Alessandra despertó con el cuerpo entumecido y el rostro hinchado por los golpes. Su garganta ardía por el agarre de Vincenzo, pero su mente bullía con una sola idea: escapar.Desde la habitación donde la tenían encerrada, pudo escuchar una conversación. Vincenzo hablaba con alguien por teléfono.—Enzo hará un comunicado de prensa mañana. Está desesperado por encontrarla. Lo tenemos donde queremos.¿Haría eso? ¿Por esa mujer? No, debía ser un error.—Sí, está demasiado desolado. —parecía que él se burlaba de Enzo. —Tengo a la arpía de Alessandra bajo mi poder, ella sabe dónde está la mujer de ese hombre, me lo dirá y con eso tengo para hacer que Enzo se mueva a mi antojo.—Te equivocas, la mujer de Enzo soy yo. Siempre lo he sido. —susurró para ella misma, sintiendo la rabia burbujear en su interior.Alessandra se aferró a esa información como a un salvavidas. Si Enzo iba a hacer un comunicado, significaba que aún la quería, ¿cierto? No podía aceptar que él realmente amara a Brooke. S
Brooke se removió incómoda en la cama. La habitación era poco espaciosa, con muebles desgastados y una iluminación tenue que contrastaba con la realidad de su situación. No importaba cuánto intentara distraerse, el hecho seguía siendo el mismo: estaba secuestrada.Gabriel, el hombre que la mantenía prisionera, estaba sentado en un sillón cerca de la ventana. Su semblante estaba más pálido de lo habitual, su respiración era pesada y sus manos temblaban ligeramente. La fiebre seguía consumiéndolo.Ella desvió la mirada hacia la cama improvisada donde Alessia dormía. Su amiga respiraba con calma, ajena a la tensión que llenaba la habitación. No le daban los mismos alimentos que a ella y por ende estaba débil. Brooke se mordió el labio con fuerza. Tenía que encontrar una manera de sacarlas de ahí.—Te ves cansado —dijo suavemente, con un tono cuidadoso.Gabriel esbozó una sonrisa débil.—No es nada que no pueda soportar.Brooke asintió, fingiendo comprensión. Sabía que él estaba débil. Y
El ambiente en la cabaña era tenso. Brooke y Alessia habían estado esperando con paciencia, analizando cada movimiento de Gabriel, observando cómo su enfermedad lo debilitaba poco a poco. Sabían que solo era cuestión de tiempo antes de que estuviera demasiado débil para detenerlas, y entonces podrían escapar.Pero no contaban con ella.La puerta de la cabaña se abrió de golpe, dejando entrar una ráfaga de viento helado junto con una presencia aún más escalofriante.Alessandra.Vestía un abrigo negro largo, su cabello despeinado y su mirada desquiciada. Pero lo más inquietante era la sonrisa torcida que adornaba su rostro.—Vaya, vaya… —canturreó, cerrando la puerta tras de sí—. ¿No es este un cuadro encantador? Brooke, la inocente princesa atrapada, y Alessia, la fiera sin garras.Brooke sintió un escalofrío recorrer su espalda. Alessia, por su parte, se irguió con la poca fuerza que tenía, su mandíbula apretada en señal de furia contenida.—¿Qué haces aquí? —espetó Brooke, tratando d
El cuerpo de Gabriel golpeó el suelo con un sonido seco y alarmante. Brooke se quedó helada por un segundo, su mente procesando la escena con lentitud.—¡Gabriel! —Alessia fue la primera en reaccionar, incorporándose rápidamente a pesar de su debilidad.Brooke se arrodilló junto a él, su corazón latiendo con violencia. Gabriel respiraba, pero su piel estaba ardiendo y su pecho subía y bajaba con dificultad. El sudor perlaba su frente y su camisa estaba empapada.—Está peor… —murmuró Brooke, sintiendo una mezcla de alivio y desesperación. Esto significaba que su estado era crítico, pero también que era su oportunidad de escapar.Alessia miró hacia la puerta, asegurándose de que Alessandra realmente se había ido.—Tenemos que aprovechar esto.Brooke asintió con rapidez, pero su mirada se posó en Gabriel. Estaba inconsciente, indefenso… La situación era irónica. Su captor ahora estaba a merced de ellas.—No podemos dejarlo así.Alessia la miró con incredulidad.—¿Qué? ¿Después de todo lo
El aire gélido se colaba por la puerta abierta, pero la presencia que aguardaba afuera era más escalofriante que el frío cortante del bosque.Alessandra estaba de pie en el umbral, su silueta recortada contra la penumbra, con el cabello despeinado y una sonrisa burlona en los labios. Su expresión era de puro placer malicioso al verlas congeladas en su lugar.—¿Qué pasa? —se burló, cruzándose de brazos—. ¿No pensaban marcharse sin despedirse de mí, verdad?Alessia sintió una oleada de rabia trepar por su pecho.—¿Vienes a seguir jugando, perra? —espetó, adelantándose para ponerse entre Brooke y Alessandra—. Pensé que solo eras valiente cuando yo estaba atada.Los ojos de Alessandra brillaron con furia.—¿De verdad crees que me asustas, Alessia? —rio con desprecio—. Si tanto te gusta pelear, aquí me tienes.Brooke intentó aferrarse a Alessia, pero esta ya estaba dando un paso al frente, dispuesta a enfrentarla.Alessandra no esperó. Se lanzó con fiereza, su brazo moviéndose en un arco r
El bosque era un laberinto de sombras y ramas afiladas. La nieve que comenzaba a caer apenas iluminaba su camino, y el frío les mordía la piel con cada paso. Alessia y Brooke avanzaban con dificultad, sintiendo el agotamiento apoderarse de ellas.—No podemos parar… —murmuró Alessia, ayudando a Brooke a mantenerse en pie.La pelea con Alessandra la había dejado débil, pero no podía permitirse caer ahora. No cuando Brooke, embarazada y temblando de frío, la necesitaba.—¿Cuánto… cuánto más? —preguntó Brooke con la voz entrecortada.Alessia miró alrededor, tratando de orientarse, pero todo parecía igual. Árboles altos, maleza espesa, la sensación de estar dando vueltas en círculos.—Tenemos que seguir. Enzo debe estar buscándonos.Brooke asintió con dificultad, apretando la chaqueta alrededor de su cuerpo. Su respiración era pesada, y Alessia notó que su paso comenzaba a volverse errático.—No te duermas —advirtió Alessia, dándole un leve empujón en el hombro.—No lo haré… —susurró Brook
Las luces blancas y frías del hospital parpadeaban en los pasillos, reflejándose en los rostros tensos de quienes esperaban noticias. El sonido de los monitores y el incesante murmullo de enfermeras y médicos creando un ambiente de ansiedad insoportable.Enzo no podía quedarse quieto. Caminaba de un lado a otro frente a la sala de urgencias con los puños cerrados y la mandíbula apretada. Cada segundo que pasaba sin noticias de Brooke era una tortura.—Se salvará… Se salvará —murmuraba para sí mismo, como si repetirlo hiciera que fuera cierto.Vittorio estaba a su lado, con la espalda apoyada en la pared, observándolo en silencio. Cerca, Sophie lloraba en los brazos de uno de los policías que los había acompañado. Alessia, en cambio, estaba sentada en una de las camillas de emergencias, con la mirada perdida y la piel pálida.La espera era insoportable.Minutos que se sentían como horas transcurrían sin que un médico apareciera con alguna actualización. Brooke estaba en estado crítico,
El aire en la sala de hospital era pesado, saturado de incertidumbre y la mezcla de aromas a desinfectante y esperanza. Yo, Enzo, me encontraba sentado en una de las sillas del corredor, con la cabeza entre mis manos, sintiendo el peso de cada segundo que pasaba sin noticias claras de Brooke. La culpa me carcomía; cada imagen de ella en estado crítico se repetía en mi mente, y el silencio de esos pasillos solo aumentaba mi desesperación.Finalmente, un médico se acercó al grupo reunido en la sala de espera. Su semblante era serio, pero había en sus ojos un brillo tenue de esperanza.Enzo se levantó con rapidez apenas lo vio, alertando al resto de los que estaban ahí.—Señor Lombardi, la señora Brooke y el feto han respondido mejor de lo esperado —anunció con voz profesional, pero con una nota de asombro—. A pesar de las complicaciones del accidente y la exposición al frío, los signos vitales del bebé se mantienen estables.Un murmullo recorrió la sala. Yo apenas podía respirar; las pa