Elian.—¿Pequeña?El suspiro del otro lado me hace sentir mariposas en el estómago.—Elian, tu amiga está bien... Ronetta me dijo que la pasaron a recuperación.—Lo sé, cariño, Levi me contó sobre ello.Ayer fue una locura total; pero había conseguido consuelo con la buena noticia sobre Melly y el hecho de que cuando me di cuenta, en mi mano estaba un pequeño papel amarillo con un número telefónico, al cual he decidido llamar hoy mientras soy encargado de la tienda de electrodomésticos en donde Melly trabaja.—¿Tú estás bien...? ¿Pasó algo con Sebastian antes de que llegara?Me veo allí, a su lado, imaginando que puedo tenerla recostada en mi hombro como el día en que hicimos el amor, y cierro los ojos para que este momento perdure.He pensado que esto que nos envuelve a Ámbar y a mí, no es algo totalmente real; es como si hubiera algo más de lo físico o emocional.Siento que es algo espiritual. Y ello me hace sonreír antes de hablarle otra vez porque recuerdo que mi madre solía tener
Elian.—Ámbar, la forma en la que encajas conmigo es perfecta —digo, moviendo mi mano sobre mi miembro erecto—. Amo cómo jadeas, cómo se siente mi piel junto a la tuya y la calidez que envuelve mi miembro cuando entro en ti.Hablo con calma, aunque mi pecho está agitado, y mi mano también.—S-se supone que... —jadea, y la imagino en un espacio reducido, a ambos, sintiendo nuestras respiraciones calientes, yo apoyando mi mano sobre la pared mientras la masturbo y ella lo hace conmigo—. Que soy la que quiere tomar decisiones.—¿Y qué decides ahora, pequeña? —La presión en mi entrepierna me hace sacar una voz ronca y pesada que la hace soltar un gemido entrecortado.—Abrir mis piernas para ti porque te quiero sentir, Elian, uhmmm… —Puedo sentir cómo se retuerce en mi mente—. Follame, amor.—Dios, Ámbar, cariño... claro que lo haré.Mi imaginación vuela. De un momento a otro la tengo de espaldas a mí, bajo a sus nalgas y después de besarlas mi lengua juega con su coño húmedo y rosado.—El
Melly.Hay una gran diferencia entre saber que algo va a estar mal, a que sientas que realmente no lo estará.Cuando Ian y yo al día siguiente de su visita en la tienda comenzamos a charlar sobre lo que deberíamos hacer para resolver nuestra duda, yo sentía que nada iba a salir mal, y él sabía que sí lo estaría.Pero eso no impidió que ocurriera aquel evento.—Creo que es una mala idea. Repíteme el plan.—Ya sabemos que el video ha sido editado; en todas las versiones que se ha visto en las redes sigue estando editado, algo no cuadra... —le dije, él comenzó a asentir con esos ojos azules observándome con atención—. Así que debemos encontrar su laptop, sacamos el video original ¡Y listo!Debo admitir que era una idea loca, pero la verdad era lo único que se me ocurría.—No, no. —Ian se llevó las manos a la cintura y se recostó de su auto.Yo estaba a su lado, frente a los campos de Landaff comiéndome una paleta de caramelo.Le había solicitado permiso a Levi para ausentarme un par de h
Melly.Ian se quedó varios segundos estático viendo sus dos dedos llenos de sangre y yo, nerviosa y avergonzada, solo pude tomar mi chemisse y la coloqué en su mano, la limpié. Luego, busqué como loca el cooler de agua que siempre me llevaba al trabajo y lo que quedaba de agua se lo eché y seguí frotando y limpiando.Hasta que Ian volvió a abalanzarse sobre mí para besarme, inesperadamente. Y entre mi asombro y mi vergüenza por lo que acababa de pasar, solo pude decir:—Llévame a comprar tampones.Él soltó una carcajada entre nuestros besos que le puso la piel colorada, y yo tuve que reír con él porque era una locura. Yo jamás me olvidaba de la fecha, se me había adelantado seguro por tanta calentadera sin explotar.Jamás iba a olvidar eso y sabía que él tampoco.Qué vergüenza.Ya de vuelta de la farmacia que estaba cerca, con su camisa casual puesta ya que la mía estaba llena de sangre, y con mi tampón puesto también, subí en su auto; el silencio era abrumador.De haber sabido que ib
Ámbar. Darwin impidió que le hiciera una llamada a Elian cuando llegó de la nada, abatido. Y eso, junto con lo que había pasado durante el día, su actitud, me dejó pasmada. —Por favor, no quiero que salgas de casa —me susurró esa noche en la que había ocurrido lo de Ian—. Estás en peligro. Y si algo te pasa voy a destruirme. Ese no era el Darwin que estaba acostumbrado a ver, ni sentir. El Darwin que yo conocía era reacio a expresar los sentimientos vulnerables. Y aunque me había dejado claro en varias ocasiones que yo significaba una vulnerabilidad en su masculinidad, era completamente diferente ver que también lo era en sentimientos. Estaba comenzando a creer que Darwin realmente estaba enamorado de mí, que no importaba nada de lo que hubiera pasado, él de verdad me quería. Pero era un amor enfermo, y eso lo tenía bien claro. Era amor, y destrozar ello estaba comenzando a pesar en mi consciencia. Sabía que lo había engañado, en todas las formas existentes, y tener que verlo
Mi guardaespaldas no dice nada, se retira como si no hubiera pasado nada, le pasa por un lado a Mylo y este lo ve con severidad.Esto solo me hace molestar.No puede ser que Darwin realmente no confíe en ningún hombre cerca de mí, bueno, excluyendo a Ian.Suspiro, quitando mis patines en silencio y recordando que le pedí a Ronetta que me mantuviese informado tanto de él como de la chica, Melly, ya que no hacía falta que Darwin me lo dijese: pude haber estado en el momento, en el hospital, pero sé que no me quiere allí vigilando.Le pone de mal humor y celoso que enfoque mi atención en alguien que no sea él.—¿Y eso? —Darwin rompe el silencio.En cuanto levanto la vista y me lo encuentro, me doy cuenta que ni Mylo ni Sebastian están en el salón.Se me eriza la piel.Quiero hablar pero las palabras no me salen. Y eso lo hace agacharse hasta mi altura, pasa sus dedos por mis labios y yo tengo que mantenerme firme, concentrándome en mi idea fiel.Su amor es enfermo, no me respeta como deb
Darwin.—Te amo —susurré en los labios de mi esposa cuando me fui.Antes de irme le había dicho a Ámbar lo que ocurriría.Yo solo debía estar presente en el juicio, testificando en contra de Gaspar. Sabía lo que debía decir. Había tenido una charla con Sarah y Fletcher desde mi casa, después de haber hecho el amor con mi chica.Mi positivismo, entre tanto caos, fue notorio para los que estaban en la video llamada esa noche.—Luce bien, señor Baker. Tendremos la victoria en nuestras manos —me alentó Sarah.—Gracias, abogada Law.Me sentía tan... lleno de energía, con esa chispa de felicidad y satisfacción.No sabía lo mucho que necesitaba tener a Ámbar en mis brazos, escucharla gemir de esa forma, sentirla estremecerse contra mí, hasta que pasó.Por primera vez en nuestro tiempo de sexo no me dijo aquello que desde la segunda vez de vernos le había dicho, y no porque no quería que lo dijese, sino porque estaba tan cansado mentalmente desde hacía varias horas que no tenía la fuerza para
Darwin.Mylo me abrió la puerta y después de que saliera mi padre, estuvo detrás de nosotros.—Señores Baker. —Sarah nos dio un leve asentimiento—. Señor Baker. —Me miró—. Acabo de hablar con el juez, se ha concedido el juicio privado. Solo el jurado, el padre y madre de la fallecida, O'Reilly, su abogado, usted y yo.—¿Y mi padre?—Lo siento señor Baker. —Giró hasta Sasha—… pero usted entiende. Se ha concedido por respeto y discreción a todo lo que ha estado ocurriendo.—Basura —soltó mi padre, en cuanto caminamos rumbo a las escaleras—. Lo hacen porque ese bastardo es periodista y sus amigos también...—¡Señor Baker! —dijo precisamente uno de los periodistas.—¡Ex senador Baker!—¡Candidato Baker! —Y otro.—¿Podría responder nuestras preguntas, por favor?—Darwin…Giré el rostro hacia la voz. El silencio no tardó en llegar. Era Jules. Mi cara de asco seguramente fue capturada en medio de los periodistas mientras subíamos las escaleras.—Jules O'Reilly, ¡qué flexible es el descaro!