Capítulo 2

Tal parece que las palabras de Cameron eran verdaderas y sus padres se interesaron por mí, es por ello que una semana después tenía una cita programada para reunirme con ellos, la familia Black. En realidad aún no sé cómo sentirme al respecto, pero decidí que no me importa mientras no sean alguna clase de locos que planeen lastimarme, como sea, igual no tengo grandes esperanzas sobre mi futuro así que no tengo mucho que perder. El director me entregó un expediente con sus fotografías, nombres y una breve descripción de cada uno para no estar tan perdida, pero un papel no puedo explicar cómo es una persona en realidad.

El ambiente vuelve a sentirse pesado con su llegada y esta vez las sombras están un poco más presentes por lo que sé que se trata de ellos y no alguna otra cosa que trata de perturbarme. Claro que esta vez estoy más preparada psicológicamente y puedo manejar mejor la presión que me causa en el pecho su influencia anormal.

—Buenas tardes, señor, señora Black —saludo con un asentimiento en cuanto entro a la habitación.

Quisiera decir que sus sonrisas son contagiosas pero estoy tan cansada por mi horario irregular de sueño que no encuentro en mi la voluntad de sonreírles ni siquiera por cortesía, menos cuando hasta sus hijos vuelven a estar presentes.

—Buenas tardes Alyssa ¿Cómo te encuentras? —saluda Evan, el padre.

—Bien —respondo simple porque es una pregunta absurda considerando mi situación ¿o es que acaso uno va a un funeral y le pregunta a los familiares del muerto si todo anda bien?

—Estábamos muy emocionados de conocerte oficialmente —añade Joanne, la madre—, charlamos muy poco la última vez que nos vimos y no tuvimos oportunidad de conocernos. Supongo que ya te hablaron al respecto o lo intuyes por esta visita, pero nos gustaría que vinieras a vivir con nosotros… ya sabes, como parte de nuestra familia.

Su sonrisa es suave y sumamente amable, como la que le das a un niño asustado, y es verdaderamente muy apropiada para la situación en la que estamos, porque aunque estuve toda la semana repitiéndome que no me importaba si me iba o no con ellos, en estas últimas horas antes de la cita mi cabeza no dejó de darle vueltas al pensamiento de que si llegaban a ser malas personas entonces lo iba a pasar muy mal porque la vibra que me dan no es normal.

—Sí… me dijeron que vendrían por eso —respondo porque no sé qué más decirle.

—Te trajimos un batido —pronuncia la cálida voz de Alexander sorprendiéndome de verlo en una esquina.

—Gracias —murmuro recibiendo el vaso que me ofrece.

Ok esto es raro ¿por qué todo el mundo me mira? Agradezco tener el batido en las manos para al menos entretenerme con eso.

—Y… ¿qué opinas? —pregunta Evan finalmente.

—¿Sobre qué? —pregunto confundida.

—Sobre venir a vivir con nosotros —aclara.

—Ah, pues… —sorbito de batido— Sí… está bien, supongo.

—¿Supones? —cuestiona Joanne intercambiando miradas con los demás presentes.

Pues ¿qué quiere que le diga señora?

Miro al director esperando que haga o diga algo porque no sé qué se supone que debo hacer en esta situación.

—Uh, señora Black, ya conversamos un poco sobre la situación de Alyssa… —interviene a modo de recordatorio.

—Oh, cierto, discúlpame Alyssa, no pretendía forzar una respuesta —se apresura a disculparse casi que con vergüenza.

—Está bien señora Black, no se preocupe.

—Llámame Joanne, por favor, no hacen falta tantas formalidades.

—De acuerdo —asiento.

Se hace un silencio breve donde trato de no hacer ruido con mi delicioso batido hasta que por fin alguien interviene, uno de los gemelos.

—¿Y qué te gusta hacer? ¿Te gusta… pintar? ¿Comer? ¿Dormir tal vez?

—Sí, me gusta comer —me siento en uno de los muebles notando por un instante que Alexander olfatea un cactus de la misma forma que yo olería el chocolate— ¿Huele bien? —pregunto sin pensarlo mucho.

Mi pregunta lo toma por sorpresa y a mí también me sorprende haberle hablado pero ya que hice la pregunta quiero la respuesta.

—No, es de plástico —toca las espinas para probar su punto y luego me lo extiende y hago lo mismo de tocar las espinas que efectivamente no son reales.

—Estábamos pensando en salir contigo —comenta Evan—, pasear un poco por la ciudad y charlar mientras se arregla el papeleo necesario para que puedas venir con nosotros… eso nos tomaría un par de días más, claro, si no te molesta estar con nosotros durante ese tiempo.

—Sí, está bien, supongo, igual me voy a ir a vivir con ustedes —me encojo de hombros y procedo a terminarme el batido.

Trataré de que me compren muchos de estos porque me encantan.

—Perfecto —sonríe Joanne extendiéndome una bolsa—. Te trajimos algunas cosas de tu talla para que no tengas que vestir el uniforme de aquí, espero que te gusten y si no después podemos comprar algunas cosas que te agraden más.

—Gracias, iré a cambiarme entonces —asiente con una sonrisa en lo que tomo la bolsa y me apresuro a salir de la sala.

Me sorprende la rapidez con la que parecen estar convencidos de adoptarme, según el expediente, 3 de sus hijos son adoptados, incluyendo a los gemelos, y aunque desconozco los detalles del proceso con ellos, no puedo decir que no me resulta extraño aunque han tenido una semana completa para leer mis expedientes. Pero también pienso que durante estos días van a tener oportunidad de conocerme mejor y si al final no les gusto pues simplemente volverán a dejarme en el orfanato y todos haremos como que esto nunca pasó, no es como si no me hubiera pasado antes.

Para mi sorpresa la ropa no es ninguna clase de atuendo elegante o refinado, simplemente son pantalones de licra, unos zapatos deportivos y un suéter grande con pandas estampados que me llega casi que a las rodillas, casi parecen cosas que yo misma escogería en una tienda por su comodidad y me siento ligeramente aliviada de que no me hagan vestir cosas exageradamente adornadas e incómodas.

—¿Qué tal? ¿Te gusta? —pregunta Evan en cuanto regreso.

—Sí —respondo con una pequeña sonrisa.

—Muy bien, entonces estamos listos —sonríe Joanne.

—Espera —detiene el director—, Alyssa, si todo sale bien ya no nos volveremos a ver así que no te olvides de tu collar —me entrega la delicada cadena con la esfera colgando de la misma.

Casi lo olvidaba, cuando llegué aquí no me permitieron usarla porque era un potencial peligro para mi seguridad y la de los demás y aunque en un principio tenía mucho más valor sentimental, ya no me siento tan aferrada a ella, pero igualmente la acepto con un agradecimiento colocándomela de tal forma que el suéter la cubre.

Como era de esperarse, los autos de los Black son increíblemente lujosos, pero tan altos para mí que necesité de ayuda para poder subirme, íbamos 4 en cada auto y tengo el corazón increíblemente acelerado de los nervios, han sido 2 años desde que regresé a este orfanato y desde entonces no he puesto un pie afuera de los patios del lugar, por lo que me encuentro algo nerviosa de volver a un lugar tan concurrido como la ciudad donde muchas cosas seguro han cambiado en los últimos años.

—¿Qué te gustaría comer? —me pregunta Alexander al otro lado.

—Uhm, no sé, cualquier cosa que no tenga pescado está bien para mí.

—Pero ¿qué se te antoja? —insiste.

—Lo que ustedes quieran, en serio no me importa —aseguro.

—Pues se supone que te vamos a llevar a comer algo que quieras —presiona y por la mirada que me da comprendo que no va a dejar de insistir hasta que le dé una respuesta concisa.

—Pollo —suelto lo primero que se me ocurre.

—¿Qué tipo de pollo?

—¿Cualquier tipo de pollo rápido? Es pollo.

—¿Siempre eres tan complaciente? —se queja haciendo una expresión casi que de dolor.

—Sí.

—Alexander, no pelees con ella, espérate al menos a llegar a la casa —regaña Joanne con diversión.

Alexander parece ligeramente ofendido por el regaño y aprovecho que solo él me está mirando para sacarle la lengua, lo cual efectivamente termina de ofenderlo aunque no dice nada.

—Creo que hay una tienda por aquí que vende varios tipos de pollo —comenta Evan después del silencio.

—Quiero un batido —comento después de armarme de valor para hacer la petición.

—¿Un batido? —cuestiona Alexander con sorpresa.

Asiento tímidamente porque no me lo ofrecieron y me avergüenza haberlo pedido porque de por sí ellos están pagando por todo y aun si tienen dinero es suyo, no mío.

—¿De qué sabor? —pregunta Evan.

—No sé, algo que no haya probado.

Durante el resto del camino hacemos charla ligera y para mi sorpresa no comemos en ningún restaurante sino que pedimos para llevar y nos vamos directo a su casa.

O mejor dicho, mansión.

Porque literalmente es la casa más lujosa que he visto en mi vida, más o menos así como esas casas de millonarios que tienen toda clase de lujos y están en medio de la nada, con el vecino más cercano como a 3 kilómetros.

Esperemos que no sean de esa clase de maníacos que secuestran gente para enterrar los cuerpos en los largos kilómetros de patio que tienen.

—Bienvenida Alyssa —pronuncia Evan con una sonrisa.

Y solo puedo esperar que mi estadía aquí sea buena.

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