El cielo ligeramente nublado combina perfectamente con la escena que me rodea. Un hombre cabizbajo, con la mirada más triste que he visto en mi vida. Va caminando delante de mí como si yo no estuviese detrás. A mi lado, sus dos hijos gemelos Lucas e Isaac, caminan sonrientes, ajenos al lugar que vamos en realidad.
—¡Vamos, Hannah! ¡Date prisa! —dice de pronto. La profundidad grave de su voz me pone en alerta, pero en realidad es algo que me sucede cada vez que él habla.
A pesar del dolor en mis piernas y que los tacones negros me están causando ampollas en los dedos y el talón, apresuro el paso sin chistar.
Isaac y Lucas me jalonean de las manos, pero su gesto no es más que un simple juego.
—¡Vamos mami! —me dice Isaac.
Hace tres años que vivo con ellos, desde los dos años los he cuidado como si fuesen mis hijos, aunque no lo son en realidad.
Maxwell, su padre y el hombre que va delante de mí, se gira al escuchar que el pequeño me dice mami. Arruga el gesto con fastidio, pero al final acaba por voltearse y no decirle nada.
Hubo un tiempo en el que constantemente les remarcaba que yo no soy su madre, que más bien soy como una especie de niñera, sin embargo, para los chiquitos fue muy fácil conectar conmigo. Se rindió cuando ya no podía evitarlo.
—Mami, ¿a dónde vamos? Este lugar no me gusta —habla Lucas.
—Ya te dije que iríamos a visitar a alguien muy especial, por favor no digas eso frente a tu padre —susurro.
Lucas asiente y continúa su camino sin volver a preguntar.
Un par de minutos después, terminamos el recorrido y nos detenemos frente a una de las lápidas del cementerio. No es la primera vez que venimos, pero creo que esta es la primera vez que los niños son más conscientes de dónde nos encontramos.
Maxwell se detiene y finalmente me mira. Puedo ver en sus ojos que el dolor todavía está presente. Han pasado poco más de tres años, pero él sigue aferrado a la esposa que perdió en aquel accidente. Sus ojos ya están enrojecidos y ni siquiera se ha sentado frente a la tumba.
—¿Podrías darme algo de privacidad? Trae a los gemelos aquí.
—Por supuesto —contesto con diligencia. Llevo a los niños con su padre, quien de inmediato se agacha y toma a cada uno entre sus brazos.
Me alejo, pero el silencio y la paz del lugar, aunado al hecho de que no hay viento, me permite escuchar sus palabras.
—Niños, aquí se encuentra su madre, su verdadera madre.
—¿Qué quieres decir, papá? —cuestiona Lucas.
—La mujer que los trajo al mundo, la que los llevó en su vientre. A eso me refiero.
—¿Y por qué está ahí? —pregunta Isaac con curiosidad.
—Porque… su madre falleció hace tres años. —Maxwell suspira. Apenas y es capaz de hablar con la voz quebrada.
Sin poder evitarlo comienza a sollozar. Los pequeños lo abrazan y le susurran algo al oído señalando en mi dirección. Maxwell se levanta y voltea hacia mí.
Mi corazón se acelera como si fuese la primera vez que lo veo. Este hombre pone a temblar mis piernas como si fueran de gelatina y no soy capaz de evitarlo. Se detiene frente a mí con los niños a sus costados.
—Dame las flores —dice con frialdad.
Ni siquiera recordaba que las traía en la mano. Se las entrego sin decir nada. Él deja a los niños conmigo y regresa a la tumba.
—Vamos, niños, esperaremos a su padre en el auto.
El camino de regreso es más incómodo si es que eso es posible. Los tacones se me hunden en la tierra húmeda a causa de las lluvias. Consigo llegar hasta el asfalto, donde una camioneta último modelo nos espera.
Desde la distancia veo a Maxwell arrodillado sobre la tumba, se demora allí un buen rato. Verlo así me rompe el corazón, y es uno de los motivos por los que sigo aquí a pesar de todo.
Lucas e Isaac acaban por aburrirse de correr alrededor del auto, así que los dejo entrar y les entrego las galletas que había traído; ya me esperaba que algo así pasase.
—Papá dijo que ahí estaba mamá, pero tú eres mi mamá —dice Isaac de pronto con esa voz angelical que me llena de ternura.
Le sonrío, pero no digo nada más. No seré yo quien tenga que explicarles la verdad a estos niños. Tengo tres años esperando ese momento que parece no llegar nunca.
Sin que me dé cuenta, Maxwell regresa. Pone una mano sobre mi cintura, lo que provoca un sobresalto en mí.
—Ya es hora de volver —murmura.
—Oh, bien.
Subo al auto después de haber asegurado a los niños en sus asientos respectivos. Ya es casi de noche, podemos ver el atardecer brillando en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos anaranjados cálidos por encima de las nubes que ya se han despejado. Al parecer la lluvia se disipó.
Al poco tiempo de haber iniciado el viaje, los gemelos se quedan dormidos en la parte de atrás. Aun así, Maxwell y yo no cruzamos palabras hasta llegar a la gran mansión que ha sido mi hogar estos últimos años.
Él estaciona el auto en la entrada, cosa que es poco usual, debería haberlo dejado en el estacionamiento personal de la mansión.
—Bájate —ordena—, llama a Francis y que te ayude a sacar a los gemelos del auto.
—¿Y tú? ¿Por qué no te bajas del auto?
—Porque me iré de nuevo —contesta con frialdad.
—¿Es en serio? ¿Volverás a hacerme esto otra vez? Parece que incluso tú mismo has olvidado que soy tu esposa, Maxwell.
Él gira su cabeza hacia mí, pero la forma en la que me mira no desprende amor, comprensión ni nada de lo que se supone debería ser.
—Necesito estar solo, ¿es demasiado pedir, esposa?
—Puedo ayudarte, no necesitas alejarte de nosotros, si tan solo…
—¡No me discutas Hannah! —exclama alzando el tono de voz. Por fortuna eso no despierta a los gemelos.
—Prometiste que las cosas cambiarían, pero me sigues tratando como si yo realmente fuera solo la niñera de los niños —contesto con un nudo en la garganta.
Hace tres años me casé con este hombre, hace tres años creí que mi vida había cambiado, pero el tiempo ha pasado y todo sigue igual, soy la esposa secreta de Maxwell Kingsley, y ya no sé si puedo seguir haciendo esto mucho más.
—Hoy no, Hannah, sabes qué día es. Hoy solo eres eso.
Su respuesta provoca un dolor tan intenso en mi pecho que ya no soy capaz de contestarle. Me bajo del auto y llamo a Francis, quien ya estaba esperando en la entrada. Sacamos a los niños dormidos y solo puedo quedarme como una idiota frente a la entrada, observando a mi supuesto esposo irse en su auto a quién sabe dónde.
CAPÍTULO 2: LA PRIMERA IMPRESIÓN3 años antes…No puedo dejar de temblar como una gelatina mientras avanzo por el pasillo de la imponente empresa DeliFusion International Holdings. He venido a buscar un trabajo como asistente personal de presidencia, y aunque me siento capacitada para ello, los nervios no me abandonan.Pasa una chica que está delante de mí, y un par de minutos después avanza la siguiente.—Vaya, no se están demorando ni diez minutos con cada una. Debe ser uno de esos jefes difíciles —comenta una de las aspirantes al puesto.—¿Crees que sea por eso? —pregunto.Aquello no hace más que consumirme en nervios, pero trato de mantener la calma mientras espero mi turno.Cuando por fin llega ese momento, paso saliva e ingreso a la oficina con las expectativas por los suelos. Creí que me entrevistaría el mismo jefe, pero me encuentro con la sorpresa de que es el de recursos humanos. Me hace una serie de preguntas que me dejan un poco confundida, no esperaba que parte del trabaj
CAPÍTULO 3: ME CONVERTÍ EN SU CONFIDENTE3 años antes…Desde aquel primer día en que lo encontré borracho en su oficina, Maxwell y yo hemos tenido una especie de pacto no hablado. Durante el día él es un hombre completamente diferente a lo que muestra en las noches.Me enteré de que había perdido a su esposa hacía un mes en un trágico accidente, y aunque en apariencias el intentaba estar bien para sus hijos y para la empresa, la realidad era que estaba siendo consumido por el dolor y la culpa.¿Es impensable que tenga compasión por él? Por supuesto que no. Verlo así me rompe el corazón. He de admitir que ver su lado más vulnerable hace que mi corazón palpite acelerado por él. Y es que de algún modo siento que hay una conexión especial entre los dos. Yo soy la única que sabe la verdad que habita en su mente, soy la única que se queda todas las noches y lo ayuda y lo consuela mientras él se sumerge en el alcohol.No sé si lo que estoy haciendo es lo correcto, pero no puedo dejarlo solo,
CAPÍTULO 4: ME CASÉ EN SECRETO CON MI JEFE3 años antes…—Ah… y-yo… —Mi voz tiembla, no soy capaz de negar lo evidente, lo que he sentido desde el primer día que lo vi. Sin embargo, tengo que obligarme a pensar que esto es solo producto del alcohol, él está haciendo esto porque está confundido—. Señor Kingsley, ha tomado demasiado esta vez, es mejor que se vaya a su casa y descanse.Hago el amago de ponerme de pie, pero entonces él me toma de la muñeca y me atrae hacia su cuerpo provocando que caiga sentada sobre sus piernas. Mi corazón late a mil kilómetros por hora, un cosquilleo intenso se apodera de mi estómago, pero el shock de lo que sucede no me deja reaccionar. Esto está mal, pero no soy capaz de detenerlo.—¿Crees que no me doy cuenta de cómo me miras? Sé que sientes algo por mí, Hannah.—Señor Kingsley…—Maxwell —corrige.—Maxwell, esto… yo, lamento si hice algo incorrecto, pero…Él niega con la cabeza y pone un dedo sobre mis labios.—No has hecho nada incorrecto, Hannah.En
CAPÍTULO 5: HERRAMIENTA DE DESAHOGOEn la actualidad…Quisiera decir que esto es solo algo inusual debido a que es el aniversario de muerte de la antigua mujer de Maxwell, pero la verdad es que es lo típico. Tres años siendo solo una sombra a sus espaldas, confinada a ser solo su esposa dentro de las paredes de la mansión se ha convertido en algo tan habitual para mí, que ni siquiera me lo he cuestionado. Si de algo me puedo jactar, es que soy una mujer muy paciente. Lo he comprendido en su dolor, sé que perder a alguien tan importante en su vida no es sencillo de afrontar, sin embargo, siento que estoy nadando contra la corriente, que por más que me esfuerzo en hacer que sea feliz, todo lo que hago es inútil.Siempre me han enseñado que debo ser sumisa y servir a mi marido. Esas fueron las palabras que me enseñó mi madre, criada bajo un estricto modelo religioso. Ella siempre fue mi ejemplo a seguir. Julia Rodríguez ha sido una gran madre, y de mi padre también puedo decir que se gu
CAPÍTULO 6: ¿QUÉ SIGNIFICO PARA TI?Tal vez estoy loca, embriagada por sus caricias, la pasión que él me hace sentir es una droga de la que no puedo desprenderme. Maxwell se ha metido entre mis sábanas, y aunque una parte muy profunda dentro de mí me dice que debería echarlo, que no debería permitirle que me trate de esta manera, la verdad es que la diosa lujuriosa que se encuentra en mí tiene el control en este momento.Dejo que me despoje de la ropa, aunque no es que traiga mucha en realidad, mientras que él se queda sin nada en pocos segundos. La perfección de su cuerpo me deja sin habla, esos músculos marcados, esos brazos fuertes con los que me envuelve contra su pecho mientras su lengua se desliza por el borde mi oreja y provoca temblores en mi cuerpo… el poco raciocinio que me queda se apaga por completo. —Maxwell… —jadeo.Enseguida él desliza esa lengua por mi cuello, me toma del cabello apretándolo con una ligera fuerza que me somete. Se sube a horcajadas sobre mi cuerpo,
CAPÍTULO 7: TRES SEMANAS. DOS MESES Las cosas han estado sorpresivamente mejor luego de aquella confrontación que tuve con Maxwell. Han pasado tres semanas y media, o algo así; no llevo la cuenta. No obstante, se ha portado… detallista conmigo. Algo que no hacía desde… pues, nunca.Sin embargo, me ha estado enviando rosas con notas románticas y dulces que me hacen suspirar. Tal vez por fin le he abierto los ojos a lo que tiene. Una esperanza abrumadora se asienta en mi pecho, estoy segura de que las cosas ahora sí van a ser diferentes, y por fin Maxwell y yo podremos vivir como esposos en toda la regla.Esta mañana me levante de mejor humor que nunca. Incluso se me antojó cocinar unas galletas con chispas de chocolate. Los gemelos estuvieron de acuerdo, así que Francis me ayudó a encontrar sus gorros de chef y enseguida nos pusimos manos a la obra.—¡Yo quiero hacer la masa! —exclama Isaac con una cuchara de palo en las manos.—¡No! La voy a hacer yo —le refuta Lucas.—¡Ey! Tranquilo
CAPÍTULO 8: ESTO SE ACABÓ Regresar a esa mansión se siente como un castigo. Como la condena que debo pagar por haber sido tan idi0ta. Eso es lo que soy. Una gran tonta que se dejó embaucar por un imbéc1l que solo ha sabido jugar conmigo.Lloro como una condenada en el auto. Me tomo mi tiempo para dejar fluir las lágrimas, para asentar la rabia dentro de mí. Cualquier rastro de amor que pudiese sentir por él se ha convertido en odio y desprecio.—¿Cómo pudo hacerme esto? ¡¿Por qué?! —grito dentro del carro.Ahí nadie puede oírme ni verme. Sujeto con fuerza el volante, tengo ganas de destruirlo todo, de dejar todo. Mientras desahogo mi dolor solo puedo pensar en lo que haré. Se acabó la Hannah buena y sumisa, se acabó la Hannah que se deja manipular por los deseos de un hombre egoísta y narcisista que solo me utiliza como su juguete sexu4l. ¡Se acabó!Me limpio los ojos y con el maquillaje de repuesto que tengo en el auto acomodo mi rostro para que, ni los gemelos ni Francis se den cu
CAPÍTULO 9: ELLA APARECEMi fuero interno está que arde de la furia y mi corazón late a toda prisa lleno de miedo e incertidumbre. De verdad lo hice. De verdad le he pedido el divorcio a Maxwell.No sé bien ni cómo sentirme. Si yo fuese otra tal vez estuviese emocionada, feliz; pero ese no es mi caso. No puedo estar feliz, de hecho, me estoy muriendo por dentro. El dolor que siento en este momento no se compara con nada que hubiese experimentado antes.Él me engañó, me trató como quiso todo este tiempo y yo lo soporte solamente porque creí que de alguna forma lo superaría. Pensé que llegaría a amarme como la amaba a ella. Pero es evidente que solo fui una ilusa de mis propios sentimientos.Me cegué, me puse una venda en los ojos para no ver la realidad de lo que él estaba haciendo conmigo.De algún modo consigo conducir hasta llegar a la casa. El camino se me hizo borroso en varios momentos debido a las lágrimas que inundaban mis ojos. Me bajo arrastrando los pies, el cielo se ha nub