijo Carl con una gran sonrisa. Le encantó la reacción de su hijo. —¡Es genial, gracias! Me encanta. Puso la guitarra en su regazo y comenzó a rasguear las cuerdas. Sonreí.—¿Te importa si te doy mi regalo? No es mucho, pero…—Dejé mi café y fui hasta el árbol. Le entregué el sobre a Helena y, después, el paquete a Edgard. Edgard lo rompió con rapidez. Solté una risita al ver su expresión de entusiasmo. Sacó el libro de cuero y pasó los dedos por él. Encontró una esquina
Marianne POV Abrí la caja y miré. En el interior había dos billetes de avión para cualquier destino que quisiese validos durante un año. —Pensamos que tal vez Edgard y tu quisieseis viajar algún día. O tal vez venir a visitarnos…—Helena se miró los pies, tratando de aparentar que no estaba insinuando nada. Me abalancé hacia Helena y la abracé con fuerza.—Desearía que fueseis mis padres. Sois perfectos. —Marianne, odio romper tu burbuja, pero entonces esto sería considerado incesto…—Se burló Edgard. Me reí y abracé con más fuerza a Helena. —Quizás algún día seas mi hija.—Dijo besándome la frente. Me sonrojé intensamente y agaché la cabeza. —Creo que están tratando de casarte a la fuerza, Edgard. —No me quejo.—Dijo sonriendo.—Y ahora ¿Qué tal si desayunamos? ******** Edgard POV El resto del día de navidad lo pasamos holgazaneando en casa vestidos con nuestros pijamas. Con mi piano toqué varias canciones de navidad, con Marianne siempre sentada en mi regazo. Nos sentamos frente
Marianne POV Me detuve cuando vi a Edgard. Estaba para comérselo con su chaqueta de cuero y sus vaqueros ceñidos. Su cabello estaba cubierto por un gorro negro, que en comparación hacia que su piel pareciese blanca como la nieve. Debía de haberme oído porque volvió su rostro en mi dirección y sonrió. ¿Por qué me había comportado de aquella manera el otro día? Le amaba sin que importase nada más. Era perfecto como era. No tenía que cambiar, por mí o por cualquier otra persona. —¡Mira quien parece preparada para una tormenta de nieve!—Se burló Carl. Me sonrojé y agaché la cabeza.—Creo que estas adorable, querida.—Me alentó. —Gracias.—Dije con una risita. Caminé hacia Edgard y le tomé del brazo. —El taxi debería estar aquí de un momento a otro.—Se inclinó y suavemente me besó en la mejilla. Me ofrecí a conducir si los padres de Edgard me dejaban prestado un coche pero él llevaba razón cuando me dijo que yo no sabía dónde estaba nada y que él no sería de mucha ayuda. Tenía razón. Si
Marianne POVLa banda salió al escenario poco después y comenzó a tocar. Empezaron con una de sus canciones más populares.— Hay otro mundo dentro de mí que tú nunca veras. Hay secretos en esta vida que no puedo ocultar. En algún lugar de esta oscuridad hay una luz que no puedo encontrar. Quizá se halla demasiado lejos, tal vez simplemente estoy ciego… tal vez simplemente estoy ciego. Por lo tanto, abrázame cuando esté allí, simplemente ayúdame cuando esté mal, abrázame cuando esté asustado y ámame cuando me marche. Además seré quien querías que fuese. Nunca te decepcionaré, incluso si puedo dejarlo todo si es por tu bien. Así que abrázame cuando este allí. Simplemente ayúdame cuando esté mal. Puedes abrazarme cuando este asustado. No estarás allí para siempre así que ámame cuando me marche.Me moví incómoda en la silla, mordiéndome los labios. La expresión de Edgard era similar. Suspiró y agachó la cabeza, pasó los dedos por su sedoso y largo cabello. Su boca era una línea dura.Reso
Edgard POVNo quería tener esa discusión, jamás, pero cuando la canción comenzó a sonar y oí la letra gemí interiormente. Me tragué mi orgullo y decidí que era ahora o nunca. La levanté y la puse sobre mi regazo, probablemente mas cera de lo que debería haberla puesto. Tenía que escucharlo y tenía que escucharlo ahora.Echó abajo cada uno de mis argumentos, alejando mis preocupaciones, pero había una con la que no podría con facilidad.—¿Me seguirás amando si no lo hago?—No pude parar las lágrimas que salían de mis ojos inútiles.—¡Oh, Edgard! Por supuesto que sí. Te amaré pase lo que pase. Desearía… desearía que pudieses ver cuánto te quiero pero si no haré que lo sientas.— Y cuando noté sus manos sobre mis mejillas y sus labios en los míos me volqué en ella y en mis lágrimas.Ellas bajaron por mis mejillas rápido y con fuerza. La atraje lo más cerca posible para poder saborearla. Necesitaba sentir su amor y que ella sintiese el mío. Necesitaba sentir cada parte de ella.—Te quiero. M
Marianne POVMe desperté de repente. La habitación estaba a oscuras y yo desnuda. Me llevó un minuto recordar donde me encontraba y lo que había pasado. Sonreí para mí y miré a ver si Edgard estaba en la cama conmigo. Hice una mueca cuando vi que no era así. Aparté la sabana y rodé para salir de la cama.—¿Edgard?—Pregunté tranquilamente.No respondió y comencé a preocuparme.—Edgard ¿Dónde estás?—Dije un poco más alto.Edgard me agarró desde atrás y chillé. Me volví entre sus brazos y le di un manotazo en el hombro.—¿Qué?—Dijo alargando la palabra.—¡Me has dado un susto de la hostia!—Le pegué de nuevo mientras se reía.—Oh, lo siento. No quería acercarme a ti sigilosamente, de verdad.—Agachó la cabeza inocentemente y se mordió el labio.—Sí que querías.—Dije haciendo un puchero. No iba a dejar que se escapase tan fácilmente.—¡Vale… quizás un poco! Pero, para ser justos, es demasiado fácil.—Pasó los dedos por mi cara para ver cuán enfadada estaba. Hice que mi labio inferior sobresali