El vapor que llenaba el baño comenzaba a disiparse lentamente mientras Heinz y Ha-na salían de la ducha. Sus cuerpos aún brillaban con pequeñas gotas de agua que rodaban por su piel como perlas. Ha-na, envuelta en la toalla de baño de Heinz, parecía pequeña y delicada, sus mejillas aún rosadas por el calor y la intimidad compartida. La tela de la toalla, grande y esponjosa, le llegaba hasta las rodillas, envolviéndola como si quisiera protegerla.Heinz tomó otra toalla y la pasó por su cabello oscuro antes de ajustarla alrededor de su cintura. Su figura atlética y marcada, acentuada por los músculos que resaltaban en sus hombros y pecho, contrastaba con la suavidad de sus movimientos mientras alcanzaba su camisa y la colocaba sobre una silla para que no se arrugara.Se cruzaron miradas. No era necesario decir nada; Había algo en ese instante, en la tranquilidad después de la tormenta de pasión, que hablaba de confianza mutua. Ha-na, con pasos ligeros, se acercó al espejo para secar un
Los señores Harada los miraban por la ventana. La verdad era que estaban agradecidos con el hombre que había salvado y ayudado a su hija, luego de que aquel la abandonara en la boda. Era increíble que hubiera que después de ese suceso tan traumante, hiciera que se enamorara de él y que estuvieran juntos. Ni como madre y padre sabían cómo tratar ese suceso. Pero Heinz Dietrich había sacado cargada a Ha-na del salón de bodas, luego se la había llevado a otra ciudad y ella había vuelta más tranquila y calmada. Ahora le revelaban que los dos tenían un romance y Ha-na se mostraba alegre, animada, feliz y alegre.Ese hombre, había salvado a su hija. Además, en él se notaba una devoción por Ha-na, que solo tenía alguien enamorado por la mujer que amaba.Los señores Harada permanecieron en silencio junto a la ventana de la sala, observando a través de las cortinas entreabiertas mientras Heinz se despedía de Ha-na con ese último beso, lleno de dulzura y promesas implícitas. Aunque no lo decían
Heinz y Ha-na llegaron juntos al edificio de la empresa en medio de una mañana radiante. Ella vestía un conjunto elegante, sencillo pero impecable, y él, como siempre, llevaba un traje perfectamente entallado que destacaba su puerta majestuosa. Mientras atravesaban los pasillos, los susurros no tardaron en surgir. Ha-na podía sentir las miradas de sus compañeros de trabajo, algunas curiosas, otras envidiosas, pero todas cargadas de interés.No era solo la presencia de Heinz, imponente y magnética, lo que atraía la atención. Era también el hecho de que estaba allí con ella. Después del fatídico día de su boda fallida, los rumores habían recorrido la oficina como un incendio descontrolado. Muchos habían especulado sobre el misterioso hombre que la había llevado consigo, y ahora ese mismo hombre caminaba a su lado con una confianza absoluta, como si estuviera marcando territorio.El auditorio estaba lleno cuando llegaron. Heinz le dedicó una breve mirada antes de avanzar al frente. Ha-na
Capítulo 203 El enaltecimiento ediHa-na se pausó por un momento, dejando que las palabras resonaran en el auditorio. Su mirada pasó por los rostros familiares y terminó en el de Heinz.—He pasado por momentos difíciles, y este lugar, estas paredes, fueron testigos de muchos de ellos. Pero hoy me encuentro aquí, más fuerte, más decidida y agradecida por lo que he aprendido.El auditorio quedó en un silencio expectante, mientras Ha-na sentía cómo sus emociones se mezclaban con el orgullo.—No estoy sola —añadió, volviendo la mirada hacia Heinz, sin disimular el brillo de admiración en sus ojos—. Agradezco a todos los que han creído en mí, pero en especial a una persona que, sin importar las circunstancias, ha estado allí para apoyarme y levantarme cuando más lo necesitaba.Heinz, que se mantenía firme y elegante a su lado, le dedicó una leve inclinación de cabeza, como si aceptara el reconocimiento sin orgullo, sino con una calidez que solo ella podía ver.—Gracias a todos por permitir
Así, cuando Heinz entró al comedor, todos levantaron la vista. El silencio se hizo palpable, como si su sola presencia alterara la dinámica de la sala. Pero lo que verdaderamente capturó la atención de todos fue la mujer que lo acompañaba.Ha-na, con un vestido sobrio, pero impecablemente elegante, caminaba a su lado con una mezcla de gracia y determinación. Su cabello estaba recogido en una coleta baja que dejaba al descubierto su rostro, y sus ojos almendrados, enmarcados por un maquillaje discreto, brillaban con una mezcla de nerviosismo y fuerza.Heinz sostuvo la silla para que ella se sentara antes de tomar su lugar junto a ella. El movimiento no pasó desapercibido para los presentes, especialmente para sus padres, quienes intercambiaban miradas.Al comenzar la cena, la conversación fue superficial al principio, limitada a temas triviales: negocios, el clima y los últimos eventos en la ciudad. Marianne apenas habló, limitándose a responder con monosílabos mientras examinaba a Ha-
La cercanía entre ellos era abrumadora. Sus respiraciones eran profundas y rápidas, sus ojos nunca apartándose del otro, como si el momento fuera demasiado precioso para desperdiciar incluso un segundo sin observarse. Heinz la miró como si fuera la flor más rara y valiosa del mundo, un ser que merecía cada gota de amor y devoción que él podía ofrecer.—Te amo, Ha-na —dijo él finalmente, su voz teñida de una mezcla de pasión y vulnerabilidad—. Tú eres la primera para mí en todos los sentidos. Mi amor platónico, la mujer que me gustó, mi gran amor, mi amor verdadero. Te esperé por años y cada segundo ha valido la pena.Ella lo miró con lágrimas brillando en sus ojos, su corazón latiendo con tanta fuerza que sintió que él podía escucharlo.—Gracias a ti, por salvarme y ayudarme en mi peor momento. Te amo, Heinz —respondió, su voz temblando ligeramente, pero llena de verdad.Heinz la tomó por la cintura, atrayéndola hacia él mientras sus labios se encontraban de nuevo en un beso que parec
La empresa en esa ciudad había comenzado a vaciarse, el bullicio de las conversaciones se desvanecía mientras los empleados reconocían sus pertenencias y se despedían entre sí. Las luces de las áreas comunes se atenuaban poco a poco, y un silencio envolvente empezaba a llenar el espacio. Heinz y Ha-na, como si estuvieran siguiendo un ritual tácito, permanecían en sus respectivos puestos de trabajo, sin prisa por abandonar la oficina.Heinz alió de su oficina asignada y fue a la de Ha-na. Se sentó en su elegante sofá. Entonces, desabrochó el botón superior de su camisa. Ahora era él el que tenía que buscarla. Contemplaba como Ha-na terminaba de organizar unos documentos en su escritorio. Su mirada, intensa y fija, se posó en ella, admirando la forma en que su cabello caía sobre sus hombros y cómo sus movimientos eran precisos, casi coreografiados. Había algo magnético de la manera en que ella se desenvolvía, y él sabía que no podría resistirse por mucho más tiempo.Ha-na consciente de
Heinz vio como su orgasmo brotaba de la rosada y hermosa intimidad de Ha-na. Algunas gotas cayeron al piso. Se alzó el pantalón y la cargó en sus brazos al espacioso baño interno del despacho. La luz se encendió, dando claridad. La acomodó con cuidado en el piso. Agarró papel sanitario.Ha-na se apoyó contra la pared, con su espalada inclinada y su trasero sacado, mientras las delgadas piernas las tenía separada. Sonrojada, jadeando y sudada miró por el encima del hombro. Antes cada uno se limpiaba por separado, pero esa barrera también se había derrumbado. Luego de confesarse sus sentimientos y volverse novios, su confianza mutua había vuelto trascender. Ya no había intrigas o malentendidos entre ellos.Heinz comenzó a limpiar con ternura la humanidad manchada de Ha-na. Sus dedos acariciaban su intimidad, recogiendo el viscoso orgasmo blanco con movimientos suaves pero firmes. Ha-na jadeaba y temblaba bajo su toque, cada caricia provocando que su cuerpo respondiera con pequeños estre