Capítulo 4

Larisa.

Lunes de inicio de semana y eso quiere decir que tengo mucho trabajo acumulado, ya que me dieron una semana de subsidio, pero siempre y cuando con permiso de la agencia y del hospital. Al día siguiente que regresé a casa fui a la oficina e inmediatamente mi jefe me mandó al hospital y me dijo que me quería dentro de una semana. ¡Sana y salva!, ya que le explique la mitad de la versión de lo que me sucedió saliendo de la agencia de correos.

Mi jefe es un pan de Dios, aunque Mark dice lo contrario. Mi amigo del corazón dice que mi jefe no me quiere despedir por los años que he trabajado y menos si no he pedido aumento de salario, aparte que trabajo hasta tarde.

Son las cuatro de la tarde y todavía no me ha dado tiempo de almorzar. Aaaah… Siento que me desmayaré, pero no puedo darme el lujo de darme unos cinco o diez minutos. Si quiero seguir siendo una chica eficiente, tengo que hacer lo más que pueda. Aparte, soy una chica con retos, y los retos los paso porque los paso.

Mi función en la agencia es toda la Administración, y ahora más que nunca tengo que revisar y gestionar los contratos, y los servicios generales. Desde que entré a mi oficina no he dejado de teclear la computadora y mis ojos no dejan de revisar el cerro de archivos pendientes, ya que tengo que autorizar muchas solicitudes.

Mi vida es común y corriente, ya que lo único que me preocupa en esta vida es mantener mi trabajo para poder sostener a mi familia. ¡Soy única!

—¡Por Dios! —exclama con furor—esto es un trabajo y te pagan por ello, pero no estoy de acuerdo que sobrepases los límites de tu salud. ¡Te están explotando mujer!

Ruedo los ojos, Mark es un escandaloso. Entra a mi oficina y tiene en sus manos un par de paquetes de servicio de comida. Si no fuera porque él trabaja en el mismo lugar que trabajo yo, no sé que seria de mí. Él se preocupa y se desvive por mí, por eso somos el equipo perfecto.

—Es trabajo —levantó la mirada. Por un momento alejo mis manos del computador y me levanto para recibir a mi dulce amigo.

—Eres una perra descontrolada —chilla. Me da un beso en la mejilla y me brinda un paquete de comida y una lata de soda.

—Gracias, sabes que eres mi perra —le sonrió. Él como todo un importante y rogado, me hace mal de ojos.

—Come, y es una orden —declara. Se sienta y empieza a comer. Pobrecito, no había comido por estar esperando que pasara por él.

Me siento y me limito en decir una palabra que lo ponga de mal humor, además mi panza ruge.

(…)

—Te amo, gracias por alimentar a tu perra —habló entre risas.

—Me voy, ya pasaron los veinte minutos de mi break —suspira—, evita salir tarde, ya que te llevaré a tu casa, y… No aceptaré un no por respuesta.

—Prometido —levanto mi mano y asiento.

—Ah, se me olvidaba —retrocede dos pasos y da media vuelta—, ¿no te ha llamado el Ruso?

—No… —niego—espero que no se haya olvidado de mí.

—Ja. Ten por seguro que ese papito estará frente a ti, en el momento que menos lo esperas.

—Eso espero —susurro—, una pregunta.

—Dime las que quieras preciosa.

—¿Crees que él me ignore por ser virgen? —susurro—, me explicaré mejor. Mi miedo es que por su experiencia en la vida y de mujeres…

—Stop… —me calla—no te denigres mi amor, si él te quiere, te querrá por todo lo que llevas y lo que vales.

—Tengo miedo de no poder hacerlo —musitó apenada—, soy inexperta.

—LARISA… —grita— fuera negatividad e inseguridad, lo que debes hacer primero es quererte y ver lo que pasará de hoy en adelante con el bombón.

Dmitriy.

—La Srta. Larisa, en este momento está en su trabajo —Eduard me informa lo que acaba de averiguar con los hombres que están vigilando y cuidando a mi dulce lucero.

—Dirección —hablo desesperado.

Estoy seguro de que ella pensara que me he alejado o que ya no tengo el mismo interés que en algún momento tuve. Lastimosamente no cumpliré los deseos de las personas que quieren y anhelan eso, ya que jamás me la podré sacar de la cabeza y menos del corazón.

—Vamos a la oficina central de la agencia de correos.

Gracias a Dios no estamos lejos de la agencia, lo único que no podré soportar es la espera.

Extiendo mi mano sacudiéndola para ver exactamente la hora.

Las seis de la tarde y nada que sale… ¿Cuántas horas trabaja a diario?

¡Maldito Bogdánov!

El malparido tiene demasiado dinero, y aun así pone a trabajar a su propia hija como una esclava. Aaaaah… Siento demasiada impotencia, tengo muchas ganas de matarlo y desaparecer al maldito.

—¡Ahí está! —sin medir mis sentimientos, me emociono al verla—vamos, y quiero que todos estén alerta.

Salgo del auto y a unos metros veo a mi lucero, acompañada del amiguito. Apresuro mis pasos y con una enorme sonrisa dibujada en mi rostro.

—Quiere que me encargue del amigo —negué.

—¿Cómo está la luz de mis ojos? —me acerco sigilosamente.

—Dmitriy —sisea. Levanta la mirada y se queda estática al verme.

—Tienes un poco de tiempo para mí —susurro.

—Bueno… —tartamudea—creo que sí. ¿CREE?

—No se diga más —extiendo mi mano.

—Pero… Mark —voltea a ver al amigo.

—Ve, estoy seguro de que él te cuidará mejor que yo —mmm… Me agrada este chico.

—Adiós —se despide del amigo y acepta mi mano, ya que estaba extendida hace un buen rato.

—Adiós, preciosa —se despide con una sonrisa—, y adiós Sr.

¿Sr.?

—No lo culpes, te tiene miedo —murmura.

—No como y mucho menos muerdo —declaró.

—Quien te ha dicho lo contrario —voltea su mirada y la penetra en la de su amigo—, te puedo jurar que es un buen amigo. No lo lastimes—musita.

—Lo prometo.

Ella sonríe, es una sonrisa contagiosa, una sonrisa que llega hasta el fondo de mi ser. Le susurro a mi lucero, que la llevaré a un lugar especial.

Le señalo el auto, para no hacer que el tiempo avance y menos aquí, ya que quiero que pasemos toda una noche juntos. Quiero saber que ha sido de su vida durante estos años sin mí.

Nos adentramos al auto y en un par de segundos ya estábamos en marcha. Mis ojos no se despegan de su mirada, ya que se ilustran de su belleza y de su sonrisa nerviosa. Ya me hacía falta ver ese rostro angelical.

—Me siento perdido ante tu presencia —susurro.

—Eres un tramposo —me señala—, lo que quieres hacer es ponerme nerviosa—dice seriamente—. Bueno más de lo que estoy—se suelta a reír.

Larisa.

Por un instante quise que la tierra me tragara por completo. ¿Qué hace aquí? ¿Cómo sabe donde trabajo? Mis nervios sobresalen, mis piernas comienzan a tambalear, mi quijada tiembla de nerviosismo, causando una sonrisa estúpida.

¡Por Dios!

El maldito de Mark se va con una cara feliz, burlándose de lo estúpida que me encuentro, es inevitable comprimir este sentimiento, lo que me hace pensar que no he dejado de quererlo.

Recuerdo perfectamente como si fuera ayer… Dmitriy entrando a la secundaria, siendo el chico malo, presumido, antipático, rebelde y muy desconfiado, mientras que yo era una chica popular, carismática, justa, amable, empática. En pocas palabras era la chica popular del instituto y de igual manera en la universidad.

Aunque ambos éramos o somos como el agua y el aceite, por una enorme intuición sentí que él y yo teníamos algo en común. ¡Un vacío en nuestro corazón! Él no tenía amigos y no quería relacionarse con nadie, ya que los chicos que nos rodeaban eran nada más ni menos que hipócritas e interesados.

Yo estaba rodeada de muchas chicas que se les llamaba... ¡Amigas! Hasta que un día me di cuenta de que ellas hablaban detrás de mi espalda, apuñalándome sin asco. Todos los que me rodeaban era unos malditos hipócritas. Puedo jurar que me hablaban únicamente por el dinero de mi papá, ya que después de haber quedado en la bancarrota, ellos me dieron la espalda e ignorándome por completo.

Y fue ahí que recode todo lo que Dmitriy me decía… Él siempre me recalcaba una frase, «Uno nunca termina de conocer a las personas».

Desde el momento que me obsesione a buscar y descifrar esa oscuridad que emanaba Dmitriy. Averigüe que él es más ni menos que una persona con un enorme corazón, una persona que sufre, una persona que ha sido escogida solamente para la corrupción, una persona que se tiene que defender, una persona que tiene que elegir sí es su vida o la de los demás.

Yo me quede estática cuando él me confesó que pertenecía a una mafia poderosa, y que lo único bueno que debía hacer es alejarme y evitarlo completamente, ya que no quería que por culpa de él me sucediera algo. Pero luego reaccione y me dije a mi misma que no tengo el derecho de juzgar, para no ser juzgada.

—Discúlpame por no haberte buscado —susurra sacándome de mis pensamientos. Levanto la mirada y le regalo una sonrisa.

—No tienes por qué disculparte—me acerco un poco a él.

—No te imaginas la falta que me has hecho —pasa su mano por mi mejilla—. Te busqué por cielo, mar y tierra.

—Es increíble creer que tú estás aquí conmigo— exclamé con alegría—, no me imagino como reaccionaran mis padres al enterarse de nuestro reencuentro.

—No… —grita—no te asustes, pero tienes mucho que saber de mí y de ellos—dice seriamente.

—Dímelo —espeto. Si ya me clavo la espina, ahora que la saque.

Pasa su mano por su cabeza, hasta restregar su cara. Con la iluminación del auto puedo ver su cara roja de furia.

—Te lo diré a su tiempo —aspira—, lo único que te pediré es que este tiempo lo quiero dedicar para nosotros, y no para situaciones amargas.

¿Tiempo? ¿Situaciones amargas? ¿Qué hicieron mis padres?

—La paciencia es mi enemiga —declaro—. Hay algo malo que deba saber.

—Parquea —ordena con voz imponente. No paso más de dos minutos y el auto se parquea a lado de la carretera.

Los hombres que estaban en la parte delantera del auto se bajan, dándonos privacidad. No me explico por qué le tienen miedo a Dmitriy.

—¿Pasa algo? —pregunto.

—Lo único que te diré, es que tu padre tuvo que ver con nuestra separación —quedo con la boca abierta, ¡Mi padre!

—No es posible —niego—, lo de nuestra mudanza fue de repente…

¡No puede ser! Sacudo mi cabeza, alejando todo tipo de pensamientos vanos.

—De que me sirve mentirte —toma de mi brazo y me jala a su cuerpo—,  hay muchas cosas que tienes derecho de saber, pero… A su debido tiempo.

¡Tiempo mis ovarios!

—No quiero secretos —espeto. Me alejo de él—no quiero mentiras a mi alrededor.

—Yo no tengo secretos para ti —toma mi mano y la besa con la comisura de sus labios.

Lo observo mientras sus ojos penetrantes asechan mi boca específicamente lo delineado de mis labios. Sin querer y por impulso relamo mis labios provocándole la explosión climática, entre cierro mis ojos. Él se agacha de forma sexi y delicada aproximándose a mi tierna y cálida boquita, dejando al descubierto la dulce respiración que exhala. Siendo evidente del control que su ser está tomando sobre mí. Mi cuerpo entero es un ciclón total, estremecido en su mayor magnitud. Sin previo aviso siento deslizar su mano derecha por mi espalda, notando en ella misma el deseo que lo posee, me hala hacia él de tal forma que saco  un suspiro muy revelador, me besa con tal fuerza, pero con la delicadeza de un amor puro, explotando mi ávida boca.

—Te extrañé —murmuro entre labios.

—Yo también —responde con voz entrecortada y urgente.

¡Dios! Me siento cachonda, acompañada con una fiebre irreversiblemente.

Tomo la iniciativa y empiezo a desabrocharme la camisa. Por un momento se queda inmóvil, pero vuelve en sí inmediatamente. Nuevamente clava su mirada en mis labios, con una expresión muy delatadora, luego levanta su mirada.

Dejando ver sus ojos brillantes, su mirada nítida y centrada. Se abalanza a mi cuello como tal vampiro sediento, saboreando mi suave piel.

Alza sus manos, deslizando la camisa en mis hombros, deteniéndose cuando deja descubierto mis pechos ocultos con mi sujetador negro. Con solo la yema de su pulgar, rosa la superficie del tejido del encaje.

—Hmm… —Un delicioso gemido sale de lo más profundo de mi ser. 

Involuntariamente arqueo la espalda, mi cuerpo se estruja sin control alguno, por mis piernas  recorre algún tipo de electricidad, de golpe alzo mis pechos hacia delante, mi respiración se asemeja a la de un potro salvaje.

Desliza  sus pulgares por debajo de la  tela de encaje, llegando a mis pezones y con un movimiento semicircular juega con ellos, provocando la erección misma de ellos, mientras que mis ojos siguen perdidos en un abismo sin fin de lujuria y deseo.

—Te deseo —murmura.

En un rayo de luz, abro mis ojos y en el instante mismo del susurro siento que a lo interior de mis bragas, exactamente entre mis piernas noto que una humedad cálida y extraña es latente.

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