029

Como había imaginado, ese guardaespaldas había sido comprado por George y trabajaría para ellos en el escape.

Todos los detalles estaban bien maquinados, pero había un punto que no convencía a Henry.

Durante un trayecto de la fuga, él y Eva se tendrían que separar y ella se expondría a un gran peligro.

Henry se pellizcó el puente de la nariz con cansancio.

No se le ocurría nada mejor que toda esta locura que le proponía George, de hecho había ideado algo similar y más loco aún.

— ¿Henry, te sientes mal? – la voz preocupada de Eva le llegó, trayéndole esa paz que siempre le daba a su alma torturada.

Henry dejó caer la hoja al suelo, como si los dedos le pesaran toneladas, y su mano cayó con fuerza sobre el reposabrazos.

— ¡Henry, no te esfuerces! - Eva enseguida se acercó a agarrar la carta del suelo.

— Si te duelen los brazos, puedo leértela, yo… yo no leo muy bien, pero… ¡Henry!

Henry la haló de repente por la cintura, tomándola desprevenida y la sentó en su regazo.

Era la única mane
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