Mikhail tomó por asalto la boca de la chica en el mismo instante en que entró a su apartamento, cerró la puerta de una patada y la recostó en ella. El leve chal que llevaba sobre los hombros cayó a los pies de ambos. Jelena metió las manos por dentro de su chaqueta empujándola hasta retirarla, dejándola caer al suelo. Los gemidos de la mujer lo tenían muy excitado, por lo que separó su boca de la de ella, quería que ese momento durara.
Desesperado por sentir su piel intentó quitarle el vestido, pero no supo cómo, frustrado, tiró de la prenda sintiendo como la tela se rasgaba. Con una sonrisa, Jelena retiró sus manos antes de que lo rompiera totalmente, porque si no, no tendría nada que ponerse cuando se marchara. Buscó el cierre oculto, lo bajó y dando un paso hacia atrás dejó caer la prenda, quedando solo con un tanga de color negro y sus tacones.
Mikhail al verla pensó que necesitaba llevarla a la cama, no quería que la primera vez con esa hermosa criatura fuera un encuentro apresurado y de pie. Se lanzó sobre sus labios besándola de nuevo, la levantó y la llevó a su habitación.
En la oscuridad, sin encender ninguna lámpara, la dejó encima del cubrecama y empezó a desvestirse bajo la mirada atenta de la chica, que lo observaba bañado por la luz de la luna que entraba por la ventana. Mikhail se inclinó hacia la lámpara para encender la luz.
―Déjalo así por favor ―pidió la chica.
―Quiero verte ―dijo Mikhail.
―La luz que entra de la calle es suficiente, yo te veo muy bien ―respondió recorriéndolo con la mirada.
Era hermoso como se imaginó que sería el ángel de la muerte, bello y letal para ella porque él había sido su debilidad. Tenía que reconocerse a sí misma que se enamoró de Mikhail en cuanto lo vio aquella tarde en que su padre la comprometió, pero habían pasado tantas cosas, le lastimaron tanto sus palabras y sus acciones, que se propuso odiarlo. Hubo momentos en que lo hizo, pero ese hombre era el único que podía hacer que quisiera olvidarse de todo, del dolor, de la rabia y de las ganas de desquitarse, y no lo podía permitir, no podía ser débil porque había descubierto que la debilidad era un arma que la gente usaba para lastimarla.
La pasión lo cegó, en todo lo que podía pensar era en ella, en lo que le hacía sentir, en su cuerpo suave y juvenil dispuesto para su disfrute.
Cuando él acabó con un gemido de éxtasis. Jelena cerró los ojos y se tragó sus lágrimas.
Todo salió como lo había planeado, Mikhail no se dio cuenta de quien era ella.
―Necesito ir al baño un momento ―dijo tratando de que él no detectara nada anormal en su voz.
―Claro, déjame encender la luz para que veas la puerta.
―Por favor, déjala así me gusta oscuro y seductor.
Mikhail asintió con la cabeza, le dio un suave beso antes de separase de ella y recostarse sobre la almohada con los ojos cerrados.
Jelena se levantó y entró al aseo. No podía tardar mucho, no quería que él fuera detrás de ella porque para seguir con su plan necesitaba que Mikhail se durmiera. Cerró la puerta cuando entró en el baño, se limpió con rapidez con una toalla blanca haciendo una mueca por lo manchada que quedó. Tomó otra, la humedeció, abrió el grifo y tomó un vaso para beber agua. Las manos le temblaban mientras sostenía el vaso, respiró profundo tratando de calmarse y regresó a la habitación.
Mikhail salió de su estado de duermevela cuando sintió la puerta cerrarse, se quitó el preservativo, lo envolvió en un pañuelo desechable de la caja que había en la mesita de noche y lo lanzó a una papelera cercana. Incorporándose un poco tomó de las manos de Katia la toalla que ella le ofreció, se limpió y la arrojó al suelo. Abrió sus brazos y Jelena se zambulló en ellos, se abrazaron con fuerza.
―Estoy muy avergonzado, no te di tiempo a llegar.
―Más tarde lo harás y deberás hacerme llegar doble. Sin embargo, tengo un poco de sueño, ¿podemos descansar un rato?
―Por supuesto, Katia hermosa, lo que tú pidas.
Jelena se obligó a mantener sus ojos abiertos, sin dejarse vencer por el sueño. Sintió el momento en que él se durmió, esperó unos veinte minutos más y se levantó de la cama; a tientas, encontró sus zapatos, no se molestó en buscar el tanga. Guiada por la luz de la luna recorrió el camino hacia el recibidor, allí se puso su vestido roto, haciendo una mueca pensó que tendría que tapar la rotura con el chal. Fue a su cartera que estaba tirada en el piso, sacó un estuche de joyería, lo abrió y se puso su anillo de compromiso. Después, sacó una cajita para guardar las lentes de contacto, se las quitó y las dejó allí, encima del aparador y al lado de las llaves del coche de su prometido. Recogió su chal y con sigilo salió del apartamento, estaba un poco impaciente y temerosa de que Mikhail despertara y la encontrara lista para marcharse. Bajó un piso por las escaleras, se puso sus zapatos, llamó un taxi y esperó el ascensor.
Rezó para que este recorriera con rapidez los treinta pisos que había desde el ático hasta la planta baja. Al llegar se dirigió a la puerta con pasos rápidos le dio una cortés inclinación de cabeza al portero y salió a la calle.
Un flash de cámara fotográfica la cegó y una voz de mujer le preguntó:
―¿Eres la amiga de Rania?
―Sí, gracias por venir
―¿Y eres la última conquista de Mikhail Kuznetsov? ¿Su nueva amante?
―No soy su amante ―respondió Jelena con el ceño fruncido, no pensó que la periodista custionaria su petición.
―Solo alguien que desea obtener algo de fama pide que la fotografíen abrazada a unos de los hombres más guapos y ricos de la ciudad. ―aseguró con celeridad la periodista, mientras el fotógrafo tomaba repetidas imágenes de su cara y del estado de su vestimenta.
―Soy la prometida de Mikhail ―respondió con una suave sonrisa―, cuñada de Alexander Kuznetsov y de Gael Evans
―Mira, chica, no te creo nada ―dijo la mujer con sospecha ―te investigaré.
―Hágalo, es su trabajo, ―respondió Jelena encogiéndose de hombros ―sin embargo, imagino que no querrá perderse el poder fotografiar mi anillo de compromiso. ―dijo levantando la mano para mostrarlo.
El fotógrafo disparó su cámara múltiple veces sobre su mano y su anillo de compromiso.
La llegada del taxi le dijo que era hora de marcharse, agradeció la celeridad con la que llegó porque de esta manera mantenía vivo el interés de la periodista.
―Debo irme, mi taxi llegó ―dijo Jelena señalando el coche amarillo.
―Espere, ¿cuál es su nombre? ―indagó la mujer.
―Jelena Smirnov ―respondió mientras apresuraba su paso, haciéndola caminar detrás de ella.
―¿Es su prometida y la deja marcharse sola a medianoche? ¿Y con el vestido roto? Creo que nos engaña y no es más que una oportunista, porque Mikhail Kuznetsov es un caballero que siempre acompaña a sus amantes a casa ―gritó la periodista con una sonrisa socarrona.
Jelena se giró con la puerta del taxi abierta y una sonrisa de triunfo.
―Piense lo que quiera, pero escriba esto: él se casará conmigo.
El taxi la dejó en la puerta de su hotel, cubrió el vestido roto con el chal y apresuró el paso por la recepción hasta llegar al ascensor. Agradeció que encontró uno abierto, entró y marcó el piso de la habitación que había tomado para ocultarse por las próximas horas. El temblor de sus manos se había extendido a todo su cuerpo. Le escribió un mensaje a Rania para avisarle de que todo había salido según lo planeado y que estaba de nuevo en la habitación del hotel.Apagó su móvil.Quería llegar a su habitación y acurrucarse en la cama, olvidarse de todo, no quería habla, necesitaba ese tiempo para recomponerse. Volvería a casa de Ivanna al día siguiente, quería estar en un sitio donde se sintiera protegida cuando todo se descubriese.A duras penas contuvo las ganas de correr, llegó a su habitación y se arrojó en la cama, llorando con desconsuelo. Maldijo mil veces a su padre golpeando la almohada hasta que se cansó.Recordó lo que había sentido en brazos de Mikhail, cómo había enloquec
Mikhail despertó unas horas después, estiró los brazos buscando a Katia, y las sábanas frías le dijeron que hacía rato que se había levantado. Fue al baño, miró la rendija y vio la luz encendida, tocó la puerta. ―Katia, ¿estás ahí? Al no obtener respuesta entró, no había nadie en el baño. Una toalla manchada de sangre lo alarmó, miró sus manos y su cuerpo y descubrió restos de sangre en su ingle y en su mano derecha. ―¿Qué demonios ocurrió aquí? ―preguntó para sí mismo, mientras lavaba la sangre de su cuerpo. Volvió sobre sus pasos y encendió la luz de la habitación. Asustado, vio la mancha de sangre en la cama y en la toalla con la que se había limpiado después de haber hecho el amor con Katia. Salió de la habitación buscándola por el apartamento, no estaba, miró el aparador y vio que las llaves de su coche seguían ahí, un objeto llamó su atención; era un estuche de lentes de contacto, lo tomó en sus manos y lo abrió. Las lentes eran decorativas, de un tono oscuro, extrañado, se p
Jelena estaba profundamente dormida cuando unos golpes en la puerta la despertaron repentinamente, gimiendo, se revolvió en la cama con la intención de volverse a dormir. Se había desvelado hasta el amanecer, sus pensamientos volvían una y otra vez hacia lo ocurrido la noche anterior en esa habitación. Su mente procesó lo que había hecho, había estado llena de furia y de adrenalina desde el día en que su padre la visitó, pero en ese momento se sentía como si la hubiesen exprimido. Todas sus emociones estaban revolucionadas lo que le impidió conciliar el sueño.Una nueva tanda de golpes la volvió a estremecer, de mal humor se levantó de la cama.―¿Quién es? ―preguntó de muy mala manera, aún medio dormida.―La madre Teresa de Calcuta, ¿quién más? ―respondió irónicamente Rania lo que provocó una pequeña sonrisa en Jelena, le gustaba el humor retorcido de su amiga.Descorrió el cerrojo y le abrió la puerta, Rania venía cargada con la prensa diaria. Sus acciones volvieron a su mente y
Cuando puso un pie fuera del taxi, la puerta de la casa de su hermana, Ivanna, se abrió y su hermana corrió hacia ella. ―¡Nos tenías muy preocupados! ¿Dónde estabas? ―preguntó abrazándola. ―Lamento haberos preocupado, estaba cansada y necesitaba pensar, así que me quedé en un hotel. ―Debiste habernos llamado, cariño, sabes que siempre estaré para ti ―Lo sé, hermana, pero soy una adulta y esto necesito resolverlo por mí misma ―respondió Jelena. Jelena sabía que Ivanna la amaba como una madre y se arrepintió de no haber pensado en ella cuando ideó su plan. Desde que llegó a su casa no había hecho más que darle preocupaciones a su hermana, se propuso que esa fuese la última. A partir de ese momento mantendría la fachada de felicidad, no solo para ahorrarle quebraderos de cabeza a Ivanna sino también porque su orgullo no le permitiría dejarle saber a su padre o a la familia de Mikhail de que él solo se casaría por ella por obligación o lo que era peor por lástima. Las palabras de Iva
―Cuando nos comprometimos te escuché hablar con Dimitri, le dijiste que no era hermosa como mis hermanas, que estaba gorda, tenía acné y los dientes torcidos. Solo tenía trece años y estaba triste porque me alejaron de la única persona que en verdad me amaba y tú me despreciaste. Mikhail recordó la escena, en ese momento quería molestar a su hermano, pero al escuchar las palabras en boca de Jelena, pensar que ello lo escuchó lo impactó y se sintió muy avergonzado, nunca debió decir aquello, la había lastimado. ―Yo… Lo lamento mucho, no pensé que escucharías eso, estaba molesto por varias cosas y quería fastidiar a mi hermano. ―Levantó la mirada buscando las palabras adecuadas para disculparse ―. La gota que rebasó el vaso fue el hecho de que Dimitri arreglara un nuevo compromiso para mí, intenté voltear las cosas a mi favor quejándome ―expresó con mucha vergüenza. ―No me interesan tus malditos motivos, tal vez te hubiese perdonado, pero continuaste humillándome todos estos años con
Jelena se despertó temprano con mucha energía, se levantó y bajó a desayunar, lo peor había pasado lo que le permitió descansar. La noche anterior se había escapado de Gema, pero la suerte la abandonó cuando al entrar en la cocina se encontró a Ivanna y a su sobrina conversando, callaron al verla entrar.―Jelena, cariño, ¿cómo te sientes? ―preguntó su hermana.―Estoy bien, Ivanna, no te preocupes por mí ―respondió mirándola con cariño―. Hola, Gema, ¿cómo estás? Felicidades, me enteré ayer por la prensa de tu compromiso con Konstantin.―Estoy muy bien, y te hubieses enterado por mi boca si hubieses tenido el teléfono encendido ―replicó Gema burlona.―Lo lamento mucho, no los quise asustar. Salí con Mikhail, peleamos y me fui a un hotel con el teléfono apagado, no quería hablar con él hasta calmarme, no lo pensé.―Está bien, cariño, sabes que te amamos y nos preocupamos por ti ―señaló Ivanna conciliadora.―Lo sé, gracias, hermana.―Es cierto, disculpa, solo estaba preocupada ―agregó Gem
La tomó en brazos mientras ciegamente caminaba hacía su escritorio, la sentó en el borde mientras empujaba los papeles hacia a un lado. Jelena tiró de su camisa, haciendo saltar algunos botones. ¡Maldición! Lo iba a volver loco. Estaba quitándose el cinturón cuando el ruido de la puerta abriéndose lo sacó de su trance, se volvió a mirar y palideció visiblemente cuando vio a su hermano, Dimitri, parado en la entrada de su oficina mirándolo con desaprobación. Con rapidez se movió para tapar el cuerpo semidesnudo de su prometida.―Los espero en mi oficina en… ―bajó la vista hasta la entrepierna de Mikhail que parecía una tienda de campaña ― …digamos diez minutos ―masculló su hermano antes de cerrar la puerta con suavidad al salir.Al girarse a mirarla Jelena había recuperado la compostura y lo miraba con una sonrisa maliciosa.―Veo que no has despedido a tu puta, prometido ―expresó Jelena burlonamente.―Ya te dije que no lo haría, es mi asistente, una amiga y te he dicho que no la llame
Horas más tarde, cuando Jelena entró a su habitación cargada de paquetes se encontró con que Gema la estaba esperando sentada en su cama, al verla entrar se levantó y se cruzó de brazos para mirarla con seriedad.―¿Me dirás qué demonios ocurre? Y no me salgas con el cuento de que se estaban viendo a escondidas y pelearon porqué sé que no es así. Yo fui la que le mostré la foto de ustedes a Konstantin y estaba presente cuando él lo llamó para preguntarle que había ocurrido. El muy idiota no tenía ni idea de que se había acostado contigo.Las palabras de Gema provocaron la risa de Jelena. «Hubiese querido estar mirándolo cuando se enteró», pensó con malicia.―Es cierto, Mikhail no lo sabía, era parte de mi plan ―dijo Jelena aun sonriendo.―¿Qué plan? ¿Qué sucede, Jelena?, ¿por qué haces esto?―El que formule para desquitarme de Mikhail y de papá. ¿Recuerdas cuando fuiste a visitarme y mi padre estaba allí?―Sí, me imaginé que algo debía ocurrir cuando después de tantos años fue a visita