New York (Presente)
Aquella tarde Rodrigo, sentía que su vida se estaba derrumbando ante él, no podía creer que el contenido de esas fotografías fuese real.
Golpeaba con fuerza la el saco de boxeo que tenía en el gimnasio de su casa. Así trataba de descargar toda la maraña de sentimientos que golpeaban con fuerza su corazón, para que las dudas no acribillaran su cerebro.
Conocía demasiado bien a Diana, y aún creía en su inocencia, pero esas imágenes no se las podía sacar de su mente.
Ahora comprendía perfectamente el dolor y el resentimiento de su esposa cuando ella vio con sus propios ojos aquella escena tan detestable con Nadia, no era fácil ver o imaginar a la persona amada en brazos de otra persona.
Rodrigo, sacudió su cabeza, necesitaba desechar esas imagines, por eso luego de terminar su entrenamiento, fue
Rodrigo, se puso de pie de golpe, tan solo de escuchar el nombre de ese ser que le hizo tanto daño a Diana, provocó que sus músculos se tensaran.—Ese infeliz es el padre de Luciano Zanetti, y es el ser que más daño le ha hecho a mi esposa —contestó Rodrigo, apoyando sus puños sobre el escritorio, respirando exaltado.—El señor Zanetti, no solamente pagó a Nadia, para drogarte, sino también movió sus influencias para que le negaran la beca en la universidad a Diana —declaró Fernando.Rodrigo, sintió un escalofrío recorrer su piel, sintió como cada poro de su cuerpo se erizaba, temía por Diana, con todas las cosas que Luciano, estaba haciendo comprobaba que era igual de siniestro que su padre.—Temo por Diana; Luciano, nos ha estado molestado —confesó Rodrigo, mostrando en su rostro ansiedad.<
Rodrigo, recibió la llamada del agente, al igual que Fernando, quien fue notificado por su radio, ambos salieron de inmediato a Central Park, llegaron lo más rápido que pudieron. Diana ya había reaccionado, pero estaba pálida. Su esposo corrió de inmediato a su lado.—Diana mi amor ¿Qué tienes? —le preguntó tomando el rostro de ella en sus manos, mirándola asustado, al verla que casi no podía pronunciar palabra, entonces Rodrigo, dirigió su mirada al escolta. —¿Qué pasó?—Un señor se sentó al lado de la señora, al principio no noté nada raro, pero después actuó algo extraño y me acerqué. La señora indicó que conocía a aquel hombre y pidió que me alejará, me quedé a una distancia prudente. No sé qué le dijo ese señor, se march
Diana abrió sus ojos con lentitud, tan solo una lámpara con la luz tenue alumbraba la alcoba, entonces fijó su mirada en su esposo quién leía un libro sentado en la mecedora. —Rodrigo ¿Qué haces aquí? No era necesario que te quedaras a mi lado —recriminó, llevándose ambas manos a su rostro llorando. Rodrigo, se acercó a ella, la estrechó en sus brazos. —No llores Diana —acarició su cabello, luego se retiró unos centímetros para poder mirarla—. Ahora que estamos solos dime la verdad ¿Te hizo daño ese tipo? ¿Estás bien? Por favor no me ocultes nada —suplicó. —No me hizo daño, pero me tenía amenazada con esa navaja. Diana, le mostró a su esposo el hematoma que tenía a un costado de su cuerpo. Rodrigo, apretó los dientes, respiró con dificultad, sin embargo, se recompuso para no preocupar a su esposa. —Ya no llores, ya estás aquí conmigo, yo te voy a cuidar, nadie va a volver a hacerte daño —expresó, con sinceridad. —¡Perdó
New York (Presente)Al día siguiente mientras Rodrigo, regresaba de la escuela, dejando a Isabella, Diana decidió que era el momento de conocer al Padre Fausto.Cuando se levantó para ducharse las náuseas de nuevo la aquejaron. Corrió al baño, en ese preciso momento llegó su esposo, la escuchó vomitando y no era la primera vez.Rodrigo ingresó al tocador, su mujer estaba arrodillada frente al retrete devolviendo el estómago. Él sostuvo su cabello, ella tenía los ojos llorosos, las piernas le temblaban, le dolía el vientre del esfuerzo, enseguida él la ayudó a ponerse de pie, Diana cepilló sus dientes, se lavó el rostro, mientras él la observaba pensativo.—Debemos ir al médico, esto no es normal, llevas días así —pronunció ar
La mujer, después de recibir la bendición del religioso, y de haber liberado su alma con él, se sintió más tranquila y segura de poder hablar con Rodrigo. Antes de salir del despacho parroquial giró de nuevo para dirigirse al sacerdote. —Padre Fausto. —Él la miró a los ojos—. Fernando me habló de un centro comunitario, me gustaría ayudar... si es posible. —Por supuesto, toda colaboración es bienvenida. —Sonrió el sacerdote, entonces procedió a explicarle a Diana, las actividades que se desarrollaban en el centro. —Padre, mi empresa cada mes le hará una donación, sin embargo, me ha llamado la atención algo importante. El sacerdote volvió a rascar el puente de su nariz. —¿Qué cosa hija? —Usted acaba de comentar acerca de los talleres de costura, pastelería, cocina. Yo puedo darles charlas de emprendimiento a esas mujeres, puedo enseñarles a formar una pequeña empr
Rodrigo, sostenía el vaso de whisky en sus manos, miraba el líquido amarillento tratando de no pensar en nada en ese momento, quería borrar de su memoria la confesión de su esposa. «Sí me tenías by Manuel Mijares» sonaba en ese preciso instante: «Si me tenías, por qué cruzaste la frontera de otro cuerpo, por qué saltaste hacia el abismo de otros besos, si me tenías, cada mañana en el reflejo de mis sueños» Talló su rostro con ambas manos, tratando de disimular el torrente de lágrimas que amenazaban por salir de sus ojos. La sombra de la tristeza cubría su rostro, tomó la copa y la bebió de un solo golpe. El whisky pasó ardiendo por su garganta, sacudió su cabeza, sintiendo en ese instante asco por la bebida. «Si me tenías, por qué cambiaste nuestro amor por un antojo, y desnudaste tu pudor ante otros ojos. Si me tenías, por qué perdiste el equilibrio y te alejaste de mi
Diana descubrió su rostro, lo observó con sus ojos cristalinos. —Antes de responder esa pregunta debes saber que todos estos años dediqué mi vida a tres cosas importantes: Isabella, mi carrera, y no dejarte caer en el vicio de nuevo, pero me olvidé de mí... en estos cuatro años conseguí todo lo soñé, sin embargo, me faltaba algo importante...el amor. Rodrigo con su expresión apagada se dirigió a ella. —Amor siempre lo tuviste, solo que cerraste tu corazón llenándote de resentimiento. —¿Qué querías que hiciera? —reclamó Diana—. Tú lo eras todo para mí, y esas imagines me han atormentado día y noche. Quizás debí buscar ayuda especializada, pero consideré que yo podía con todo eso y no, no fue así. Cada día me sentía más sola, llegué a creer que nada de lo que he construido tenía sentido... y para mi mala suerte apareció él. —El rostro de Diana, se cubrió de dolor y de vergüenza—. Quizás no me entiendas
Esa misma noche el agente García, llegó hasta el departamento que compartía con su esposa, necesitaba ver a sus hijos y poder sacar algo de ropa.Giró la cerradura al momento de ingresar sus pequeños corrieron a abrazarlo, la emoción lo embargó, su corazón se estrujó, mientras Katherine, simulaba recoger la vajilla de la cena.—Vayan a lavarse los dientes, y a ponerse los pijamas —ordenó ella.—Déjalos un rato conmigo —pronunció Fernando, mirando a su esposa, con seriedad—. No los veo desde ayer.Kate no dijo más, giró para irse a la cocina, mientras lavaba la loza, lágrimas corrían por sus mejillas, de vez en cuando las limpiaba con el antebrazo. Al cabo de varios minutos al momento que terminaba de colocar los platos en el estante ya no escuchó el bull