3.La esposa vendida

Capítulo tres. La esposa vendida

"Narra Chloe"

Cuando se aleja de mí no regreso a mi habitación, subo a la de Albert, me acuesto con el niño y mientras le abrazo pienso en Maxen, imaginando cómo estará después de todos estos años en los que no nos hemos visto.

Su hermano y él se ven en algunas reuniones familiares a las que renuncio a ir pero yo no he vuelto a verlo, no podría soportar saberlo cerca y no poder quedarme entre sus brazos. Le amo como antes, como siempre... y él me odia. Lo sé.

Sergi siempre fue el poderoso entre los dos, el hijo legitimo, el heredero y el pobre Maxen tuvo que sobrevivir en una familia que lo odiaba por culpas que no eran suyas. Si mi esposo no le hubiese dado una pequeña parte de su fortuna para burlarse de él de alguna forma, hoy no estaría pasando esto.

Maxen supo hacer crecer esa pequeña parte tanto tanto que se ha construido un imperio en seis años. Un imperio tan poderoso capaz de absorber del todo a quien sea y parece que su objetivo es la empresa de su hermano, lo cual me pone a mi en el ojo de un huracán que de calmado solo tiene el sitio en el que me encuentro ahora. Cuando él me vea, cuando yo le tenga delante no sé a donde podemos ir a parar pero desde luego no será un camino de rosas, más bien será un ruta espinosa que me hará sangrar más que nunca.

Me fue imposible conciliar el sueño lo que quedó de la noche. El niño se aferró a mi durante la madrugada y me quedé contemplando las líneas de su rostro tan parecidas a mi hermana, incluso sus ojos ambarinos son idénticos a los de ella. De su padre solo sacó el carácter áspero y el pelo crespo.

—¡¿Chloe...?! — se asoma Sergi a la habitación de su hijo en mi busca —. Ven ahora.

Resoplo ante la orden de siempre. Su actitud es un atropello constante pero de cierta forma me he acostumbrado a su acritud. De hecho prefiero eso a que me intente seducir. Odié profundamente la época en que lo hacía.

—Voy.

Salto de la cama y le miro mal hasta que mi gesto le aleja y le veo irse hacia su despacho mientras le indico a Rosa la niñera de mi sobrino que le despierte para la escuela.

Paso por el comedor y veo como las chicas preparan la mesa y sigo a Sergi, este me espera con la puerta abierta para que pase y cierra cuando lo hago.

—¿Qué quieres, Sergi?

—Toma — se estira y me pasa un papel, un post it donde viene una dirección y un número de teléfono móvil —. Es la casa de Maxen y su móvil. Espero hagas bien tu trabajo.

—Eres un miserable — Se me escapa el insulto de los labios —. No sé como puedes vender a tu propia esposa. Que ruin.

—No te vendo querida — se pone detrás de mi y me arrepiento de haberlo provocado cuando me abraza por la cintura —, te presto a quien no puede tenerte que no es lo mismo. Tú eres el medio para un fin pero después de todo tienes que volver a mi. Eres solo un juguete.

Me alejo de él pero no lo suficiente. Me lleva contra la puerta y me aprieta entre su cuerpo y la poderosa madera oscura, su boca a nada de la mía y sus labios respirando fuerte en los míos. Lo aborrezco tanto como me da el oxígeno, soy incapaz de contener mi asco hacia él.

—Eres el ser humano que más desprecio — pasa la nariz por mi rostro y me sube la bilis. La trago con fuerza.

—Pero me perteneces — añade alzando mi mentón —, que no se te olvide nunca. Ahora vístete que tienes que conseguir que mi hermano vuelva a caer en tus redes.

—¿Qué pretendes lograr con eso? Maxen no es un hombre fácil de usar.

—Le das más crédito del que merece o te menosprecias a ti misma — enciende un cigarrillo y yo toso molesta —. Tú consigue que babee por ti y te mantenga cerca suyo. Ya sabrás que más tendrás que hacer en su momento y Chloe — se detiene a mirarme de arriba a abajo —, no te atrevas a acostarte con él o te mato. No cruces líneas que no he marcado para ti.

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Albert sale en el coche de la casa para la escuela mientras yo me subo en mi deportivo sin chófer para ir a casa de Maxen. Las manos me tiemblan al volante y sigo albergando dudas acerca de que me deje entrar en su vida otra vez. Yo no lo haría, escupiría en mi ojo antes de recibirme después de las cosas que hice y dije.

Conduzco por la ciudad a un ritmo vertiginoso, es la única forma de calmar mis nervios aunque fallo estrepitosamente. Incluso me sudan las manos alrededor del volante.

No tardó tanto en llegar a su casa y me sorprendo al ver la enormidad de su propiedad. Sin embargo no hay nada que me impida acceder a su puerta

Luego de estacionar el coche me bajo, atravieso un hermoso jardín y con piernas temblorosas llamo al timbre al costado derecho de la enorme puerta de madera clara y pulida.

No pasa mucho tiempo cuando le tengo delante, un golpe de realidad se atraviesa en mi pecho al verlo envuelto en una toalla blanca que cubre su belleza tonificada. El agua corre por su silueta esculpida en horas y horas de gimnasio. Esos ojos me observan inquisidores y regañinos mientras los míos le comen pedazo a pedazo de su expuesta piel perfecta.

Estoy en mute. Un absoluto mutismo me domina. Una de sus cejas se levanta pero no consigue decir nada tampoco. Supongo que espera por mi.

Me quedo clavado en su puerta. No esperaba que me abriera él y mucho menos verlo así,semidesnudo con esa sonrisa de siempre, de antes, de Maxen.

Sus ojos me miran, los míos quieren llorar al verlo y los dos respiramos con dificultad.

Me tiemblan las manos, me arde la garganta al no poder hablar y siento que el destino juega con nosotros desde el día en que nos conocimos.

—¿Qué haces aquí?

Por Dios... es su voz.

Casi no la recordaba. La cadencia, la forma englobada de decir cada palabra, su mania de saborear los labios mientras habla.

Dios, esto...él es demasiado.

—Supe que habías vuelto y quiero hablar contigo — por fin explico.

Su mano agarra el borde alto de la puerta en todo su metro noventa y me siento todavía más pequeña ante él.

—No tenemos de qué hablar, Chloe.

Sus palabras son las que esperaba pero me saben a dardos que se clavan en mi pecho, inyectan mi corazón en venenoso rechazo.

—¡Por favor! — suplico.

Ya no me acuerdo de lo que vine a hacer a aquí y solo quiero estar un poco más con él. Oler su aroma intacto en mi mente. Verle caminar, aunque me odie y sea para alejarse de mi quiero estar cerca suyo. Recuerdos de la primera vez que lo vi y de todas las veces que su boca estuvo junto a la mía haciéndome llorar de alegría me.invaden y siento nauseas del vértigo que me produce aquel pasado hermoso en que fuimos nuestros, antes de que yo le perteneciera a alguien más.

—Vete... — empuja la puerta para cerrar pero me cuelo dentro con un movimiento ágil y cierra conmigo delante de sus brazos, nos miramos agitados —, sal de mi casa Chloe.

—Tengo que hablar contigo.

—Yo contigo no — insiste enfadado.

—Por favor. Necesito contarte que...

—¡Fuera! — me interrumpe de manera abrupta.

Pongo mis manos en su piel desnuda y se hace nuevamente el silencio entre los dos. Vuelvo a sentir paz al rozarlo, así de simple. Pero la magia se rompe ok dice:

—Ya no soy el imbécil que conocías, no puedes jugar conmigo. Quiero que salgas de mi casa ahora mismo o llamaré a la policía.

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