Alec Tres días después de haber conocido la casa de Madison, todo parece haber vuelto a la normalidad. Mi esposa ni siquiera volvió a mencionar el incidente del intento de robo, y como decidimos no denunciarlo a la policía, pues la cosa murió ahí. Hoy es el día que supuestamente llega Mason Rees de su viaje de negocios. Mason es mi mejor amigo desde hace muchos años, lo conocí poco antes de conocer a Jennifer, y desde ese momento, ha sido inseparable conmigo. Al menos hasta mi accidente. Por alguna razón se volvió distante. No quisiera pensar que se trata de algo relacionado, pero es difícil no imaginar que tenga que ver con otra cosa. Por otro lado, me decepcionó que Madison no siguiera quedándose en casa, pero imagino que el problema de agua en su departamento ya se solucionó; y fui yo quien le dijo que debía irse apenas eso estuviera resuelto. —Hasta la noche, señor Fairchild —se despide Patrick. —Adiós —digo haciéndole una seña con las manos. Me quedo solo por un momento, ha
MadisonDe verdad estoy decidida a hacerle ver a ese hombre que se equivoca. No puedo creer lo soberbio y arrogante que es. Al menos logré borrarle la sonrisa del rostro cuando me encontré a Harry, el chofer. Ni siquiera su esposa fue capaz de decirme que había uno disponible en la casa para cualquier eventualidad. Es obvio que no quiere que yo lo pueda sacar de la casa, de otro modo, no me explico cómo es que no me lo dijo.De todas formas, ya no importa. Ahora mismo, Alec y yo; junto al chofer; estamos de camino a uno de los mejores lugares para comer en todo Austin.Lo veo mirar las calles maravillado, como si nunca hubiese salido de la zona residencial donde vive.—¿Alguna vez habías venido por estos lados? —pregunto.—La verdad es que no. No suelo venir a estas zonas de Austin.—Entonces es algo completamente nuevo para ti —concluyo.Alec bufa y gira los ojos, intenta contener una risita, lo sé.Le indico al chofer la ruta que debe tomar mientras miro mi reloj. El único lugar que
AlecTuve mis serias dudas cuando vi esas donas tan inusuales, pero luego de probarlas, toda idea de que no podría disfrutar algo así se disipó. Me costó un poco admitirle que ella tenía razón, al menos en que puedo divertirme todavía, incluso estando en la silla de ruedas.Me doy cuenta que la pregunta sobre el padre de su hijo la incomodó bastante. No pude aguantar la curiosidad de saber lo que le sucedió. Se queda callada y de pronto grita:—¡Llegamos!Es otro restaurante. Creo que Madison pretende engordarme.—Ya no tengo más hambre —advierto.—Aquí no vamos precisamente a comer —me dice con una sonrisa divertida.Cuando me baja del auto, comprendo a qué se refiere con ello. No es un restaurante como tal, es un bar, de esos donde venden una gran jarra de cerveza fresca y barbacoa.—No puedes estar hablando en serio.—Últimamente ha dicho mucho esa frase, señor Fairchild.—No me digas señor Fairchild, me haces sentir como un viejo de setenta años.—Yo diría que de ochenta —contesta
MadisonNo era mi intención hacer que Alec se emborrachase, me siento terrible por haberlo llevado a esa situación. Lo único que yo quería era que se divirtiera un poco, y tal vez, sacarle algo de información sobre su mujer. Averiguar el motivo por el cual se atrevió a intentar tenderle esa trampa.No me quedó otro remedio que traerlo a mi departamento y avisar a Patrick. Por suerte, todavía no ha llegado a la casa, o se demoraría aún más en venir. Le he pedido que traiga un suero fisiológico y una pastilla para el dolor de cabeza, así al menos lo acomodaré un poco antes de devolverlo en una pieza a su esposa. Ella podrá ser una mala mujer, pero mientras no tenga pruebas de eso, la única culpable de que algo malo le pase, seré yo.Harry se ha quedado abajo esperando a que se recupere para poder llevarnos de vuelta.Está tan dormido que no me preocupo por desnudarme frente a él. En otra ocasión, ni se me hubiera ocurrido. Me pongo una camisa limpia y arrojo lo sucio a una esquina, aun
AlecDespertar y ver a Madison a punto de leer ese infame diagnóstico hace que la ira nuble todo mi buen juicio.—¡¿Qué estás haciendo?! —cuestiono con una voz autoritaria.Ella parece asustarse y deja caer al suelo todos los documentos. Quién sabe cuánto ha estado leyendo sobre mí.—Alec… —balbucea.—¿Acaso estabas leyendo mi diagnostico psiquiátrico?—No… no, yo… la hoja se cayó…—No puedo creer que estuve a punto de confiar en ti —interrumpo sus excusas baratas, porque sé muy bien que son puras mentiras.¿Cómo osa intentar engañarme cuando la he agarrado con las manos en la masa?—Alec te juro que…—Largo.—No es lo que…—¡Largo! ¡Vete de mí vista! ¡Estás despedida! —bramo con furia.Sus ojos se llenan de lágrimas, como si eso me fuese a conmover.—Señor Fairchild, le juro que no leí absolutamente nada —insiste.Odio tanto en este momento no poder moverme, si al menos estuviera en mi silla de ruedas, podría alejarme de ella para no tener que escuchar más excusas y mentiras.—¿Es qu
MadisonTodo pasa como en cámara lenta. Voy a ciegas porque no quiero arruinar más las cosas con él. No puedo creer que fui tan tonta como para siquiera pensar en ver esos documentos; ahora, todo el avance que había logrado con él se ha ido a la basura. Me odia, lo sé. No hay otra palabra para describir lo que vi en sus ojos al agarrarme infraganti con ese estúpido diagnóstico.—¿Qué está haciendo? —pregunta con un tono de incredulidad.—Trato de no verlo —digo como si fuera obvio.—¿Sabes que no estoy…? —empieza a decir, pero no logro escuchar el resto de la frase, pues sin darme cuenta, tropiezo con el banco que estaba al lado de la bañera.Siento como si lentamente mi cuerpo se fuese desplomando, directamente sobre él. Ni siquiera alcanzo a emitir un grito, pues todo pasa en una fracción de segundo. Caigo dentro de la bañera, empapando toda mi ropa, pero lo peor, es que quedo sobre su cuerpo.Sin poder evitarlo, abro los ojos, por fortuna, la toalla blanca ha caído sobre sus partes
AlecMadison me ayuda a bajar del auto y nos quedamos de pie frente a la entrada de mi propio edificio. Hace tanto que no vengo que se siente extraño estar en este lugar. Miro hacia arriba, este se alza imponente como uno de los más altos de Austin. Respiro profundo antes de darle la orden de avanzar hacia dentro.Le pedí que escondiese todo lo posible mi sonda en los bolsillos de la silla para que así nadie la note.Para ser sincero, no imaginé que ella se viera tan despampanante. En definitiva, Paul tiene un excelente gusto para vestir a las mujeres, pero con ella, excedió todos los límites. Me costó trabajo pretender que no me había impactado su belleza. ¿Cómo es posible que el simple hecho de verla en ese entallado vestido blanco que resalta cada curva de su cuerpo, provoque que mi corazón se acelere y retumbe como un loco en mi pecho?Esa sensación solo me la había provocado una mujer antes: mi esposa. Sin embargo, Jen ya nunca está, y cuando la veo; solo en contadas excepciones
MadisonCuando Alec dijo que entraríamos a un tanque de tiburones, creí que exageraba, pero la verdad es que esta gente, con sus trajes y apariencias de grandes señores; se nota que son capaces de las peores cosas. No hay ni uno que no me mire por encima del hombro, a pesar de que estoy arreglada para la ocasión, para ellos es obvio que yo no encajo en su mundo, no soy como ellos. Suspiro con pesadez cuando veo avanzar la hora del reloj a paso de tortuga. Tengo dos horas aquí a su lado, mirando como una tonta las cosas que discuten y de las cuales no entiendo nada.—Madison, si quiere puede salir a tomarse algo, esto parece que durará más de lo que pensé —me susurra.—Gracias, señor Fairchild.Me pongo de pie y me estiro con pesadez, aprovecho para salir de ahí sin mirar a nadie. La cabeza me duele más de lo que imaginaba. Es casi medio día, así que el sol está en su punto máximo en el cielo. Los rayos atraviesan los cristales del edificio, y su resplandor hace que mis ojos ardan e i