Nikolay, rey de la mafia rusa, se encontraba en el amplio salón de su mansión, rodeado de parte de su equipo. Las paredes, decoradas con obras de arte carísimas y elegantes cortinas, no podían ocultar la atmósfera tensa que envolvía la habitación. Hombres con rostros serios y miradas afiladas discutían estrategias, mientras planos y fotografías de Amaia, su esposa, se dispersaban sobre la mesa central. Todos completamente dispuestos a jugarse la vida por su rey, por recuperar a su reina.—Ya fui viudo una vez— dijo— no se repetirá la historia— no importa lo que tengamos que hacer, Amaia regresará con vida, sana y salva.—Necesitamos un plan más efectivo —dijo VIgor, su mano derecha, reposando sus dedos sobre una foto de Amaia sonriendo, ajena al desastre que la rodeaba.— no podemos permitirnos fallar.La conversación se interrumpió abruptamente cuando el sonido de un llamado a la puerta del salón los sobresaltó. Nikolay se puso de pie, su mirada se endureció. Sabía que cualquier inter
El frío del suelo se había filtrado en cada rincón de su ser, y Amaia no recordaba cuándo había caído en un profundo sueño. Se estremeció al escuchar un grito que la obligó a abrir los ojos. Confusa y desorientada, se encontró en una jaula enorme, metálica y austera. No había ni una cama ni una silla, solo el eco lejano de su propia respiración y el sudor frío que le recorría la frente, le dolía todo el cuerpo. Sin embargo, su mirada se centró en la figura que ocupaba el otro extremo de la jaula.—¿Quién eres?...¡Quiero salir de aquí!La mujer era alta, de cabello corto desordenado y ojos oscuros que destilaban ferocidad. La observaba con una expresión despectiva, como si estuviera evaluando a su presa. Un escalofrío le recorrió la espalda. Fue entonces cuando un hombre apareció en la penumbra, las únicas partes visibles de su rostro eran sus ojos grises, fríos como el hielo, que la examinaban con una mezcla de desdén y diversión. Una máscara cubría su rostro, ocultando su identidad y
La jaula era un monstruo de acero, fría y opresiva, cuyos barrotes reflejaban la luz triste de las lámparas desgastadas del lugar. Amaia respiraba con dificultad, su corazón latiendo como un tambor de guerra en su pecho. La mujer frente a ella, de ojos ardientes y un físico imponente, flexionaba sus músculos, lista para la batalla. En el fondo, el eco de las risas burlonas del hombres enmascarado retumbaba en su mente, un recordatorio de su cruel realidad.Estaba atrapada en aquella jaula, a merced de sus secuestradores. Se quitó el vestido, el mismo le quitaría movilidad ya que era bastante ajustado, se quedó en ropa interior, pero rasgando un poco la tela realizó una especie de pareo para cubrir u poco la parte iferior de su cuerpo, extendió las piernas realizando algunos movimientos, descubriendo que era perfecto. A muerte, aquella pelea era a muerte... debía ganar, no había opciones, pensó recordando cada lección de Katerina y las muchas maneras en las que podía sacar provecho
Las paredes de la jaula resonaban con el eco del miedo y la desesperación. Amaia, en medio del caos, vio cómo dos espadas relucían bajo la tenue luz que se filtraba desde lo alto. La figura del hombre de la máscara se desvaneció tras un torbellino de sombras, dejándolas a ella y a la mujer, su oponente, en un mundo de tensión y peligro.La mujer sonrió de manera malévola al recoger su espada, un destello de ambición brillando en sus ojos. Amaia, aunque más pequeña y delgada, había visto la fortaleza del espíritu en sus clases con Katerina, y sabía que su agilidad podía ser su mejor aliada.En un instante, la adrenalina en su interior se desató, y sin pensarlo, corrió hacia el arma, un instinto de supervivencia empujándola hacia adelante, se lanzó hacia la espadas que yacía en el suelo, el frío metal besando su palma cuando lo tomó. Aquel instante fue un grito en el viento; la batalla comenzaba.La mujer con una sonrisa siniestra, ya había tomado una de las espadas.—Estás en problema
Nikolay, entró a la oficina que tenía en su club, caminó hacia el enorme cristal incrustado en la pared, era un cristal blindado que a la vez servía como ventana para observar gran parte de lo que sucedía en el club. —Parece una noche tranquila— observó él mientras se desabotonaba la chaqueta de su traje hecho a la medida y se metía las manos a los bolsillos de su pantalón. —Nunca es una noche demasiado tranquila, señor— respondió Igor con tono tranquilo— aquí tengo el sobre con toda la información que pidió. —Bien, veamos entonces qué tan buena información hay allí para mí, qué tanto puedo conocer a Ethan Müller. —caminó hasta el enorme escritorio, se sentó en la silla que estaba frente a él y extendió la mano a Igor para recibir el sobre que contenía la información que había solicitado, extrajo varias hojas de papel en la que al inicio pudo leer un poco sobre Ethan Müller, cuánto debía en el club, su edad y una reseña de su vida, allí decía que era viudo desde hacía ya al meno
Ethan estaba concentrado en su partida mientras maldecía internamente, pues las cartas una vez más no le favorecían, así que las arrojó sobre la mesa rindiéndose a aquella partida, en aquel momento dos hombres se acercaron a él. —Señor Müller, ¿nos haría el favor de acompañarnos?— el hombre los miró confundidos y quizás un poco asustado, sabía que debía mucho en el club y era obvio que no tardaría en aparecer el dueño exigiendo el pago, ahora mismo su cabeza trabajaba mil por segundo intentando comprender cómo podía convencer al hombre de darle tiempo. —¿A dónde quieren que les acompañe?— preguntó aunque ya sabía la respuesta. —Usted solo debe seguirnos, créame que le interesa— dijo el hombre, Ethan incapaz de negarse, pues sabía que hacerlo solo complicaría las cosas pidió disculpas a sus contrincantes que estaban en la mesa y se puso de pie para seguir aquellos caballeros, lo llevaron directamente al segundo piso tocaron una puerta y esta se abrió dándoles acceso a una elegante o
Ethan observó con los ojos muy abiertos el revolver que estaba sobre el escritorio, sus ojos, así mismo como su expresión reflejaban un auténtico terror, el hombre sencillamente no podía creer lo que aquel hombre lo estaba proponiendo. —Usted... no puede estar hablando en serio— le dijo con voz temblorosa. —Yo nunca bromeo— le respondió con tono determinado— la decisión está en sus mano,s me paga ahora o a más tardar en veinticuatro horas o me da la satisfacción de jugar este pequeño juego con usted. —Acceder a jugar ese juego no me garantiza salir de esta habitación con vida. —Tampoco lo hace irse a casa y no pagarme en las próximas veinticuatro horas, es un riesgo que debe tomar. ¡Es su decisión, de nadie más! —Pero... pero... —el hombre no paraba de balbucear sin poder apartar los ojos del revólver. —Le explicaré cómo funciona esto, sé absolutamente todo de usted, toda la información necesaria, sé perfectamente que no tiene dinero para pagarme, sé exactamente cuánto me debe l
Amaia, estaba completamente agotada, suspiró de cansancio, después de llegar del trabajo se encontró con que su pequeña hermana Aimara estaba sentada en el recibidor con un libro en sus manos aquello le extraño pues aquel era el único día en el que Amaia salía temprano del trabajo y por lo general, su hermana no llegaba sino mucho después de ella. —¡Hey preciosa!— le saludó con el entrecejo fruncido—¿ Qué estás haciendo en casa tan temprano?, deberías estar en clase de canto. —Debería, pero me han echado— dijo y con un suspiro cerró el libro de golpe mientras su rostro reflejaba una profunda tristeza. —Pero... usé todos mis ahorros para abonar a tu escuela, prometieron que podías seguir entrando a clases— exclamó Amaia frustrada mientras llegaba y se sentaba junto a su hermana para abrazarla. —Lo mismo le dije a la directora, pero dijo que ya está por culminar el mes y padre no ha terminado de pagar, por lo tanto solo podré entrar a clases regulares pero no me darán más acceso a