Diana abrió sus ojos con lentitud, tan solo una lámpara con la luz tenue alumbraba la alcoba, entonces fijó su mirada en su esposo quién leía un libro sentado en la mecedora.
—Rodrigo ¿Qué haces aquí? No era necesario que te quedaras a mi lado —recriminó, llevándose ambas manos a su rostro llorando.
Rodrigo, se acercó a ella, la estrechó en sus brazos.
—No llores Diana —acarició su cabello, luego se retiró unos centímetros para poder mirarla—. Ahora que estamos solos dime la verdad ¿Te hizo daño ese tipo? ¿Estás bien? Por favor no me ocultes nada —suplicó.
—No me hizo daño, pero me tenía amenazada con esa navaja.
Diana, le mostró a su esposo el hematoma que tenía a un costado de su cuerpo.
Rodrigo, apretó los dientes, respiró con dificultad, sin embargo, se recompuso para no preocupar a su esposa.
—Ya no llores, ya estás aquí conmigo, yo te voy a cuidar, nadie va a volver a hacerte daño —expresó, con sinceridad.
—¡Perdó
No olviden las reseñas.
New York (Presente)Al día siguiente mientras Rodrigo, regresaba de la escuela, dejando a Isabella, Diana decidió que era el momento de conocer al Padre Fausto.Cuando se levantó para ducharse las náuseas de nuevo la aquejaron. Corrió al baño, en ese preciso momento llegó su esposo, la escuchó vomitando y no era la primera vez.Rodrigo ingresó al tocador, su mujer estaba arrodillada frente al retrete devolviendo el estómago. Él sostuvo su cabello, ella tenía los ojos llorosos, las piernas le temblaban, le dolía el vientre del esfuerzo, enseguida él la ayudó a ponerse de pie, Diana cepilló sus dientes, se lavó el rostro, mientras él la observaba pensativo.—Debemos ir al médico, esto no es normal, llevas días así —pronunció ar
La mujer, después de recibir la bendición del religioso, y de haber liberado su alma con él, se sintió más tranquila y segura de poder hablar con Rodrigo. Antes de salir del despacho parroquial giró de nuevo para dirigirse al sacerdote. —Padre Fausto. —Él la miró a los ojos—. Fernando me habló de un centro comunitario, me gustaría ayudar... si es posible. —Por supuesto, toda colaboración es bienvenida. —Sonrió el sacerdote, entonces procedió a explicarle a Diana, las actividades que se desarrollaban en el centro. —Padre, mi empresa cada mes le hará una donación, sin embargo, me ha llamado la atención algo importante. El sacerdote volvió a rascar el puente de su nariz. —¿Qué cosa hija? —Usted acaba de comentar acerca de los talleres de costura, pastelería, cocina. Yo puedo darles charlas de emprendimiento a esas mujeres, puedo enseñarles a formar una pequeña empr
Rodrigo, sostenía el vaso de whisky en sus manos, miraba el líquido amarillento tratando de no pensar en nada en ese momento, quería borrar de su memoria la confesión de su esposa. «Sí me tenías by Manuel Mijares» sonaba en ese preciso instante: «Si me tenías, por qué cruzaste la frontera de otro cuerpo, por qué saltaste hacia el abismo de otros besos, si me tenías, cada mañana en el reflejo de mis sueños» Talló su rostro con ambas manos, tratando de disimular el torrente de lágrimas que amenazaban por salir de sus ojos. La sombra de la tristeza cubría su rostro, tomó la copa y la bebió de un solo golpe. El whisky pasó ardiendo por su garganta, sacudió su cabeza, sintiendo en ese instante asco por la bebida. «Si me tenías, por qué cambiaste nuestro amor por un antojo, y desnudaste tu pudor ante otros ojos. Si me tenías, por qué perdiste el equilibrio y te alejaste de mi
Diana descubrió su rostro, lo observó con sus ojos cristalinos. —Antes de responder esa pregunta debes saber que todos estos años dediqué mi vida a tres cosas importantes: Isabella, mi carrera, y no dejarte caer en el vicio de nuevo, pero me olvidé de mí... en estos cuatro años conseguí todo lo soñé, sin embargo, me faltaba algo importante...el amor. Rodrigo con su expresión apagada se dirigió a ella. —Amor siempre lo tuviste, solo que cerraste tu corazón llenándote de resentimiento. —¿Qué querías que hiciera? —reclamó Diana—. Tú lo eras todo para mí, y esas imagines me han atormentado día y noche. Quizás debí buscar ayuda especializada, pero consideré que yo podía con todo eso y no, no fue así. Cada día me sentía más sola, llegué a creer que nada de lo que he construido tenía sentido... y para mi mala suerte apareció él. —El rostro de Diana, se cubrió de dolor y de vergüenza—. Quizás no me entiendas
Esa misma noche el agente García, llegó hasta el departamento que compartía con su esposa, necesitaba ver a sus hijos y poder sacar algo de ropa.Giró la cerradura al momento de ingresar sus pequeños corrieron a abrazarlo, la emoción lo embargó, su corazón se estrujó, mientras Katherine, simulaba recoger la vajilla de la cena.—Vayan a lavarse los dientes, y a ponerse los pijamas —ordenó ella.—Déjalos un rato conmigo —pronunció Fernando, mirando a su esposa, con seriedad—. No los veo desde ayer.Kate no dijo más, giró para irse a la cocina, mientras lavaba la loza, lágrimas corrían por sus mejillas, de vez en cuando las limpiaba con el antebrazo. Al cabo de varios minutos al momento que terminaba de colocar los platos en el estante ya no escuchó el bull
Los primeros rayos del sol que se colaron por las pequeñas aberturas de las cortinas de la habitación de los esposos Vidal, iluminaron la estancia.Diana abrió sus ojos con lentitud, giró para mirar a su marido, frunció el ceño al ver que él ya no estaba a su lado, entonces se sentó incorporó, para evitar marearse.Luego de varios minutos la puerta se abrió, la mirada de ella se iluminó y su corazón palpitó con fuerza al ver a su esposo con su hija en los brazos.—Adivina quién me llamo a la madrugada —expuso Rodrigo, desviando su mirada a la pequeña.—Es que tuve una pesadilla mami —comentó la niña.Rodrigo, la colocó en la cama para que saludara a su mamá. Isabella abrazó y besó a su madre.
Una vez en la sala de juntas Fernando, y Diana, tomaron asiento en un cómodo mueble, cerca de la ventana, entonces el agente García, procedió a contarle todo lo sucedido con su esposa y las dudas que tenía. —Diana, te pido disculpas, no sé qué le pasa a Kate, ella no es así. —Fernando, tú no tienes por qué disculparte por ella, lo que le sucede es que está celosa —comentó bebiendo un sorbo de té—. Imagino que todos estos años se sintió segura y ahora me ve como una amenaza. —Sus celos son injustificados —habló con firmeza Fernando. —Lo sé. —Diana, miró con melancolía los tristes ojos de su amigo, sintió pesar por él—, yo no quiero que por mi culpa tu matrimonio se destruya. —Contuvo las lágrimas—, yo te aprecio mucho Fernando, te has convertido en alguien muy importante en mi vida, podría decir que en el hermano que siempre quise tener —sollozó cubriendo su rostro con ambas manos. &nb
Kate abandonó las empresas Vid- Mal, con la aflicción reflejada en su rostro, las palabras de Diana, se colaron en su mente.«No podía perder a Fernando, después de todo lo que lucharon por estar juntos» meditó.Mientras ella se dirigía hacía la parroquia, su esposo Fernando, sostenía una importante reunión con el ingeniero Vidal.Rodrigo, con mucho mejor semblante que el día que se enteró de la verdad, miraba al agente, con algo de preocupación.—Fernando, quiero redoblar la vigilancia el día del lanzamiento del nuevo software, no solo Alessandro, persigue a Diana, sino Luciano, al parecer la tiene vigilada y me preocupa, en su estado no puede recibir amenazas, ni tener contratiempos —indicó Rodrigo resoplando.—No te preocupes, yo mis