Dime, ¿te está gustando?
El hospital era un hervidero de actividad mientras la policía revisaba cada pista disponible. Enzo no podía quedarse quieto; caminaba de un lado a otro con los puños apretados, la mandíbula tan tensa que parecía que iba a romperse. La imagen de Brooke siendo arrastrada fuera del hospital lo quemaba por dentro. No podía permitirse perderla, no de nuevo.—Se esfumaron —gruñó uno de los agentes de la policía, revisando las cámaras de tráfico—. No aparecen en ninguna de las grabaciones de las calles cercanas.—¡Entonces busquen mejor! —rugió Enzo, golpeando la mesa con el puño—. No pueden haberse evaporado. ¡Tienen que estar en algún maldito lugar!Sophie y Matthew estaban junto a él, ambos igual de desesperados. Sophie intentaba comunicarse con cualquier persona que pudiera darles información, mientras Matthew discutía con otro oficial sobre posibles rutas de escape.—Podrían haber salido en un vehículo sin placas —dijo Matthew, tratando de pensar racionalmente—. O cambiaron de coche en
El amanecer trajo consigo un aire helado y opresivo en la cabaña. Brooke abrió los ojos sintiendo el cuerpo adolorido por la incómoda postura en la que había dormido. La luz tenue se filtraba por la única ventana, proyectando sombras alargadas en las paredes de madera. A su lado, Alessia permanecía en silencio, con la mirada fija en el suelo, pensativa.La puerta se abrió con un chirrido. Gabriel entró con pasos pesados, con el cabello despeinado y los ojos enrojecidos. Su expresión delataba agotamiento, pero también algo más: desesperación.—Brooke… —su voz era apenas un susurro quebrado—. ¿Podemos hablar?Brooke alzó la vista y lo miró con frialdad. No dijo nada, pero el desprecio en sus ojos era suficiente respuesta.Gabriel avanzó un par de pasos, acercándose con cautela, como si temiera que ella lo rechazara antes de siquiera hablar.—No quería que las cosas fueran así —continuó, pasándose una mano por el rostro—. Todo esto… no es lo que imaginé. Solo quería estar contigo… que me
Alessandra caminaba de un lado a otro en la suite, con el teléfono en la mano y los latidos retumbando en sus oídos. Sabía que su tiempo se estaba agotando. Gabriel era un desastre, incapaz de seguir sus instrucciones sin dejarse llevar por sus emociones. Y Brooke... Brooke estaba logrando desestabilizarlo, algo que no estaba en sus planes.Tenía que contactar a Enzo. Si lograba negociar con él, podría sacar algo de todo este caos. Marcó su número con manos temblorosas, pero justo cuando iba a presionar el botón de llamada, sintió un golpe seco en la nuca. Un dolor agudo explotó en su cabeza antes de que todo se volviera negro.Cuando despertó, se encontraba en una sala lujosa pero fría, decorada con un refinamiento que no mitigaba la sensación de peligro. Las lámparas emitían una luz cálida, pero la tensión en el ambiente lo volvía todo gélido. Vincenzo estaba frente a ella, recostado con aire indolente en un sillón de cuero, un cigarro entre los dedos y una sonrisa cínica curvando s
Alessandra despertó con el cuerpo entumecido y el rostro hinchado por los golpes. Su garganta ardía por el agarre de Vincenzo, pero su mente bullía con una sola idea: escapar.Desde la habitación donde la tenían encerrada, pudo escuchar una conversación. Vincenzo hablaba con alguien por teléfono.—Enzo hará un comunicado de prensa mañana. Está desesperado por encontrarla. Lo tenemos donde queremos.¿Haría eso? ¿Por esa mujer? No, debía ser un error.—Sí, está demasiado desolado. —parecía que él se burlaba de Enzo. —Tengo a la arpía de Alessandra bajo mi poder, ella sabe dónde está la mujer de ese hombre, me lo dirá y con eso tengo para hacer que Enzo se mueva a mi antojo.—Te equivocas, la mujer de Enzo soy yo. Siempre lo he sido. —susurró para ella misma, sintiendo la rabia burbujear en su interior.Alessandra se aferró a esa información como a un salvavidas. Si Enzo iba a hacer un comunicado, significaba que aún la quería, ¿cierto? No podía aceptar que él realmente amara a Brooke. S
Brooke se removió incómoda en la cama. La habitación era poco espaciosa, con muebles desgastados y una iluminación tenue que contrastaba con la realidad de su situación. No importaba cuánto intentara distraerse, el hecho seguía siendo el mismo: estaba secuestrada.Gabriel, el hombre que la mantenía prisionera, estaba sentado en un sillón cerca de la ventana. Su semblante estaba más pálido de lo habitual, su respiración era pesada y sus manos temblaban ligeramente. La fiebre seguía consumiéndolo.Ella desvió la mirada hacia la cama improvisada donde Alessia dormía. Su amiga respiraba con calma, ajena a la tensión que llenaba la habitación. No le daban los mismos alimentos que a ella y por ende estaba débil. Brooke se mordió el labio con fuerza. Tenía que encontrar una manera de sacarlas de ahí.—Te ves cansado —dijo suavemente, con un tono cuidadoso.Gabriel esbozó una sonrisa débil.—No es nada que no pueda soportar.Brooke asintió, fingiendo comprensión. Sabía que él estaba débil. Y
El ambiente en la cabaña era tenso. Brooke y Alessia habían estado esperando con paciencia, analizando cada movimiento de Gabriel, observando cómo su enfermedad lo debilitaba poco a poco. Sabían que solo era cuestión de tiempo antes de que estuviera demasiado débil para detenerlas, y entonces podrían escapar.Pero no contaban con ella.La puerta de la cabaña se abrió de golpe, dejando entrar una ráfaga de viento helado junto con una presencia aún más escalofriante.Alessandra.Vestía un abrigo negro largo, su cabello despeinado y su mirada desquiciada. Pero lo más inquietante era la sonrisa torcida que adornaba su rostro.—Vaya, vaya… —canturreó, cerrando la puerta tras de sí—. ¿No es este un cuadro encantador? Brooke, la inocente princesa atrapada, y Alessia, la fiera sin garras.Brooke sintió un escalofrío recorrer su espalda. Alessia, por su parte, se irguió con la poca fuerza que tenía, su mandíbula apretada en señal de furia contenida.—¿Qué haces aquí? —espetó Brooke, tratando d
El cuerpo de Gabriel golpeó el suelo con un sonido seco y alarmante. Brooke se quedó helada por un segundo, su mente procesando la escena con lentitud.—¡Gabriel! —Alessia fue la primera en reaccionar, incorporándose rápidamente a pesar de su debilidad.Brooke se arrodilló junto a él, su corazón latiendo con violencia. Gabriel respiraba, pero su piel estaba ardiendo y su pecho subía y bajaba con dificultad. El sudor perlaba su frente y su camisa estaba empapada.—Está peor… —murmuró Brooke, sintiendo una mezcla de alivio y desesperación. Esto significaba que su estado era crítico, pero también que era su oportunidad de escapar.Alessia miró hacia la puerta, asegurándose de que Alessandra realmente se había ido.—Tenemos que aprovechar esto.Brooke asintió con rapidez, pero su mirada se posó en Gabriel. Estaba inconsciente, indefenso… La situación era irónica. Su captor ahora estaba a merced de ellas.—No podemos dejarlo así.Alessia la miró con incredulidad.—¿Qué? ¿Después de todo lo
El aire gélido se colaba por la puerta abierta, pero la presencia que aguardaba afuera era más escalofriante que el frío cortante del bosque.Alessandra estaba de pie en el umbral, su silueta recortada contra la penumbra, con el cabello despeinado y una sonrisa burlona en los labios. Su expresión era de puro placer malicioso al verlas congeladas en su lugar.—¿Qué pasa? —se burló, cruzándose de brazos—. ¿No pensaban marcharse sin despedirse de mí, verdad?Alessia sintió una oleada de rabia trepar por su pecho.—¿Vienes a seguir jugando, perra? —espetó, adelantándose para ponerse entre Brooke y Alessandra—. Pensé que solo eras valiente cuando yo estaba atada.Los ojos de Alessandra brillaron con furia.—¿De verdad crees que me asustas, Alessia? —rio con desprecio—. Si tanto te gusta pelear, aquí me tienes.Brooke intentó aferrarse a Alessia, pero esta ya estaba dando un paso al frente, dispuesta a enfrentarla.Alessandra no esperó. Se lanzó con fiereza, su brazo moviéndose en un arco r