— ¿A estas horas? – Eva le preguntó mirando que ya era tarde y pasaba la medianoche.— Sé que estás cansada, Eva, pero tiene que ser hoy, no puedo esperar, de eso depende nuestra supervivencia – Henry miró hacia atrás y puso su mano, sobre la más pequeña de Eva que guiaba la silla.— Bien, ¿a dónde vamos?— A un viejo establo, que está en esa direcciónHenry le señaló una bifurcación del camino más adelante y la tomaron, adentrándose en un camino de tierra irregular y casi invadido por las raíces de los árboles y la maleza descuidada.Aunque Henry también se ayudaba con la fuerza de las manos, Eva sudaba del trabajo que le estaba costando moverlo por la grava y el suelo poco despejado.— Lo siento por el esfuerzo, ya estamos aquí – una vez más la impotencia de verse tan desvalido lo golpeó y lo peor, era que Eva tendría que hacer más fuerza a continuación.Pero Henry no confiaba en ninguna otra persona. La codicia, era lo que lo había llevado a su condición actual.Eva observó el dest
— Son lingotes de oro y certificados de plata, también esas cajas de madera, son piedras preciosas sacadas de una mina que era de mi familia, pero ya fue explotada completamente— Henry respiró por fin aliviado, al ver todo en su sitio.— Hay joyas fabricadas también y papel moneda en efectivo, de circulación común. Además de las propiedades de sitios importantes para desarrollarnos en el futuro.— Mi padre era un hombre muy previsor, quería utilizar esta fortuna para construir su imperio aquí, llevar una vida más tranquila con mi madre y conmigo – la voz de Henry vaciló recordando el pasado.— Solo, que se olvidó de cuidarse la espalda de su peor enemigo que era su propio hermano – suspiró.— Henry, ¿por qué me muestras esto? ¿No tienes miedo de que te traicione?— ¿Me piensas traicionar Eva? – le preguntó un poco divertido ante su cara de pánico.— No, no, no, claro que no, moriría antes de relevarle a alguien tus secretos, estas son tus cosas…— Nuestras cosas, Eva, nuestras. Yo con
Empezaron por murmuraciones bajas en el área del servicio y luego la flojera y las justificaciones, le siguieron.Cuando se dieron cuenta de que Eva no las regañaba si dejaban sus cosas para después, no las supervisaba u ordenaba con fuerza para hacer sus quehaceres, la vieron como presa fácil.Eso sin contar, las miradas despectivas que le daban, cada vez que ella giraba la espalda.El rumor de que el señor solo la había recogido por caridad, a esa fea coja y que no eran un matrimonio real, comenzó a tomar auge y hubo algunas más vivas, que fijaron sus ojos en el joven millonario.¿Qué estaba maltratadito y en sillas de ruedas?Qué importaba, mejor todavía, porque así no tendrían que cumplir con sus obligaciones en la cama, seguro ni servía como hombre.En los meses donde Henry se había internado para operarse del estómago y llevar todo a su sitio, para comenzar a lucir como el hombre que era antes, las cosas llegaron a extremos serios en la mansión en construcción.Henry había llega
— ¿Te acuerdas Rita, como estaba esta casa cuando llegamos? Si no es porque nos pagaron el triple que en otros sitios, ¡no hubiese querido trabajar aquí!, ¡tenía miedo de que me saliera un fantasma en las noches!Las cuatro doncellas rieron de la broma.Algunas fumaban, otras bebían sumo, eran como cuatro amigas ricas, compartiendo una tarde de ocio.— Y en unos cuantos meses, ¡zas! Más de la mitad de este monstruo de casa ha sido reformado con lo moderno y mejor del mercado, ¡incluso piensan poner una línea telefónica hasta aquí!— Le pregunté a mi padre que trabaja de peón en la brigada y me dijo que el dueño no escatima en gastos, ¡esto ha costado un pastizal!— ¿Y las cosas de la coja? - dijo otra bajando la voz – tiene un montón de ropa súper linda y costosa, ¡y joyas!— Le dije el otro día que mi madre se encontraba muy enferma y yo estaba pasándola muy mal, en realidad lo hice porque quería tomarme unos días de descanso y por supuesto, que no me los descontaran, ¿y sabes lo que
Todas las doncellas se enderezaron de repente asustadas, tirando los cigarrillos y dejando de tomarse sus jugos.La tal Lidia se llevó la mano al rostro enrojecido. Por muy delgada que Eva pareciera, tenía la fuerza de alguien acostumbrada al trabajo duro.— ¡He sido buena con ustedes, tolerante, le he dado de mis cosas valiosas e importantes para ayudarlas!, ¿y así me lo pagan? – miró a la chica de la horquilla que bajó la cabeza avergonzada.— ¡Nunca imaginé que pudiese haber mujeres tan descaradas, no solo holgazanean, engañándome, lo peor es lo que hablan de la vida privada, de las personas que le dan de comer!— ¿Revisan nuestras sábanas y los restos del cesto del baño? – Eva temblaba de ira extrema, todas las palabras de que ella no era una buena mujer para Henry y que solo la quería por caridad, resonando en su cabeza.— ¿Acaso dijimos alguna mentira? – escuchó la voz a su espalda de Lidia.Todas las doncellas se miraron asustadas, ¿acaso Lidia estaba loca?Una cosa era hablar
Ya había mandado a buscar con el enfermero, a los guardaespaldas que contrató para la seguridad de la propiedad y se acercaban al sitio.Quería también utilizar este suceso, para escarmentar a todos los empleados y que vieran las consecuencias de hacer mal su trabajo.— Señor, por favor, discúlpenos, nosotras nos equivocamos. Nos arrodillaremos delante de la señora, si es necesario, ¡déjenos ir por favor! – una de las doncellas comenzó a suplicar y todas las demás las siguieron.Perder el empleo era malo, pero después de lo que hicieron, si solo se iban con ese castigo, sería bueno, pero Henry, no era tan benevolente como Eva.— ¿Arrodillarse? Claro que se van a arrodillar, pero aun así, no compensarán el haberse aprovechado así de mi esposa, ¿quién les dio la valentía para creerse las dueñas de la casa?— ¡¿Antonio, la policía para cuando?! – le rugió al jefe de los guardaespaldas que se acercó hasta él con la cabeza baja.— Sr. ya vienen en camino— Po…poli…cía ¿por qué, nosotros no
Henry se tensó. Sabía muy bien que esta conversación vendría en cuanto escuchó las palabras de esa atrevida doncella.Nunca se imaginó que su vergonzoso secreto saldría así a la luz y menos delante de Eva, pero la miró de frente y decidió que ya era hora de hablar sobre este tema escabroso.Ambos eran una pareja de adultos.— Es cierto, yo, desde que comencé a tomar autonomía de mi cuerpo, he tenido deseos… sexuales, Eva – observaba todas las reacciones de su cara y ya se imaginaba por dónde andaban rondando las ideas equivocadas de su esposa.— Pero… por qué nunca me dijiste, sé que no tengo experiencia en eso… quizás…— Eva no sabía cómo organizar sus ideas y bajó la cabeza, apretando sus manos sudadas con nerviosismo.No era tan estúpida como para no entender las palabras hirientes de esas mujeres.Sabía muy bien que Henry era un hombre y tenía sus necesidades.Ella misma se tensaba cada vez que él la había intentado tocar y no porque lo odiara, sino porque tenía traumas y miedos.T
Caminó al baño y buscó en ese cajón, que pensó que nadie utilizaba. Encontró la dichosa cajita y se la llevó a Henry.— No me la des, ábrela y mira el contenido – Eva no entendía nada, pero abrió la caja y al mirar adentro se asombró.Dentro había una de sus bragas.De hecho, sucedía algo extraño últimamente, se le desaparecían bragas del cesto de ropa y luego volvían a aparecer de repente.Pensó que eran ideas suyas, pero ahora, parece que había otra explicación más escabrosa.— Para que veas si te deseo o no, he tenido que convertirme en un enfermo mental que se roba la ropa interior de su propia mujer para masturbarse a escondidas, oliéndola como pervertido – las crudas palabras del hombre hicieron que Eva quisiera abrir un hueco y esconderse.Pero a la vez, una sensación de felicidad revoloteaba dentro de ella y otra sensación más caliente se iba a acumulando en el punto entre sus piernas, al imaginarse a Henry fantaseando con ella.— Ven, siéntate sobre mí… no de lado, Eva, de fr