Entré a mi habitación sintiéndome terrible. Había ido a la cocina con la idea de no contarle nada de lo sucedido a Ximena, pero me resultó imposible. ¿Cómo iba a imaginarme que ella sabía que las becas sí las conceden desde el primer semestre? Soy muy mala para mentir y, cuando me empiezo a ver descubierta, quedo hecha un manojo de nervios. Aunque, luego de verlo con más claridad, después de haber comido la deliciosa cena que preparó Ximena y con Antonella dormida en mis brazos, me di cuenta de que lo que pasó fue lo mejor y que, tarde o temprano -quizá más temprano que tarde- Ximena iba a descubrir que algo me estaba ocurriendo. Cuando acosté a Antonella en su cuna me decidí a contárselo y sabía que Ximena era una mujer muy inteligente y sabia, que sabría qué hacer y podría orientarme en esta situac
Esa tarde, mientras terminaba de atender a un cliente de la panadería, Ivania vio entrar a Jaime y sentarse, como cualquier otro cliente. Se acercó a él con una sonrisa. —¿Qué te puedo servir? —preguntó Ivania. Jaime también le sonrió e Ivania creyó ver que se ruborizaba. —Hoy salí temprano y me preguntaba si te gustaría tomar algo conmigo, cuando termines el turno, por supuesto. Además de su trabajo con la empresa de recreacionistas, Jaime estudiaba Comunicación Social y había sido en la universidad en donde había conocido a Carolina, la otra chica que también trabajaba como recreacionista y con la que Ivania había empezado a hablar desde su primer día. —¿Tomar algo? —preguntó Ivania, más por ganar tiempo que como una verdadera duda. Era obvio que Jaime la estaba invitando a una cita.—Sí, digo, si quieres, claro. Ivania sintió un nudo en el estómago. Había estado pensando en Mario durante todo el día, desde que se despidió de él frente a la casa de la señora Laura, cuando dejó
¡¿Por qué, por qué, por qué?!¿Por qué tenía, cabezona, que mentirle a Jaime?¿Era tan difícil decirle que Antonella no era mi hija, bueno, al menos no biológica, y que, por obvias razones, Mario no era su padre?Después de dejar a Antonella con Ximena, fuimos a un sitio cercano, solo a tomarnos una gaseosa y, bueno, comer algo sencillo, como un perro caliente o una hamburguesa y, apenas nos sentamos, Jaime empezó a bombardearme con preguntas. —Estaba pensando —dijo después de que la mesera nos hubiera pasado la carta, un sencillo cartón laminado salpicado con imágenes de comidas rápidas—, que quien te recogió hoy, es el mismo que conocimos en la primera fiesta de niños a la que fuimos, ¿verdad? El hermano mayor del niño cumpleañero. ¿Cómo no había caído en cuenta de eso?, pensé. Si le decía que era el mismo, entraría a una serie de explicaciones sobre por qué habíamos coincidido en esa piñata, por qué luego él había llamado a Jaime para obtener mis datos… mejor dicho, era un sinsen
Estaba sentada entre los dos hombres que, en ese momento, suspiraban por ella. Jaime, con las cervezas que había ido a pedir a la barra y Mario extrañado por verla en compañía de otro. Ivania se adelantó al estupor de sus dos pretendientes. —Jaime, te presento a Mario —dijo con una sonrisa forzada luego de levantarse, recibir la cerveza y pararse entre los dos. Ambos eran altos, lo que la hizo sentir, por un momento, como una pequeña ratona que mediara entre dos salvajes leones—. Mario, él es Jaime.Ninguno de los dos saludos al otro, solo se dedicaron una mirada apenas amable. —Veo que estás acompañada, Ivania —dijo Mario después del momento más tensionante y frío que Ivania hubiera debido soportar en su vida—. No quería molestarte. Adiós. Ivania se sintió terrible y, de no haber estado Jaime, hubiera detenido a Mario, pero eso solo hubiera complicado la situación. Para su sorpresa, fue Jaime quien tomó una decisión que no se esperaba. —No tiene que irse —dijo Jaime—. Si quiere p
Regresamos casi sobre la medianoche. Jaime se fue a su cuarto y yo entré al mío. Ximena estaba con Antonella, las dos dormidas en mi cama. No quise despertarlas y pasé al baño en silencio. Los senos me estaban matando y no soportaba el roce con la blusa, tuve que usar el extractor y alcancé a llenar tres biberones. Era casi la una de la mañana cuando me acosté en la cama de Ximena. Quedé dormida tan pronto puse la cabeza en la almohada y, entre sueños, me pareció escuchar a Antonella que se despertaba, pero después dejé de escucharla y seguí durmiendo. Lo hice hasta las nueve de la mañana. Me merecía levantarme tarde. Fue Jaime quien me despertó, llevando una bandeja con el desayuno. —Hoy tenemos una fiesta a las tres de la tarde —dijo después de haberme saludado y mientras me comía una tostada.—¿Antonella todavía está dormida? —pregunté, algo extrañada por no haberla escuchado despertarse. —Se despertó hace como dos horas, pero mi mamá está con ella. Me sentí terrible y me levant
Escuchaba un pitido constante que me llamaba, pero por más que intentara hacerle caso, no conseguía hacerlo. Mi mente volvía a divagar, sobre cosas que se perdían tan pronto volvía a escuchar el sonido agudo que parecía decir mi nombre. No sé cuánto tiempo pasó hasta el momento en que pude distinguirlo y recordar lo que me había sucedido, como un mosaico de cristales fragmentados que no lograba unir. Para cuando logré abrir los ojos, lo primero que vino a mi mente, ya lúcida, fue Antonella. Quise incorporarme, pero todavía no tenía fuerzas, entonces lo vi, a mí lado, y dije su nombre.—¿Mario?Fue apenas un susurro, pero actuó como un poderoso hechizo que lo trajo de vuelta. —¡Ivania!Sentí su mano sobre la mía y fue el más confortable de los analgésicos. —Antonella… —No te preocupes, está bien y ha venido a visitarte seguido. Ahora está en el colegio, pero vendrá esta tarde. Esas dos palabras acabaron con mis pocas fuerzas y, reconfortada al saber que Antonella estaba bien, y que
No fue el amor lo primero que consulté, aunque era lo que más me hería en ese momento. Quise saber sobre Antonella y, en mi consulta, descubrí que la tarotista, al ser una puerta, un vaso comunicante entre la baraja y quien consulta, tiene la oportunidad de descubrir secretos como si le fueran susurrados. —Hay dificultades presentes en tu relación con Antonella —dijo Ximena al revelar la primera carta, correspondiente al momento presente—. Y es extraño, porque qué dificultades podría tener una madre con su hija de solo seis meses. Temblé y no dejé que Ximena me viera a los ojos, temerosa de que pudiera leer en ellos la respuesta que buscaba. Fue entonces cuando supe que el portal estaba abierto y que mi vida, al menos en ese aspecto personal, quedaba abierta a ella. Qué tanto o poco leyera dependía de su habilidad y, de algo de su don. —Antonella no es hija tuya —continuó, susurrando esto último—. Pero, ¿cómo puedes entonces amamantarla? No tenía sentido mentirle y, al contr
Se habían quedado dormidos, los tres. Cuando se despertó, Ivania vio a Antonella, acomodada entre ella y Jaime. Se alarmó al pensar que, como de costumbre, Ximena no tardaría en llegar a hacerle su visita matutina y se moriría de la vergüenza si la encontraba, encamada, con su hijo. Pasó el brazo por encima de Antonella, cuidándose de no despertarla, para sacudir a Jaime, pero, al hacerlo, la bebé se despertó y comenzó a llorar, pidiendo comida. Ivania se sintió morir. El llanto de Antonella atraería a Ximena que, segura de que ella ya estaría también despierta, entraría a la habitación sin siquiera anunciarse.—¡Oh, Dios! —Escuchó Ivania decir a Jaime que, con el llanto, se había despertado. Al menos eso había conseguido—. Lo siento, creo que me quedé dormido.«Sí, ya me di cuenta. No tienes que decirlo», pensé Ivania, a quien lo único que interesaba en ese momento era que Ximena no fuera a entrar. Le hizo señas a Jaime, para que saliera de la habitación cuanto antes, pero cuando es
El lunes por la mañana, Ivania salió a dejar a Antonella, como de costumbre, con la señora Laura. Mario estaba esperándola, frente a la puerta, en su carro. Se bajó a recibirla.—Conseguí una silla para bebés —dijo cuando le abrió la puerta de atrás—. Así las dos irán más cómodas.Ivania le agradeció el gesto y subió a Antonella, que pareció disfrutar de la silla y no lloró, como esperó Ivania que sucediera. —Estará segura, no te preocupes —dijo Mario cuando cerró la puerta y abrió la de Ivania, para que se sentara adelante—. La silla la instaló un experto.—¿Y ahora? ¿Tendrás siempre una silla de bebé atrás? —preguntó Ivania después de subirse y antes de que Mario encendiera el vehículo.—No es problema, no te afanes. Lo hice pensando en la seguridad de Anto y en tu comodidad.Ivania se sonrojó. No creía tener la confianza suficiente con Mario para que él se tomara esas molestias por ella. De otra parte, estaba la horrible chica que la molestó en el bar.—¿Y tu novia? Seguro esto la