MadisonCamino de un lado a otro en la habitación sin saber qué hacer. Lo que escuché me ha dejado muy perturbada. No puede ser que esta mujer realmente quiera matar a su esposo, ¿o sí?Mi corazón late acelerado, estoy temblando; y no es común en mí perder los estribos de esta manera.—No, debo haber escuchado mal, evidentemente ella no puede hacer algo así —susurro para mis adentros.Vuelvo a asomarme por la puerta con mucho sigilo. La esposa ya se ha quitado los zapatos y parece esperar con impaciencia algo, o a alguien. Me debato si debo llamar a la policía, sin embargo, no creo que hacer eso sea una buena idea. No se supone que yo deba estar aquí, ella podría usar eso a su favor para hacer creer que soy yo la responsable.Salgo de puntitas y camino hasta la cocina. Ella se encuentra en la sala. Se sienta en el sillón y entonces su teléfono se enciende.—¿Ya estás afuera? Espera un momento —dice en un susurro, pero todo está tan silencioso, que la escucho perfectamente.Me escondo
AlecMe siento como en la profundidad de un océano de oscuridad. Todo a mi alrededor no es claro, hay una gran ausencia de luz que me hace sentir perdido, no sé qué es lo que sucede, solo sé que deseo salir de aquí, pero lo que sea que me lo impide, me traga al abismo más aterrador que he sentido jamás.De pronto, a lo lejos escucho una voz. No consigo distinguir lo que me dice, lo único que sé, es que debo seguirla sin importar nada.—Alec, señor Fairchild, despierte.Es ella, es la enfermera. Pero no entiendo por qué escucho su voz ahora. Quien me saca de esta oscuridad no debería ser ella.Muevo mi cabeza, confundido ante la situación. Me siento adormecido, como si algo invisible y muy pesado se cerniera sobre mí y no me dejase actuar con normalidad.—Madison… —susurro su nombre.Poco a poco voy siendo consciente de lo que pasa a mi alrededor. Recuerdo haberle dicho que se quedara a pasar la noche en una de las habitaciones, ella se fue luego de que mi esposa lo hiciera. «¿Qué hora
AlecEsto no puede ser posible, estoy harto de que no le importe ni siquiera un poco a Jennifer. Un nudo amenaza con formarse en mi garganta, pero no pienso demostrar mis sentimientos frente a Madison.—¿De verdad te ha dicho eso?—Sí —responde a secas.Desde que pasó lo del accidente, me he tenido que ver la obligación de tomar antidepresivos. Hay días mejores que otros, a veces siento que no los necesito, sin embargo, luego de este horrible comienzo, creo que estoy teniendo la necesidad de volver a consumirlos.Mi vida es un maldito desastre.—Dame el frasco verde que está en la cómoda —le pido.Ella enarca una ceja y se dirige al lugar que le he indicado. Revisa el frasco a pesar de que yo no la he autorizado para eso.—Patrick me dijo que los estaba dejando.—Pues ya no más —espeto.—Alec, sé que puede ser…—¡Cállate y dame mis malditas pastillas! —demando. Ella da un sobresalto cuando subo el tono de mi voz—. El médico las recetó, así que no hay ningún problema.—Con esto no será
MadisonNo quería dejar al señor Fairchild solo cuando apenas son las ocho de la mañana, pero la llamada que he recibido requiere que deje todo de urgencia. Salgo apresurada de la casa y tomo el primer taxi que veo. No pensaba aceptar su dinero, sin embargo, debo reconocer que me viene bien para la situación.Cuando eres madre, es una de esas llamadas que no quieres recibir. Del colegio de Caleb me habían marcado para decirme que le ha pasado algo grave. Sinceramente no pude escuchar más allá de eso; mi mente voló muy lejos creando terribles escenarios en mi cabeza.Agradezco que Alec fuese comprensivo y me dejase ir, de otro modo, no sé qué hubiera hecho. Sé que él quería que le dijese lo que está pasando, pero cuando entré al trabajo no mencioné que tuviera hijo, y la verdad es que no quiero que eso afecte su decisión de dejarme en el puesto o no.Antes de subir al taxi, veo a un hombre ya bastante mayor bajarse de una gran camioneta negra. Estaciona justo frente a la casa y me pare
AlecDejé ir a Madison, sin embargo, por alguna extraña razón, siento una angustia en mi interior que no me deja estar en paz.Es curioso, porque ni bien ella se fue, la tranquilidad que me había dado al calmar mi ataque de ansiedad, se disipó.La mucama que la había reprendido por encender programas inadecuados viene de vuelta.—Señor Fairchild, su abuelo está en la puerta.Lo que me faltaba, que ese viejo cascarrabias viniera a visitarme, y justo ahora que me encuentro solo. Suspiro profundo y le hago un asentimiento para que lo deje pasar, si me niego a atenderlo, seguro es capaz de hacer un escándalo.Mi abuelo es el único pariente vivo que me queda. Él es el hijo del fundador de la empresa, el gran grupo Fairchild. Había decidido retirarse cuando le entraron los años, le dio el mando a mi padre, y cuando él falleció, dejó estipulado que sería yo quien heredase la empresa. Mi abuelo estuvo de acuerdo con eso, aunque siempre le molestó un poco mi manera de hacer las cosas.Desde el
MadisonAbandono toda esperanza de que se trate de alguien más cuando veo bajar al mismo señor mayor que vi antes de irme de la casa de Alec. El señor arruga la vista debido al sol, y enseguida se pone un par de lentes oscuros. Se da la vuelta y saca la silla de ruedas de mi jefe.Por instinto, salgo corriendo a ayudarlo, a pesar de que mi corazón va más rápido que el galope de un caballo.—Buenos días, señor —saludo.Mi padre avanza detrás de mí, pero mantiene su distancia.—Señorita, buenos días —responde el hombre. Ahora que lo veo más de cerca, puedo darme cuenta de que es bastante probable que se trate de un familiar de Alec. Se parecen bastante, a pesar de la edad mayor del hombre, que se ve muy bien conservado.Abre la puerta del copiloto y lo primero que veo es la mala cara de mi jefe. No puedo disimular mi sorpresa al verlo ahí, es que realmente no tengo idea de qué está haciendo aquí.—Señor Fairchild, yo…—No se preocupe, no estoy aquí para recriminarle su salida del trabaj
AlecEntre más la conozco, más intriga me causa. Jamás pensé que viviese en un lugar como este. Aunque ella me dijo que era una chica de campo, la verdad no me imaginé algo así.Siento que está ocultándome algo, no sé de qué se trata, pero estoy seguro de que no desea que esté aquí; y no creo que se deba solo al hecho incómodo de que mi abuelo me obligase a venir a visitarla, o el hecho de que tiene a su jefe en casa a pocos días de haber iniciado el trabajo.Paseamos un rato por el campo de su familia. Las vacas pastan tranquilamente a lo lejos, y al otro lado está lo que parece ser un cultivo de maíz destrozado. No imaginé que tuviese tantas dificultades económicas. Es por eso que algo dentro de mí me impulsó a pedirle que se quede en mi casa de forma permanente.—Alec, no puedo. No creo que eso le agrade a su esposa, además, Patrick cubre ya ese horario.—No, no le estoy diciendo que cubra los turnos veinticuatro horas, no soy tan inconsciente. Solo le estoy ofreciendo alojo para q
MadisonTenía terror de que Alec se enterara que tengo un hijo, pero no reaccionó en lo absoluto como yo esperaba. De hecho, fue bastante tierno con él. Jamás imaginé que tuviese un lado amable y bondadoso como ese.Antes de que su abuelo se fuera, me pidió mi número de celular con la excusa de que iba a enviarme unas terapias que consiguió en sus viajes por Europa. Está convencido de que puede curar la parálisis de su nieto, siempre y cuando él se deje. “Te pongo como tarea convencerlo de que busque tratamiento”, fue lo último que me dijo.Increíble que piense que yo podré convencerlo de algo así, si acaso y he logrado levantarlo de la cama. Ni siquiera me ha dejado hacerle los masajes correspondientes a sus músculos.Cuando llegamos a la casa, ya son alrededor de las cinco y cuarto de la tarde, así que seguramente su esposa ya está por volver. Pensar en eso me hace recordar lo de esta madrugada. Aquello se siente muy lejano luego del ajetreado día de hoy.No olvido lo de su amante,