El tiempo en el hospital parecía moverse de manera diferente. A veces pasaba lento, como si cada segundo se arrastrara con pesadez. Otras veces, los minutos se esfumaban entre exámenes, médicos entrando y saliendo, susurros de esperanza y el incesante pitido de las máquinas que mantenían a Brooke con vida.Enzo no se había movido de su lado. No importaba que le insistieran en descansar o comer algo. No podía. No hasta que ella abriera los ojos.Desde el umbral de la habitación, Vittorio lo observaba en silencio. Sabía que intentar convencerlo de alejarse un momento sería inútil. Enzo siempre había sido terco, pero nunca lo había visto así, con el alma hecha pedazos y aferrándose a un milagro.—Se ve destruido —murmuró Alessia, cruzándose de brazos junto a él.Vittorio asintió.—No va a moverse de ahí.—Ni lo hará. —Alessia suspiró, pasando la mirada por la habitación hasta detenerse en Brooke—. Se supone que ya ha pasado lo peor… pero ¿y si no despierta?La pregunta quedó suspendida e
El pequeño movimiento de Brooke fue como un rayo de esperanza en medio de la tormenta. Por un instante, Enzo creyó que despertaría, que abriría los ojos y lo vería. Pero no sucedió. Los médicos lo llamaron una respuesta involuntaria, un signo positivo, pero no una garantía. Su cuerpo aún necesitaba recuperarse. Enzo permaneció a su lado hasta que la madrugada lo encontró con la cabeza apoyada en la cama, su mano aún aferrada a la de Brooke. —Despierta, amore mio… —susurró en la penumbra—. No me hagas esperarte tanto. Pero Brooke no respondió. La mañana llegó con una calma extraña. Uno a uno, los demás comenzaron a retirarse. Robert y Melanie se marcharon con la promesa de volver en cuanto pudieran. Sophie, aunque reticente, aceptó irse a descansar, no sin antes dejar un sinfín de planes sobre compras y decoraciones para la bebé. Vittorio y Alessia también se fueron, aunque no sin miradas de advertencia hacia Enzo, como si temieran que él mismo se desplomara. Finalmente, quedó so
Una semana después...El hospital se había convertido en la segunda casa de Enzo. Se negaba a irse, a pesar de que su familia insistía en que descansara. Brooke aún no despertaba, pero había mostrado pequeños signos de mejoría: un ligero movimiento en sus manos, una respiración más estable, un cambio en los monitores que indicaba que su cuerpo estaba luchando por regresar.Cada día, Enzo se sentaba junto a su cama, tomaba su mano y le hablaba. A veces le contaba recuerdos felices; otras, simplemente le susurraba cuánto la amaba y cuánto la necesitaba. En las noches, agotado, terminaba dormido con la cabeza apoyada en la cama, con los dedos entrelazados con los de ella.Robert, Malenie y Matthew entraron esa tarde para insistir, una vez más, en que descansara.—Esto no puede seguir así, Enzo —dijo Robert con un suspiro—. Necesitas ir a casa al menos unas horas.—Estoy bien —respondió él sin apartar la vista de Brooke.—Pareces un maldito zombi —añadió Matthew, cruzado de brazos—. Brook
Habían pasado dos días desde que Brooke había despertado, y aunque su cuerpo aún estaba débil, su mente estaba más activa que nunca. Ya no dependía de tantos medicamentos, y los médicos aseguraban que su recuperación iba en buen camino. Sin embargo, había algo que seguía sin resolverse: la verdad detrás de todo lo que había ocurrido.Enzo lo sabía.Había postergado esa conversación porque no quería abrumarla. Pero Brooke lo notaba en su mirada, en la forma en que se tensaba cada vez que alguien mencionaba nombres prohibidos.Aquella tarde, cuando el sol se filtraba suavemente por la ventana del hospital, Brooke se atrevió a preguntar:—Enzo… dime la verdad. ¿Qué pasó con Alessandra, Gabriel y ese tal Vincenzo?El rostro de Enzo se endureció de inmediato.—Brooke…—Por favor. Necesito saberlo.Él suspiró pesadamente y se sentó a su lado, sosteniéndole la mano con suavidad.—Está bien.La verdad—Gabriel fue manipulado. —Enzo empezó con voz grave—. Sé que parece absurdo justificarlo, pe
Brooke estaba en casa sola, esperando que Enzo volviera de una reunión. Tenía un cheque que debía depositar ese día, pero no lograba encontrar su chequera. Recordó que Enzo mencionó haber usado una de sus chequeras la semana pasada y decidió subir a su oficina.Al entrar, notó el característico orden del lugar: cada objeto parecía estar exactamente en su lugar. Se acercó al escritorio y empezó a revisar en los cajones. En el segundo encontró sobres, contratos, y papeles que claramente pertenecían a las empresas de su esposo. Entre ellos, un título llamó su atención: “Última voluntad y testamento de Giovanni Lombardi”.Curiosa, y quizás inconscientemente inquieta, tomó el documento. Su nombre en una de las cláusulas destacaba como un grito silencioso:"Enzo Lombardi podrá acceder a la totalidad de los bienes y propiedades listados siempre y cuando contraiga matrimonio antes de cumplir los 30 años".Brooke sintió cómo su respiración se detenía mientras seguía leyendo. Ahí estaba: su nom
Brooke se miraba al espejo mientras el eco de sus propios pensamientos la atormentaba. Tenía claro que lo mejor era alejarse, por el bebé. Aislada, podría pensar en el futuro sin distracciones, pero primero debía enfrentarse al caos.Tomó el teléfono, su mano temblando al buscar el contacto de Matthew. No sabía cómo explicarlo, pero confiaba en que él y Sophie la entenderían.—¿Brooke? —La voz de Matthew sonaba preocupada al otro lado.—Matthew, necesito que vengas. Trae a Sophie contigo. Es urgente.—¿Qué pasó? ¿Estás bien?—Estoy bien, pero necesito salir de aquí. Es... complicado. Sólo ven.Matthew entendió que algo iba terriblemente mal.—En 20 minutos estamos ahí.El ruido del motor del auto de Matthew llegó antes de que Brooke pudiera terminar de empacar. Tenía pocas cosas, pero cada prenda que colocaba en la maleta se sentía como una carga emocional más.Enzo apareció en la puerta de la habitación, sus ojos cargados de desesperación al ver las maletas.—¿Qué estás haciendo?Bro
Sophie llegó al apartamento de Brooke con los papeles en mano, su rostro cargado de incomodidad.—Brooke… necesitas ver esto. —dijo mientras extendía el sobre.Brooke, que estaba en la cocina, se giró con una ceja alzada.—¿Qué es?—Es de Enzo. Me llamó para que te los entregara, ya que soy la única que sabe de tu paradero.El nombre encendió una chispa de ira en sus ojos. Caminó hasta Sophie, tomó el sobre y lo abrió con rapidez. Apenas vio su contenido, su cuerpo entero se tensó.“No voy a firmar esto. Lo siento. Enzo.”Brooke soltó una carcajada amarga, dejando caer los papeles sobre la mesa.—¿Qué significa esto? ¿Que no puede firmar? ¡Esto no es opcional!Sophie, nerviosa, se sentó en el sofá.—Brooke, cálmate por favor. Mejor habla con él.—¡Calmarme! —gritó ella—. ¿Qué hay para hablar, Sophie? Ya lo hablé todo. Él destruyó mi vida. ¿Qué más quiere de mí?Lo que ambas ignoraban era que esos papeles no habían llegado por casualidad. Enzo había mandado a seguir a Sophie desde el m
Punto de vista de Brooke. Era temprano y ya estaba despierta. Bueno, en realidad ni siquiera pude dormir pese a que el viaje fue largo. Apenas llegué, me propuse a acomodar algo para recostarme y descansar pero no fue posible, Enzo estaba en mi mente todo el tiempo. —¿Te hace falta algo? Dímelo y yo te lo resuelvo. —la voz de Sophie al otro lado de la linea me trajo a la realidad. —No, tranquila. Quiero evitar lo que pasó ayer, estoy segura de que él te siguió y por eso me marché. Escuché un suspiro de su parte. —Lo siento, realmente no fue mi intención. No llegué a pensar que él haría eso. Reí amargamente. Estábamos hablando de Enzo Lombardi, mi esposo. Ese hombre que de todo era capaz con tal de obtener lo que quería. —No te preocupes, es mejor así. Que él supiese mi ubicación iba a ser un infierno. Lo conozco. —Hoy vino a gritarme y exigirme que le dijera donde tú estabas, como que había ido temprano a verte pero al enterarse de que no estabas... Enloqueció, no lo tomó bien