Aunque no estaba segura de qué estaba pasando, sabia con exactitud qué era lo que sentía. No es como si nunca la hubiesen abrazado antes, o que fuera la primera vez que un chico lo hacía, pero en ese momento podía jurar que su vida se elevaba hacia lo alto de las nubes; se sentía feliz y de algún modo realizada. Meruem nunca le había demostrado mucho cariño que digamos, siempre la hacía molestar con sus nada amables comentarios, y, la única vez se había sincerado con ella, había sido cuando estuvieron a punto de morir. Pero ahora, sus pensamientos rondaban de un lado a otro con numerosas posibilidades de aquel extraño acto de su parte.
—¡Meruem! ¡Ten cuidado!¡Ya caíste! —le gritó Koner desde arriba; eso hizo reaccionar a Arabís.
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Las palabras eran repetidas una y otra vez justo en ese orden. Arabís no entendía mucho que estaba pasando, ni ningunos de sus compañeros, pero algo era seguro, parecía que los malignos trataban de decirles algo, porque solo se quedaban ahí. Pronunciando una y otra vez lo mismo. —¿Qué hacemos? —murmuró Renzo. —No tengo idea… pero miren —señaló hacia la inmensa criatura. En la “mano” izquierda llevaba un gran tridente de color plateado. Apenas podía distinguirse, pero a lo que se refería Rania era a la joya que se apreciaba brillando justo en el nudo del mismo —Ahí está la piedra.
Durante los siguientes tres días, Arabís estuvo dormida, muchas veces despertaba algo perdida, tomaba algo de agua o algún alimento y volvía a caer rendida. En ese tiempo, Meruem le había contado a Koner cada una de las cosas por las que pasaron en el mar y las criaturas con las que habían tenido contacto. El segundo se había mostrado algo recio a aceptar el hecho de que, gracias a Arabís se habían resuelto muchos problemas en la comunidad marina, pero al ver como las heridas de la chica causadas por su heroico acto, eran tratadas por su amigo, se cuestionaba muchas veces si todo lo narrado podía ser posible, aceptando mucho después que si era verdad. Pero las cosas no mejoraban para la débil chica, cada hora que pasaba Meruem sentía que se estaba alejando de este mundo pues su herida tampoco sana
Koner y Meruem aun trataban de adivinar que era exactamente lo que tena retenida a Arabís, ya tenían decidido cuál de los dos se arriesgaría a ir por ella, Sair y Suyay esperaban para proceder una vez que se supiera el momento del pasado e instruir al voluntario para que no cometiera errores en el proceso. Pero como suele pasar, las cosas nunca salen como lo esperado, y sorprendiendo a todos Arabís se sentó en la cama al mismo tiempo que gritaba llena de pánico. Meruem casi de forma inmediata la sostuvo por los hombros tratando de que lo viera y así hacer que entrara en razón mientras los demás observaban inquietos. —¡Arabís! —le gritó el chico —¡Arabís mírame! —la chica sostuvo las muñecas de Meruem sin ser capaz aún de fijar su vista en el
Hace veinticinco años… Grecia caminaba moviéndose con agilidad por los túneles de la colonia que tanto conocía, agradecía tener que vivir en el mismo sitio y no tener que salir y caminar por lugares que no recordaba. Esa noche, era muy especial, se celebraba el equinoccio de primavera, el único momento del año donde las personas de la colonia podían observar la luz de la luna, una noche del ritual de unión de las parejas de ese año y, en especial, la unión de su querida sobrina con el hombre que amaba. Bajo tierra, muy al fondo, los túneles de la colonia llevaban a una gran caverna debajo de una montaña, que en algún momento fue un gran volcán, la roca de los muros, parecía mágica por la cantidad de piedras preciosas incrustadas en ellos, desde diamantes hasta rubíes. Ahora, solo qu
Puedo imaginarlo… todo se dibuja en mi mente a medida que escucho… siento el miedo… esa sensación de inquietud y pavor… esa atonía que acelera el flujo de sangre en nuestro cuerpo y nos hace sentir débil… y me doy cuenta de algo… el miedo… es lo único que realmente ha influido en el tiempo. Todos tenemos uno… miedo a morir, miedo a vivir, miedo a dejar de existir, a ser olvidado, miedo a perder, miedo al poder, incluso Dios debe tener uno y eso, llevó a los humanos al borde de la existencia.Mi abuela me contaba historias, historias que le contaron sus abuelos a ella, historias de aquellos tiempos en donde la humanidad poseía infinitos miedos, y por eso, queríamos ser los dueños de todo… siempre queriendo poder controlar el mundo, el mar, los árboles y animales, controlar la vida. Solo así dejaríamos de temer a todo, o eso creíamos
Luz… es lo primero que descubres, o al menos así fue para todos durante mucho tiempo. Lo primero que vez cuando naces o cuando despiertas, o en la mayoría de los casos es la luz. Luego sigue lo otro, como los colores, las formas, los objetos y todo lo que te rodea. A lo que quiero llegar es que todo comienza con la luz (incluso el día).El mundo funciona con ella, las plantas crecen y nosotros somos capaces de hacer infinidad de cosas gracias a que existe. Dependemos de la luz en casi todos los sentidos y tal vez nunca lo hemos notado ¿o sí?Esa simple palabra dice mucho… por ejemplo cuando decimos o en nuestro caso, se decía “siempre hay una luz en la oscuridad” … no es otra cosa que decir que hay esperanza y que hay una solución; o cuando decimos que “l
Pasados los minutos, el joven herido gritaba de dolor mientras el otro no hallaba que hacer. En un intento de calmarlo, arrastró el cuerpo del otro hasta una pequeña fuente y comenzó a lavar la herida. Eso no haría otra cosa que acelerar el proceso de infección, y, además, contaminaría el agua que servía de sustento para la colonia.¿Pero que podía hacer ella? Si se le ocurría salir y decirle que dejaran de infectar el agua, estaría dando a conocer la existencia de humanos en la zona y aparte, de seguro la matarían.Pero si no hacía algo, el agua ya no sería potable y su gente tendría que alejarse más en su búsqueda. Se le ocurrió avisar en la colonia… tal vez Kenet tendría una idea de que hacer, pero nuevamente era una idea estúpida viendo la distancia que tendría que recorrer, para cuando llegaran ya el
Ya había pasado el mediodía y no había rastro de Arabís en la colonia. Grecia no hacía más que sentir que no había podido proteger a su única familia en el mundo, teniendo una idea que pudo quedarse afuera. Sentía miedo. Las criaturas que habitaban el exterior eran temibles y crueles. Todas aborrecían a los seres humanos, y muchas habían surgido de nosotros mismos. Solo los jóvenes a los que se les daba un entrenamiento eran capaces de defenderse y permanecer a salvo. Pero su querida Arabís no conocía nada.—Lo siento mucho Grecia… tal vez… esté a salvo, es una chica lista cuando quiere —le dijo Kenet sentándose a su lado —Muy inmadura, pero, sabe defenderse.—Ahora no quisiera pensar en nada —dijo dejando salir un suspiro y luego de un largo silencio prosiguió —Siempre le he contado historias de los se