Capítulo 5

(...)

—¡No puedo! Perdón, pero no puedo… Soy… —tartamudeo—¡Virgen!

—¿Qué? —chilla Mark—¿Estás loca mujer?

—Ssshhh… Te escucharán todos —me levanto de golpe, acompañado de la paranoia de ser descubierta.

¡Soy una virgen sin remedios!

Le estoy contando detalle a detalle lo que me pasó ayer, a más ni menos que a mi perrísimo Mark. Exactamente lo que me pasó ayer. Sé que es una total vergüenza comportarme como una mojigata, pero mi excusa es que no quería hacerlo en un ¡Auto! Además no sabía cuál era el siguiente paso.

No negaré que sentía como me palpitaba y se humedecía mi vagina, aparte me daba una electricidad que recorría por todo mi cuerpo, es una sensación única, una sensación inexplicable, una sensación que se esparcía por todo mi ser, hasta dar un vuelco en mis entrañas.

 —Como quieres que me calle —chilla como una perra loca—. ¿Cómo le pudiste decir que no… al dios griego, a ese adonis que sé cómo solo?

—No quería hacerlo en el auto —bajo la mirada—, quiero que mi primera vez sea especial y romántico.

—¡Santa virgen! Eres una completa mojigata —se levantó de la silla y empezó a comerse las uñas, hasta llegar al nivel de jalarse el cabello.

—¿Crees que él me deje? —susurre.

¡Cálmate Larisa! Deja de provocar al perrísimo con tus preguntas estúpidas, ya que lo único que estás logrando es que se altere o que le dé un infarto. Hmm… Mi conciencia tiene razón, pero lo único que quiero saber si Dmitriy me dará una oportunidad más.

—Aaahhh… —grita histéricamente—¿Qué haré contigo?—aspira.

—Solo abrázame —se me entrecorta la voz, extiendo mis brazos. Lo único que quiero es un abrazo y dejar por un momento lo estúpida que fui ayer.

Sé que el cuento de hadas solo existe en las obras de fantasía, pero no le veo nada de malo que viva algo similar. Aunque estoy cien por ciento segura que Dmitriy es la persona que siempre he esperado, la persona que mi corazón  quiere y anhela. Pero si él no está dispuesto a esperarme un momento más o no es capaz de hacer el mínimo esfuerzo de hacerme sentir especial, entonces es ahí donde diré que él no es para mí y yo no soy para él.

—Ven… No te desanimes nena —dice con dulzura. Mis ojos arden como chile picante—. Ten por segura que él Adonis no piensa lo que tú por loca estás diciendo.

—Eso es lo que más deseo —balbuceo—, aunque él no me dijo absolutamente nada.

—¿Nada?

—Él se quedó estático en el momento que le dije que era virgen —suspiro al recordar—, hasta que después me regaló un beso y con una sonrisa dibujada en su rostro me dijo que me llevaría a casa.

—Ja, ja, ja, —se suelta a reír. Me quedo estática, viendo al payaso de Mark que se ríe sin control.

—No comprendo tu burla —espeto. Pongo ambas manos en mi cintura y en un santiamén cambio de humor.

—Es… que… él… —está en carcajadas—Larisa, eres una perra ingenua—pasa su dedo índice limpiándose las lágrimas derramadas, a causa de la risa.

—¿Él que? —enarco una ceja.

—Espera… —inhala y exhala, controla la respiración, hasta recuperar la fuerza de voz—No hay necesidad de ser psicólogo o adivino para entender que él respeta tu punto de vista, y te puedo jurar que ahora más que nunca estará totalmente perdido ante tu castidad.

—¿Tú crees? —preguntó con una esperanza en mi rostro.

—Si… Ahora lo que quiero es que vayamos a almorzar y olvidar todo este drama de que si me quiere o no.

—Vamos —extiendo mi mano y exhaló todo el aire que tenía contenido.

—Espera… Que hilo andabas ayer —niego-

—Andaba unas braguitas diminutas, esas que lleva el bordado calado —hago mil muecas para que Mark me entienda qué tipo de lencería usaba ayer.

—¡Iremos de compras! —chilla—… Quiero que ese día lleves un escote provocativo, con una lencería completamente sexi, todo tiene que ser una levanta bates.

¿Levanta bates?

—No soy una puta —doy media vuelta dando la espalda—. Espera, qué es eso de ¡Levanta bates!

—Pero si  eres una perra en celo —dice con un tono burlón—, por favor Larisa, tú sabes lo que quieres.

 ¡Por Dios! Y eso que no le he dicho que hoy llevaré a Dmitriy a casa de mis padres. Ayer tocamos muchos temas y uno de ellos es que nuestra relación tiene que ser oficial, así que acordamos que él me pasaría recogiendo.

Tomo mi cartera de mano y mi abrigo, ya que no quiero enfermar.

(…)

Diez minutos después de estar el tiempo conversando de una que otras cosas de locura con mi amigo y compañero Mark, hemos llegamos a la cafetería que está a cierta distancia de la agencia. Este lugar es nuestro lugar favorito, vale la pena venir a disfrutar de las delicias de comidas, de pastelillos, bebidas y mucho más, aunque caminemos unas cuantas cuadras.

Ambos hemos pedido la ensalada Olivé; la ensalada Olivé es uno de los platillos más famosos de mi país. Y se le conoce como ensaladilla rusa en todo el mundo, pero aquí es llamada como ensaladilla Olivé. Está hecha de patata, mayonesa, zanahoria y otros ingredientes.

Mark llama a la mesera y le agrega al pedido unas costillas  a la barbacoa.

—Mark —lo reprendo—, dijimos dieta—cuestiono con los ojos abiertos.

—No importa, él que tiene galán eres tú y no yo —dice con desdén habitual.

—Pero me tienes a mí —hago puchero.

—Gracias, nena —ambos nos tomamos de las manos.

Mark y yo siempre nos damos mucho cariño, somos uña y mugre. Para el mundo somos pareja, pero se dan cuenta de lo contrario desde que interactúan unos segundos con él.

Dmitriy.

—Señor, le están pisando los talones a la Srta. Larisa —dice Eduard entrando al despacho.

—¿Qué? ¿Quién Y ¿Por quéi?

—Ratas de alcantarillas —me extiende un sobre—, quieren chantajear al padre de la Srta.

Tomó el sobre y sin esperar más tiempo lo abro, saco muchas fotografías de Larisa, una está saliendo de la agencia, la otra saliendo de su apartamento, la otra cuando sale a lugares y muchas más e incluyendo al amigo. La siguen las veinticuatro siete.

¡Malditos malparidos!

¿En qué estará metido Bogdánov?

—Ahora comprendo lo que está pasando —froto mi sien—. Te puedo asegurar que lo que le hicieron a Larisa no es pura casualidad.

—Oh, ellos la tienen en la mira desde hace mucho tiempo.

—Y ahora nosotros los tendremos en la mira a ellos —hablo secamente—. Y averiguar todo lo que hace Bogdánov.

—El consejero anda en malos pasos —sonríe—, lo más recomendable es que hable con su padre.

—Preparen las camionetas, porque hoy es tarde y noche de travesía —me encamino al mini bar, antes de irme quiero tomar un vaso de whisky, para relajar toda la tensión que tengo y las que vendrán.

—Ahora mismo mandó la orden —Eduard, asiente y da media vuelta, mientras que yo me quedo pensando en lo que pasó ayer.

Me permito divagar ante el hermoso suceso de ayer. Quién diría que la chica más guapa sea ¡virgen! Por Dios…

 Quedé anonadado ante su nerviosismo y su declaración. Al inicio me costó procesar, ya que evidentemente es difícil de creer, pero no imposible. Luego me percate de lo imprudente que estaba haciendo, ya que la estaba incomodando, y de paso hacerla sentir mal.

Espero que no tenga esa idea equivocada de mí, espero que ni se le pase por la mente que yo no la amaría o no me atraería como la chica casta que es, solo porque es virgen. Puff… Sería absurdo que pensara eso, ya que yo la amo de verdad, y eso que ella me diga que es virgen y que se ha guardado para la persona que ella crea que es la ideal. Era obvio que se negaría a entregarse en un auto, ¡mierda! Creo que me he pasado, y todo por mis impulsos de lujuria.

Una parte de mi grita de felicidad al saber que su amada es una casta y bella, lucero, pero la otra parte de mí se enfurece, porque si no fuera porque pase de pura casualidad, estoy seguro de que ya la hubieran desgraciado…

Otro punto para odiar a muerte al bastardo de Denis Bogdánov.

En este momento veré a mi padre, y luego iré por mi lucero para llevarla a casa. No se imagina Bogdánov, lo que le espera.

Larisa.

—Pagaré esta vez —le señaló—, siempre me invitas y no es justo que yo sea una vil mantenida.

—Eres una perra mentirosa —levanta la voz—, siempre pagamos los dos porque tú te la das de la mujer autosuficiente—chilla.

—No soy cualquier perra, ya que soy tú… Perra —inmediatamente ambos nos soltamos a reír—. Te daré duro como a ti te gusta—tartamudeo de la enorme risa incontrolable.

—Shhhhh… Hay niños por aquí —señala todo el lugar—. Después dirán que estamos infringiendo la ley.

Veo a todo a mi alrededor y no veo ningún niño, ¡Mierda! He caído otra vez, pero algo sí sé y es que soy lenta pero segura.

—Maldito… Aquí no hay ningún niño —susurro—, solo hay muchos viejos moclines.

—No te imaginas lo que quieren esos viejitos —muerde su labio inferior y hace un emoji de morbosidad.

—Eres una pera pervertida —chillo—. Creo que te hizo daño romper la dieta.

Me levanto y con la mirada al frente, reprimiendo una risita burlesca… Ambos somos unos casos perdidos.

—Hacen una linda pareja —la cajera dice con emoción—, tomé su cambio.

¡Pareja! Si supiera que Mark es gay y que yo estoy demasiada enamorada de mi Dmitriy.

—Mi amor, ya es tarde —Mark se posa detrás de mí—, y no te imaginas las ganas que tengo de follar—chilla.

Mis mejillas se empiezan a tornar rojas. Mark me matará de pena moral, ya que es muy diferentes que bromeamos solos, a que bromeamos delante de la gente.

¡Ellos no saben que Mark es gay!

—Uuuff… Amor, ya follamos en el callejón, en el carro, en el baño… Estoy hastiada—cuestione.

—Eres una perra —chilla.

—Disculpen… Disculpen —nos interrumpe la cajera.

—Soy gay —habla sin tapujos. Mark le penetra la mirada a la cajera, en un santiamén su rostro fue cambiando de colores como el camaleón.

Ja, ja, ja… Pobrecita.

—Vámonos —tomó la mano de Mark—. Disculpa a mi amigo.

Bajo un poco la mirada y me disculpo con la cajera, luego me jalo a Mark hacia la salida.

—Viste la cara de la pobre cajera —habla entre risas.

—Te aseguro que nos prohibirán la entrada —le sentenció un poco enojada.

(…)

Apago mi ordenador, me levanto, tomo mi cartera y mi abrigo, antes de salir doy un último vistazo a la oficina, asegurándome de dejar todo en orden. ¡Ahora si! Ya me puedo ir, salgo de la oficina dejándola cerrada con seguro.

Para poder tener acceso a una oficina tienes que tener llaves y la clave de acceso.

—Nena, necesito que me lleves a mi casa —súplica.

—¿Qué te llevé? —enarco una ceja—te sientes bien. Recuerda que yo no tengo vehículo.

—Pero tu novio si —esboza una sonrisa.

—¿Cómo sabes que Dmitriy está esperándome? —masculló asombrada.

—Mueve ese culo y mejor apresurémonos que tu galán nos está esperando.

¿Nos?

—¡Está bien! Pero antes dime dónde está tu auto.

—Caminemos y te cuento.

Bajamos a las oficinas del primer piso y a paso rápidos salimos de la agencia, Mark me viene diciendo que su auto está en mantenimiento, y que no le gustaría usar el metro, ya que tiene demasiado temor a que le suceda lo que me paso a mí.

De lejos veo a mi Adonis, ¿Qué guapo? Aaaahh… Jadeo.

No puedo evitar que mis ojos se queden embobados de tanta guapura.

—No lo gastes —Mark me pellizca el brazo, sacándome un chillido de dolor—. Déjame una parte para mí solito.

—Ese hombre es solo mío —bramo.

—Cállate perra.

—Pobre Dmitriy, le debe estar picando el oído, ya que somos unas perras locas.

***

—Hola —susurré tímidamente.

—Buenas noches —masculla con voz ronca.

Mis nervios se apoderan de mí, y mis manos empiezan a sudar.

—Buenas noches —Mark se hace presente, sacándome de mi mundo perdido.

—Puede venir Mark con nosotros —hablé con una vocecita toda estúpida. ¡Puta m****a! Ahora comprendo por qué el amor te hace perder la cordura, haciéndote completamente descerebrada.

—No tengo ningún problema —mete ambas manos en sus vaqueros, y relaja las facciones de sus músculos.

—Gracias —dice con una sonrisa.

Me armo de valor, doy un paso adelante. Como todo un caballero, Dmitriy me da el paso de entrar al auto, con una sonrisa nerviosa asiento, me adentro, me remuevo un poco y le doy espacio para el que vaya a adentrar.

—Joven, usted puede venir con nosotros —uno de los hombres de Dmitriy detiene a Mark.

Mi cara es de ¿qué? Oh, mi Mark…

—Estoy de acuerdo —susurra, Mark con una voz temblorosa.

¡Va a llorar!

—Déjalo Eduard —habla Dmitriy—, él es amigo de Larisa, y por lo tanto se le tratará como se debe.

Quedó perpleja, Dmitriy es un amor… ¡Por Dios! Que hombre...

—Perdón señor —el hombre de seguridad de Dmitriy se disculpa.

—Si  no le molesta puedo ir en los asientos del copiloto —señala.

—No hay ningún problema.

—Gracias… —chilla.

En un rayo de luz mi estrella se adentra al auto, Mark se pone el cinturón y de reojo me ve por los retrovisores. No faltaba más y le hago mil muecas, para mantener relajado el ambiente.

Luego Dmitriy se adentra al auto. ¡Este hombre saca lo más cursi de mí! Entrelazo mis dedos entre sí, para darme autoconsuelo. ¡No me culpen, sé que estoy loca de atar!

—No me temas —susurra cerca de mi oído—, te juro, que lo menos que quiero es lastimarte.

Mis ojos se conectan con los suyos, ¡No…! No quiero que piense que le temo, eso jamás. Sí que soy estúpida, ¡Jamás podría temerle! Es todo lo contrario, mis hormonas se disparan al verle.

—No podría —dejo caer mi cabeza a su hombro—, solo es un poco de nerviosismo—rápidamente cubro mi cara con ambas manos.

Siento arder mis mejillas de vergüenza, ¿cuándo dejaré de comportarme como una chiquilla?

—No te apenes —murmura—, no te imaginas lo perdido que me encuentro, tú me llenas el vacío que antes tenía.

—No quiero que me lleves a mi casa —me importa una banana si mis deseos carnales se apoderan de todo mi ser.

Desde hoy quiero dejar de ser la santurrona que siempre he sido, la mojigata que se apodera de la parte lujuriosa que tengo escondida. ¿Qué tengo que esperar? No es que me sienta urgida. ¡Nooo...! Es algo que deseo y anhelo.

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