IV - Intrusos

La puerta de la habitación fue tocada mientras ella estaba leyendo otra vez. La verdad era que no podía concentrarse y solo estaba con el libro en el regazo mientras su mente estaba pensando en lo que había ocurrido.

Alecksei había agarrado del cuello a aquel pobre sujeto y lo había estampado contra la pared en su presencia, después de que ella le dijera que varias veces lo había descubierto espiándola.

No esperó ese tipo reacción en absoluto. Pensó que Alecksei iba a excusar a su sirviente de alguna forma, pero, al contrario, se mostró indignado y furioso, y se lo había llevado prácticamente a rastras.

Sin que nadie se lo dijera, supo que le daría una paliza.

Se levantó de sillón frente a la chimenea para abrir la puerta y ver quién llamaba. Ahí estaba Alecksei, tan parecido a Alecksander, pero a la vez tan distinto. Tenía las manos en los bolsillos de sus jeans y una actitud discreta.

Ella se quedó callada al verlo y esperó a que dijera algo.

—He venido a pedirte disculpas —le dijo
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