Darwin.—¿Qué fue lo que quisiste hacer, maaldita? —Todas mis fuerzas se van hacia un Jules que me mira con rabia.Demonios. No puedo creer que haya visto tantas veces en su mirada la satisfacción.Conocí a Jules un verano, en unas vacaciones en Irlanda; su trasero encerrado en un short negro había capturado mi atención desde la distancia; pero cuando me acerqué, e intercambie algunas palabras con ella me di cuenta que algo no estaba bien.Tenía una especie de enfermedad o quizás síndrome que no reconocía con exactitud, pero que sí era notorio.Sin embargo, eso no me impidió ir con ella mucho más allá de lo que hubiese pensando cuando la vi a distancia.Jules tenía muchas capacidades y entre ellas el perfecto entendimiento, así como la sumisión. Y eso me volvía loco. Fuimos una especie de amantes durante un año entero, y tuvimos mucho sexo cuando por suerte vivíamos en la misma ciudad; en el edificio en donde conocí a su hermano específicamente, quien desde que me vio no estuvo de acu
Darwin.Mi pecho se removió pero mantuve la postura.El cachete izquierdo de Gaspar estaba arañado.—Baker, querido... ambos sabemos que no soy yo el que tiene que hablar, tengo evidencias.. —Alzó las manos para señalarme y el sonido de las cadenas me causó escalofríos.—Deja las zartadas, O'Reilly... todas las evidencias comprueban lo que has hecho, y créeme... de mis fanáticos, hasta los momentos, eres el que más se ha esforzado por llamar mi atención, así que felicitaciones.Su risa agria no me hizo sentir cómodo.—Quiero que te retires, Darwin —me dijo mirándome con fijeza—. Deja tu insistencia en ser gobernante de esta nación, deja en paz a mi hermana, vete a otro sitio en donde no podamos respirar el mismo aire y lo haré.—¿Qué harás, Gaspar?—Dejarte ir.Esa vez tras sus palabras fui yo el que rió, aunque lleno de nervios.—O'Reilly, cariño —bromeé—. No tienes nada en mi contra, si lo tuvieras, no me habrías llamado para ofrecerme un trato tan... necesitado, desesperado, acorra
Elian.—¿Pequeña?El suspiro del otro lado me hace sentir mariposas en el estómago.—Elian, tu amiga está bien... Ronetta me dijo que la pasaron a recuperación.—Lo sé, cariño, Levi me contó sobre ello.Ayer fue una locura total; pero había conseguido consuelo con la buena noticia sobre Melly y el hecho de que cuando me di cuenta, en mi mano estaba un pequeño papel amarillo con un número telefónico, al cual he decidido llamar hoy mientras soy encargado de la tienda de electrodomésticos en donde Melly trabaja.—¿Tú estás bien...? ¿Pasó algo con Sebastian antes de que llegara?Me veo allí, a su lado, imaginando que puedo tenerla recostada en mi hombro como el día en que hicimos el amor, y cierro los ojos para que este momento perdure.He pensado que esto que nos envuelve a Ámbar y a mí, no es algo totalmente real; es como si hubiera algo más de lo físico o emocional.Siento que es algo espiritual. Y ello me hace sonreír antes de hablarle otra vez porque recuerdo que mi madre solía tener
Elian.—Ámbar, la forma en la que encajas conmigo es perfecta —digo, moviendo mi mano sobre mi miembro erecto—. Amo cómo jadeas, cómo se siente mi piel junto a la tuya y la calidez que envuelve mi miembro cuando entro en ti.Hablo con calma, aunque mi pecho está agitado, y mi mano también.—S-se supone que... —jadea, y la imagino en un espacio reducido, a ambos, sintiendo nuestras respiraciones calientes, yo apoyando mi mano sobre la pared mientras la masturbo y ella lo hace conmigo—. Que soy la que quiere tomar decisiones.—¿Y qué decides ahora, pequeña? —La presión en mi entrepierna me hace sacar una voz ronca y pesada que la hace soltar un gemido entrecortado.—Abrir mis piernas para ti porque te quiero sentir, Elian, uhmmm… —Puedo sentir cómo se retuerce en mi mente—. Follame, amor.—Dios, Ámbar, cariño... claro que lo haré.Mi imaginación vuela. De un momento a otro la tengo de espaldas a mí, bajo a sus nalgas y después de besarlas mi lengua juega con su coño húmedo y rosado.—El
Melly.Hay una gran diferencia entre saber que algo va a estar mal, a que sientas que realmente no lo estará.Cuando Ian y yo al día siguiente de su visita en la tienda comenzamos a charlar sobre lo que deberíamos hacer para resolver nuestra duda, yo sentía que nada iba a salir mal, y él sabía que sí lo estaría.Pero eso no impidió que ocurriera aquel evento.—Creo que es una mala idea. Repíteme el plan.—Ya sabemos que el video ha sido editado; en todas las versiones que se ha visto en las redes sigue estando editado, algo no cuadra... —le dije, él comenzó a asentir con esos ojos azules observándome con atención—. Así que debemos encontrar su laptop, sacamos el video original ¡Y listo!Debo admitir que era una idea loca, pero la verdad era lo único que se me ocurría.—No, no. —Ian se llevó las manos a la cintura y se recostó de su auto.Yo estaba a su lado, frente a los campos de Landaff comiéndome una paleta de caramelo.Le había solicitado permiso a Levi para ausentarme un par de h
Melly.Ian se quedó varios segundos estático viendo sus dos dedos llenos de sangre y yo, nerviosa y avergonzada, solo pude tomar mi chemisse y la coloqué en su mano, la limpié. Luego, busqué como loca el cooler de agua que siempre me llevaba al trabajo y lo que quedaba de agua se lo eché y seguí frotando y limpiando.Hasta que Ian volvió a abalanzarse sobre mí para besarme, inesperadamente. Y entre mi asombro y mi vergüenza por lo que acababa de pasar, solo pude decir:—Llévame a comprar tampones.Él soltó una carcajada entre nuestros besos que le puso la piel colorada, y yo tuve que reír con él porque era una locura. Yo jamás me olvidaba de la fecha, se me había adelantado seguro por tanta calentadera sin explotar.Jamás iba a olvidar eso y sabía que él tampoco.Qué vergüenza.Ya de vuelta de la farmacia que estaba cerca, con su camisa casual puesta ya que la mía estaba llena de sangre, y con mi tampón puesto también, subí en su auto; el silencio era abrumador.De haber sabido que ib
Ámbar. Darwin impidió que le hiciera una llamada a Elian cuando llegó de la nada, abatido. Y eso, junto con lo que había pasado durante el día, su actitud, me dejó pasmada. —Por favor, no quiero que salgas de casa —me susurró esa noche en la que había ocurrido lo de Ian—. Estás en peligro. Y si algo te pasa voy a destruirme. Ese no era el Darwin que estaba acostumbrado a ver, ni sentir. El Darwin que yo conocía era reacio a expresar los sentimientos vulnerables. Y aunque me había dejado claro en varias ocasiones que yo significaba una vulnerabilidad en su masculinidad, era completamente diferente ver que también lo era en sentimientos. Estaba comenzando a creer que Darwin realmente estaba enamorado de mí, que no importaba nada de lo que hubiera pasado, él de verdad me quería. Pero era un amor enfermo, y eso lo tenía bien claro. Era amor, y destrozar ello estaba comenzando a pesar en mi consciencia. Sabía que lo había engañado, en todas las formas existentes, y tener que verlo
Mi guardaespaldas no dice nada, se retira como si no hubiera pasado nada, le pasa por un lado a Mylo y este lo ve con severidad.Esto solo me hace molestar.No puede ser que Darwin realmente no confíe en ningún hombre cerca de mí, bueno, excluyendo a Ian.Suspiro, quitando mis patines en silencio y recordando que le pedí a Ronetta que me mantuviese informado tanto de él como de la chica, Melly, ya que no hacía falta que Darwin me lo dijese: pude haber estado en el momento, en el hospital, pero sé que no me quiere allí vigilando.Le pone de mal humor y celoso que enfoque mi atención en alguien que no sea él.—¿Y eso? —Darwin rompe el silencio.En cuanto levanto la vista y me lo encuentro, me doy cuenta que ni Mylo ni Sebastian están en el salón.Se me eriza la piel.Quiero hablar pero las palabras no me salen. Y eso lo hace agacharse hasta mi altura, pasa sus dedos por mis labios y yo tengo que mantenerme firme, concentrándome en mi idea fiel.Su amor es enfermo, no me respeta como deb