Koner esquivó con gran agilidad los intentos de la bestia para herirlo con sus garras mientras Meruem trataba de perforar su espalda con su espada. La horrenda criatura era agresiva y sin control. En su mente solo existía la necesidad de destrozar la carne de sus oponentes.
El animal era de gran tamaño, como un par de metros de altura. Su rostro era similar al de un murciélago, con grandes colmillos como los de los dientes de sable, orejas puntiagudas hacia atrás. Inmensas garras en sus manos y pies. Ojos amarillos con pupilas rojas como la sangre. Y el cuerpo similar al de un hombre lobo… todo en el inspiraba terror.
Meruem estaba seguro de que esas criaturas solo habitaban los espesos bosques de las altas montañas nevadas de Zetna, la provincia central de Caltun; en Noriwn y Narfan, provincias al norte de Norian; en Selany provincia sur de Sulen; en Estely la provincia sur de Entur y en las Islas heladas de Lartw, provincia de Lunet. Era extraño de que esas bestias de habitad helado estuvieran tan lejos de su territorio.
—¿Qué está haciendo este animal aquí? —preguntó Koner como si le leyera la mente mientras volvía a esquivar otro ataque.
—Eso es lo que me estaba preguntando… ¿desde cuándo estas criaturas habitan terrenos cálidos?
La bestia se movía rápida y ágil contra sus adversarios. Por mucho que intentaran darle un golpe mortal no lo conseguían. Todo empeoró cuando la presencia de almas siniestras invadió los alrededores. Ahora sí que estaban en problemas.
—¡Tenemos que huir Meruem! —dijo agitado su amigo viendo que no hay más opción.
—¿A DÓNDE?
—No lo sé… —pensó por un momento —¡volvamos con Arabís!… tal vez aun estén los Quetzalcóatl con ella… alejaran a las criaturas.
—¡No pienso acercarme a un humano de nuevo! ¡y peor aún!… ¡pedir su ayuda!
—¡Es lo único que podemos hacer!
*****
Arabís se escabulló entre los oscuros túneles de la cueva… a pesar de haberle dicho a su tía de que nunca volvería a salir no podía cumplirlo. Estaba a punto de salir el Sol y no quería perdérselo. Aunque eso significara quedarse afuera nuevamente. Su entusiasmo no había permitido que se diera cuenta de que alguien la vigilaba.
Grecia le había pedido a Charlie que la cuidara y que no permitiera que saliera. Cuando Arabís llegó hasta la gran puerta se encontró con seis guardias que la custodiaban. Parece que Kolack también había tomado medidas para evitar que pasara lo ocurrido ayer.
—No creerás que todo sería igual —le habló a sus espaldas Charlie.
—¡Charlie! —se sorprendió Arabís.
—Papá ha reforzado la seguridad. Cuando estuviste afuera, la colonia se tornó algo inestable, incluso Grecia estuvo a punto de perder la cordura. Sabes que eres una parte esencial en el futuro de nuestro poblado.
—Solo… esperaba ver el amanecer otra vez. No hay nada de malo… ya vez que no he quedado siega.
—Está prohibido salir —dijo serio y en tono bajo—solo los que están entrenados pueden abandonar la caverna… aunque hayas vivido ayer eso no te asegura que lo hagas hoy.
—Solo una última vez Charlie —le rogó —No te lo volveré a pedir nunca más.
—¡No Arabís! ¡Entiéndelo! —gritó alertando a los guardias quienes permanecieron inmóviles. Caminó hasta ponerse en medio de la salida y ella —Te voy a pedir por favor… que des la vuelta. Regresa —le ordenó.
Arabís le miró rogándole, sin embrago no consiguió hacer que cambiara de opinión y dejó salir unas cuantas lágrimas. Era la primera vez que Charlie le hablaba de aquella forma. Había dejado de ser dulce y gentil. Retrocedió un par de pasos, limpió sus lágrimas y dio media vuelta para volver. No sentía que podía convencerlo de que la dejara salir, así que avanzó con un primer paso lejos de la libertad que ya no volvería a experimentar, pero algo la detuvo.
—¡Arabís! ¡Arabís! — escuchó su nombre desde afuera. Podía reconocer esas voces, aunque las haya oído solo unas horas… Koner y Meruem, pero ¿Por qué la buscaban? —¡Arabís dónde estás!
Arabís giró y se aproximó a la salida ignorando la confusión de los demás presentes. Charlie tampoco entendía lo que estaba pasando. Caminó detrás de ella mientras los guardias lo seguían. La chica salió de la cueva y se sorprendió al ver a Meruem y a Koner rodeados de almas siniestras y siendo atacados por una criatura que desconocía. Sin saber por qué, tomó la espada de uno de los guardias y corrió hasta ellos.
—¡Arabís! —le grito Charlie detrás de ella.
—¿Dónde están los Quetzalcóatl? —dijo Meruem luchando con la horrenda criatura al verla, mientras Koner trataba de alejar a las almas.
—¿Cómo quieres que lo sepa? ¡Se fueron después de ustedes! —dijo blandiendo la espada contra un espectro que intentó atacarla alejándolo inmediatamente.
—¿Ves Koner? te dije que no funcionaría ¿Y AHORA QUÉ?
Arabís pensó rápidamente en una solución, y el plan no le agradó tanto como esperaba, supuso que pasaría lo mismo que con los guardias, pero era la única forma—¡Síganme rápido! —les gritó Arabís mientras corría de vuelta a la cueva. Ellos sin entender nada la siguieron e inmediatamente notaron la gran entrada a la oscuridad, aunque durante unos segundos dudaron de lo que pasaría, miraron hacia atrás y la cantidad de espectros que los seguían a pocos metros fueron suficientes para disipar la dudas.
Los guardias al notar lo que ocurría y guiados más que todo por el miedo ante las criaturas oscuras, se apartaron del camino permitiendo la entrada a Arabís y a los forasteros —¡Ciérrenlo ahora! —gritó la chica al pasar junto a ellos, y así, los guardianes cerraron la gran compuerta sin pensarlo. En el último segundo para que la puerta cerrara y cuando apenas Koner terminaba de pasar, un brazo del Wendigo sostuvo la capa del chico y estuvo a punto de devolverlo afuera, pero el rápido acto de uno de los guardias –quien corto el brazo de la bestia- le permitió liberarse, este se precipitó sin querer hacia el frente, cayendo a los pies de Arabís quien perdió el equilibrio haciendo finalmente caer también a Meruem
—¡Están locos! —les gritó Arabís tratando de incorporarse —¿CÓMO SE LES OCURRE VENIR AQUÍ Y TRAER CON USTEDES UN EJÉRCITO DE CRIATURAS OSCURAS? —dijo finalmente de pie.
—Baja la voz —le dijo Koner llevando una de sus manos a la cabeza, pues al caer, su cabeza impactó con la rodilla de Arabís.
—Al final no ha pasado nada —habló Meruem y como para contradecirlo, un fuerte golpe se oyó del otro lado de la compuerta y todos desviaron su vista hacia ella —Y mientras esa puerta aguante los golpes de ese monstruo todo estará bien —se expresó con desinterés.
—¿Qué no ha pasado nada? ¡Acaban de poner en peligro mi hogar! —dijo Arabís viendo toda la gente que se había dejado ver de la colonia. Con el ajetreo y el ruido en la entrada Grecia, Lukia, Shaly, Balzu, Kolack e incluso algunos ciudadanos comunes habían corrido a ver lo que ocurría. Además de Charlie y los seis guardias.
—¡Cállate mentirosa! —dijo el chico.
—¡No me digas que me calle!
—¿QUÉ ESTÁ PASANDO AQUÍ? —gritó Kenet apareciendo en escena. Arabís bajo la mirada mientras él se acercaba.
—¡Muy bien todos! —alzó la voz Kolack refiriéndose a los pueblerinos—No hay nada que ver, vuelvan a sus quehaceres.
La gente comenzó a internarse en la oscuridad haciendo caso a lo que el hombre decía, sin entender lo que estaba pasando e ignorando el hecho del peligro que ahora todos corrían. Pero los miembros de la corte permanecieron inmóviles aguardando.
—Arabís… ven aquí —dijo Grecia llamándola. La joven se acercó y se ubicó detrás de ella mientras Koner y Meruem la observaron.
—¿Ves Koner? Te dije que había un poblado —dijo con desprecio Meruem mirando fijamente a Arabís.
—Dirás que yo te lo dije a ti —lo corrigió —Después de todo y al final descubrimos la verdad detrás de esto, supongo que los superiores estarán muy contentos al saber que hemos encontrado un nido de plagas.
—¡Ya basta! —le gritó Arabís —Les acabamos de salvar la vida… no sean malagradecidos.
—Tu eres la malagradecida… y una mentirosa.
—Silencio —sentencio Lukia.
—Quiero saber que está pasando Arabís —volvió a hablar Kenet.
—Viendo la forma en la que habla debe ser su padre o el jefe de la colonia, pero ya que no se parecen en nada me iré por la segunda opción —se burló Meruem acercándose al hombre—Bien… déjeme presentarle “señor” al príncipe heredero Koner de Norian, terreno de asentamiento de la primera raza—dijo señalando a su compañero —Capitán de la brigada central de Nurciel, provincia sur del continente y segundo soldado imperial del escuadrón real —terminó de describirlo mientras todos le miraban sorprendido —Mi nombre, Meruem, Capitán de la brigada central de Narfan y quinto soldado imperial del escuadrón real —Terminó de presentarse haciendo una cómica reverencia.
Todos permanecieron en silencio sin poder creérselo. Tenían ante ellos a un príncipe y al parecer también a dos de los mejores soldados de Noriam. Esperen ¿soldados? ¿desde cuándo las razas a parte de los humanos tenían ejércitos? Al parecer lo que había dicho Grecia era muy cierto. Las razas se estaban preparando para una guerra.
—Creí que las otras razas eran criaturas pacificas —dijo Kenet —Se supone que todos tenemos la creencia de ser hijos de la tierra por lo tanto no pelean por territorio.
—No puedo creerlo —dijo Meruem confundiendo a los demás debido a su expresión llena de incredulidad y, al mismo tiempo desviando sutilmente el tema —Parece que se puede hablar con… estos seres como criaturas inteligentes. Creía que los humanos se dedicaban a quitarse unos a otros lo que no era suyo en ningún aspecto. Pero parece que me he equivocado.
—Eres un grosero —le dijo Arabís molesta por como trataba a quien en un momento llegó a tomar como un padre —Lord Kenet te ha hecho una pregunta sin ningún insulto de por medio y tú nos tratas como b****a.
—Tal vez te haya permitido hablarme de manera informal ayer, pero hoy es otro día y me acabo de presentar, por si no lo recuerdas, como un guerrero respetado. Así que hazme el favor quieres.
—Ya está bien Arabís —le dijo Kenet —¿A que debemos el honor de la presencia de tan respetados seres en nuestro humilde bosque? —se dirigió a las criaturas con algo de ironía en su voz. Bien Meruem podía quejarse, pero lo dejo pasar.
—“Su bosque” —dijo haciendo comillas con sus dedos para recordar que nada en realidad es suyo —Solo es un paso en nuestra cruzada… Actualmente nos dirigimos a Etnan —terminó dando por hecho de que era toda la información que le daría.
—Pero… tengo entendido que pasaron por aquí ayer en la mañana… y aunque fueran atacados por esta bestia, podrían haber llegado a Zolan más rápido que a aquí. ¿Por qué arriesgarse a volver?
—No crean que hemos venido a buscarlos. La verdad solo vinimos porque quizás ciertas criaturas podían haber estado aun aquí y podrían habernos ayudado a cruzar el bosque sin restricciones ahuyentando a la bestia que, por cierto, no tiene ni la menor razón de por qué estar en estos terrenos. Ellos son de habitas heladas y esto es un clima templado. ¿Han visto más de esas cosas cerca? —pregunto esta vez con verdadero interés… tal vez algo había atraído a la criatura… y dudaba que fueran los humanos, técnicamente su aura no era muy fuerte y la mayoría de las criaturas tienden a ignorarlo por insignificancia.
—Suelen verse muchos por aquí —habló Balzu—Hace veinte estaciones que comenzaron a aparecer. Los mantenemos alejados gracias a Grecia.
—Veinte estaciones —repitió Koner asintiendo—¿Y cómo los mantienen alejados? —indagó.
—Conozco un par de trucos, con unas hierbas especiales que las criaturas de esa clase detestan. Solo las esparcimos a los alrededores y ya —explicó Balzu. Meruem asintió.
—¿Solo las hierbas? —dijo no muy convencido.
—Si.
—¿Y por qué logró pasar esta vez entonces? —preguntó.
—Los perseguía a ustedes. Estaba motivado, no desplazándose… tampoco es que fuera un campo de energía.
Ya el sol estaba en ascenso, y un pequeño hilo de su luz pasaba a través de la fisura de la puerta, pero eso no a distraía a Arabís, tenía algo más importante justo enfrente. Miraba con recelo a Koner… él era quien había dicho que eran un nido de plagas, a pesar de que estaban teniendo una conversación bastante tranquila, se estaban olvidando de lo que podría pasar a continuación. Ellos de seguro les dirían a las criaturas sobre la colonia y seria entonces el fin.
—¿Qué se supone que harán? —preguntó interrumpiendo la conversación —¿Les dirán a todos de la colonia?
—¡Por supuesto que les diremos! —dijo Meruem —Seriamos traidores de lo contrario.
—¡Pero si les hemos salvado la vida!
—Está bien, está bien —hizo un gesto con las manos para que se calmara —Tú y los otros siete que nos ayudaron pueden vivir —dijo señalándolos —El resto —movió su mano cerca de su cuello simulando una cuchilla —mueren.
—¡No puedes ser tan cruel! —dijo acercándose a Meruem.
—Solo porque tú me lo digas no significa que lo haré. Ya estás libre de muerte, no entiendo por qué te quejas tanto.
—¡Son mi familia! —le gritó —Son todo lo que tengo.
—NO ME IMPORTA —dijo pronunciando cada silaba lentamente.
—Arabís por favor —Habló Grecia —deja que Kenet resuelva esto.
—Tiene razón —dijo Koner —A los niños no debería permitírseles hablar en una conversación de adultos.
Eso fue el colmo para Arabís. Siempre era tratada como una niña inmadura, primero por su abuela, luego por el resto de la colonia y ahora, era tratada así por esas criaturas. Una holeada de calor hizo que su rostro de tiñera de rojo.
—Pues —se acercó al chico quedando a un par de metros de él —¡Esta niña les acaba de salvar el pellejo! ¡Dos veces!
—¡Eso no es cierto! —dijo con orgullo Koner —A él fue que le salvaste dos veces —señalo a Meruem. A mí solo fue una vez. Aunque teniendo en cuenta que yo fui quien sugirió venir aquí y buscarte literalmente nos salve yo. Solo te use a ti y a tu gente para lograrlo.
Sin dar tiempo a nada Arabís se lanzó sobre Koner para de una vez por todas quitarle esa odiosa y pretenciosa sonrisa de la cara. Pero en el momento Meruem había previsto los movimientos de la chica y, acatando la orden de proteger al príncipe, se fue sobre ella de la misma manera. Creía que había que darle una buena lección para que comprendiera de una buena vez su lugar.
Todo paso muy rápido, de un momento a otro Arabís fue alzada por los aires gracias a un Quetzalcóatl, que la sostenía desde el cuello trasero de su camisa dejando caer a Meruem sobre el suelo al no encontrarse con nada.
—¡Ah! —gritó Arabís moviéndose desesperada mientras los guardias tomaban posiciones de ataque para liberar a la chica —¿QUÉ ES ESTO? ¡Bájame!—¡Arabís! —gritaron Grecia y Charlie al mismo tiempo.—Parece que has servido de algo otra vez —le gritó Koner sonriendo satisfecho—Necesitábamos la ayuda de los guardianes mayores para cruzar el bosque, y no podíamos llamarlos. Pero creo que los atraes por alguna razón que desconozco. Aun así, es lo que quería.—¿Qué está pasando? —se movía nerviosa Arabís —¡Diles que me bajen!—Son los guardianes mayores… y no soy más que ellos para estarles dando órdenes —le respondió Koner divertido.El Quetzalcóatl la alejó un poco del grupo y la dej&oacut
Día 1… El recorrido por el bosque fue placentero solo en ciertos puntos. No como una divertida excursión que de seguro practicaban los humanos mucho antes del Devastador, más bien como si fueses un loco aventurero que no le importa arriesgarse a nada. La verdad, lo único divertido de esto es la cantidad de criaturas amigables que se reúnen a mi alrededor cada cierto tiempo, sumado al indescriptible sentimiento de incertidumbre por lo desconocido. Por otro lado, mis compañeros de viaje son un poco distantes, apenas me miran, y solo lo hacen cuando no me escuchan o creen que les he perdido el rastro. Ciertamente se les ve algo nerviosos e impacientes, por supuesto es mi opinión personal, si les preguntara qué les sucede me ignorarían por completo y seguirían adelante; supongo que es normal, después de todo, están en un oscuro bosque lleno de secretos y bestias extrañas. C
Una sombra se deslizaba por los más oscuros callejones de la gran ciudad de Zolan. Cada cierto tiempo miraba a sus espaldas para evitar que alguien conocido lo viera o en caso de le estuvieran siguiendo. Llevaba una máscara negra que ocultaba su rostro por completo y una capa que lo encubría y protegía del frío. Los primeros copos de nieve de esa noche apenas comenzaban a caer, hacía más de dos horas que el sol se había ocultado y ya las calles comenzaban a estar desiertas.Anduvo por más de veinte minutos entre la oscuridad para después doblar a la izquierda una última vez, hasta encontrarse con otro sujeto de similar apariencia.—¿Qué tal te ha ido? —le preguntó en cuanto se detuvo frente de él.—Apenas he podido conseguir algo de información nueva, nada que no sepamos —respondió.—¿Sigue teniendo la
Koner volvió casi al amanecer, por fin podía darse un respiro. Últimamente estaba algo estresado, con todo eso de la misión y que ahora también, tenían que aguantar a Arabís, había estado contra la espada y la pared. Lo mejor sería resolver todo este asunto lo más rápido posible, en pocas horas partirían desde el puerto del Este de Caltum, tomarían un barco y partirían hacia Elune. Al menos ya estarían más cerca de las Islas de Mortu. Entró en su habitación y lo primero que notó fue que la carta que le había dejado a Meruem ya no estaba, lo que significaba que había ido a buscarlo y que posiblemente hubiera salido. Sospechando de que tal vez haya hecho alguna locura, se dirigió a su cuarto. Al entrar, comprobó que, efectivamente
Koner y compañía se acercaban alertas a la extraña vivienda, precavidos, miraban en totas las direcciones esperando cualquier cosa. Cuando estaban a unos cuantos metros de llegar, Koner escuchó un sonido débil pero muy parecido a un grito.—Silencio —susurró y se detuvo en el camino para tratar de oírlo otra vez.—¡Ayudaaaaa! —escuchó muy bajo —¡Auxiliooooo! ¡Alguien!—¡Es Arabís! —se dijo más para sí que para los otros. Corrió hasta la parte trasera de la cabaña de donde se oían los gritos, encontrándose con una extraña pared de metal —¡Arabís! ¡Arabís!Arabís escuchó los gritos de Koner fuera de aquella calurosa habitación, miró a Meruem y este le sonrió alegre —¡Koner! ¡Aquí! ¡Kone
Arabís corría entre los arboles con mucha rapidez y agilidad. Al salir de aquel lugar, se había encontrado con la sorpresa de que afuera estaban cuatro guardias peleando contra un Wendigo. No se detuvo a ayudar, pero en cuanto regresara lo haría. Había pensado en seguir el plan de Meruem pero se negó a hacerlo en cuanto notó que sería imposible no ser vista por la bruja. Así que trataría de buscar ayuda en el bosque, estaba segura de los pequeños guardianes del bosque y los Quetzalcóatl vendrían en su ayuda.—¡Hola! ¡Guardianes! ¿Dónde están? ¡necesitamos su ayuda!... Vamos —dijo a la nada —¡No pueden dejarnos así! Esa mujer jugó sucio… envenenó a Meruem Nada apareció, y nadie parecía querer a ayudarla. Recordó que Grecia una vez le dijo, que los seres que
Meruem se dejó caer completamente en el suelo de manera relajada después de ver como aquella mujer se desintegraba, en un gesto de agradecimiento alzó con mucho esfuerzo sus manos al cielo con sus pulgares en alto —¡Eso es!—¡Si! —dijo Arabís con una extraña emoción en el pecho —¡Meruem ya está!—Si… ya me di de cuenta… haz servido para algo.—Alguien volvió a ser el mismo —se cruzó Arabís de brazos —Deberías alegrarte.—No sé si se te ha olvidado… pero estoy muy ¡mal!Arabís recordó que el chico había sido envenenado así que le hizo un gesto a Aduck para que le ayudara a levantar a Meruem, este se negó a prestar su apoyo ya que prefería ayudar a un Koner que se encontraba entre la conciencia e inconciencia.—Koner
Habían pasado los dos días a la espera del próximo barco que saliera hacia Entur. Koner y Meruem estaban completamente recuperados y Arabís había aprendido de Talía sobre algunas cosas, como lo eran los venenos y primeros auxilios. Ya para partir, habían empacado provisiones para el viaje, también vendas y varios frascos de antídotos, solo por si acaso.Meruem esta vez se había asegurado de comprarle a la chica, ropa más abrigadora y una capa para ella sola, además de un par de pequeñas dagas para que por lo menos tuviera con que defenderse, por supuesto, ya en el barco tendría tiempo de enseñarle cómo usarlas.—Muchas gracias Talía... Por todo —dijo una Arabís vestida con sus nuevas prendas —Te agradezco que me hayas enseñado todo a pesar de que fuese una humana.—Necesitaras saber cómo defenderte an