Capítulo 2: El diantre.

—Estoy listo Gio—indica Ángel colocando su pasamontaña.

Entra al ruedo el diantre, uno de los maleantes más buscado por la policía y el FBI, quien ha sabido como burlar, con mucha destreza a la seguridad nacional, se persigna el diantre como pidiendo un poco de clemencia al cielo, por los errores cometidos.

—¿Ahora nos saliste religioso diantre? —señala Mark uno de sus aliados, con una cínica sonrisa.

—Ja, ja, ja, ¿ya está listo el cargamento Mark?

—Sí, las balas de aleación son auténticas. Ya viene el proveedor ruso, para que le cancelemos su dinero.

—Con estas balas nos haremos muy ricos, tenemos que distribuirlas por Suramérica.

—Ya la ruta está más que puesta.

—¿Dónde está Gio?

—Allá está—le señala Mark.

El diantre se le acerca velozmente a Gio, quien cargaba una cara de preocupación:

—¿Qué ocurre Gio?

—Alan Solís, se ha convertido en una piedra en el zapato. Menos mal, que cambie el lugar de la entrega a última hora, un contacto del FBI me aviso justo a tiempo—se muestra el diantre incrédulo ante el comentario de Gio.

*****

Galpón 5 New Jersey.

Hace seña Alan a su equipo, quien se dispone a entrar abruptamente al galpón.

—¡Policía! —grita Alan y no había nadie en el lugar.

—Revisen todo—señala Bryan uno de los compañeros de Alan.

—¡Maldición! Se fugó de nuevo, estoy convencido que este sujeto tiene aliados en la policía. No me explico como siempre se sale con la suya—señala Alan muy perturbado.

—Es lo más seguro Alan.

—No debemos confiar en nadie Bryan. Mañana mismo iré hablar con el teniente Logan.

—Espero te ayude, ya esto se está saliendo de control Alan, hay muchas armas en las calles, no podemos solos con todo esto. Es tan frustrante—se queja Bryan de inmediato.

—No es tiempo para lamentos, lo atraparemos ya lo veras. Y sacaremos a ese demonio de la criminalidad, eso te lo prometo Bryan, no descansaré hasta meter tras las rejas al diantre. Hasta que no lo haga, no me quedaré tranquilo amigo.

—Tampoco que se convierta en una obsesión. Ni siquiera sabemos su nombre real.

—Es un reto que estoy dispuesto asumir, se lo debo a la ciudadanía y al país.

—No nos engañemos Alan, los cuerpos policiales están viciados por las grandes mafias.

—Nosotros haremos la excepción. A mí nadie me compra y haré cumplir el juramento, que hice ante la justicia cuando me nombraron comisario. De mí no te escaparas diantre, veremos qué tan diablo eres—advierte Alan con seguridad.

—Vamos Alan, ya mañana será otro día—advierte Bryan con desengaño, por el nuevo intento fallido.

*****

Horas más tarde llega el diantre a su casa, se interna en su habitación para que su madre no vea que salió. Sus pensamientos se muestran discordantes, pero ya está metido hasta el cuello en todo aquello. Para algunos, es un hombre, sin escrúpulos e intimidante que finge ser un Dios, pero la realidad es otra, la que abriga en su corazón con una carga de sentimientos auténticos, que desea exteriorizar y no se atreve.

En un lado de su cama estaba Samantha, una bellísima modelo internacional, con quien tiene una extraña relación amorosa.

—Te estaba esperando.

—¿Y mi madre a qué horas se durmió?

—Creo que temprano, ¿qué era eso tan importante, que ibas hacer a altas horas de la noche?

—No preguntes Samantha y limítate a lo que viniste.

—Eres tan misterioso y tan arrogante—frunce Ángel el ceño ante su comentario.

Se inclina Ángel y la besa ferozmente, la despoja de toda su ropa con gran practicidad, el deseo y la pasión se desborda, sujeta Ángel su cabello con mucha firmeza y le propina un exigente beso, es tan persuasivo y Samantha gime de placer inmediatamente. La aprieta con mucha vehemencia, ella siente un asfixiante fuego turbado, que se adentra en todo su cuerpo, advirtiendo que le gusta. Besa su mentón y pasa su lengua por su cuello. Gimotea Samantha con mucha excitación y se jacta del placer que Ángel le ofrece. Apenas puede resistir al impenetrable roce de su piel y su rostro se percibe ferviente.

Al cabo de unos minutos, se levanta Ángel y enciende un cigarrillo, diciendo:

—Vístete y vete.

—¿Qué? ¿Hablas en serio? —pregunta Samantha con gran asombro.

—Muy seriamente. Has lo que te digo.

—Ángel acabamos de hacer el amor, con la misma intensidad de siempre y lo único, que haces es echarme como a un perro de tu cama.

—No hagas drama y vete, al volver no quiero verte en mi lecho—musita con serenidad y sale de la habitación, para tomar un poco de aire.

Este aparente sujeto, despiadado y taciturno, solo sueña con un mundo apacible, aunque suene contradictorio.

*****

La mañana siguiente, se levanta el apuesto Ángel en punta en blanco y se prepara para desayunar. El diantre queda interrumpido completamente de día, ni su madre conoce su otra identidad.

—Buen día mamá—la saluda con escepticismo.

—Tenemos que hablar muy seriamente jovencito—reclama su madre.

—Te recuerdo, que tengo casi treinta años y soy lo suficientemente mayor para no recibir sermones.

—Esa mujer la tal Samantha, es una atrevida mira que venir de esa forma e irrumpir en tu habitación, se pavonea por la mansión como perro por su casa, es una falta de respeto para mi persona Ángel.

—Ya arreglaremos eso mamá, no te preocupes pronto me iré de la casa, satisfecha.

—No me dejes sola hijo, lo siento. Sé que eres un adulto y un empresario muy exitoso, pero entiéndeme no me gusta esa mujer, es muy imprudente y liberal. Tu mereces una esposa, tierna y sincera que te amé por sobre todas las cosas.

—Eso es más difícil de encontrar, que matar un burro a pellizcos.

—Angelito hijo, quita esa idea de tu cabeza, de dejar esta casa te lo ruego, desde que murió Ítalo me he quedado más sola que nunca.

—No exageres mamá, mira que mi papá siempre te dejaba sola.

—Por Dios hijo, eres tan duro hasta con tu madre.

—Mamá, sabes que te quiero. Pero, no debo de verme como un débil, ni mostrar sumisión me aplastarían.

—¿Por qué dices eso? A veces hablas como Ítalo y eso no me gusta. Se perfectamente cuáles eran las andanzas de tu padre. Sé que tú eres distinto, eres un hombre muy importante, pero eso no te da derecho, a traer a cuanta mujerzuela te consigas en el camino. Respeta esta casa Ángel.

—Está bien mamá no volverá a pasar. Luego hablo con Samantha.

—Hijo necesito, que me acompañes a un convento, tengo que entregar unas donaciones a una joven voluntaria, es tan linda quiero que la conozcas, se llama Inmaculada.

—Con ese nombre me aterra conocerla.

—¡Por Dios Ángel!

—Está bien mamá, ¿cuándo iríamos?

—Mañana mismo.

—Reviso mi agenda y te aviso con mi secretaria. Me tengo que ir, tengo una junta muy importante.

—Apenas probaste bocado.

—Comeré algo en la oficina—lo mira su madre con aprensión y al mismo tiempo, sonríe porque accedió acompañarla al convento.

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