El hospital se sumió en un caos absoluto cuando una de las enfermeras entró a la habitación de Brooke para realizar una revisión de rutina y descubrió que la cama estaba vacía. Al principio, pensó que quizás la habían trasladado a otra sala sin ser informada, pero al revisar el sistema, su nombre seguía registrado en la misma habitación. La incertidumbre rápidamente se convirtió en alarma, y sin perder más tiempo, la enfermera activó el protocolo de emergencia para la desaparición de pacientes.Las alarmas sonaron en todo el hospital, y en cuestión de minutos, el personal médico y de seguridad se encontraba recorriendo los pasillos en busca de alguna pista. Se cerraron todas las salidas y se activó la revisión de cámaras de seguridad. Cuando las imágenes comenzaron a revelarse, la conmoción se transformó en horror.En la pantalla, se veía claramente cómo Gabriel entraba a la habitación de Brooke. Luego, Alessia caía al suelo tras ser atacada, y poco después, Alessandra entraba con pas
La cabaña se alzaba imponente en medio de la nada, oculta entre los árboles de un bosque denso y silencioso. Construida en madera oscura y con ventanales cubiertos por gruesas cortinas, era el escondite perfecto para alguien que no quería ser encontrado. La señal era prácticamente inexistente, y las carreteras que llevaban hasta allí eran poco transitadas, lo que hacía casi imposible su ubicación mediante rastreo tecnológico. Gabriel detuvo la camioneta en la parte trasera de la cabaña y apagó el motor. Su mirada era calculadora mientras analizaba los alrededores. Alessandra, sentada a su lado, sonrió con autosuficiencia. Todo estaba saliendo como lo había planeado. Se giró para observar a las dos mujeres inconscientes en la parte trasera del vehículo. —Ayúdame a bajarlas —ordenó con frialdad. Gabriel asintió y salió del auto. Primero tomó a Alessia, cargándola sobre su hombro sin ningún esfuerzo, y la llevó al interior de la cabaña. La habitación donde las dejarían era pequeña, con
El hospital era un hervidero de actividad mientras la policía revisaba cada pista disponible. Enzo no podía quedarse quieto; caminaba de un lado a otro con los puños apretados, la mandíbula tan tensa que parecía que iba a romperse. La imagen de Brooke siendo arrastrada fuera del hospital lo quemaba por dentro. No podía permitirse perderla, no de nuevo.—Se esfumaron —gruñó uno de los agentes de la policía, revisando las cámaras de tráfico—. No aparecen en ninguna de las grabaciones de las calles cercanas.—¡Entonces busquen mejor! —rugió Enzo, golpeando la mesa con el puño—. No pueden haberse evaporado. ¡Tienen que estar en algún maldito lugar!Sophie y Matthew estaban junto a él, ambos igual de desesperados. Sophie intentaba comunicarse con cualquier persona que pudiera darles información, mientras Matthew discutía con otro oficial sobre posibles rutas de escape.—Podrían haber salido en un vehículo sin placas —dijo Matthew, tratando de pensar racionalmente—. O cambiaron de coche en
El amanecer trajo consigo un aire helado y opresivo en la cabaña. Brooke abrió los ojos sintiendo el cuerpo adolorido por la incómoda postura en la que había dormido. La luz tenue se filtraba por la única ventana, proyectando sombras alargadas en las paredes de madera. A su lado, Alessia permanecía en silencio, con la mirada fija en el suelo, pensativa.La puerta se abrió con un chirrido. Gabriel entró con pasos pesados, con el cabello despeinado y los ojos enrojecidos. Su expresión delataba agotamiento, pero también algo más: desesperación.—Brooke… —su voz era apenas un susurro quebrado—. ¿Podemos hablar?Brooke alzó la vista y lo miró con frialdad. No dijo nada, pero el desprecio en sus ojos era suficiente respuesta.Gabriel avanzó un par de pasos, acercándose con cautela, como si temiera que ella lo rechazara antes de siquiera hablar.—No quería que las cosas fueran así —continuó, pasándose una mano por el rostro—. Todo esto… no es lo que imaginé. Solo quería estar contigo… que me
Alessandra caminaba de un lado a otro en la suite, con el teléfono en la mano y los latidos retumbando en sus oídos. Sabía que su tiempo se estaba agotando. Gabriel era un desastre, incapaz de seguir sus instrucciones sin dejarse llevar por sus emociones. Y Brooke... Brooke estaba logrando desestabilizarlo, algo que no estaba en sus planes.Tenía que contactar a Enzo. Si lograba negociar con él, podría sacar algo de todo este caos. Marcó su número con manos temblorosas, pero justo cuando iba a presionar el botón de llamada, sintió un golpe seco en la nuca. Un dolor agudo explotó en su cabeza antes de que todo se volviera negro.Cuando despertó, se encontraba en una sala lujosa pero fría, decorada con un refinamiento que no mitigaba la sensación de peligro. Las lámparas emitían una luz cálida, pero la tensión en el ambiente lo volvía todo gélido. Vincenzo estaba frente a ella, recostado con aire indolente en un sillón de cuero, un cigarro entre los dedos y una sonrisa cínica curvando s
Alessandra despertó con el cuerpo entumecido y el rostro hinchado por los golpes. Su garganta ardía por el agarre de Vincenzo, pero su mente bullía con una sola idea: escapar.Desde la habitación donde la tenían encerrada, pudo escuchar una conversación. Vincenzo hablaba con alguien por teléfono.—Enzo hará un comunicado de prensa mañana. Está desesperado por encontrarla. Lo tenemos donde queremos.¿Haría eso? ¿Por esa mujer? No, debía ser un error.—Sí, está demasiado desolado. —parecía que él se burlaba de Enzo. —Tengo a la arpía de Alessandra bajo mi poder, ella sabe dónde está la mujer de ese hombre, me lo dirá y con eso tengo para hacer que Enzo se mueva a mi antojo.—Te equivocas, la mujer de Enzo soy yo. Siempre lo he sido. —susurró para ella misma, sintiendo la rabia burbujear en su interior.Alessandra se aferró a esa información como a un salvavidas. Si Enzo iba a hacer un comunicado, significaba que aún la quería, ¿cierto? No podía aceptar que él realmente amara a Brooke. S
Brooke se removió incómoda en la cama. La habitación era poco espaciosa, con muebles desgastados y una iluminación tenue que contrastaba con la realidad de su situación. No importaba cuánto intentara distraerse, el hecho seguía siendo el mismo: estaba secuestrada.Gabriel, el hombre que la mantenía prisionera, estaba sentado en un sillón cerca de la ventana. Su semblante estaba más pálido de lo habitual, su respiración era pesada y sus manos temblaban ligeramente. La fiebre seguía consumiéndolo.Ella desvió la mirada hacia la cama improvisada donde Alessia dormía. Su amiga respiraba con calma, ajena a la tensión que llenaba la habitación. No le daban los mismos alimentos que a ella y por ende estaba débil. Brooke se mordió el labio con fuerza. Tenía que encontrar una manera de sacarlas de ahí.—Te ves cansado —dijo suavemente, con un tono cuidadoso.Gabriel esbozó una sonrisa débil.—No es nada que no pueda soportar.Brooke asintió, fingiendo comprensión. Sabía que él estaba débil. Y
El ambiente en la cabaña era tenso. Brooke y Alessia habían estado esperando con paciencia, analizando cada movimiento de Gabriel, observando cómo su enfermedad lo debilitaba poco a poco. Sabían que solo era cuestión de tiempo antes de que estuviera demasiado débil para detenerlas, y entonces podrían escapar.Pero no contaban con ella.La puerta de la cabaña se abrió de golpe, dejando entrar una ráfaga de viento helado junto con una presencia aún más escalofriante.Alessandra.Vestía un abrigo negro largo, su cabello despeinado y su mirada desquiciada. Pero lo más inquietante era la sonrisa torcida que adornaba su rostro.—Vaya, vaya… —canturreó, cerrando la puerta tras de sí—. ¿No es este un cuadro encantador? Brooke, la inocente princesa atrapada, y Alessia, la fiera sin garras.Brooke sintió un escalofrío recorrer su espalda. Alessia, por su parte, se irguió con la poca fuerza que tenía, su mandíbula apretada en señal de furia contenida.—¿Qué haces aquí? —espetó Brooke, tratando d