Jelena entró en la galería de arte donde se suponía que estaría Mikhail. Las dos semanas de plazo que le había dado su padre casi habían terminado, pero le había costado mucho encontrar el sitio perfecto. El detective que contrató para seguir los pasos de su prometido e investigar sus próximos compromisos sociales, también le consiguió la entrada para esa exposición. Al bajar del taxi las piernas le temblaban de los nervios, subió la pequeña escalinata cubierta por alfombra roja y entró a la galería detrás de un grupo numeroso. La estancia resplandecía con las luces brillantes y la decoración vintage que resaltaba las pinturas que se exponían.
Caminó con cuidado en sus tacones altísimos, estaba empezando su recorrido cuando una leve brisa le provocó un escalofrío. La tela de su largo vestido negro era muy ligera, su espalda quedaba totalmente descubierta, atravesada por infinidad de cintas en diagonal que formaban una equis y que sostenían la prenda desde el hombro hasta las caderas.
Había cortado su larga cabellera castaña clara por encima de sus hombros y se hizo reflejos color champaña, lo que la hacía ver increíblemente rubia, eso aunado al bronceado que había adquirido en el campamento, le daba un aire sexy de chica de playa. Su maquillaje era sutil para contrastar con el rojo oscuro de sus labios y lo atrevido del vestido.
Mientras admiraba los cuadros, un camarero pasó repartiendo champán, tomó una de las copas que este le ofreció y dio solo un sorbo. Quería obtener un poco de valor de la bebida sin que se viera nublado su juicio, porque debía mantener la cabeza fría, además, la copa le servía de distracción mientras se pasea entre la exposición. Supo en el momento exacto en el que Mikhail entró, era como si algo la alertara de su presencia, giró un poco la cabeza y de reojo lo vio entrar. Tan guapo y elegante como siempre. Lucía un traje oscuro con una camisa gris claro y la corbata en un tono gris plomo, sus gemelos y pisacorbata eran plateados, muy discretos y varoniles. Su pelo húmedo evidenciaba que se acababa de duchar, sin embargo, un rastro de barba endurecía sus facciones señal inequívoca de que no se había vuelto a afeitar.
Su habitual acompañante estaba de viaje en España y Jelena agradeció su buena suerte. Lo que en un principio le pareció totalmente a favor de sus planes hoy le había preocupado, ya que se le ocurrió que, al verse sin pareja, tal vez Mikhail decidiera quedarse en casa.
Debía ser muy sutil a la hora de acercarse a él, no podía apresurarse al abordarlo porque podría rechazarla. Si lo hacía, no le quedaría más remedio que contactar a Dimitri para exigir que la boda se celebrase y no quería hacer eso, su orgullo no se lo permitía.
Además, quería que Mikhail se sintiera exactamente como ella, sin opciones, que se viera obligado a un matrimonio que no deseaba. «Si yo soy infeliz con esta boda, él también debe serlo», pensó con resentimiento. Una vocecita en su cabeza, a la que obligó a callar, le dijo que ella pudo haber sido muy feliz a su lado si no hubiese escuchado a escondidas lo que Mikhail pensaba de ella.
Un hombre que llevaba un rato admirándola, se acercó por detrás y le susurró al oído, sobresaltándola al sacarla de sus pensamientos.
―Eres la mujer más hermosa que he visto en mi vida.
―Esa es una línea muy usada ―respondió sarcástica tratando de esquivarlo. El hombre se movió bloqueándole el paso.
―Vamos, eres una linda chica, si estás sola con ese vestido es porque estás buscando un hombre ―señaló el desconocido visiblemente bebido tomándola del brazo.
―Tal vez eso sea cierto, pero le aseguro que no es a usted a quien busco, de hecho, me parece absolutamente desagradable así que déjeme en paz ―replicó tirando de su brazo.
―¿La está molestando este hombre? ―preguntó Mikhail poniéndose a su lado.
―El señor ya se retiraba ―dijo Jelena levantando la barbilla.
―Sí ―respondió el hombre mirándola de arriba abajo con desprecio―esta tipa es una de esas feministas frígida y calientapollas.
Mikhail sintió la rabia ascender por su columna y explotar en su cabeza, tomó al hombre por la chaqueta y lo empujó contra la pared sacándole el aire de los pulmones.
―¡Maldito! ¡Te disculparás con la señorita en este mismo momento! ―ordenó Mikhail mientras sostenía por el cuello al borracho.
―No hace falta que se disculpe, solo quiero que me deje en paz. ―Jelena trató de impedir el enfrentamiento, no quería que el incidente trascendiera en la prensa o que alguien los grabara y lo subiera a las redes, todo debía salir perfecto, nada debía interrumpiera sus planes.
En ese momento, para su buena suerte llegó el personal de seguridad del evento y escoltó al individuo fuera de las instalaciones de la galería.
Jelena volteó a mirar a su salvador.
―Muchas gracias, señor…
―Mikhail Kuznetsov, pero llámame Mikhail, por favor ―contestó extendiendo su mano.
―Gracias, Mikhail, soy Katia ―dijo Jelena extendiendo su mano con coquetería.
―Mucho gusto, Katia ―respondió sosteniendo aún su mano.
Mikhail no podía quitarle los ojos de encima, era una mujer hermosa, aunque se le hacía un poco familiar. Sumido en sus pensamientos no se dio cuenta de que aún sostenía la mano de la chica entre las suyas.
―¿Podrías devolverme mi mano, por favor? ―pidió Katia risueña.
―Perdona. ―Mikhail se disculpó con una sonrisa avergonzada―. Es cierto lo que dijo el hombre, eres una mujer sumamente hermosa.
―Gracias. ―Fue la suave y ruborizada respuesta de la joven.
―¿Nos conocemos, hermosa Katia?
―No lo creo, Mikhail, estoy segura de que te recordaría si te hubiese conocido con anterioridad ―comentó con una sonrisa provocadora.
Mikhail no podía separar su mirada de la chica, la atracción que sintió por ella lo atravesó como una flecha. Era hermosa, pero también increíblemente sexy. Quería saber todo sobre ella, llevársela de allí y hacerla suya. Nunca había sentido algo así por una mujer y, ahora que estaba casi libre de su compromiso, podía pensar en una nueva relación. ¿Relación? Se preguntó extrañado de que ese pensamiento se haya colado por su mente. De seguro, la atracción que sentía por ella le tenía nublado el juicio.
Jelena apuró el resto del champán que aún permanecía en su copa e hizo señas al camarero de que la retirara. Ahora que estaba a solas con él no sabía qué decirle ni cómo seducirlo. No quería ser muy directa ya que sentía que podía correr el riesgo de ser rechazada. ¡Maldición! Si al menos lo conociera para saber lo que le agradaba o no.
―¿Ya viste todos los cuadros? ―preguntó Mikhail en tono casual, al tiempo que le ofrecía su brazo para empezar a caminar.
―Sí, hay algunos interesantes, pero otros me parecen más de lo mismo.
―Opino igual que tú, ¿quieres marcharte? Podemos tomar una copa por ahí o cenar, si tienes hambre.
―Me gustaría una copa y quizás algún bocadillo, nada muy elaborado.
Salieron de la galería y caminaron tomados del brazo hasta el aparcacoches. Mikhail pidió su coche y, mientras esperaban, le pasó un dedo desde el lóbulo de la oreja hasta la barbilla, en una caricia sutil que le puso a Jelena las piernas de gelatina. Se miraron a los ojos con intensidad, con hambre. El trance fue roto con la llegada del vehículo, subieron a este y antes de arrancar, Mikhail la miró.
―¿Quieres ir a un bar o prefieres ir a mi apartamento por esa copa? Te prometo que algo habrá de comer.
El corazón de Jelena latía apresurado, había llegado el momento. Tenía sus dudas porque las cosas no estaban saliendo con la frialdad que esperaba, con la que las planeó, se sentía muy caliente y nerviosa. La mirada del hombre reflejaba hambre, pero no de comida, la deseaba. Armándose de valor, la joven imitó su acción pasando un dedo desde el interior de la rodilla del hombre subiendo por el muslo, pero antes de llegar a su ingle retiró su mano, levantó la mirada y la ancló en sus ojos.
―Me encantaría ir a tu casa ―susurró con voz enronquecida.
Mikhail sintió que se endurecía, había pasado mucho tiempo desde la última vez que se llevó a una mujer a la cama. A partir de la llegada de Benedikt y sus locuras, la prensa había empezado a perseguirlo. A sus hermanos y a él los llamaban los oligarcas rusos, trataba de ser discreto, pero de nada había servido. No podía hablar más de diez minutos con una mujer porque publicaban que ya la había metido en su cama. Eso había restringido mucho sus encuentros.
Estaba comprometido, pero en un principio su prometida era una niña y ahora que había crecido no quería verlo, por lo que ya había informado a su hermano y al padre de su novia de que rompería el compromiso si era lo que ella deseaba. Habían pasado casi tres semanas desde que planteó la situación a su hermano y a Iván Smirnov y no había recibido respuesta de Jelena, ni una m*****a llamada. Hacía años que ella no le contestaba los mensajes, por lo que se podía considerar un hombre libre.
No había pensado acostarse con nadie hasta aclarar su situación, pero Katia lo había tentado más allá de la razón. Cuando vio al hombre molestándola sus instintos protectores salieron a flote y cuando la tuvo de frente solo podía pensar en que debía ser suya. Era una mujer muy hermosa y él era un tonto por dejarse deslumbrar. No sabía nada de ella, si era una cazafortunas que iba por su dinero, o una asesina en serie. La química que surgió entre ellos le jugó una mala pasada, dejándolo indefenso ante el deseo y la pasión que sintió.
Mikhail tomó por asalto la boca de la chica en el mismo instante en que entró a su apartamento, cerró la puerta de una patada y la recostó en ella. El leve chal que llevaba sobre los hombros cayó a los pies de ambos. Jelena metió las manos por dentro de su chaqueta empujándola hasta retirarla, dejándola caer al suelo. Los gemidos de la mujer lo tenían muy excitado, por lo que separó su boca de la de ella, quería que ese momento durara.Desesperado por sentir su piel intentó quitarle el vestido, pero no supo cómo, frustrado, tiró de la prenda sintiendo como la tela se rasgaba. Con una sonrisa, Jelena retiró sus manos antes de que lo rompiera totalmente, porque si no, no tendría nada que ponerse cuando se marchara. Buscó el cierre oculto, lo bajó y dando un paso hacia atrás dejó caer la prenda, quedando solo con un tanga de color negro y sus tacones.Mikhail al verla pensó que necesitaba llevarla a la cama, no quería que la primera vez con esa hermosa criatura fuera un encuentro apres
El taxi la dejó en la puerta de su hotel, cubrió el vestido roto con el chal y apresuró el paso por la recepción hasta llegar al ascensor. Agradeció que encontró uno abierto, entró y marcó el piso de la habitación que había tomado para ocultarse por las próximas horas. El temblor de sus manos se había extendido a todo su cuerpo. Le escribió un mensaje a Rania para avisarle de que todo había salido según lo planeado y que estaba de nuevo en la habitación del hotel.Apagó su móvil.Quería llegar a su habitación y acurrucarse en la cama, olvidarse de todo, no quería habla, necesitaba ese tiempo para recomponerse. Volvería a casa de Ivanna al día siguiente, quería estar en un sitio donde se sintiera protegida cuando todo se descubriese.A duras penas contuvo las ganas de correr, llegó a su habitación y se arrojó en la cama, llorando con desconsuelo. Maldijo mil veces a su padre golpeando la almohada hasta que se cansó.Recordó lo que había sentido en brazos de Mikhail, cómo había enloquec
Mikhail despertó unas horas después, estiró los brazos buscando a Katia, y las sábanas frías le dijeron que hacía rato que se había levantado. Fue al baño, miró la rendija y vio la luz encendida, tocó la puerta. ―Katia, ¿estás ahí? Al no obtener respuesta entró, no había nadie en el baño. Una toalla manchada de sangre lo alarmó, miró sus manos y su cuerpo y descubrió restos de sangre en su ingle y en su mano derecha. ―¿Qué demonios ocurrió aquí? ―preguntó para sí mismo, mientras lavaba la sangre de su cuerpo. Volvió sobre sus pasos y encendió la luz de la habitación. Asustado, vio la mancha de sangre en la cama y en la toalla con la que se había limpiado después de haber hecho el amor con Katia. Salió de la habitación buscándola por el apartamento, no estaba, miró el aparador y vio que las llaves de su coche seguían ahí, un objeto llamó su atención; era un estuche de lentes de contacto, lo tomó en sus manos y lo abrió. Las lentes eran decorativas, de un tono oscuro, extrañado, se p
Jelena estaba profundamente dormida cuando unos golpes en la puerta la despertaron repentinamente, gimiendo, se revolvió en la cama con la intención de volverse a dormir. Se había desvelado hasta el amanecer, sus pensamientos volvían una y otra vez hacia lo ocurrido la noche anterior en esa habitación. Su mente procesó lo que había hecho, había estado llena de furia y de adrenalina desde el día en que su padre la visitó, pero en ese momento se sentía como si la hubiesen exprimido. Todas sus emociones estaban revolucionadas lo que le impidió conciliar el sueño.Una nueva tanda de golpes la volvió a estremecer, de mal humor se levantó de la cama.―¿Quién es? ―preguntó de muy mala manera, aún medio dormida.―La madre Teresa de Calcuta, ¿quién más? ―respondió irónicamente Rania lo que provocó una pequeña sonrisa en Jelena, le gustaba el humor retorcido de su amiga.Descorrió el cerrojo y le abrió la puerta, Rania venía cargada con la prensa diaria. Sus acciones volvieron a su mente y
Cuando puso un pie fuera del taxi, la puerta de la casa de su hermana, Ivanna, se abrió y su hermana corrió hacia ella. ―¡Nos tenías muy preocupados! ¿Dónde estabas? ―preguntó abrazándola. ―Lamento haberos preocupado, estaba cansada y necesitaba pensar, así que me quedé en un hotel. ―Debiste habernos llamado, cariño, sabes que siempre estaré para ti ―Lo sé, hermana, pero soy una adulta y esto necesito resolverlo por mí misma ―respondió Jelena. Jelena sabía que Ivanna la amaba como una madre y se arrepintió de no haber pensado en ella cuando ideó su plan. Desde que llegó a su casa no había hecho más que darle preocupaciones a su hermana, se propuso que esa fuese la última. A partir de ese momento mantendría la fachada de felicidad, no solo para ahorrarle quebraderos de cabeza a Ivanna sino también porque su orgullo no le permitiría dejarle saber a su padre o a la familia de Mikhail de que él solo se casaría por ella por obligación o lo que era peor por lástima. Las palabras de Iva
―Cuando nos comprometimos te escuché hablar con Dimitri, le dijiste que no era hermosa como mis hermanas, que estaba gorda, tenía acné y los dientes torcidos. Solo tenía trece años y estaba triste porque me alejaron de la única persona que en verdad me amaba y tú me despreciaste. Mikhail recordó la escena, en ese momento quería molestar a su hermano, pero al escuchar las palabras en boca de Jelena, pensar que ello lo escuchó lo impactó y se sintió muy avergonzado, nunca debió decir aquello, la había lastimado. ―Yo… Lo lamento mucho, no pensé que escucharías eso, estaba molesto por varias cosas y quería fastidiar a mi hermano. ―Levantó la mirada buscando las palabras adecuadas para disculparse ―. La gota que rebasó el vaso fue el hecho de que Dimitri arreglara un nuevo compromiso para mí, intenté voltear las cosas a mi favor quejándome ―expresó con mucha vergüenza. ―No me interesan tus malditos motivos, tal vez te hubiese perdonado, pero continuaste humillándome todos estos años con
Jelena se despertó temprano con mucha energía, se levantó y bajó a desayunar, lo peor había pasado lo que le permitió descansar. La noche anterior se había escapado de Gema, pero la suerte la abandonó cuando al entrar en la cocina se encontró a Ivanna y a su sobrina conversando, callaron al verla entrar.―Jelena, cariño, ¿cómo te sientes? ―preguntó su hermana.―Estoy bien, Ivanna, no te preocupes por mí ―respondió mirándola con cariño―. Hola, Gema, ¿cómo estás? Felicidades, me enteré ayer por la prensa de tu compromiso con Konstantin.―Estoy muy bien, y te hubieses enterado por mi boca si hubieses tenido el teléfono encendido ―replicó Gema burlona.―Lo lamento mucho, no los quise asustar. Salí con Mikhail, peleamos y me fui a un hotel con el teléfono apagado, no quería hablar con él hasta calmarme, no lo pensé.―Está bien, cariño, sabes que te amamos y nos preocupamos por ti ―señaló Ivanna conciliadora.―Lo sé, gracias, hermana.―Es cierto, disculpa, solo estaba preocupada ―agregó Gem
La tomó en brazos mientras ciegamente caminaba hacía su escritorio, la sentó en el borde mientras empujaba los papeles hacia a un lado. Jelena tiró de su camisa, haciendo saltar algunos botones. ¡Maldición! Lo iba a volver loco. Estaba quitándose el cinturón cuando el ruido de la puerta abriéndose lo sacó de su trance, se volvió a mirar y palideció visiblemente cuando vio a su hermano, Dimitri, parado en la entrada de su oficina mirándolo con desaprobación. Con rapidez se movió para tapar el cuerpo semidesnudo de su prometida.―Los espero en mi oficina en… ―bajó la vista hasta la entrepierna de Mikhail que parecía una tienda de campaña ― …digamos diez minutos ―masculló su hermano antes de cerrar la puerta con suavidad al salir.Al girarse a mirarla Jelena había recuperado la compostura y lo miraba con una sonrisa maliciosa.―Veo que no has despedido a tu puta, prometido ―expresó Jelena burlonamente.―Ya te dije que no lo haría, es mi asistente, una amiga y te he dicho que no la llame