El bosque era un laberinto de sombras y ramas afiladas. La nieve que comenzaba a caer apenas iluminaba su camino, y el frío les mordía la piel con cada paso. Alessia y Brooke avanzaban con dificultad, sintiendo el agotamiento apoderarse de ellas.—No podemos parar… —murmuró Alessia, ayudando a Brooke a mantenerse en pie.La pelea con Alessandra la había dejado débil, pero no podía permitirse caer ahora. No cuando Brooke, embarazada y temblando de frío, la necesitaba.—¿Cuánto… cuánto más? —preguntó Brooke con la voz entrecortada.Alessia miró alrededor, tratando de orientarse, pero todo parecía igual. Árboles altos, maleza espesa, la sensación de estar dando vueltas en círculos.—Tenemos que seguir. Enzo debe estar buscándonos.Brooke asintió con dificultad, apretando la chaqueta alrededor de su cuerpo. Su respiración era pesada, y Alessia notó que su paso comenzaba a volverse errático.—No te duermas —advirtió Alessia, dándole un leve empujón en el hombro.—No lo haré… —susurró Brook
Las luces blancas y frías del hospital parpadeaban en los pasillos, reflejándose en los rostros tensos de quienes esperaban noticias. El sonido de los monitores y el incesante murmullo de enfermeras y médicos creando un ambiente de ansiedad insoportable.Enzo no podía quedarse quieto. Caminaba de un lado a otro frente a la sala de urgencias con los puños cerrados y la mandíbula apretada. Cada segundo que pasaba sin noticias de Brooke era una tortura.—Se salvará… Se salvará —murmuraba para sí mismo, como si repetirlo hiciera que fuera cierto.Vittorio estaba a su lado, con la espalda apoyada en la pared, observándolo en silencio. Cerca, Sophie lloraba en los brazos de uno de los policías que los había acompañado. Alessia, en cambio, estaba sentada en una de las camillas de emergencias, con la mirada perdida y la piel pálida.La espera era insoportable.Minutos que se sentían como horas transcurrían sin que un médico apareciera con alguna actualización. Brooke estaba en estado crítico,
El aire en la sala de hospital era pesado, saturado de incertidumbre y la mezcla de aromas a desinfectante y esperanza. Yo, Enzo, me encontraba sentado en una de las sillas del corredor, con la cabeza entre mis manos, sintiendo el peso de cada segundo que pasaba sin noticias claras de Brooke. La culpa me carcomía; cada imagen de ella en estado crítico se repetía en mi mente, y el silencio de esos pasillos solo aumentaba mi desesperación.Finalmente, un médico se acercó al grupo reunido en la sala de espera. Su semblante era serio, pero había en sus ojos un brillo tenue de esperanza.Enzo se levantó con rapidez apenas lo vio, alertando al resto de los que estaban ahí.—Señor Lombardi, la señora Brooke y el feto han respondido mejor de lo esperado —anunció con voz profesional, pero con una nota de asombro—. A pesar de las complicaciones del accidente y la exposición al frío, los signos vitales del bebé se mantienen estables.Un murmullo recorrió la sala. Yo apenas podía respirar; las pa
El tiempo en el hospital parecía moverse de manera diferente. A veces pasaba lento, como si cada segundo se arrastrara con pesadez. Otras veces, los minutos se esfumaban entre exámenes, médicos entrando y saliendo, susurros de esperanza y el incesante pitido de las máquinas que mantenían a Brooke con vida.Enzo no se había movido de su lado. No importaba que le insistieran en descansar o comer algo. No podía. No hasta que ella abriera los ojos.Desde el umbral de la habitación, Vittorio lo observaba en silencio. Sabía que intentar convencerlo de alejarse un momento sería inútil. Enzo siempre había sido terco, pero nunca lo había visto así, con el alma hecha pedazos y aferrándose a un milagro.—Se ve destruido —murmuró Alessia, cruzándose de brazos junto a él.Vittorio asintió.—No va a moverse de ahí.—Ni lo hará. —Alessia suspiró, pasando la mirada por la habitación hasta detenerse en Brooke—. Se supone que ya ha pasado lo peor… pero ¿y si no despierta?La pregunta quedó suspendida e
El pequeño movimiento de Brooke fue como un rayo de esperanza en medio de la tormenta. Por un instante, Enzo creyó que despertaría, que abriría los ojos y lo vería. Pero no sucedió. Los médicos lo llamaron una respuesta involuntaria, un signo positivo, pero no una garantía. Su cuerpo aún necesitaba recuperarse. Enzo permaneció a su lado hasta que la madrugada lo encontró con la cabeza apoyada en la cama, su mano aún aferrada a la de Brooke. —Despierta, amore mio… —susurró en la penumbra—. No me hagas esperarte tanto. Pero Brooke no respondió. La mañana llegó con una calma extraña. Uno a uno, los demás comenzaron a retirarse. Robert y Melanie se marcharon con la promesa de volver en cuanto pudieran. Sophie, aunque reticente, aceptó irse a descansar, no sin antes dejar un sinfín de planes sobre compras y decoraciones para la bebé. Vittorio y Alessia también se fueron, aunque no sin miradas de advertencia hacia Enzo, como si temieran que él mismo se desplomara. Finalmente, quedó so
Una semana después...El hospital se había convertido en la segunda casa de Enzo. Se negaba a irse, a pesar de que su familia insistía en que descansara. Brooke aún no despertaba, pero había mostrado pequeños signos de mejoría: un ligero movimiento en sus manos, una respiración más estable, un cambio en los monitores que indicaba que su cuerpo estaba luchando por regresar.Cada día, Enzo se sentaba junto a su cama, tomaba su mano y le hablaba. A veces le contaba recuerdos felices; otras, simplemente le susurraba cuánto la amaba y cuánto la necesitaba. En las noches, agotado, terminaba dormido con la cabeza apoyada en la cama, con los dedos entrelazados con los de ella.Robert, Malenie y Matthew entraron esa tarde para insistir, una vez más, en que descansara.—Esto no puede seguir así, Enzo —dijo Robert con un suspiro—. Necesitas ir a casa al menos unas horas.—Estoy bien —respondió él sin apartar la vista de Brooke.—Pareces un maldito zombi —añadió Matthew, cruzado de brazos—. Brook
Habían pasado dos días desde que Brooke había despertado, y aunque su cuerpo aún estaba débil, su mente estaba más activa que nunca. Ya no dependía de tantos medicamentos, y los médicos aseguraban que su recuperación iba en buen camino. Sin embargo, había algo que seguía sin resolverse: la verdad detrás de todo lo que había ocurrido.Enzo lo sabía.Había postergado esa conversación porque no quería abrumarla. Pero Brooke lo notaba en su mirada, en la forma en que se tensaba cada vez que alguien mencionaba nombres prohibidos.Aquella tarde, cuando el sol se filtraba suavemente por la ventana del hospital, Brooke se atrevió a preguntar:—Enzo… dime la verdad. ¿Qué pasó con Alessandra, Gabriel y ese tal Vincenzo?El rostro de Enzo se endureció de inmediato.—Brooke…—Por favor. Necesito saberlo.Él suspiró pesadamente y se sentó a su lado, sosteniéndole la mano con suavidad.—Está bien.La verdad—Gabriel fue manipulado. —Enzo empezó con voz grave—. Sé que parece absurdo justificarlo, pe
Brooke estaba en casa sola, esperando que Enzo volviera de una reunión. Tenía un cheque que debía depositar ese día, pero no lograba encontrar su chequera. Recordó que Enzo mencionó haber usado una de sus chequeras la semana pasada y decidió subir a su oficina.Al entrar, notó el característico orden del lugar: cada objeto parecía estar exactamente en su lugar. Se acercó al escritorio y empezó a revisar en los cajones. En el segundo encontró sobres, contratos, y papeles que claramente pertenecían a las empresas de su esposo. Entre ellos, un título llamó su atención: “Última voluntad y testamento de Giovanni Lombardi”.Curiosa, y quizás inconscientemente inquieta, tomó el documento. Su nombre en una de las cláusulas destacaba como un grito silencioso:"Enzo Lombardi podrá acceder a la totalidad de los bienes y propiedades listados siempre y cuando contraiga matrimonio antes de cumplir los 30 años".Brooke sintió cómo su respiración se detenía mientras seguía leyendo. Ahí estaba: su nom