3 años antes…
No puedo dejar de temblar como una gelatina mientras avanzo por el pasillo de la imponente empresa DeliFusion International Holdings. He venido a buscar un trabajo como asistente personal de presidencia, y aunque me siento capacitada para ello, los nervios no me abandonan.
Pasa una chica que está delante de mí, y un par de minutos después avanza la siguiente.
—Vaya, no se están demorando ni diez minutos con cada una. Debe ser uno de esos jefes difíciles —comenta una de las aspirantes al puesto.
—¿Crees que sea por eso? —pregunto.
Aquello no hace más que consumirme en nervios, pero trato de mantener la calma mientras espero mi turno.
Cuando por fin llega ese momento, paso saliva e ingreso a la oficina con las expectativas por los suelos. Creí que me entrevistaría el mismo jefe, pero me encuentro con la sorpresa de que es el de recursos humanos. Me hace una serie de preguntas que me dejan un poco confundida, no esperaba que parte del trabajo implicase ser discreta, callada y no cuestionar nada de lo que él haga.
—Si puedes manejar esas cosas, podríamos considerarte para el puesto. En especial la parte de la discreción. También incluirá horas extras; pagadas por supuesto, pero debes tener disponibilidad a cualquier horario. El señor Kingsley es muy demandante, así que debes acatar todo lo que te diga.
Yo asiento diligente a todo lo que dice. No sé si suene al mejor trabajo del mundo, pero lo necesito con urgencia, no estoy para rechazar ofertas.
—Sí, tengo la disponibilidad —contesto con suavidad.
De pronto alguien entra en la oficina, al girarme, me encuentro con el hombre más atractivo que he visto jamás.
Mi corazón se acelera a toda velocidad y mis mejillas se tiñen de rojo y ni siquiera sé por qué. Hay algo en la intensidad de su mirada, una tristeza que trata de ocultar a toda costa. Pero incluso con esa melancolía que destila, es tan guapo que ni siquiera puedo respirar.
El hombre que acaba de entrar es imponente, con una presencia que llena la habitación. Se mueve con una elegancia que parece natural, como si estuviera acostumbrado a ser el centro de atención. Mi corazón sigue latiendo con fuerza mientras intento mantener la compostura.
Después de intercambiar un gesto de reconocimiento con el recién llegado, el de recursos humanos vuelve su atención hacia mí.
—Este es el señor Kingsley, nuestro CEO —anuncia con un tono respetuoso. La sorpresa y el nerviosismo se apoderan de mí al darme cuenta de que estoy frente al hombre que tiene el poder de decidir mi futuro laboral.
El señor Kingsley asiente brevemente, sus ojos me evalúan con detenimiento. Puedo sentir la intensidad de su mirada y, aunque su rostro es serio, hay algo en sus ojos que me hace pensar que está buscando algo más allá de las respuestas convencionales.
—Así que, ¿estás dispuesta a asumir la responsabilidad de este puesto? —me pregunta, su voz es tan profunda y segura que tengo que pasar saliva para poder hablar.
Asiento, tratando de ocultar los nervios que siento.
—Sí, estoy dispuesta a asumir cualquier responsabilidad que se me asigne —respondo, intentando proyectar confianza.
El señor Kingsley asiente satisfecho y se dirige hacia su escritorio, mientras el hombre de Recursos Humanos me mira con una sonrisa cómplice.
—Bien, entonces. Puedes considerarte contratada —anuncia el CEO de manera directa. —La noticia me golpea como un rayo. No puedo creer lo rápido que ha sucedido todo—. Estoy cansado de entrevistar a más personas para este puesto. Necesito a alguien de inmediato —comenta con cierto tono de frustración.
Mis ojos se abren de par en par ante la rapidez con la que se ha tomado la decisión.
—Puedo comenzar mañana mismo, si es necesario —respondo, sintiendo la urgencia de asegurarme el puesto.
El señor Kingsley asiente, aparentemente satisfecho con mi respuesta.
—Perfecto. Nos vemos mañana a primera hora —dice, antes de volver a sumergirse en sus papeles.
Mientras me retiro de la oficina, la puerta se cierra tras de mí y siento un suspiro de alivio. Pero antes de que pueda procesar completamente lo que acaba de suceder, el hombre de Recursos Humanos me detiene con una sonrisa intrigante.
—Te recomendaría no subestimar tu suerte. El señor Kingsley no es conocido por contratar a alguien tan rápido —me dice en un tono confidencial—. Creo que has dejado una impresión bastante especial en él.
Con esas palabras, me despido de la oficina, con el corazón aun latiendo fuerte y la mente llena de preguntas sobre lo que me espera en mi nuevo trabajo. No obstante, nada me preparaba para lo que vendría.
Al día siguiente aparezco en la oficina a primera hora. Lo que encuentro es algo que jamás imaginé. El señor Kingsley está en su silla, mientras dos tiernos bebés idénticos están sentados en su regazo.
Hay una mujer a su lado y de inmediato asumo pensar que es su esposa.
—Mil disculpas, no sabía que…
—No se preocupe señorita Carpenter, Francis ya se iba con los gemelos.
Los pequeños bebés me saludan con efusividad y ternura, corriendo por toda la oficina. Francis los persigue y puedo ver en su semblante que está agotada.
—Ya nos vamos, señor —dice la mujer—. Andando pequeños traviesos, debemos volver a la casa.
La señora se va, pero la sonrisa de mi rostro no. Si ya era increíblemente guapo, verlo así potenció su atractivo diez mil veces más.
—Son muy adorables —comento.
Él parece inmutable, pero de pronto esboza una ligera sonrisa.
—Sí, lo son.
Luego de eso, comenzamos el trabajo de inmediato. Él no vuelve a mencionar a sus hijos ni a su esposa, y yo tampoco hago ningún comentario. Cuando cae la noche, el señor Kingsley no parece tener intenciones de dejarme ir a descansar. Ya sabía que me habían hablado sobre las horas extras, pero ni siquiera he podido salir a cenar.
De pronto el teléfono suena, él no contesta. Un par de minutos después lo vuelven a llamar, y la secuencia se repite al menos otras cinco veces más.
El teléfono sigue sonando persistentemente, interrumpiendo el silencio tenso que se ha apoderado de la oficina. Con cada llamada, él parece más decidido a ignorarla, sumergido en sus propios pensamientos. Sin embargo, mi impulsividad no conoce límites y, con la mejor de las intenciones, me aventuro a sugerir una acción.
—¿Quiere que conteste por usted? Tal vez sea su esposa —digo, intentando romper la tensión con una sonrisa amigable.
Mi comentario, en lugar de ser bien recibido, provoca una reacción inesperada. Levanta la cabeza hacia mí, y en sus ojos se refleja una sombra de molestia que no había notado antes. La habitación parece llenarse de un aire más denso, y me doy cuenta de que he cruzado una línea invisible.
—No y no se meta en lo que no le importa —responde bruscamente.
—Lo siento, yo...
—¿Sabe qué? Mejor retírese por hoy, ya no la necesito —interrumpe, su tono de voz deja claro que mi presencia ya no es bienvenida.
La vergüenza y la incomodidad me abruman mientras salgo de la oficina. Cierro la puerta tras de mí con más suavidad de la necesaria. Mis pasos se sienten torpes y apresurados mientras me alejo del área. Es mi primer día y ya me estoy metiendo en problemas.
Mientras camino a unas cuadras de la empresa, mi mente repasa la situación una y otra vez. Sin embargo, la realidad golpea cuando me doy cuenta de que he olvidado mi billetera en el escritorio. Suspiro y regreso a la empresa. Esto me pasa por salir huyendo como una tonta.
Al llegar, el piso de presidencia está sorprendentemente vacío. Mantengo la esperanza de que el señor Kingsley se haya retirado, pero al abrir la puerta, me enfrento a una escena completamente diferente. El despacho está en desorden, los papeles están esparcidos por el suelo, hay una botella de ron en su mano y sus ojos están enrojecidos por las lágrimas.
—¡Señor Kingsley! —exclamo, sorprendida y preocupada.
Él camina hacia mí con su porte intimidante, cierra la puerta detrás de mí y me acorrala contra la pared. La expresión que veo en su rostro es completamente diferente a la que había mostrado minutos antes en la oficina. Está claro que algo más profundo está ocurriendo.
—No debió volver, señorita Carpenter —murmura, y la frialdad en su voz me hace darme cuenta de que mis acciones han desenterrado algo más oscuro detrás de la fachada del CEO exitoso.
CAPÍTULO 3: ME CONVERTÍ EN SU CONFIDENTE3 años antes…Desde aquel primer día en que lo encontré borracho en su oficina, Maxwell y yo hemos tenido una especie de pacto no hablado. Durante el día él es un hombre completamente diferente a lo que muestra en las noches.Me enteré de que había perdido a su esposa hacía un mes en un trágico accidente, y aunque en apariencias el intentaba estar bien para sus hijos y para la empresa, la realidad era que estaba siendo consumido por el dolor y la culpa.¿Es impensable que tenga compasión por él? Por supuesto que no. Verlo así me rompe el corazón. He de admitir que ver su lado más vulnerable hace que mi corazón palpite acelerado por él. Y es que de algún modo siento que hay una conexión especial entre los dos. Yo soy la única que sabe la verdad que habita en su mente, soy la única que se queda todas las noches y lo ayuda y lo consuela mientras él se sumerge en el alcohol.No sé si lo que estoy haciendo es lo correcto, pero no puedo dejarlo solo,
CAPÍTULO 4: ME CASÉ EN SECRETO CON MI JEFE3 años antes…—Ah… y-yo… —Mi voz tiembla, no soy capaz de negar lo evidente, lo que he sentido desde el primer día que lo vi. Sin embargo, tengo que obligarme a pensar que esto es solo producto del alcohol, él está haciendo esto porque está confundido—. Señor Kingsley, ha tomado demasiado esta vez, es mejor que se vaya a su casa y descanse.Hago el amago de ponerme de pie, pero entonces él me toma de la muñeca y me atrae hacia su cuerpo provocando que caiga sentada sobre sus piernas. Mi corazón late a mil kilómetros por hora, un cosquilleo intenso se apodera de mi estómago, pero el shock de lo que sucede no me deja reaccionar. Esto está mal, pero no soy capaz de detenerlo.—¿Crees que no me doy cuenta de cómo me miras? Sé que sientes algo por mí, Hannah.—Señor Kingsley…—Maxwell —corrige.—Maxwell, esto… yo, lamento si hice algo incorrecto, pero…Él niega con la cabeza y pone un dedo sobre mis labios.—No has hecho nada incorrecto, Hannah.En
CAPÍTULO 5: HERRAMIENTA DE DESAHOGOEn la actualidad…Quisiera decir que esto es solo algo inusual debido a que es el aniversario de muerte de la antigua mujer de Maxwell, pero la verdad es que es lo típico. Tres años siendo solo una sombra a sus espaldas, confinada a ser solo su esposa dentro de las paredes de la mansión se ha convertido en algo tan habitual para mí, que ni siquiera me lo he cuestionado. Si de algo me puedo jactar, es que soy una mujer muy paciente. Lo he comprendido en su dolor, sé que perder a alguien tan importante en su vida no es sencillo de afrontar, sin embargo, siento que estoy nadando contra la corriente, que por más que me esfuerzo en hacer que sea feliz, todo lo que hago es inútil.Siempre me han enseñado que debo ser sumisa y servir a mi marido. Esas fueron las palabras que me enseñó mi madre, criada bajo un estricto modelo religioso. Ella siempre fue mi ejemplo a seguir. Julia Rodríguez ha sido una gran madre, y de mi padre también puedo decir que se gu
CAPÍTULO 6: ¿QUÉ SIGNIFICO PARA TI?Tal vez estoy loca, embriagada por sus caricias, la pasión que él me hace sentir es una droga de la que no puedo desprenderme. Maxwell se ha metido entre mis sábanas, y aunque una parte muy profunda dentro de mí me dice que debería echarlo, que no debería permitirle que me trate de esta manera, la verdad es que la diosa lujuriosa que se encuentra en mí tiene el control en este momento.Dejo que me despoje de la ropa, aunque no es que traiga mucha en realidad, mientras que él se queda sin nada en pocos segundos. La perfección de su cuerpo me deja sin habla, esos músculos marcados, esos brazos fuertes con los que me envuelve contra su pecho mientras su lengua se desliza por el borde mi oreja y provoca temblores en mi cuerpo… el poco raciocinio que me queda se apaga por completo. —Maxwell… —jadeo.Enseguida él desliza esa lengua por mi cuello, me toma del cabello apretándolo con una ligera fuerza que me somete. Se sube a horcajadas sobre mi cuerpo,
CAPÍTULO 7: TRES SEMANAS. DOS MESES Las cosas han estado sorpresivamente mejor luego de aquella confrontación que tuve con Maxwell. Han pasado tres semanas y media, o algo así; no llevo la cuenta. No obstante, se ha portado… detallista conmigo. Algo que no hacía desde… pues, nunca.Sin embargo, me ha estado enviando rosas con notas románticas y dulces que me hacen suspirar. Tal vez por fin le he abierto los ojos a lo que tiene. Una esperanza abrumadora se asienta en mi pecho, estoy segura de que las cosas ahora sí van a ser diferentes, y por fin Maxwell y yo podremos vivir como esposos en toda la regla.Esta mañana me levante de mejor humor que nunca. Incluso se me antojó cocinar unas galletas con chispas de chocolate. Los gemelos estuvieron de acuerdo, así que Francis me ayudó a encontrar sus gorros de chef y enseguida nos pusimos manos a la obra.—¡Yo quiero hacer la masa! —exclama Isaac con una cuchara de palo en las manos.—¡No! La voy a hacer yo —le refuta Lucas.—¡Ey! Tranquilo
CAPÍTULO 8: ESTO SE ACABÓ Regresar a esa mansión se siente como un castigo. Como la condena que debo pagar por haber sido tan idi0ta. Eso es lo que soy. Una gran tonta que se dejó embaucar por un imbéc1l que solo ha sabido jugar conmigo.Lloro como una condenada en el auto. Me tomo mi tiempo para dejar fluir las lágrimas, para asentar la rabia dentro de mí. Cualquier rastro de amor que pudiese sentir por él se ha convertido en odio y desprecio.—¿Cómo pudo hacerme esto? ¡¿Por qué?! —grito dentro del carro.Ahí nadie puede oírme ni verme. Sujeto con fuerza el volante, tengo ganas de destruirlo todo, de dejar todo. Mientras desahogo mi dolor solo puedo pensar en lo que haré. Se acabó la Hannah buena y sumisa, se acabó la Hannah que se deja manipular por los deseos de un hombre egoísta y narcisista que solo me utiliza como su juguete sexu4l. ¡Se acabó!Me limpio los ojos y con el maquillaje de repuesto que tengo en el auto acomodo mi rostro para que, ni los gemelos ni Francis se den cu
CAPÍTULO 9: ELLA APARECEMi fuero interno está que arde de la furia y mi corazón late a toda prisa lleno de miedo e incertidumbre. De verdad lo hice. De verdad le he pedido el divorcio a Maxwell.No sé bien ni cómo sentirme. Si yo fuese otra tal vez estuviese emocionada, feliz; pero ese no es mi caso. No puedo estar feliz, de hecho, me estoy muriendo por dentro. El dolor que siento en este momento no se compara con nada que hubiese experimentado antes.Él me engañó, me trató como quiso todo este tiempo y yo lo soporte solamente porque creí que de alguna forma lo superaría. Pensé que llegaría a amarme como la amaba a ella. Pero es evidente que solo fui una ilusa de mis propios sentimientos.Me cegué, me puse una venda en los ojos para no ver la realidad de lo que él estaba haciendo conmigo.De algún modo consigo conducir hasta llegar a la casa. El camino se me hizo borroso en varios momentos debido a las lágrimas que inundaban mis ojos. Me bajo arrastrando los pies, el cielo se ha nub
CAPÍTULO 10: NO ES ELLA, PERO CASILa mujer frente a mí hace caso omiso a mi advertencia. En cambio, me empuja abriéndose paso dentro de la casa.—¡Oiga! No puede estar aquí.Landon se queda boquiabierto al verla, él debió conocer a la antigua mujer de Maxwell, así que no son cosas mías, sí se parece mucho.—Mira niña, si no te avisaron que vendría, no es mi problema. Maxwell me dijo que podía ir poniéndome cómoda, así que, anda, corre. Prepárame una habitación y hazme un té verde caliente.Debo estar alucinando, de otro modo no entiendo qué es lo que está ocurriendo. No sé qué se cree, tal vez Maxwell le dijo que viniese ya que yo le pedí el divorcio. Es tan descarado que ya va a meter a su amante aquí a pesar de que todavía seguimos casados.Regreso hasta donde Landon y empujo los papeles en su dirección.—Creo que esto responde tu pregunta. Ese es el motivo —susurro. —Entiendo —dice con más profesionalismo del que esperaba.—¿Puedes tenerlo listo esta misma tarde? Por favor, lo n