[Narra Enzo] El frío me calaba los huesos, pero no era nada comparado con el vacío que sentía en el pecho. Mis manos temblaban, no sabía si por la helada o por la angustia que me devoraba desde dentro. Estaba parado frente a la casa de los West, golpeando la puerta con desesperación, con la garganta ardiendo de tanto gritar su nombre. —¡Brooke! ¡Por favor, amor, escúchame! —Mi voz era un eco desgarrador en la noche helada. Robert seguía en la puerta, de piedra, su mirada llena de desdén, su cuerpo bloqueando la entrada como un muro infranqueable. Detrás de él, Melanie podía ver a Melanie mirándome con pesar. Pero yo no necesitaba lastima o pesar de nadie, necesitaba verla a ella. —No me hagas llamar a la policía, Enzo. En Italia eres alguien de renombre y aquí también, pero en mi casa solo eres un inútil que lastimó a mi hija quien sabe cuántas veces. —dijo Robert con voz dura, sin un ápice de compasión. —No me importa —respondí con el alma hecha pedazos—. ¡Sólo quiero verla! Ne
—Nos conocimos en la universidad, no voy a decir que era mi mejor amiga pero frecuentamos en varias clases y en una de esas, hicimos grupo con Enzo y su amigo Matthew.—Matthew es el hijo mayor de los West. —afirmé y ella asintió.—Ella de inmediato mostró su interés en ambos chicos pero Matthew nunca le prestó atención.—¿Y Enzo? —pregunté temiendo la respuesta.—Él sí y ella se sintió halagada. Empezaron a salir y fueron la pareja del momento. Al principio Enzo solo era un aprendiz del imperio que llevaba su apellido y al parecer no le estaba llendo bien, Alessandra se aburrió de eso y lo dejó. Entendía lo que me decía, ya conocía esa historia pero lo que no entendía, era la relación de ella con esa mujer.—¿Y entonces qué pintas tú en esto?—Pues que en varias ocasiones me saboteaba. Tenía el enfermizo pensamiento de que me interesaba Enzo y podría llegar a quitárselo.—¿Y no era así?Ella negó.—A mí Enzo nunca llamó mi atención, siempre fui más enfocada en mis cosas que en los h
[Narrador omnisciente].Vincenzo caminaba de un lado a otro en su oficina, sus pasos resonando en el mármol con una cadencia que reflejaba su creciente irritación. Sus dedos tamborileaban sobre el escritorio, el ceño fruncido y los labios apretados en una fina línea de desagrado. Había dado una orden clara, y Alessandra la había desobedecido.—Eso es lo que dicen los medios, señor. Según la ubicación de esa mujer, está en Estados Unidos pero aún no sabemos dónde exactamente. —le informaba uno de sus hombres, encargado de mantener vigilado a Brooke.—¿Sabes si alguno de los dos tiene lazos familiares allá? —preguntó tratando de ser calculador, que ningún cabo estuviese suelto.—Aún no, señor. Sabemos que tiene dos hermanos pero sus ubicaciones no las tenemos.Vincenzo estaba por enloquecer, porque algo que parecía tan simple se estaba volviendo todo un reto imposible de cumplir.—Hay algo más... —el muchacho llamó la atención de su jefe, quien le hizo una seña para que continuara habla
Había pasado una semana desde que decidí marcharme, una semana en la que Enzo no dejó de insistir. Mensajes, llamadas, intentos fallidos de verme. Todo lo ignoré. O al menos traté. Porque cada vez que el celular vibraba y su nombre aparecía en la pantalla, mi corazón latía más rápido, mi garganta se cerraba y la determinación que había construido con tanto esfuerzo flaqueaba por un segundo. Un solo segundo. Luego, volvía a la realidad. Recordaba las mentiras, la decepción y el dolor que había sentido, y me obligaba a no ceder.Pero ignorarlo no significaba que Enzo desapareciera. Siempre encontraba la forma de hacerme saber que estaba ahí, esperando. De alguna manera, sabía dónde estaba y no dudaba en aparecer en la distancia, sin hablarme, solo mirándome desde lejos, como si su sola presencia pudiera hacerme cambiar de opinión. No lo hacía, pero tampoco me dejaba en paz.Sin embargo, hoy no tenía escapatoria. La tercera revisión de mi embarazo estaba programada y, por derecho, Enzo d
Dos días habían pasado desde la última vez que vio a Enzo. Dos días en los que Brooke intentó mantenerse firme en su decisión, enfocándose en cualquier cosa que la distrajera del torbellino de emociones que la atormentaba. Pero era más fácil decirlo que hacerlo. Las noches eran las peores, cuando el silencio se volvía abrumador y no quedaba más remedio que escuchar los latidos desbocados de su propio corazón.Aquella tarde, decidió salir a hacer una diligencia sencilla: recoger los resultados de unos exámenes prenatales en la clínica. No era algo urgente, pero cualquier excusa era válida para salir de casa y despejarse un poco. El aire fresco, el ruido de la ciudad, incluso el tráfico, todo era mejor que quedarse encerrada con sus pensamientos.Mientras manejaba, su teléfono sonó a través del sistema de manos libres del auto. Al ver el nombre en la pantalla, esbozó una sonrisa débil antes de aceptar la llamada.—¡Hola, hermosa! —el grito de su hermana de corazón la animó bastante. Sop
Enzo estaba tirado en el sofá de aquel apartamento que no sentía suyo. Las cortinas estaban cerradas, sumiendo la estancia en una penumbra opresiva. A su alrededor, el desorden reflejaba su estado de ánimo: botellas medio vacías en la mesa de centro, ropa desparramada, su teléfono vibrando insistentemente sin que él hiciera el más mínimo esfuerzo por responder. No quería hablar con nadie, no quería escuchar consejos ni palabras de consuelo. Lo único que hacía era revivir una y otra vez cada maldita conversación con Brooke, cada mirada llena de dolor y decepción en sus ojos.Suspiró pesadamente, pasándose una mano por el rostro. Estaba agotado, física y emocionalmente. El nudo en su garganta no desaparecía, la opresión en su pecho solo se hacía más fuerte con cada segundo que pasaba. Cerró los ojos, intentando convencerse de que no importaba, de que todo esto era lo mejor para ambos, pero no podía. La ausencia de Brooke lo estaba destrozando.El sonido de su teléfono vibrando nuevament
El amanecer se filtró a través de las cortinas del hospital, pintando la habitación con un tono dorado y tenue. Enzo no había cerrado los ojos en toda la noche. Se había quedado allí, sentado en la sala de espera, con la cabeza apoyada contra la pared, las piernas extendidas y los pensamientos consumiéndolo.Cada vez que alguien salía o entraba de urgencias, su corazón se detenía un instante, esperando recibir noticias. Pero la noche pasó sin cambios. Y ahora, con los primeros rayos del sol, el médico apareció de nuevo.—Señor Lombardi —llamó con voz firme, captando su atención de inmediato. Enzo se puso de pie de un salto—. Hemos evaluado a la señorita Seller...—Lombardi, su apellido es Lombardi. Es mi esposa. —interrumpió sin importarle nada. El médico lo observó con una ceja alzada y prosiguió con lo suyo. —Como le decía; ha respondido bien al tratamiento y su estado es estable. Puede verla ahora, pero solo unos minutos.El alma de Enzo volvió a su cuerpo con esa última frase. Si
El sonido rítmico de las máquinas acompañaba la respiración pausada de Brooke. Poco a poco, fue saliendo de la oscuridad en la que estaba atrapada, sintiendo primero el peso de sus párpados y luego un leve hormigueo en sus extremidades. Todo le parecía un sueño borroso hasta que un débil quejido escapó de sus labios. El médico, que revisaba su estado en una tabla, alzó la vista en el instante en que los monitores indicaron un cambio en su actividad. —Señora Lombardi, ¿puede oírme? —preguntó con voz tranquila mientras se acercaba a la cama. Brooke intentó responder, pero su garganta estaba seca. Se humedeció los labios y asintió débilmente. —Bienvenida de vuelta —dijo con una sonrisa profesional—. Me alegra que hayas despertado. —¿Qué me pasó? —preguntar eso le dolió, su garganta estaba tan seca que hablar dolía demasiado. —Ha pasado por un accidente, pero está estable. Lleva dos días aquí. Los recuerdos golpearon su mente con fuerza. El impacto, el miedo, el dolor punzante. Tra