Despertar abrazada al cuerpo de Nikolay era un sensación inexplicable, el placer y el amor recorrían su cuerpo a partes iguales. Cuándo sintió aquellos besos sobre su cuello y que se deslizaban hacia sus hombros y seguían por su espalda gimió y se estiró como una gata perezosa, Nikolay sonrió, la abrazó desde atrás, deslizando la mano por su silueta y apoderadose de uno de sus senos...—Me encanta cuándo me das los buenos días así— dijo entre gemidos.—A mi me encanta como gimes— le dijo junto a la oreja, para luego tomar el lóbulo de su oreja y succionarlo dentro de su boca, enviando un estremecimiento por toda su columna vertebral. Aquella fue la chispa necesaria para encender la llama de la pasión ardiente entre el leon y su leona. Una leona agresiva, sedienta de deseo, hambrienta de placer, pero tambien una gatita tierna que escondía sus garras para ser consentida. *****************************************—¿A dónde irás?— preguntó ella.—A la oficina, cariño— respondió Nikolay
La sala de reuniones estaba impregnada de un aire denso y tenso. Nikolay, el imponente dirigente de la mafia rusa, se encontraba al frente de una mesa de caoba pulida, donde las sombras de los hombres más poderosos de su organización se proyectaban sobre las paredes. Entre ellos, Ito, el frío y calculador líder de los yakuzas, hablaba con un tono grave sobre la relación entre sus organizaciones. Se sorprendió al descubrir que algunos yakuzas no habían esperado la reuión de la proxima semana, sino que habían viajado para hablar personaleme sobre el próximo envio.Pero su voz, aunque era importante, se desdibujaba ante la tormenta que se agolpaba en la mente de Nikolay.La llamada interrumpió su conversación, resonando en la sala como un trueno. Rocco,uno de sus guardaespaldas de confianza, apareció en la pantalla del teléfono, no pudo evitar girar el rostro para ver a Igor y luego a Vladimir. Nikolay tomó la llamada con un gesto inquieto, y la sonrisa tranquilizadora de Ito se desvanec
Amaia despertó con un sobresalto, el frío del suelo la caló hasta los huesos. Intentó abrir los ojos, pero la luz tenue que entraba por los barrotes de la celda la deslumbró momentáneamente. Se llevó una mano a la cabeza, buscando alivio en su dolorido cuerpo. Cada rincón de su ser parecía quejumbroso, como si hubiera sido arrastrada por una tormenta y ahora se encontrara varada en medio de la nada. Con dificultad, se incorporó, notando la frialdad del cemento contra su piel, y se dio cuenta de que no estaba en una habitación cualquiera. No, eso era algo más, no era una habitación, no era una celda, aquello era una jaula.Una jaula... ¿quién demonios la había metido en una jaula?, ¿Acaso se creían que era un animal?Se levantó, luchando contra la náusea que amenazaba con arrastrarla de nuevo al suelo, no había parte de su cuerpo que no le doliera. Miró a su alrededor, su corazón latiendo con fuerza.Las rejas se alzaban como un faro desolador en las cuatro direcciones, amurallando un
Nikolay no paraba de maldecir internamente mientras iba en el auto, con Igor manejando y Vladimir atento a cualquier situación extraña, con el ataque que Amaia había recibido, nada le hacia sentirse seguro, bien podrían ir ahora por él, su mente no estaba centrada en el trabajo ni en las decisiones de negocios que normalmente lo ocupaban. La ansiedad lo carcomía, una sensación que había comenzado a crecer desde que había recibido la inquietante llamada de Rocco. Descolgó el teléfono y se preparó para la información que pudiera recibir, al escuchar la voz de Rocco al otro lado de la línea, su corazón se detuvo.—Jefe, tengo malas noticias —dijo Rocco, la gravedad en su tono palpable incluso a través de la distancia.—¿Qué ha pasado? —preguntó Nikolay, su voz era un susurro, como si temiera que el mero hecho de pronunciarlo pudiera hacer que la realidad se concretara aún más.— no importa que sea, pero solo dime que Amaia está bien.—James, Ivan, Alexei y Katerina... están muertos. Fue
Nikolay, rey de la mafia rusa, se encontraba en el amplio salón de su mansión, rodeado de parte de su equipo. Las paredes, decoradas con obras de arte carísimas y elegantes cortinas, no podían ocultar la atmósfera tensa que envolvía la habitación. Hombres con rostros serios y miradas afiladas discutían estrategias, mientras planos y fotografías de Amaia, su esposa, se dispersaban sobre la mesa central. Todos completamente dispuestos a jugarse la vida por su rey, por recuperar a su reina.—Ya fui viudo una vez— dijo— no se repetirá la historia— no importa lo que tengamos que hacer, Amaia regresará con vida, sana y salva.—Necesitamos un plan más efectivo —dijo VIgor, su mano derecha, reposando sus dedos sobre una foto de Amaia sonriendo, ajena al desastre que la rodeaba.— no podemos permitirnos fallar.La conversación se interrumpió abruptamente cuando el sonido de un llamado a la puerta del salón los sobresaltó. Nikolay se puso de pie, su mirada se endureció. Sabía que cualquier inter
El frío del suelo se había filtrado en cada rincón de su ser, y Amaia no recordaba cuándo había caído en un profundo sueño. Se estremeció al escuchar un grito que la obligó a abrir los ojos. Confusa y desorientada, se encontró en una jaula enorme, metálica y austera. No había ni una cama ni una silla, solo el eco lejano de su propia respiración y el sudor frío que le recorría la frente, le dolía todo el cuerpo. Sin embargo, su mirada se centró en la figura que ocupaba el otro extremo de la jaula.—¿Quién eres?...¡Quiero salir de aquí!La mujer era alta, de cabello corto desordenado y ojos oscuros que destilaban ferocidad. La observaba con una expresión despectiva, como si estuviera evaluando a su presa. Un escalofrío le recorrió la espalda. Fue entonces cuando un hombre apareció en la penumbra, las únicas partes visibles de su rostro eran sus ojos grises, fríos como el hielo, que la examinaban con una mezcla de desdén y diversión. Una máscara cubría su rostro, ocultando su identidad y
La jaula era un monstruo de acero, fría y opresiva, cuyos barrotes reflejaban la luz triste de las lámparas desgastadas del lugar. Amaia respiraba con dificultad, su corazón latiendo como un tambor de guerra en su pecho. La mujer frente a ella, de ojos ardientes y un físico imponente, flexionaba sus músculos, lista para la batalla. En el fondo, el eco de las risas burlonas del hombres enmascarado retumbaba en su mente, un recordatorio de su cruel realidad.Estaba atrapada en aquella jaula, a merced de sus secuestradores. Se quitó el vestido, el mismo le quitaría movilidad ya que era bastante ajustado, se quedó en ropa interior, pero rasgando un poco la tela realizó una especie de pareo para cubrir u poco la parte iferior de su cuerpo, extendió las piernas realizando algunos movimientos, descubriendo que era perfecto. A muerte, aquella pelea era a muerte... debía ganar, no había opciones, pensó recordando cada lección de Katerina y las muchas maneras en las que podía sacar provecho
Las paredes de la jaula resonaban con el eco del miedo y la desesperación. Amaia, en medio del caos, vio cómo dos espadas relucían bajo la tenue luz que se filtraba desde lo alto. La figura del hombre de la máscara se desvaneció tras un torbellino de sombras, dejándolas a ella y a la mujer, su oponente, en un mundo de tensión y peligro.La mujer sonrió de manera malévola al recoger su espada, un destello de ambición brillando en sus ojos. Amaia, aunque más pequeña y delgada, había visto la fortaleza del espíritu en sus clases con Katerina, y sabía que su agilidad podía ser su mejor aliada.En un instante, la adrenalina en su interior se desató, y sin pensarlo, corrió hacia el arma, un instinto de supervivencia empujándola hacia adelante, se lanzó hacia la espadas que yacía en el suelo, el frío metal besando su palma cuando lo tomó. Aquel instante fue un grito en el viento; la batalla comenzaba.La mujer con una sonrisa siniestra, ya había tomado una de las espadas.—Estás en problema